Boca de fiesta y cotillón
Buenos Aires, Olé
Boca de fiesta: nuevo campeón después de tres años, invicto y con un equipo muy sólido que se sobrepuso las dificultades. Los jugadores le pusieron color a la vuelta y terminaron el festejo en el hotel...
No hubo sufrimiento, cero sufrimiento. Fue puro goce, desde que arrancó el partido. Desde hace tiempo que se olfateaba un Boca campeón después de tres años y ahora le pusieron la corona oficialmente, en medio de un campañón. La goleada contra Banfield fue un pasito más de esta vuelta previsible, en una Bombonera que se había preparado para una fiesta. Desde el gol en el arranque que el invicto, que ya lleva 27 partidos sin perder, se sentía campeonísimo. Fue un paseíto previo a la vuelta olímpica, a una fiesta que fue creciendo minuto a minuto. Emoción pura en La Boca, con este nuevo título. Con Schiavi, quien tuvo su homenaje al salir en el final y ser ovacionado por todos. Con Riquelme, que entró para sentirse campeón adentro, porque venía de estar 50 días sin jugar. Con Pochi Chávez dando la vuelta con su beba en brazos. Con todos sonrientes. Orion, Somoza, Erviti, Cvita... y la gente explotando en las tribunas, cantando contra River, disfrutando del momento de su eterno rival, cantando por su club, anticipando una Navidad en paz, como bien dijo el 10: "Los Bosteros vamos a pasar una linda Navidad".
La última fiesta en la Bombonera había sido en la despedida de Palermo, antes de este torneo. Pero éste fue por un campeonato, que se extrañaba en La Boca porque hacía tres años que no se ganaba. Los jugadores corrieron se tiraron en avioncito hacia el trofeo, como se hacía desde las épocas de Bianchi. Hasta Falcioni se prendió en ese festejo deslizándose por el piso. Hubo otros que también se subieron al travesaño, a puro grito, acompañando a los hinchas que no paraban de gritar en un estadio en llamas. Riquelme, con su hijo Agustín, festejaga y festejaba, con los brazos abiertos, mirando a la gente en las tribunas.
Después de un año en el club, Falcioni logró el gran objetivo. Lo mismo que Riquelme, que quería darles un título a los hinchas. Mientras en la Bombonera seguía la fiesta, mientras surgían los afiches con las típicas cargadas, en el Obelisco de juntaban más hinchas para la celebración. Se hizo esperar pero llegó, con un equipo que fue eso, un equipo. Que después de ser superior a todos sus rivales, terminó festejando con mucho color: en el hotel con su gente, y con megáfonos hasta en los balcones. Un equipo de galera y cotillón.
Boca de fiesta: nuevo campeón después de tres años, invicto y con un equipo muy sólido que se sobrepuso las dificultades. Los jugadores le pusieron color a la vuelta y terminaron el festejo en el hotel...
No hubo sufrimiento, cero sufrimiento. Fue puro goce, desde que arrancó el partido. Desde hace tiempo que se olfateaba un Boca campeón después de tres años y ahora le pusieron la corona oficialmente, en medio de un campañón. La goleada contra Banfield fue un pasito más de esta vuelta previsible, en una Bombonera que se había preparado para una fiesta. Desde el gol en el arranque que el invicto, que ya lleva 27 partidos sin perder, se sentía campeonísimo. Fue un paseíto previo a la vuelta olímpica, a una fiesta que fue creciendo minuto a minuto. Emoción pura en La Boca, con este nuevo título. Con Schiavi, quien tuvo su homenaje al salir en el final y ser ovacionado por todos. Con Riquelme, que entró para sentirse campeón adentro, porque venía de estar 50 días sin jugar. Con Pochi Chávez dando la vuelta con su beba en brazos. Con todos sonrientes. Orion, Somoza, Erviti, Cvita... y la gente explotando en las tribunas, cantando contra River, disfrutando del momento de su eterno rival, cantando por su club, anticipando una Navidad en paz, como bien dijo el 10: "Los Bosteros vamos a pasar una linda Navidad".
La última fiesta en la Bombonera había sido en la despedida de Palermo, antes de este torneo. Pero éste fue por un campeonato, que se extrañaba en La Boca porque hacía tres años que no se ganaba. Los jugadores corrieron se tiraron en avioncito hacia el trofeo, como se hacía desde las épocas de Bianchi. Hasta Falcioni se prendió en ese festejo deslizándose por el piso. Hubo otros que también se subieron al travesaño, a puro grito, acompañando a los hinchas que no paraban de gritar en un estadio en llamas. Riquelme, con su hijo Agustín, festejaga y festejaba, con los brazos abiertos, mirando a la gente en las tribunas.
Después de un año en el club, Falcioni logró el gran objetivo. Lo mismo que Riquelme, que quería darles un título a los hinchas. Mientras en la Bombonera seguía la fiesta, mientras surgían los afiches con las típicas cargadas, en el Obelisco de juntaban más hinchas para la celebración. Se hizo esperar pero llegó, con un equipo que fue eso, un equipo. Que después de ser superior a todos sus rivales, terminó festejando con mucho color: en el hotel con su gente, y con megáfonos hasta en los balcones. Un equipo de galera y cotillón.