El Gobierno portugués no da muestras de ceder tras la huelga general
Lisboa, EFE
El Gobierno conservador portugués no ha dado muestras de ceder a la presión sindical para relajar su duro programa de ajustes tras la huelga general del jueves e insistió hoy en que "no hay alternativa" a la austeridad.
Los dos sindicatos mayoritarios que organizaron el paro lo consideran un éxito, el mayor de las ultimas dos décadas -aunque no dieron cifras de adhesión-, y subrayaron que es toda una llamada de atención para que el Gobierno enmiende su política económica si quiere evitar nuevas movilizaciones.
Pero el Ejecutivo conservador luso, en sus pocos comentarios tras la protesta, ha reafirmado que los sacrificios son necesarios para superar la crisis y ha desvalorizado la incidencia de la huelga, cuyo seguimiento calculó en menos del 10,5 % entre los empleados públicos.
"Este camino difícil en el que estamos es la solución de los problemas", sostuvo en declaraciones a la televisión lusa el ministro de Asuntos Parlamentarios, Miguel Relvas, que consideró la austeridad la única vía para superar la grave crisis económica que padece Portugal.
El Gobierno luso está obligado a reducir drásticamente el gasto público para recibir los diversos tramos del rescate financiero de 78.000 millones de euros que obtuvo en mayo, semanas antes de que la actual coalición conservadora desalojara del poder a los socialistas en elecciones anticipadas.
Las centrales sindicales, en los mítines de la treintena de manifestaciones que organizaron por todo el país durante la huelga, reprocharon al Ejecutivo que haya hecho recaer los peores sacrificios sobre los trabajadores, con impuestos y recortes de sueldos, pensiones y subsidios.
Relvas defendió, sin embargo, que se trata de medidas "reformistas" destinadas a corregir el mal rumbo de los últimos años, controlar la deuda y el gasto del país, crecer y combatir un desempleo que ha subido en poco más de un año del 10 % al 12,4 %.
Aunque el primer ministro luso, Pedro Passos Coelho, líder del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha) no ha hecho declaraciones sobre el desarrollo del paro, también reafirmó, poco antes de su inicio, que Portugal mantendrá la política de ajustes.
Su aliado político y ministro de Exteriores, Paulo Portas, del democristiano CDS-PP, subrayó hoy, en relación a la huelga, que es "trabajando, y trabajando mejor", como el país saldrá de su actual situación.
La única voz discordante entre los conservadores lusos al día siguiente de la tercera huelga general realizada en el país desde 1988 fue hoy la del jefe de Estado, Aníbal Cavaco Silva, la figura más relevante del PSD, aunque su condición de presidente de la República le obliga a marginarse de la política partidista.
Cavaco resaltó en un acto público la importancia de la "agenda de la cohesión social" para corregir los desequilibrios del país y abogó por que incluya "de forma muy clara el reparto equitativo de los sacrificios que se exigen a los portugueses".
El presidente también defendió el diálogo entre el Gobierno, la oposición y los agentes sociales, un ámbito en el que los sindicatos esperan que el Ejecutivo conservador recoja el guante de la protesta y rebaje sus medidas.
Las dos centrales que organizaron la huelga quieren que se retiren medidas ya anunciadas -sobre todo el aumento de media hora gratuita en la jornada laboral- en las futuras conversaciones con sindicatos y empresarios sobre las reformas laborales que debe aplicar Portugal.
La Confederación General de Trabajadores (CGTP, comunista) y la Unión General de Trabajadores (UGT, socialista), que suman más de un millón de afiliados en una nación de 10,5 millones de habitantes, anunciaron que están dispuestas a organizar más movilizaciones contra las medidas de austeridad.
Sin embargo descartaron de antemano una estrategia de "la lucha por la lucha", en un país conocido por su tradición de baja conflictividad y en el que sólo en tres ocasiones las fuerzas sindicales han conseguido convocar juntas una huelga general.
El Gobierno conservador portugués no ha dado muestras de ceder a la presión sindical para relajar su duro programa de ajustes tras la huelga general del jueves e insistió hoy en que "no hay alternativa" a la austeridad.
Los dos sindicatos mayoritarios que organizaron el paro lo consideran un éxito, el mayor de las ultimas dos décadas -aunque no dieron cifras de adhesión-, y subrayaron que es toda una llamada de atención para que el Gobierno enmiende su política económica si quiere evitar nuevas movilizaciones.
Pero el Ejecutivo conservador luso, en sus pocos comentarios tras la protesta, ha reafirmado que los sacrificios son necesarios para superar la crisis y ha desvalorizado la incidencia de la huelga, cuyo seguimiento calculó en menos del 10,5 % entre los empleados públicos.
"Este camino difícil en el que estamos es la solución de los problemas", sostuvo en declaraciones a la televisión lusa el ministro de Asuntos Parlamentarios, Miguel Relvas, que consideró la austeridad la única vía para superar la grave crisis económica que padece Portugal.
El Gobierno luso está obligado a reducir drásticamente el gasto público para recibir los diversos tramos del rescate financiero de 78.000 millones de euros que obtuvo en mayo, semanas antes de que la actual coalición conservadora desalojara del poder a los socialistas en elecciones anticipadas.
Las centrales sindicales, en los mítines de la treintena de manifestaciones que organizaron por todo el país durante la huelga, reprocharon al Ejecutivo que haya hecho recaer los peores sacrificios sobre los trabajadores, con impuestos y recortes de sueldos, pensiones y subsidios.
Relvas defendió, sin embargo, que se trata de medidas "reformistas" destinadas a corregir el mal rumbo de los últimos años, controlar la deuda y el gasto del país, crecer y combatir un desempleo que ha subido en poco más de un año del 10 % al 12,4 %.
Aunque el primer ministro luso, Pedro Passos Coelho, líder del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha) no ha hecho declaraciones sobre el desarrollo del paro, también reafirmó, poco antes de su inicio, que Portugal mantendrá la política de ajustes.
Su aliado político y ministro de Exteriores, Paulo Portas, del democristiano CDS-PP, subrayó hoy, en relación a la huelga, que es "trabajando, y trabajando mejor", como el país saldrá de su actual situación.
La única voz discordante entre los conservadores lusos al día siguiente de la tercera huelga general realizada en el país desde 1988 fue hoy la del jefe de Estado, Aníbal Cavaco Silva, la figura más relevante del PSD, aunque su condición de presidente de la República le obliga a marginarse de la política partidista.
Cavaco resaltó en un acto público la importancia de la "agenda de la cohesión social" para corregir los desequilibrios del país y abogó por que incluya "de forma muy clara el reparto equitativo de los sacrificios que se exigen a los portugueses".
El presidente también defendió el diálogo entre el Gobierno, la oposición y los agentes sociales, un ámbito en el que los sindicatos esperan que el Ejecutivo conservador recoja el guante de la protesta y rebaje sus medidas.
Las dos centrales que organizaron la huelga quieren que se retiren medidas ya anunciadas -sobre todo el aumento de media hora gratuita en la jornada laboral- en las futuras conversaciones con sindicatos y empresarios sobre las reformas laborales que debe aplicar Portugal.
La Confederación General de Trabajadores (CGTP, comunista) y la Unión General de Trabajadores (UGT, socialista), que suman más de un millón de afiliados en una nación de 10,5 millones de habitantes, anunciaron que están dispuestas a organizar más movilizaciones contra las medidas de austeridad.
Sin embargo descartaron de antemano una estrategia de "la lucha por la lucha", en un país conocido por su tradición de baja conflictividad y en el que sólo en tres ocasiones las fuerzas sindicales han conseguido convocar juntas una huelga general.