La violencia sectaria irrumpe en Afganistán durante una fiesta religiosa


Una segunda explosión mata a cuatro personas en Mazar-i-Sharif
Un portavoz de los talibanes condena los sucesos y los califica de "antiislámicos"
El ataque coincide con el renovado compromiso internacional con el futuro del país asiático

Kabul, El País

Al menos 59 personas han muerto en Afganistán en dos atentados contra la comunidad chií que hacen temer una deriva sectaria en el conflicto que desangra ese país. Las sospechas recayeron de inmediato sobre los insurgentes talibanes que EEUU expulsó del poder a finales de 2001 por su apoyo a Al Qaeda. Sin embargo, este grupo, con el que Washington intenta desde hace meses llegar a un acuerdo para poder retirar a sus tropas, condenó los ataques que tachó de “anti islámicos”. A falta de determinar la autoría, todo hace indicar que están detrás intereses contrarios a la salida negociada al conflicto que ya se prolonga una década.

Un terrorista suicida causó 55 muertos y 160 heridos en Kabul, al hacerse estallar entre la multitud congregada ante la ermita de Abu Fazl para participar en el duelo de la Ashura. Esa festividad religiosa, que conmemora la muerte de un nieto de Mahoma a manos de sus rivales por la sucesión del profeta en el siglo VII, es la más importante para el chiísmo, la rama minoritaria del islam, que sigue un 20% de los 30 millones de afganos. La mayoría de ellos pertenece a la etnia hazara, la tercera más numerosa tras los pastunes y los tayicos, pero históricamente discriminada a causa de su confesión.

Casi a la misma hora, otras cuatro personas perdieron la vida en Mazar-i-Sharif, al norte del país, por la explosión de una bicicleta bomba. El objetivo, un grupo de chiíes se dirigían al principal santuario de la ciudad, donde esa comunidad constituye una minoría significativa. Su nombre, que literalmente significa el Noble Santuario, hace referencia al mausoleo de cúpulas turquesa que según la tradición alberga unas reliquias de Ali, el yerno del profeta Mahoma y a quien los chiíes consideran su legítimo sucesor, pero donde también rezan los suníes.

El de Kabul es el ataque más grave desde el que destruyó la sede de la embajada india en la capital en julio de 2008 y que dejó 60 muertos. Se trata sobre todo de un salto cualitativo, ya que es el primero de esta envergadura contra la minoría chií desde la intervención estadounidense. Aunque ese tipo de violencia sectaria se ha hecho tristemente habitual en Irak o en Pakistán, no lo ha sido en Afganistán. Solo en 2006, también coincidiendo con la Ashura, hubo un atentado de características parecidas en Herat, al oeste del país, aunque con muchas menos víctimas.

“Es la primera vez que se produce un acto terrorista de esta horrible naturaleza en una fiesta religiosa tan importante en Afganistán”, declaró el presidente afgano, Hamid Karzai, en Bonn, donde asistía a una conferencia sobre el futuro de su país. “No quieren que los afganos estemos unidos bajo una misma bandera”, subrayó más tarde en un comunicado del que se hizo eco la agencia Efe. Karzai calificó a los autores de los ataques de “enemigos del islam y de Afganistán”.

Nadie se atribuyó de los atentados de los que un portavoz del Ministerio del Interior citado por Reuters responsabilizó a “los talibanes y terroristas”, sin dar más detalles. Esa fue también la primera reacción de muchos analistas y de los propios chiíes que corearon “Muerte a los talibanes, muerte a Al Qaeda”, en el mismo lugar de los hechos. Cuando gobernaron Afganistán, esos fanáticos, que siguen una versión intransigente del islam suní que considera heréticos a los chiíes, prohibieron sus ritos religiosos.

Sin embargo, los insurgentes se apresuraron a distanciarse de la matanza. “El Emirato Islámico [como se autodenominan] condena enérgicamente un ataque tan cruel, indiscriminado y anti islámico”, aseguraba el comunicado enviado a las agencias de noticias. A raíz de su desalojo del poder, a finales de 2001, los talibanes han centrado sus operaciones en las tropas extranjeras y las fuerzas afganas que cooperan con ellas. No obstante, desde que EEUU y el resto de sus aliados han puesto fecha a la retirada de sus soldados del país centroasiático, se han intensificado los esfuerzos para implicar a los talibanes en la transición. De hecho, hasta el último momento se trató de que tres de sus representantes participaran en la reunión de Bonn.

A falta de que establezca la responsabilidad de los atentados de hoy, las sospechas giran hacia grupos afines de Pakistán, cuyas posturas maximalistas chocan con los intentos de encontrar una salida negociada al conflicto. Tal vez por ello, el diputado chií Mohammad Mohaqiq, uno de los más influyentes líderes de esa comunidad, ha pedido a los afganos que reaccionen “con cuidado e inteligencia” ante ese intento de exacerbar las tensiones intercomunitarias.

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