Napolitano toma las riendas de la crisis italiana
Para el Jefe del Estado, "no hay ningún tipo de duda sobre la dimisión de Silvio Berlusconi", una vez que el Parlamento apruebe las reformas económicas prometidas a la Unión Europea
Roma, El País
Silvio Berlusconi dijo que se iba para poder quedarse. Gran comediante, puso cara de abatimiento al perder la mayoría en el Congreso y, tras entrevistarse con el presidente de la República, hizo que el muy respetado Giorgio Napolitano difundiera un comunicado en el que anunciaba la intención del primer ministro de aprobar las reformas que le exige la Unión Europea y dimitir enseguida. Asunto aparentemente resuelto. Salvo que, nada más regresar del encuentro, el atribulado Berlusconi empezó a venirse arriba. Habló con dos o tres periodistas, gastó bromas y, aunque mantuvo su intención de dimitir, ya fue aplazando el gran acontecimiento hasta principios de febrero, coincidiendo con la convocatoria de elecciones anticipadas. Berlusconi se quedaba un ratito más. El resultado ha sido demoledor para Italia.
Los mercados, al sentirse engañados, han reaccionado con virulencia. La prima de riesgo ha llegado a los 574 puntos básicos, superando con holgura la barrera de los 500 que desencadenó el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal. Los bonos italianos a 10 años han superado también la barrera del 7% de rentabilidad. La situación, de una gravedad inusitada, ha provocado la salida a la desesperada del presidente Napolitano, quien jugándose el tipo --¿o no es jugarse el tipo defender la palabra de Berlusconi?— ha intentado llamar a la calma mediante un comunicado: “No hay ningún tipo de duda sobre la dimisión del primer ministro. Pronto habrá un nuevo gobierno o elecciones…”.
Merece la pena detenerse en el comunicado de Napolitano. La primera frase ya enmarca a la perfección el signo de los tiempos que vive Italia y toda Europa: “Frente a la presión de los mercados financieros, en mi cargo de jefe del Estado…”. La situación ya no permite disfraces ni eufemismos. Son los mercados financieros los que terminarán por torcerle el pulso a Berlusconi. Ni la oposición ni los procesos judiciales ni las investigaciones periodísticas. Lo de menos ya es que Berlusconi sea un personaje indigno para Italia. La cuestión es que, aunque gozara todavía del respaldo popular o fuese un santo varón, los mercados ya no le creen, ya no lo quieren.
Y Napolitano, desde el Quirinal, no tiene más remedio que tranquilizar al dinero: “No existe ninguna duda sobre la decisión del presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, de presentar su dimisión del Ejecutivo por él presidido. Tal decisión se hará operativa con la aprobación en el Parlamento de la ley de presupuestos para 2012 (…). La ley será aprobada dentro de unos días (…). En un plazo breve, se formará un nuevo gobierno que pueda tomar cualquier decisión o se disolverá el Parlamento para dar enseguida inicio a una campaña electoral”. Y la frase definitiva: “Son del todo infundado los temores de que pueda producirse en Italia un prolongado periodo de inactividad gubernamental y parlamentaria, siendo de todos modos posible adoptar, en cualquier momento, medidas de urgencia”.
Esta tarde el presidente de la República, ha designado senador vitalicio al excomisario europeo Mario Monti, al que en los últimos días se ha mencionado como posible sucesor de Berlusconi, si finalmente se formara un gobierno de tecnócratas para dirigir Italia.
La maquinaria del Estado se puso a funcionar a una velocidad jamás vista en Italia. Objetivo: echar a Berlusconi. Dotar de contenido esas expresiones ambiguas –“plazo breve”, “enseguida”, “dentro de unos días”—que tanto disgustan a los mercados. El presidente del Parlamento, Gianfranco Fini, ha propuesto aprobar el texto presupuestario, del que por cierto aún se desconoce el contenido, antes del domingo por la noche, para que el lunes por la mañana, cuando los mercados lleguen a la oficina, se encuentre con el trabajo hecho.
La oposición, en principio, se ha mostrado de acuerdo. El líder del izquierdista Partido Democrático, Pierluigi Bersani, ha declarado: “Los tiempos se están apretando de forma dramática. Nosotros estamos listos para cualquier opción que permita acelerar”. El guirigay, para variar, ha llegado desde la Liga Norte de Umberto Bossi, el partido que sostiene a Berlusconi en el poder y que cuenta con varios ministros. Uno de ellos, precisamente el de Simplificación Legislativa, Roberto Calderoli, ha complicado las cosas: “La Liga no sostendrá jamás un gobierno técnico, de unidad nacional, de tregua, de mayoría alargada o cómo diablos queramos llamarlo. No es más que una chapuza”.
Pero ya no se trata de hacer política a lo Berlusconi o a lo Bossi, cuyo ingrediente necesario son grandes dosis de oscuridad. Todos los focos están encendidos y dirigidos a Italia. El resultado es que la comisión de presidentes de los grupos parlamentarios decidió que la Ley de Estabilidad –los presupuestos conteniendo las exigencias de Bruselas—se presente el viernes en el Senado para que el sábado por la tarde pueda pasar a la Cámara de Diputados para su aprobación definitiva. Así, si Berlusconi cumple su palabra, el primer telediario del lunes pueda abrir, por fin, con la noticia de su dimisión.
Roma, El País
Silvio Berlusconi dijo que se iba para poder quedarse. Gran comediante, puso cara de abatimiento al perder la mayoría en el Congreso y, tras entrevistarse con el presidente de la República, hizo que el muy respetado Giorgio Napolitano difundiera un comunicado en el que anunciaba la intención del primer ministro de aprobar las reformas que le exige la Unión Europea y dimitir enseguida. Asunto aparentemente resuelto. Salvo que, nada más regresar del encuentro, el atribulado Berlusconi empezó a venirse arriba. Habló con dos o tres periodistas, gastó bromas y, aunque mantuvo su intención de dimitir, ya fue aplazando el gran acontecimiento hasta principios de febrero, coincidiendo con la convocatoria de elecciones anticipadas. Berlusconi se quedaba un ratito más. El resultado ha sido demoledor para Italia.
Los mercados, al sentirse engañados, han reaccionado con virulencia. La prima de riesgo ha llegado a los 574 puntos básicos, superando con holgura la barrera de los 500 que desencadenó el rescate de Grecia, Irlanda y Portugal. Los bonos italianos a 10 años han superado también la barrera del 7% de rentabilidad. La situación, de una gravedad inusitada, ha provocado la salida a la desesperada del presidente Napolitano, quien jugándose el tipo --¿o no es jugarse el tipo defender la palabra de Berlusconi?— ha intentado llamar a la calma mediante un comunicado: “No hay ningún tipo de duda sobre la dimisión del primer ministro. Pronto habrá un nuevo gobierno o elecciones…”.
Merece la pena detenerse en el comunicado de Napolitano. La primera frase ya enmarca a la perfección el signo de los tiempos que vive Italia y toda Europa: “Frente a la presión de los mercados financieros, en mi cargo de jefe del Estado…”. La situación ya no permite disfraces ni eufemismos. Son los mercados financieros los que terminarán por torcerle el pulso a Berlusconi. Ni la oposición ni los procesos judiciales ni las investigaciones periodísticas. Lo de menos ya es que Berlusconi sea un personaje indigno para Italia. La cuestión es que, aunque gozara todavía del respaldo popular o fuese un santo varón, los mercados ya no le creen, ya no lo quieren.
Y Napolitano, desde el Quirinal, no tiene más remedio que tranquilizar al dinero: “No existe ninguna duda sobre la decisión del presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, de presentar su dimisión del Ejecutivo por él presidido. Tal decisión se hará operativa con la aprobación en el Parlamento de la ley de presupuestos para 2012 (…). La ley será aprobada dentro de unos días (…). En un plazo breve, se formará un nuevo gobierno que pueda tomar cualquier decisión o se disolverá el Parlamento para dar enseguida inicio a una campaña electoral”. Y la frase definitiva: “Son del todo infundado los temores de que pueda producirse en Italia un prolongado periodo de inactividad gubernamental y parlamentaria, siendo de todos modos posible adoptar, en cualquier momento, medidas de urgencia”.
Esta tarde el presidente de la República, ha designado senador vitalicio al excomisario europeo Mario Monti, al que en los últimos días se ha mencionado como posible sucesor de Berlusconi, si finalmente se formara un gobierno de tecnócratas para dirigir Italia.
La maquinaria del Estado se puso a funcionar a una velocidad jamás vista en Italia. Objetivo: echar a Berlusconi. Dotar de contenido esas expresiones ambiguas –“plazo breve”, “enseguida”, “dentro de unos días”—que tanto disgustan a los mercados. El presidente del Parlamento, Gianfranco Fini, ha propuesto aprobar el texto presupuestario, del que por cierto aún se desconoce el contenido, antes del domingo por la noche, para que el lunes por la mañana, cuando los mercados lleguen a la oficina, se encuentre con el trabajo hecho.
La oposición, en principio, se ha mostrado de acuerdo. El líder del izquierdista Partido Democrático, Pierluigi Bersani, ha declarado: “Los tiempos se están apretando de forma dramática. Nosotros estamos listos para cualquier opción que permita acelerar”. El guirigay, para variar, ha llegado desde la Liga Norte de Umberto Bossi, el partido que sostiene a Berlusconi en el poder y que cuenta con varios ministros. Uno de ellos, precisamente el de Simplificación Legislativa, Roberto Calderoli, ha complicado las cosas: “La Liga no sostendrá jamás un gobierno técnico, de unidad nacional, de tregua, de mayoría alargada o cómo diablos queramos llamarlo. No es más que una chapuza”.
Pero ya no se trata de hacer política a lo Berlusconi o a lo Bossi, cuyo ingrediente necesario son grandes dosis de oscuridad. Todos los focos están encendidos y dirigidos a Italia. El resultado es que la comisión de presidentes de los grupos parlamentarios decidió que la Ley de Estabilidad –los presupuestos conteniendo las exigencias de Bruselas—se presente el viernes en el Senado para que el sábado por la tarde pueda pasar a la Cámara de Diputados para su aprobación definitiva. Así, si Berlusconi cumple su palabra, el primer telediario del lunes pueda abrir, por fin, con la noticia de su dimisión.