Fernández ante el desafío de mantener a Argentina a salvo de la crisis global
Buenos Aires, EFE
El segundo mandato de Cristina Fernández como presidenta de Argentina afronta el desafío de mantener el crecimiento con una política que reduzca la inflación y atenue el impacto de la crisis económica de Europa y Estados Unidos.
Fernández, que este sábado asumirá la jefatura del Estado por otros cuatro años, ha dado claras señales de que apuesta por mantener el consumo como motor de la economía y la relación estratégica con Brasil y el resto de Sudamérica para "blindar" a la región frente a la crisis.
La jefa de Estado tiene asegurada, con su amplia victoria en los comicios de octubre pasado, la tranquilidad en el Parlamento, donde su partido, el peronista Frente Para la Victoria, ha recuperado la mayoría propia perdida en las legislativas de 2009, mientras la oposición está completamente desarticulada.
En la agenda exterior de Argentina también figura la difícil relación con Estados Unidos y el endurecimiento de las demandas al Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas, una disputa que empezó en 1833, cuando fueron ocupadas por tropas británicas, y fue motivo de la guerra de 1982, que ganó el país europeo.
Cristina Fernández ha dado muestras de que se propone mejorar la relación bilateral con Estados Unidos, que históricamente ha sido complicada tras una reunión en noviembre pasado con el presidente estadounidense, Barack Obama.
La relación con Brasil resulta vital para Argentina y Fernández parece empeñada en reducir el crónico déficit comercial del país con su poderoso vecino.
Fernández pretende proteger sectores industriales estratégicos e incentivar a empresas extranjeras para que fabriquen en el país parte de sus productos, como ya han hecho varias multinacionales.
Argentina, que coloca en Brasil el grueso de su producción de automóviles y otras manufacturas industriales, tendrá problemas si decae el crecimiento brasileño o el real se aprecia demasiado frente al dólar estadounidense, coinciden los expertos.
El comercio bilateral va en ascenso desde hace décadas, pero las exportaciones brasileñas crecen con mayor velocidad que las de Argentina, que este año calcula que tendrá un déficit de unos 5.500 millones de dólares en los intercambios con su vecino.
El asunto es motivo de permanentes consultas entre argentinos y brasileños, que llevan la voz cantante en la estrategia de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) para evitar el impacto de la crisis global.
El Consejo Suramericano de Economía y Finanzas, reunido en Buenos Aires el mes pasado, aconsejó aumentar el comercio entre los doce socios de la Unasur mientras se avanza en medidas de ayuda mutua en caso de emergencia financiera y se afina un sistema de intercambios en moneda local.
El ministro argentino de Economía, Amado Boudou, quien el próximo sábado asumirá la vicepresidencia, sostiene que una caída de las exportaciones por la crisis en Europa y EE.UU. puede compensarse con un aumento del consumo interno por la mejora de los ingresos de los sectores más pobres.
La economía argentina lleva ocho años de fuerte crecimiento, pero desde 2007 el coste de vida se disparó a tasas del 20 al 25 por ciento anual, según cálculos privados que casi triplican a las cifras oficiales y sitúan al país entre los de mayor inflación de América Latina.
En las últimas semanas, el Gobierno de Fernández ha eliminado millonarios subsidios que beneficiaban a varios sectores empresariales y a la población de mayor poder adquisitivo.
Asimismo, la presidenta argentina ha hecho múltiples llamamientos a los empresarios a que inviertan más y "ajusten" su estructura de costos para evitar alzas de precios, mientras que ha pedido moderación a la Confederación General del Trabajo (CGT), el mayor sindicato del país, con el que marcó cierta distancia.
Tanto Fernández como sus principales colaboradores han mostrado, además, la intención de fomentar pactos entre sindicatos y empresas que moderen la disputa por el ingreso, uno de los factores que impulsan el alza del coste de la vida.
El segundo mandato de Cristina Fernández como presidenta de Argentina afronta el desafío de mantener el crecimiento con una política que reduzca la inflación y atenue el impacto de la crisis económica de Europa y Estados Unidos.
Fernández, que este sábado asumirá la jefatura del Estado por otros cuatro años, ha dado claras señales de que apuesta por mantener el consumo como motor de la economía y la relación estratégica con Brasil y el resto de Sudamérica para "blindar" a la región frente a la crisis.
La jefa de Estado tiene asegurada, con su amplia victoria en los comicios de octubre pasado, la tranquilidad en el Parlamento, donde su partido, el peronista Frente Para la Victoria, ha recuperado la mayoría propia perdida en las legislativas de 2009, mientras la oposición está completamente desarticulada.
En la agenda exterior de Argentina también figura la difícil relación con Estados Unidos y el endurecimiento de las demandas al Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas, una disputa que empezó en 1833, cuando fueron ocupadas por tropas británicas, y fue motivo de la guerra de 1982, que ganó el país europeo.
Cristina Fernández ha dado muestras de que se propone mejorar la relación bilateral con Estados Unidos, que históricamente ha sido complicada tras una reunión en noviembre pasado con el presidente estadounidense, Barack Obama.
La relación con Brasil resulta vital para Argentina y Fernández parece empeñada en reducir el crónico déficit comercial del país con su poderoso vecino.
Fernández pretende proteger sectores industriales estratégicos e incentivar a empresas extranjeras para que fabriquen en el país parte de sus productos, como ya han hecho varias multinacionales.
Argentina, que coloca en Brasil el grueso de su producción de automóviles y otras manufacturas industriales, tendrá problemas si decae el crecimiento brasileño o el real se aprecia demasiado frente al dólar estadounidense, coinciden los expertos.
El comercio bilateral va en ascenso desde hace décadas, pero las exportaciones brasileñas crecen con mayor velocidad que las de Argentina, que este año calcula que tendrá un déficit de unos 5.500 millones de dólares en los intercambios con su vecino.
El asunto es motivo de permanentes consultas entre argentinos y brasileños, que llevan la voz cantante en la estrategia de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) para evitar el impacto de la crisis global.
El Consejo Suramericano de Economía y Finanzas, reunido en Buenos Aires el mes pasado, aconsejó aumentar el comercio entre los doce socios de la Unasur mientras se avanza en medidas de ayuda mutua en caso de emergencia financiera y se afina un sistema de intercambios en moneda local.
El ministro argentino de Economía, Amado Boudou, quien el próximo sábado asumirá la vicepresidencia, sostiene que una caída de las exportaciones por la crisis en Europa y EE.UU. puede compensarse con un aumento del consumo interno por la mejora de los ingresos de los sectores más pobres.
La economía argentina lleva ocho años de fuerte crecimiento, pero desde 2007 el coste de vida se disparó a tasas del 20 al 25 por ciento anual, según cálculos privados que casi triplican a las cifras oficiales y sitúan al país entre los de mayor inflación de América Latina.
En las últimas semanas, el Gobierno de Fernández ha eliminado millonarios subsidios que beneficiaban a varios sectores empresariales y a la población de mayor poder adquisitivo.
Asimismo, la presidenta argentina ha hecho múltiples llamamientos a los empresarios a que inviertan más y "ajusten" su estructura de costos para evitar alzas de precios, mientras que ha pedido moderación a la Confederación General del Trabajo (CGT), el mayor sindicato del país, con el que marcó cierta distancia.
Tanto Fernández como sus principales colaboradores han mostrado, además, la intención de fomentar pactos entre sindicatos y empresas que moderen la disputa por el ingreso, uno de los factores que impulsan el alza del coste de la vida.