El BCE busca una bala de plata
Los expertos calculan un margen para compra de deuda de dos a tres billones de euros - Los Tratados limitan la actuación del Banco Central
Madrid, El País
El Banco Central Europeo (BCE) acaba de lanzar una aplicación para iPhone y iPad que permite a los usuarios jugar a ser banquero central. Se llama Economía y en ella el usuario puede subir o bajar los tipos de interés, ver su impacto sobre la inflación y el crecimiento, leer qué opina la prensa de sus medidas, elegir el perfil de los consejeros del Banco... Pero, en cambio, no permite inyectar miles de millones de euros en el sistema financiero, no puede proporcionar fondos de emergencia a entidades sin acceso a los mercados ni permite la compra masiva de deuda pública para atajar crisis soberanas. Como se ve, el juego difiere poco de la realidad del BCE.
Como muchos otros bancos centrales en esta crisis, la autoridad monetaria europea ha puesto en marcha medidas no convencionales de política monetaria y ha utilizado su balance para tratar de estabilizar, de distintas formas, el sistema financiero y evitar un evento sistémico relacionado bien con una institución de crédito o con un Gobierno de la zona euro. Pero, a diferencia de otras autoridades monetarias, el BCE no puede actuar como prestamista de última instancia para los Estados porque el Tratado impide explícitamente, en su artículo 125, el rescate financiero de los Estados y la financiación de los Gobiernos, artículo 123. El BCE parte, pues, con un defecto de origen. [Sí puede ser prestamista de última instancia para los bancos en caso de dificultades de liquidez, pero tampoco si estos afrontan problemas de solvencia].
La vía elegida para trasgredir esa limitación del Tratado ha sido la compra de deuda pública en el mercado secundario, bajo la excusa de que se trata de un instrumento para mejorar la transmisión monetaria. La compra directa de deuda se consideraría financiación monetaria. Pero esa estrategia claramente no ha funcionado. La presión sobre la deuda soberana europea apenas se ha tomado algún que otro respiro en su escalada desde enero de 2010 y el contagio alcanza ya a los países centrales del euro, como Francia, Bélgica o Austria. "El banco no ha sido lo suficientemente contundente a la hora de transmitir que quienes apuesten contra la deuda europea tenían las de perder y hasta ahora, en efecto, no han perdido", señalan fuentes financieras. "Se han cometido muchos errores, se ha apostado por un dogmatismo que no es defendible en las actuales circunstancias", rematan. El dogmatismo, sin duda, tiene acento alemán.
Con las primas de riesgo de Italia y España en máximos históricos y rozando los niveles que forzaron la intervención de Grecia, Irlanda y Portugal, el gobernador del Bundesbank, Jens Weidman, rechazaba esta semana con rotundidad la posibilidad de que el BCE pudiera convertirse en el prestamista de última instancia de los Gobiernos de Italia o España. "Es una idea absurda", sentenció que, en su opinión, puede además rozar la ilegalidad.
Entonces, ¿qué margen de actuación tiene verdaderamente el BCE?, ¿tiene en su poder la bala de plata que le permita poner fin a la espiral de la deuda soberana? Willen Buiter, economista jefe de Citigroup, y Huw Pill, de Goldman Sachs, han hecho sus cálculos de forma independiente y ambos concluyen que la autoridad monetaria europea tiene entre dos y tres billones de euros de margen para poder comprar deuda periférica de forma masiva, sin que ello constituya una amenaza inflacionista a largo plazo para la región, lo que constituye el mandato exclusivo de la entidad.
Al director del departamento de Economía de Esade, Fernando Ballabriga, le salen los mismos números. "El BCE podría hasta triplicar sus actuales compras para salvar la crisis del euro", aseguraba esta semana en una conferencia en Madrid, en la que reclamaba a la entidad un "vuelco" en su prudente política de compra de deuda periférica.
Ese giro rebasaría los límites que le impone el Tratado "a menos que se le dé una coartada, que se tratara de una medida temporal hasta que el instrumento alternativo, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, estuviera en pleno funcionamiento. Pero ese Fondo no acaba de ponerse en marcha", subraya un experto financiero.
No cabe duda de que del activo más valioso de un banco central es la credibilidad y el BCE se la ha ganado al cumplir su misión y lograr que la inflación se haya situado de media desde 1999 en el 2%. "Pero el Banco puede verse forzado a perder parte de esa credibilidad con el fin de evitar una crisis financiera tan seria que haga de Lehman Brothers apenas un episodio secundario", apunta otro experto financiero. Esas medidas pasarían por acelerar la compra de deuda pública, opción no exenta de riesgos.
"La compra de activos por parte del Banco de Inglaterra, por ejemplo, se ha hecho a través de vehículos fuera de balance, respaldados con garantías del Gobierno. En el caso del BCE, los activos comprados se quedan en su balance, lo que implica un mayor grado de riesgo financiero para la entidad", advertía Dirk Schumacher, de Goldman Sachs, en un informe del mes de septiembre. A finales de agosto, el balance del BCE rondaba los dos billones de euros. De esa cantidad, hasta el pasado 4 de noviembre apenas había destinado 187.980 millones a la compra de deuda pública.
No obstante, el balance del BCE cuenta con mucha más deuda soberana utilizada por los bancos como colateral para obtener financiación. Goldman Sachs calcula, al menos, otros 250.000 millones de euros solo en bonos de los países intervenidos, lo que implicaría considerables pérdidas para la entidad en caso de quiebra de uno de ellos. Mariña Martínez Malvar, de Saxo Bank, critica esa medida, como también hace Alemania. "Al fin y al cabo tampoco queremos un banco central endeudado hasta límites exagerados de deuda de países con problemas, ya que a fin de cuentas estamos limitando y condenando el futuro de la institución". Pero nadie duda de que, con o sin compra de bonos, un evento de ese tipo amenazaría la posición financiera del BCE.
Ante el agravamiento de la crisis, en Fráncfort han empezado a buscar alternativas. La última idea sería la de transferir recursos al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que este, a su vez, financiara al Fondo de Estabilidad Financiera que podría, entonces, acudir al rescate de los Estados en dificultades. Usar intermediarios para evitar que parezca lo que es, evidencia que el alcance del rescate no es el verdadero problema del euro, sino más bien un problema de identidad. Algo así como hacerse trampas en el solitario.
Madrid, El País
El Banco Central Europeo (BCE) acaba de lanzar una aplicación para iPhone y iPad que permite a los usuarios jugar a ser banquero central. Se llama Economía y en ella el usuario puede subir o bajar los tipos de interés, ver su impacto sobre la inflación y el crecimiento, leer qué opina la prensa de sus medidas, elegir el perfil de los consejeros del Banco... Pero, en cambio, no permite inyectar miles de millones de euros en el sistema financiero, no puede proporcionar fondos de emergencia a entidades sin acceso a los mercados ni permite la compra masiva de deuda pública para atajar crisis soberanas. Como se ve, el juego difiere poco de la realidad del BCE.
Como muchos otros bancos centrales en esta crisis, la autoridad monetaria europea ha puesto en marcha medidas no convencionales de política monetaria y ha utilizado su balance para tratar de estabilizar, de distintas formas, el sistema financiero y evitar un evento sistémico relacionado bien con una institución de crédito o con un Gobierno de la zona euro. Pero, a diferencia de otras autoridades monetarias, el BCE no puede actuar como prestamista de última instancia para los Estados porque el Tratado impide explícitamente, en su artículo 125, el rescate financiero de los Estados y la financiación de los Gobiernos, artículo 123. El BCE parte, pues, con un defecto de origen. [Sí puede ser prestamista de última instancia para los bancos en caso de dificultades de liquidez, pero tampoco si estos afrontan problemas de solvencia].
La vía elegida para trasgredir esa limitación del Tratado ha sido la compra de deuda pública en el mercado secundario, bajo la excusa de que se trata de un instrumento para mejorar la transmisión monetaria. La compra directa de deuda se consideraría financiación monetaria. Pero esa estrategia claramente no ha funcionado. La presión sobre la deuda soberana europea apenas se ha tomado algún que otro respiro en su escalada desde enero de 2010 y el contagio alcanza ya a los países centrales del euro, como Francia, Bélgica o Austria. "El banco no ha sido lo suficientemente contundente a la hora de transmitir que quienes apuesten contra la deuda europea tenían las de perder y hasta ahora, en efecto, no han perdido", señalan fuentes financieras. "Se han cometido muchos errores, se ha apostado por un dogmatismo que no es defendible en las actuales circunstancias", rematan. El dogmatismo, sin duda, tiene acento alemán.
Con las primas de riesgo de Italia y España en máximos históricos y rozando los niveles que forzaron la intervención de Grecia, Irlanda y Portugal, el gobernador del Bundesbank, Jens Weidman, rechazaba esta semana con rotundidad la posibilidad de que el BCE pudiera convertirse en el prestamista de última instancia de los Gobiernos de Italia o España. "Es una idea absurda", sentenció que, en su opinión, puede además rozar la ilegalidad.
Entonces, ¿qué margen de actuación tiene verdaderamente el BCE?, ¿tiene en su poder la bala de plata que le permita poner fin a la espiral de la deuda soberana? Willen Buiter, economista jefe de Citigroup, y Huw Pill, de Goldman Sachs, han hecho sus cálculos de forma independiente y ambos concluyen que la autoridad monetaria europea tiene entre dos y tres billones de euros de margen para poder comprar deuda periférica de forma masiva, sin que ello constituya una amenaza inflacionista a largo plazo para la región, lo que constituye el mandato exclusivo de la entidad.
Al director del departamento de Economía de Esade, Fernando Ballabriga, le salen los mismos números. "El BCE podría hasta triplicar sus actuales compras para salvar la crisis del euro", aseguraba esta semana en una conferencia en Madrid, en la que reclamaba a la entidad un "vuelco" en su prudente política de compra de deuda periférica.
Ese giro rebasaría los límites que le impone el Tratado "a menos que se le dé una coartada, que se tratara de una medida temporal hasta que el instrumento alternativo, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, estuviera en pleno funcionamiento. Pero ese Fondo no acaba de ponerse en marcha", subraya un experto financiero.
No cabe duda de que del activo más valioso de un banco central es la credibilidad y el BCE se la ha ganado al cumplir su misión y lograr que la inflación se haya situado de media desde 1999 en el 2%. "Pero el Banco puede verse forzado a perder parte de esa credibilidad con el fin de evitar una crisis financiera tan seria que haga de Lehman Brothers apenas un episodio secundario", apunta otro experto financiero. Esas medidas pasarían por acelerar la compra de deuda pública, opción no exenta de riesgos.
"La compra de activos por parte del Banco de Inglaterra, por ejemplo, se ha hecho a través de vehículos fuera de balance, respaldados con garantías del Gobierno. En el caso del BCE, los activos comprados se quedan en su balance, lo que implica un mayor grado de riesgo financiero para la entidad", advertía Dirk Schumacher, de Goldman Sachs, en un informe del mes de septiembre. A finales de agosto, el balance del BCE rondaba los dos billones de euros. De esa cantidad, hasta el pasado 4 de noviembre apenas había destinado 187.980 millones a la compra de deuda pública.
No obstante, el balance del BCE cuenta con mucha más deuda soberana utilizada por los bancos como colateral para obtener financiación. Goldman Sachs calcula, al menos, otros 250.000 millones de euros solo en bonos de los países intervenidos, lo que implicaría considerables pérdidas para la entidad en caso de quiebra de uno de ellos. Mariña Martínez Malvar, de Saxo Bank, critica esa medida, como también hace Alemania. "Al fin y al cabo tampoco queremos un banco central endeudado hasta límites exagerados de deuda de países con problemas, ya que a fin de cuentas estamos limitando y condenando el futuro de la institución". Pero nadie duda de que, con o sin compra de bonos, un evento de ese tipo amenazaría la posición financiera del BCE.
Ante el agravamiento de la crisis, en Fráncfort han empezado a buscar alternativas. La última idea sería la de transferir recursos al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que este, a su vez, financiara al Fondo de Estabilidad Financiera que podría, entonces, acudir al rescate de los Estados en dificultades. Usar intermediarios para evitar que parezca lo que es, evidencia que el alcance del rescate no es el verdadero problema del euro, sino más bien un problema de identidad. Algo así como hacerse trampas en el solitario.