Fútbol boliviano: Universitario se quedó con el duelo amistoso con Wilstermann
José Vladimir Nogales
Por la vía penal, Universitario se quedó con el título del enfrentamiento (promocional y amistoso) que reunía a los últimos campeones de los torneos organizados por la empresa AeroSur.
El emparejamiento de los saldos numéricos (por las victorias locales con idéntica cifra, 1-0) condujo a una definición desde el punto penal, donde prevaleció Universitario (4-3) con algo más de puntería que los erráticos locales (que fallaron tres de los seis disparos ejecutados). Pero más allá de la pérdida -o no- de la inédita Copa (de minúscula relevancia al tratarse de un duelo pactado por los clubes involucrados y sin el patrocinio de la empresa aeronáutica), el partido tenía mayor interés para Wilstermann que para Universitario. Y no sólo en cuanto a las urgencias de recaudar algo para alimentar las flacas alforjas de tesorería. El objetivo era claro: Wilstermann necesita curarse del mal de la irregularidad. Ese que hizo dudar de su nivel de juego, el mismo que ha inyectado incertidumbre a sus aspiraciones de ganar el Nacional B. Y como parte de la curación está en la voluntad de sanar, el diagnóstico sigue siendo de pronóstico difícil, dadas las irregularidades exhibidas y la improductividad de un equipo inestable.
Universitario, que no colocó a lo más selecto de su personal, representó, pese a a todo, un rival de alta exigencia. Con el habitual cerrojo que exhiben los equipos de Villegas, complicó mucho a los locales (que vistieron camisetas blancas, cortos rojos y medias rojas) en un partido mediocre. La U dio batalla. Le propuso la discusión en el medio y fue ahí, a partir de los buenos rendimientos de Gallegos y de Axel Bejarano, donde Universitario encontró la ruta hacia el arco de Wilstermann.
Mientras sigue firme (desde la matemática) la aspiración del ascenso, Wilstermann se empeña en dar señales positivas para salir adelante. Para volver a creer. Lo hizo el sábado 5, ante Nueva Cliza (con un equipo muletto), por esos puntos imprescindibles en la Asociación, y lo volvió a hacer en esta ocasión ante Universitario, por otras tres unidades que si bien no le cambian la vida en el campeonato nacional, le sirven y mucho para ayudar en la tarea de la reconstrucción interna. Porque la autoestima se nutre de todos los torneos...
Eso sí, lo peor que podría hacer Wilstermann, a esta altura, sería creerse ya curado de irregularidad. Ante Universitario, en este sentido, ofreció —una vez más— un flanco débil: la generación de juego. Con el balón en su poder, Wilstermann hizo muy poco. No creo situaciones de riesgo para el arco rival y dejó a sus atacantes en la más conmovedora orfandad. Olmedo y Juárez (delanteros que, por similitud de características, tienden a neutralizarse entre sí al ocupar los mismos espacios) fueron borrados por la marca y por la calidad del abastecimiento, que favorecía a la voracidad de sus cancerberos. Fue por esa razón que Olmedo se tiraba unos metros atrás en búsqueda del alimento que el equipo es incapaz de proveerle. ¿Y por qué falla el suministro? Por varias razones: a) En una disposición excesivamente lineal de los volantes -dentro de un dispositivo 4-4-2-, son imperiosos los desdoblanmientos y la articulación con laterales que pasen por afuera. Gianakis Suárez (volante izquierdo) casi no participó del juego y Diego Villarroel (por derecha) enturbió todo el balón que discurría por su carril. b) Los volantes centrales no brindan equilibrio. Melgar, escaso de marca, no ofrece una salida diáfana, direccional y profunda; algo crítico ante la falta de un enganche que organice el juego. Almicar Sánchez, desnaturalizado como volante de equilibrio, anda perdido en su hibridez. Para colmo, al no tener recuperación en el medio, Wilstermann se sostiene con la presión de la línea de defensa, recuperando el balón muy atrás, desde donde hay mucho trecho para avanzar y escasas conexiones para prosperar tocando. c) Para desarmar defensas herméticas (como la de Universitario y como las que encontró en el Nacional B), Wilstermann necesita movimiento y combinaciones. Todo eso se consigue con el ejercicio de los intérpretes en una gama de maniobras. Pero como Chacior mete mano al equipo para cada jornada, resulta imposible que los jugadores se conozcan y automaticen sus movimientos.
Para la segunda mitad (y tras la expulsión de Erick Melgar en filas de la U), Wilstermann ganó en juego y profundidad con la inclusión de Lucas Godoy. Y si bien, Chacior (dentro de su febril propensión a alterar dibujo y organigrama) había planteado un 4-3-3 (con Villarroel de medio centro, llevando a Sánchez a la izquierda -donde más rinde- y Melgar sobre la derecha, agregando a Martin a la ofensiva en detrimento de Gianakis Suárez), la ofensiva no terminaba de explotar. Dos disparos en los palos reflejaban la mejoría de la producción local con la pelota, aunque el estatismo de Juárez (excedido de peso) conspiraba contra la profundidad de las evoluciones.
Sobre 73 minutos, el primer balón detenido que no fue ejecutado de Diego Villarroel (incomprensiblemente encargado de todas las pelotas, muy a pesar de su pobre índice de eficiencia) terminó en el arco rival. Godoy levantó un centro al corazón del área, donde Garzón, en una maniobra algo brumosa, disparó a la red.
En desventaja, Universitario sacó su arsenal, archivando todo el decálogo conservador de la prédica amarrete de Villegas. Llevó los volantes a campo enemigo e instaló a los defensas centrales en el círculo central. Sin embargo, las combinaciones ofensivas carecían de precisión. Olivares (que sustituyó a Gallegos) dio un empuje proporcional a la claridad que su presencia restó a un mediocampo necesitado de talento creativo.
Al alargarse en el campo, Universitario se agrietó del medio para atrás. Había poca gente para patrullar un amplio baldío a lo ancho que, para pesar de la feligresía local, Wilstermann no supo capitalizar por imprecisión o apresuramiento.
Universitario, en propiedad del balón, asedió el pórtico de Machado hasta la expiración de la brega, aunque sin traducir aquella presión en situaciones potencialmente riesgosas (salvo por dos magistrales desvíos del portero brasileño). Al final del partido siguió la serie de penales, donde ambos equipos alternaron desaciertos. El último, sin redención, fue de Wilstermann. Oliver Fernández el pecador.
Wilstermann: Mauro Machado, Taboada (Bengolea), Ronald Arana, Daniel Garzón, Marcelo Carballo, Gianakis Suárez (Martin), Víctor Hugo Melgar (Godoy), Diego Villarroel (C. Machado), Amílcar Sánchez, Pablo Olmedo, Bruno Juárez (Fernández).El emparejamiento de los saldos numéricos (por las victorias locales con idéntica cifra, 1-0) condujo a una definición desde el punto penal, donde prevaleció Universitario (4-3) con algo más de puntería que los erráticos locales (que fallaron tres de los seis disparos ejecutados). Pero más allá de la pérdida -o no- de la inédita Copa (de minúscula relevancia al tratarse de un duelo pactado por los clubes involucrados y sin el patrocinio de la empresa aeronáutica), el partido tenía mayor interés para Wilstermann que para Universitario. Y no sólo en cuanto a las urgencias de recaudar algo para alimentar las flacas alforjas de tesorería. El objetivo era claro: Wilstermann necesita curarse del mal de la irregularidad. Ese que hizo dudar de su nivel de juego, el mismo que ha inyectado incertidumbre a sus aspiraciones de ganar el Nacional B. Y como parte de la curación está en la voluntad de sanar, el diagnóstico sigue siendo de pronóstico difícil, dadas las irregularidades exhibidas y la improductividad de un equipo inestable.
Universitario, que no colocó a lo más selecto de su personal, representó, pese a a todo, un rival de alta exigencia. Con el habitual cerrojo que exhiben los equipos de Villegas, complicó mucho a los locales (que vistieron camisetas blancas, cortos rojos y medias rojas) en un partido mediocre. La U dio batalla. Le propuso la discusión en el medio y fue ahí, a partir de los buenos rendimientos de Gallegos y de Axel Bejarano, donde Universitario encontró la ruta hacia el arco de Wilstermann.
Mientras sigue firme (desde la matemática) la aspiración del ascenso, Wilstermann se empeña en dar señales positivas para salir adelante. Para volver a creer. Lo hizo el sábado 5, ante Nueva Cliza (con un equipo muletto), por esos puntos imprescindibles en la Asociación, y lo volvió a hacer en esta ocasión ante Universitario, por otras tres unidades que si bien no le cambian la vida en el campeonato nacional, le sirven y mucho para ayudar en la tarea de la reconstrucción interna. Porque la autoestima se nutre de todos los torneos...
Eso sí, lo peor que podría hacer Wilstermann, a esta altura, sería creerse ya curado de irregularidad. Ante Universitario, en este sentido, ofreció —una vez más— un flanco débil: la generación de juego. Con el balón en su poder, Wilstermann hizo muy poco. No creo situaciones de riesgo para el arco rival y dejó a sus atacantes en la más conmovedora orfandad. Olmedo y Juárez (delanteros que, por similitud de características, tienden a neutralizarse entre sí al ocupar los mismos espacios) fueron borrados por la marca y por la calidad del abastecimiento, que favorecía a la voracidad de sus cancerberos. Fue por esa razón que Olmedo se tiraba unos metros atrás en búsqueda del alimento que el equipo es incapaz de proveerle. ¿Y por qué falla el suministro? Por varias razones: a) En una disposición excesivamente lineal de los volantes -dentro de un dispositivo 4-4-2-, son imperiosos los desdoblanmientos y la articulación con laterales que pasen por afuera. Gianakis Suárez (volante izquierdo) casi no participó del juego y Diego Villarroel (por derecha) enturbió todo el balón que discurría por su carril. b) Los volantes centrales no brindan equilibrio. Melgar, escaso de marca, no ofrece una salida diáfana, direccional y profunda; algo crítico ante la falta de un enganche que organice el juego. Almicar Sánchez, desnaturalizado como volante de equilibrio, anda perdido en su hibridez. Para colmo, al no tener recuperación en el medio, Wilstermann se sostiene con la presión de la línea de defensa, recuperando el balón muy atrás, desde donde hay mucho trecho para avanzar y escasas conexiones para prosperar tocando. c) Para desarmar defensas herméticas (como la de Universitario y como las que encontró en el Nacional B), Wilstermann necesita movimiento y combinaciones. Todo eso se consigue con el ejercicio de los intérpretes en una gama de maniobras. Pero como Chacior mete mano al equipo para cada jornada, resulta imposible que los jugadores se conozcan y automaticen sus movimientos.
Para la segunda mitad (y tras la expulsión de Erick Melgar en filas de la U), Wilstermann ganó en juego y profundidad con la inclusión de Lucas Godoy. Y si bien, Chacior (dentro de su febril propensión a alterar dibujo y organigrama) había planteado un 4-3-3 (con Villarroel de medio centro, llevando a Sánchez a la izquierda -donde más rinde- y Melgar sobre la derecha, agregando a Martin a la ofensiva en detrimento de Gianakis Suárez), la ofensiva no terminaba de explotar. Dos disparos en los palos reflejaban la mejoría de la producción local con la pelota, aunque el estatismo de Juárez (excedido de peso) conspiraba contra la profundidad de las evoluciones.
Sobre 73 minutos, el primer balón detenido que no fue ejecutado de Diego Villarroel (incomprensiblemente encargado de todas las pelotas, muy a pesar de su pobre índice de eficiencia) terminó en el arco rival. Godoy levantó un centro al corazón del área, donde Garzón, en una maniobra algo brumosa, disparó a la red.
En desventaja, Universitario sacó su arsenal, archivando todo el decálogo conservador de la prédica amarrete de Villegas. Llevó los volantes a campo enemigo e instaló a los defensas centrales en el círculo central. Sin embargo, las combinaciones ofensivas carecían de precisión. Olivares (que sustituyó a Gallegos) dio un empuje proporcional a la claridad que su presencia restó a un mediocampo necesitado de talento creativo.
Al alargarse en el campo, Universitario se agrietó del medio para atrás. Había poca gente para patrullar un amplio baldío a lo ancho que, para pesar de la feligresía local, Wilstermann no supo capitalizar por imprecisión o apresuramiento.
Universitario, en propiedad del balón, asedió el pórtico de Machado hasta la expiración de la brega, aunque sin traducir aquella presión en situaciones potencialmente riesgosas (salvo por dos magistrales desvíos del portero brasileño). Al final del partido siguió la serie de penales, donde ambos equipos alternaron desaciertos. El último, sin redención, fue de Wilstermann. Oliver Fernández el pecador.
Universitario: Hamlet Barrientos, Ramiro Ballivián (Fierro), Miguel Ortiz, Leonel Morales, Marco Barrera, Milton Érick Melgar, Axel Bejarano, Ronald Gallegos (Olivares), Freddy Chispas, Boris Alfaro (Castilla), Marcos Ovejero (Gomes).