Peste parda en Alemania
Merkel se declara “abochornada” por la impunidad con que actuaba la red neonazi que asesinó turcos durante más de diez años
Berlín, El País
Bochorno: este es el sentimiento que Angela Merkel acaba de expresar esta mañana, la del lunes 14 de noviembre, ante sus correligionarios de la CDU por el descubrimiento de que una red neonazi de asesinos en serie de inmigrantes turcos llevara más de una década actuando en Alemania sin que, al parecer, la Policía y los servicios de inteligencia se dieran por enterados. Lo peor es que quizá no se trate de ineficacia, lo peor es que, según las sospechas expresadas por algunos medios alemanes, determinado sector de los servicios de inteligencia podría haber estado protegiendo a esa red, de la que se servía como confidentes.
Los espeluznantes hechos ya conocidos son calificados hoy en la primera página de The Herald Tribune como propios de una novela negra (a suspense thriller). Cabría añadir que una novela de Philip Kerr, el autor de Berlin Noir, la saga sobre las andanzas de un inspector de policía en la Alemania de Adolfo Hitler. Estamos hablando de que, desde finales del pasado siglo y hasta hoy, un grupo neonazi se dedicaba a asesinar, de uno en uno, a inmigrantes turcos que trabajaban como empleados en doner kebab, floristerías, fruterías, quioscos o cibercafés. Un mínimo de diez habrían sido abatidos en diferentes ciudades alemanas, al igual que un agente de la Policía Federal. Otras hazañas de esta gente habrían sido una docena de atracos a bancos, un atentado con explosivos en un barrio de inmigrantes turcos de Colonia y la profanación de un cementerio judío.
Si esto ha salido a la luz es porque, el pasado 4 de noviembre, dos de los miembros del grupo se suicidaron tras prender fuego a la vivienda en la que vivían. ¿Se suicidaron de veras? En todo caso, en los restos de la vivienda fue encontrada una pistola Ceska que puede ser aquella que, con silenciador, fue utilizada en los asesinatos.
En su última edición, el semanario Der Spiegel publica fotos extraídas de un vídeo de propaganda confeccionado por esta red neonazi. Es todo un nieto de la intoxicación racista de Der Stürmer (El Asaltador), el periódico antisemita de Julius Streicher que existió en Alemania entre 1923 y 1945.
¿Están minusvalorando los Gobiernos europeos el peligro de una nueva peste parda que ha adoptado la islamofobia como sustituto del antisemitismo de antaño? La pregunta ya se formuló el pasado julio tras el doble atentado terrorista del ultraderechista islamófobo noruego Breivik. Ahora, tras lo ocurrido en Alemania, es aún más pertinente. Declararse “abochornados”, como acaba de hacer Merkel, no parece una respuesta suficiente.
Berlín, El País
Bochorno: este es el sentimiento que Angela Merkel acaba de expresar esta mañana, la del lunes 14 de noviembre, ante sus correligionarios de la CDU por el descubrimiento de que una red neonazi de asesinos en serie de inmigrantes turcos llevara más de una década actuando en Alemania sin que, al parecer, la Policía y los servicios de inteligencia se dieran por enterados. Lo peor es que quizá no se trate de ineficacia, lo peor es que, según las sospechas expresadas por algunos medios alemanes, determinado sector de los servicios de inteligencia podría haber estado protegiendo a esa red, de la que se servía como confidentes.
Los espeluznantes hechos ya conocidos son calificados hoy en la primera página de The Herald Tribune como propios de una novela negra (a suspense thriller). Cabría añadir que una novela de Philip Kerr, el autor de Berlin Noir, la saga sobre las andanzas de un inspector de policía en la Alemania de Adolfo Hitler. Estamos hablando de que, desde finales del pasado siglo y hasta hoy, un grupo neonazi se dedicaba a asesinar, de uno en uno, a inmigrantes turcos que trabajaban como empleados en doner kebab, floristerías, fruterías, quioscos o cibercafés. Un mínimo de diez habrían sido abatidos en diferentes ciudades alemanas, al igual que un agente de la Policía Federal. Otras hazañas de esta gente habrían sido una docena de atracos a bancos, un atentado con explosivos en un barrio de inmigrantes turcos de Colonia y la profanación de un cementerio judío.
Si esto ha salido a la luz es porque, el pasado 4 de noviembre, dos de los miembros del grupo se suicidaron tras prender fuego a la vivienda en la que vivían. ¿Se suicidaron de veras? En todo caso, en los restos de la vivienda fue encontrada una pistola Ceska que puede ser aquella que, con silenciador, fue utilizada en los asesinatos.
En su última edición, el semanario Der Spiegel publica fotos extraídas de un vídeo de propaganda confeccionado por esta red neonazi. Es todo un nieto de la intoxicación racista de Der Stürmer (El Asaltador), el periódico antisemita de Julius Streicher que existió en Alemania entre 1923 y 1945.
¿Están minusvalorando los Gobiernos europeos el peligro de una nueva peste parda que ha adoptado la islamofobia como sustituto del antisemitismo de antaño? La pregunta ya se formuló el pasado julio tras el doble atentado terrorista del ultraderechista islamófobo noruego Breivik. Ahora, tras lo ocurrido en Alemania, es aún más pertinente. Declararse “abochornados”, como acaba de hacer Merkel, no parece una respuesta suficiente.