Italia apunta a un Gobierno mixto de políticos y tecnócratas hasta 2013
El excomisario europeo negocia con partidos y sindicatos tras la dimisión de Berlusconi. La prima de riesgo italiana vuelve a dispararse hacia niveles próximos a los 500 puntos básicos
Roma, El País
Hasta 2013. Los viejos leones de la política romana tal vez acariciaban la idea de que el viejo profesor recién llegado de Bruselas fuese una pieza fácil de cobrar, un mal temporal, un apaño hasta primavera. Pero Mario Monti, el tecnócrata bajo cuya responsabilidad está formar un nuevo gobierno que saque a Italia de la crisis, lo ha dejado claro nada más bajar a la arena: “Si se fijara un horizonte anterior a 2013, eso quitaría credibilidad a la acción de mi Gobierno. Sería una definición temporal que yo no aceptaría”. Más claro, imposible.
Mario Monti, quien hoy se ha reunido con los partidos políticos y mañana lo hará con las organizaciones sociales para lograr un consenso razonable en torno a su cometido, ha tardado 24 horas en cambiar el disfraz de prudente profesor por el de gladiador. Ha dejado claro que está dispuesto a formar –posiblemente antes del viernes-- un gobierno integrado por técnicos de prestigio, pero también por políticos de distintos partidos siempre que sean capaces de dejar fuera del consejo de ministros sus peleas partidarias. “He considerado importante dar una señal concreta y abierta de mi disponibilidad a contar con la aportación de las fuerzas políticas, también en forma de recursos humanos, es decir, de miembros del Gobierno”.
Apoyo probable al Gobierno de Monti.
Si bien Monti no lo va a tener fácil. Durante todo el día de hoy se ha constatado que los líderes de los principales partidos políticos tienen dos discursos. Uno, con los focos encendidos, en el que alaban la labor del presidente de la República, Giorgio Napolitano, y muestran su disposición a ayudar a Mario Monti en su difícil labor de construir un Ejecutivo que devuelva la confianza de Europa hacia Italia y de los italianos hacia su Gobierno. Y otro, a micrófono cerrado, en el que muestran dos preocupaciones. Las dos legítimas. Pero ambas inconfesables. La primera es que Monti, tras su piel de cordero, se rebele como un político audaz y competente capaz de dejarlos en evidencia y, por tanto, robarles el futuro. La segunda es que el excomisario europeo dé más protagonismo en su Gobierno a políticos de la opción contraria.
Tan es así que, después de un largo día de entrevistas con los representantes políticos, el recién nombrado senador vitalicio ha admitido de forma diplomática que está encontrando más resistencia a su labor de la que tal vez esperaba: “Cuando hablo de integrar a políticos, se trata de una disponibilidad, de un deseo, si lo queremos decir así. Pero si los partidos considerasen que en esta fase no es oportuna su presencia… Lo importante es que de todos modos den su apoyo. Sin su apoyo no me dispondría a asumir la tarea”.
Nadie dijo que fuese fácil ni mucho menos rápido. Después del champán, las canciones y las banderas en los balcones por la dimisión a trancas y barrancas de Silvio Berlusconi, regresa la dura realidad. Para empezar, la prima de riesgo italiana –el diferencial entre el bono nacional a 10 años y el alemán en el mismo plazo— ha vuelto hoy a dispararse hacia niveles próximos a los 500 puntos básicos. Y, además, el partido que ha venido apoyando los sucesivos gobiernos de Silvio Berlusconi –la Liga Norte de Umberto Bossi— ha anunciado su determinación de restaurar el llamado Parlamento del Norte, una iniciativa que pretende relanzar la independencia del norte con respecto al sur. Justo lo que más necesita ahora Italia.
Con esta situación, no es de extrañar que Mario Monti le confiara a algunos de los representantes políticos que han ido a visitarlo que a los italianos les esperan tiempos de “lágrimas y sangre”. Si bien más tarde, y en un intento de alejarse de los grandes efectos que tanto gustan a su antecesor en el cargo, ha precisado que para lo que Italia se debe de ir preparando es para una época de “sacrificios”.
Los mismos sacrificios en forma de reformas económicas que la Unión Europea (UE) llevaba pidiendo desde hace meses a Silvio Berlusconi y que, al no ejecutarlos, supusieron finalmente la caída de Il Cavaliere. El profesor Mario Monti, que le debe su puesto a Bruselas más que a Roma, está dispuesto a ponerlos en práctica con la mayor urgencia posible.
Roma, El País
Hasta 2013. Los viejos leones de la política romana tal vez acariciaban la idea de que el viejo profesor recién llegado de Bruselas fuese una pieza fácil de cobrar, un mal temporal, un apaño hasta primavera. Pero Mario Monti, el tecnócrata bajo cuya responsabilidad está formar un nuevo gobierno que saque a Italia de la crisis, lo ha dejado claro nada más bajar a la arena: “Si se fijara un horizonte anterior a 2013, eso quitaría credibilidad a la acción de mi Gobierno. Sería una definición temporal que yo no aceptaría”. Más claro, imposible.
Mario Monti, quien hoy se ha reunido con los partidos políticos y mañana lo hará con las organizaciones sociales para lograr un consenso razonable en torno a su cometido, ha tardado 24 horas en cambiar el disfraz de prudente profesor por el de gladiador. Ha dejado claro que está dispuesto a formar –posiblemente antes del viernes-- un gobierno integrado por técnicos de prestigio, pero también por políticos de distintos partidos siempre que sean capaces de dejar fuera del consejo de ministros sus peleas partidarias. “He considerado importante dar una señal concreta y abierta de mi disponibilidad a contar con la aportación de las fuerzas políticas, también en forma de recursos humanos, es decir, de miembros del Gobierno”.
Apoyo probable al Gobierno de Monti.
Si bien Monti no lo va a tener fácil. Durante todo el día de hoy se ha constatado que los líderes de los principales partidos políticos tienen dos discursos. Uno, con los focos encendidos, en el que alaban la labor del presidente de la República, Giorgio Napolitano, y muestran su disposición a ayudar a Mario Monti en su difícil labor de construir un Ejecutivo que devuelva la confianza de Europa hacia Italia y de los italianos hacia su Gobierno. Y otro, a micrófono cerrado, en el que muestran dos preocupaciones. Las dos legítimas. Pero ambas inconfesables. La primera es que Monti, tras su piel de cordero, se rebele como un político audaz y competente capaz de dejarlos en evidencia y, por tanto, robarles el futuro. La segunda es que el excomisario europeo dé más protagonismo en su Gobierno a políticos de la opción contraria.
Tan es así que, después de un largo día de entrevistas con los representantes políticos, el recién nombrado senador vitalicio ha admitido de forma diplomática que está encontrando más resistencia a su labor de la que tal vez esperaba: “Cuando hablo de integrar a políticos, se trata de una disponibilidad, de un deseo, si lo queremos decir así. Pero si los partidos considerasen que en esta fase no es oportuna su presencia… Lo importante es que de todos modos den su apoyo. Sin su apoyo no me dispondría a asumir la tarea”.
Nadie dijo que fuese fácil ni mucho menos rápido. Después del champán, las canciones y las banderas en los balcones por la dimisión a trancas y barrancas de Silvio Berlusconi, regresa la dura realidad. Para empezar, la prima de riesgo italiana –el diferencial entre el bono nacional a 10 años y el alemán en el mismo plazo— ha vuelto hoy a dispararse hacia niveles próximos a los 500 puntos básicos. Y, además, el partido que ha venido apoyando los sucesivos gobiernos de Silvio Berlusconi –la Liga Norte de Umberto Bossi— ha anunciado su determinación de restaurar el llamado Parlamento del Norte, una iniciativa que pretende relanzar la independencia del norte con respecto al sur. Justo lo que más necesita ahora Italia.
Con esta situación, no es de extrañar que Mario Monti le confiara a algunos de los representantes políticos que han ido a visitarlo que a los italianos les esperan tiempos de “lágrimas y sangre”. Si bien más tarde, y en un intento de alejarse de los grandes efectos que tanto gustan a su antecesor en el cargo, ha precisado que para lo que Italia se debe de ir preparando es para una época de “sacrificios”.
Los mismos sacrificios en forma de reformas económicas que la Unión Europea (UE) llevaba pidiendo desde hace meses a Silvio Berlusconi y que, al no ejecutarlos, supusieron finalmente la caída de Il Cavaliere. El profesor Mario Monti, que le debe su puesto a Bruselas más que a Roma, está dispuesto a ponerlos en práctica con la mayor urgencia posible.