España: Una campaña aplastada por la crisis

La situación griega, el paro y los malos datos económicos ocultan los mensajes previstos

Madrid, El País
Las campañas electorales son una auténtica ciencia. Decenas de asesores trabajan durante semanas para marcar una estrategia clara. Diseñan mensajes, logos, estilos. Se reúnen centenares de veces para tratar de controlarlo todo. Y gastan mucho dinero. Hasta 41,6 millones de euros va a costar esta que hoy empieza, después de que los partidos pactaran reducir el presupuesto. La anterior, en 2008, valió casi 50 millones. Se supone que todo está pensado y diseñado al milímetro. Y, sin embargo, esta vez es diferente. Esta no es una campaña normal.

Es una campaña intervenida, incapaz de moverse por sí misma, porque todo lo imprevisto está sucediendo a la vez: los malos datos económicos, el dramático dato del paro, la crisis griega, la amenaza de recesión. Todo parece aliarse en una especie de tormenta perfecta contra el candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, o una conjunción astral para el del PP, Mariano Rajoy, según el cristal con el que se mire.

Nada ha salido como estaba previsto. Ni el PP, que estaba convencido hace unos meses de que ganaría las elecciones pero no con mayoría absoluta y llegaría al Gobierno en plena recuperación, lo que le facilitaría las cosas, ni el PSOE, que adelantó los comicios en julio con la idea de que en noviembre las cosas podrían estar algo mejor después de un verano que fue realmente bueno. Nadie pensó que la campaña electoral llegaría en plena debacle económica, con los peores datos de paro de los últimos 15 años, con un octubre pésimo solo comparable al de 2008, en pleno hundimiento tras la caída de Lehman Brothers.

Y, por si fuera poco, llegan las acusaciones de un empresario imputado por corrupción contra José Blanco, ministro de Fomento. Aunque esta vez no es el jefe de campaña, lo es Elena Valenciano, Blanco es un político fundamental en la estrategia del PSOE, porque en el reparto de papeles habitual en todos los partidos es el encargado de lanzar los mensajes más duros contra Rajoy.

Con la polémica por la denuncia, aunque el ministro no está imputado en nada, niega todos los hechos e insiste en que el único elemento es la denuncia de un empresario presuntamente corrupto, se reduce la fuerza de su ataque contra el líder del PP, en el que siempre ha sido muy eficaz, tanto que en el PP siempre sale a contestarle alguno de los duros para intentar minimizar daños.

En esas condiciones, sobre todo por las malas noticias económicas, las que tienen mayor impacto, parece que nada de lo que digan o hagan los candidatos mueve un ápice la dinámica de campaña. Las noticias que llegan de fuera de los mítines trastocan por completo los discursos, convierten en inútiles las horas dedicadas a diseñar estrategias y se llevan por delante los mensajes preparados. Todo queda oculto.
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El ambiente que se vive en el PP quedó reflejado en una frase del alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, en un mitin con Rajoy: “Que nadie se duerma”, gritó al público. El PP llevaba meses convencido de que ganaría. Pero ahora va más allá. Ya da por hecha la mayoría absoluta. Y clara. Rajoy y sus gurús en las encuestas, en especial Pedro Arriola, están cada vez más convencidos de que es posible, casi seguro si no cometen algún error en la campaña, superar los 15 puntos de diferencia con el PSOE que plantean la mayoría de los sondeos.

Las percepciones del entorno del PP quedarán hoy confirmadas cuando se presente la encuesta del CIS, la más importante —y cara— que se publica en España, con 17.000 entrevistas. Los datos que ofrecerá confirmarán esa distancia de 15 puntos y sobre todo el enorme agujero que sufre el PSOE en Cataluña y Andalucía, precisamente las dos comunidades, con el País Vasco, donde el buen resultado de 2008 permitió la segunda victoria de José Luis Rodríguez Zapatero.

Rajoy tiene tantas esperanzas puestas en Cataluña, donde en 2008 tuvo un resultado tan desastroso —8 escaños— como espectaculares fueron los 25 diputados del PSOE, que por primera vez en la historia del PP abrió la campaña anoche allí.

Rajoy sabe que con cada mal dato de paro hay un trasvase mayor de votantes socialistas. Por eso toda su campaña está centrada en no dar miedo. Para no movilizar a la izquierda, pero ahora también para permitir que ese trasvase que detectan las encuestas —el PP habla de hasta un millón de votos— no se frene y sea natural. Rajoy solo necesita para eso hacer llamamientos a la concordia, prometer que unirá al país, evitar polémicas —como ha hecho con su programa de fondo liberal pero lleno de eufemismos y ambigüedades—. Y seguir subido en el carro de la economía. “El dato del paro es insoportable”, dijo, y le bastó con eso para ganar un día más y estar convencido de que el PSOE ha perdido otro día de campaña.

Mientras, para mostrar el ambiente que se vive en el PSOE, también basta una frase del propio Rubalcaba: “En este momento es más fácil que el Madrid le gane al Barça que remontar a Rajoy”, dijo en Radio Marca. Claro que luego ajustó por la tarde en el mitin en Torrelavega (Cantabria), y pasó del fútbol al atletismo, su especialidad: “Entramos por detrás en la recta final, pero lo importante es cómo llegas a la meta. Hay que correr más que el PP, lo hemos hecho otras veces, con ganas de ganar”, clamó ante los suyos. Y es verdad que el PP le temía a las campañas del PSOE, porque siempre ganaba ahí, pero incluso en eso, esta vez parece distinto.

La crisis y el paro han dejado en segundo plano incluso el debate por los recortes de las autonomías del PP, en el que se concentró con éxito Rubalcaba en la precampaña, tanto que los populares estaban molestos. Y falta aún por ver el efecto del 15-M, que hoy y el domingo vuelve a la calle. Todos los analistas coinciden en que en las autonómicas y municipales su presencia perjudicó al PSOE.
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Cuando Alfredo Pérez Rubalcaba aceptó ser el candidato del PSOE, en mayo, y cuando José Luis Rodríguez Zapatero decidió adelantar las elecciones, en julio, nadie pensaba en este escenario. Había algunos tímidos datos positivos, y sobre todo el verano fue bueno por la extraordinaria temporada turística.

Rubalcaba, que tiene por estilo personal no mostrarse casi nunca optimista, veía entonces la carrera electoral, según sus colaboradores, como la tarea titánica del montañero que debe escalar el Everest sin oxígeno ni sherpa y con una mochila cargada de piedras. Pero después llegó agosto, el riesgo real de intervención, el pacto constitucional, los terribles datos de paro de septiembre y octubre, y ahora la nueva crisis griega. Y el entorno de Rubalcaba parece haberse quedado sin imágenes para calificar lo que les está pasando antes de empezar la campaña.

En medio del desastre, solo hubo un dato positivo para la economía española, un país con cuatro millones de hipotecas a tipo variable referenciadas al Euribor. El Banco Central Europeo bajó los tipos de interés un cuarto de punto. Este cambio, después de dos subidas en los últimos meses, facilita el giro discursivo que Rubalcaba está tratando de introducir en la campaña: la idea de que los recortes solos no valen, que hay que estimular la economía. Rubalcaba ha pedido varias veces este recorte de tipos, mientras Rajoy no ha entrado nunca a este detalle. Él solo habla de austeridad y reformas, sobre todo del mercado laboral.

Pero con la campaña intervenida, es muy difícil que este tipo de debates sobre las soluciones alternativas a la crisis lleguen realmente al votante. Rubalcaba tiene una única posibilidad: el debate del lunes. Rajoy y Rubalcaba están ya preparando ese encuentro, que podrá dar un arranque real a la campaña, aunque nadie espera mucho de él.

En 2008, los dos debates movieron un 1,5% de los votos, según los estudios poselectorales. Muy poco cuando la diferencia de partida es de 15 puntos. Aún así, los socialistas confían en el debate por otra cuestión muy importante para ellos: las encuestas detectan, además de la fuga al PP, una grieta por la que se escapan votos socialistas a los partidos pequeños (IU, UPyD, Equo), que podrían tener un gran resultado en estas elecciones con el Congreso más fragmentado que se recuerda.

Un debate como el del lunes refuerza el bipartidismo y el voto útil, centra la lucha en los dos que pueden gobernar, creen en el PSOE, y eso les ayuda. Claro que si después del lunes no cambia nada, Rubalcaba habrá agotado tal vez su último cartucho.

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