La rica Milán también languidece
El tejido empresarial del Norte, de donde procede Berlusconi, sufre el colapso del consumo interno.
Milan, El País
Gianluca Brambilla se despierta a las cinco cada mañana. Lee los periódicos, consulta el correo electrónico, repasa el trabajo cerrado y prepara el nuevo. A las nueve llega a su oficina: un local diáfano, sin paredes, solo librerías, un pimpón, varios ordenadores y amplias mesas. La zona industrial de Vimercate, en las afueras de Milán, fue la promesa de la tecnología italiana, el Silicon Valley de Lombardía, la región más rica y productiva de una Italia al borde del abismo.
En este país, una de cada ocho personas es titular de una empresa. Hay 967.000 empresas, la mayoría con menos de 10 empleados. Se trata en su mayoría de negocios familiares. Ahora, en plena tormenta de la zona del euro, este ejército de pequeños emprendedores está a punto de enfrentarse a la batalla más dura. “Nuestro lema es arriesgarse y coger fuerzas de una sana competencia. Ahora estamos obligados a la defensa”, comenta Brambilla, de 49 años.
Su empresa, eAgisco, se dedica a las subastas en Internet. “Resistimos como podemos. Ayer perdimos a un importante cliente canadiense, que quiso abandonar el mercado europeo. Si no se hace algo rápido... no quiero ni pensarlo”, afirma el empresario, que tuvo de profesor en la Universidad al actual primer ministro, Mario Monti. La calle que lleva a su trinchera cotidiana es un cementerio de naves cerradas que como lápidas llevan carteles de “se alquila” o “se vende”. “Cuando cierran los almacenes”, comenta, “significa que no hay productos. Todo está parado”.
“La crisis no ha cambiado todavía el paisaje industrial italiano”, explica Dario Di Vico, periodista del Corriere della Sera.
La fuerza de la economía lombarda reside en su diversidad: mecánica, moda, servicios, sector inmobiliario, alimentación. “Pero en las próximas semanas, se van a cosechar los frutos amargos de lo que pasó a partir de agosto, con los especuladores apostando por la insolvencia del país”.
La fase delicada registra tensiones opuestas. La facturación, aunque bajando, sigue en números verdes, pero el ánimo de los emprendedores es negro. En el tercer trimestre de 2011, con respecto al mismo periodo del ejercicio anterior, la producción en la región subió un 1,7% y la facturación se incrementó un 3,7%, según datos de Unioncamere, que reúne a las Cámaras de Comercio. Pero menos del 50% de los emprendedores declara tener el mismo volumen de encargos en los meses de octubre, noviembre y diciembre. “Los empresarios presienten el peligro”, expresa Carlo Sangalli, presidente de la Cámara de Comercio de Milán y de Confcommercio, el gremio de los emprendedores. “Por primera vez, en nuestra encuesta periódica, los pesimistas superan a los optimistas. El 92% de los empresarios milaneses considera que lo peor de la crisis está por venir. En un mes, este dato ha subido ocho puntos porcentuales. Por eso, tras un encuentro del viernes pasado, decidimos lanzar una señal de confianza hacia el futuro del país: compramos un millón de bonos del Tesoro”.
“El problema es que solo funciona bien el 25% de los negocios, los que exportan”, señala Di Vico. “Las ventas a Alemania, Francia y EE UU han vuelto a los niveles de 2008, mientras han crecido las ventas a China, Rusia e India. Pero el mercado interno está estancado”.
“No podemos dejar de invertir. Si nos quedamos parados, encerrados en nuestra pequeña armadura, morimos”. Marzia Maiorano tiene 28 años y es la segunda generación de Mida, una empresa de transportes que entrega e instala maquinarias eléctricas como impresoras u ordenadores. Su padre, Antonio, la mira con orgullo y asiente con la cabeza. Emigrado desde el Sur aún siendo niño, empezó como camionero a principios de los ochenta y 20 años más tarde tenía su pequeño reinado, Mida, con ocho empleados, unos 50 colaboradores y la hija como vicepresidenta. “Acabamos de gastar mucho dinero para digitalizar nuestro sistema de entrega”, explica la joven, “así sabemos en cada momento dónde están camiones y productos. Esto nos hace más competitivos, pero nos ha dejado a dos velas”.
“La situación me tiene angustiado. Invertimos en la Bolsa y perdimos. Apostamos por un proyecto político y fracasó. La cosa va a peor”, comenta Brambilla, conduciendo de vuelta a casa. El día de trabajo, 14 horas, ha terminado. Atrás queda la mansión de Silvio Berlusconi en el pueblo de Acore. “Financié y creí en su proyecto de revolución liberal. Le voté, pensaba que iba a recortar la burocracia. ¿Sabe qué le digo? Me tomó el pelo. Es un empresario milanés, uno de nosotros, ¿por qué no hizo nada para protegernos y frenar este desmadre?”. La pregunta queda en el aire.
Milan, El País
Gianluca Brambilla se despierta a las cinco cada mañana. Lee los periódicos, consulta el correo electrónico, repasa el trabajo cerrado y prepara el nuevo. A las nueve llega a su oficina: un local diáfano, sin paredes, solo librerías, un pimpón, varios ordenadores y amplias mesas. La zona industrial de Vimercate, en las afueras de Milán, fue la promesa de la tecnología italiana, el Silicon Valley de Lombardía, la región más rica y productiva de una Italia al borde del abismo.
En este país, una de cada ocho personas es titular de una empresa. Hay 967.000 empresas, la mayoría con menos de 10 empleados. Se trata en su mayoría de negocios familiares. Ahora, en plena tormenta de la zona del euro, este ejército de pequeños emprendedores está a punto de enfrentarse a la batalla más dura. “Nuestro lema es arriesgarse y coger fuerzas de una sana competencia. Ahora estamos obligados a la defensa”, comenta Brambilla, de 49 años.
Su empresa, eAgisco, se dedica a las subastas en Internet. “Resistimos como podemos. Ayer perdimos a un importante cliente canadiense, que quiso abandonar el mercado europeo. Si no se hace algo rápido... no quiero ni pensarlo”, afirma el empresario, que tuvo de profesor en la Universidad al actual primer ministro, Mario Monti. La calle que lleva a su trinchera cotidiana es un cementerio de naves cerradas que como lápidas llevan carteles de “se alquila” o “se vende”. “Cuando cierran los almacenes”, comenta, “significa que no hay productos. Todo está parado”.
“La crisis no ha cambiado todavía el paisaje industrial italiano”, explica Dario Di Vico, periodista del Corriere della Sera.
La fuerza de la economía lombarda reside en su diversidad: mecánica, moda, servicios, sector inmobiliario, alimentación. “Pero en las próximas semanas, se van a cosechar los frutos amargos de lo que pasó a partir de agosto, con los especuladores apostando por la insolvencia del país”.
La fase delicada registra tensiones opuestas. La facturación, aunque bajando, sigue en números verdes, pero el ánimo de los emprendedores es negro. En el tercer trimestre de 2011, con respecto al mismo periodo del ejercicio anterior, la producción en la región subió un 1,7% y la facturación se incrementó un 3,7%, según datos de Unioncamere, que reúne a las Cámaras de Comercio. Pero menos del 50% de los emprendedores declara tener el mismo volumen de encargos en los meses de octubre, noviembre y diciembre. “Los empresarios presienten el peligro”, expresa Carlo Sangalli, presidente de la Cámara de Comercio de Milán y de Confcommercio, el gremio de los emprendedores. “Por primera vez, en nuestra encuesta periódica, los pesimistas superan a los optimistas. El 92% de los empresarios milaneses considera que lo peor de la crisis está por venir. En un mes, este dato ha subido ocho puntos porcentuales. Por eso, tras un encuentro del viernes pasado, decidimos lanzar una señal de confianza hacia el futuro del país: compramos un millón de bonos del Tesoro”.
“El problema es que solo funciona bien el 25% de los negocios, los que exportan”, señala Di Vico. “Las ventas a Alemania, Francia y EE UU han vuelto a los niveles de 2008, mientras han crecido las ventas a China, Rusia e India. Pero el mercado interno está estancado”.
“No podemos dejar de invertir. Si nos quedamos parados, encerrados en nuestra pequeña armadura, morimos”. Marzia Maiorano tiene 28 años y es la segunda generación de Mida, una empresa de transportes que entrega e instala maquinarias eléctricas como impresoras u ordenadores. Su padre, Antonio, la mira con orgullo y asiente con la cabeza. Emigrado desde el Sur aún siendo niño, empezó como camionero a principios de los ochenta y 20 años más tarde tenía su pequeño reinado, Mida, con ocho empleados, unos 50 colaboradores y la hija como vicepresidenta. “Acabamos de gastar mucho dinero para digitalizar nuestro sistema de entrega”, explica la joven, “así sabemos en cada momento dónde están camiones y productos. Esto nos hace más competitivos, pero nos ha dejado a dos velas”.
“La situación me tiene angustiado. Invertimos en la Bolsa y perdimos. Apostamos por un proyecto político y fracasó. La cosa va a peor”, comenta Brambilla, conduciendo de vuelta a casa. El día de trabajo, 14 horas, ha terminado. Atrás queda la mansión de Silvio Berlusconi en el pueblo de Acore. “Financié y creí en su proyecto de revolución liberal. Le voté, pensaba que iba a recortar la burocracia. ¿Sabe qué le digo? Me tomó el pelo. Es un empresario milanés, uno de nosotros, ¿por qué no hizo nada para protegernos y frenar este desmadre?”. La pregunta queda en el aire.