Solo un 5% de premios nobel para mujeres
Por Charo Nogueira, blogs de El País
Lo suscribiría cualquier feminista, pero lo decía esta mañana el presidente del comité del premio Nobel de la Paz, Thorbjoern Jagland: “No podemos lograr la democracia y una paz duradera en el mundo a menos que las mujeres obtengan las mismas oportunidades que los hombres para influir en el desarrollo de la sociedad en todos los niveles”. El galardón acaba de distinguir a tres mujeres: la presidenta de Liberia y primera de África, Ellen Johnson-Sirleaf, que se hizo cargo de un país arruinado por la guerra; la activista de ese mismo país Leymah Gbowee, organizadora de una “huelga de sexo” contra la contienda civil, y la yemení Tawakkul Karman, luchadora por la democracia y una de las protagonistas de la “primavera árabe”. Con ellas, los Nobel atenúan su peso masculino: de los 909 galardonados desde 1901 en todas las categorías, 44 han ido a manos de mujeres, menos del 5%. El de la Paz es el más feminizado: 15 premiadas.
Una buena noticia para quienes defienden que el siglo XXI debe ser el siglo de las mujeres, la centuria en la que, por fin, ellas y ellos disfruten de una igualdad real en todos los aspectos y ámbitos, desde los consejos de administración hasta el caminar solas de noche sin riesgo. Desde el poder político al económico pasando por el derecho a decidir su destino. Esa igualdad, ese empoderamiento de las mujeres, es algo por lo que también luchó la que hasta ahora era la última ganadora del Nobel de la Paz, la keniana Wangari Maathai, fallecida el mes pasado.
Un objetivo aún lejano y al que el comité del Nobel noruego se muestra sensible. Noticias como esta no cambian el día a día, pero contribuyen a impulsar el gran cambio: que ellas cuenten tanto como ellos en un camino que no admite marcha atrás. Lo han demostrado las mujeres árabes que también han salido a la calle a defender los cambios, aunque a menudo hayan tenido que sufrir una represión extra, como los test de virginidad. Lo han demostrado también las mujeres de Sierra Leona o de Ruanda, que rehacen sus países tras el arrase bélico.
¿Por qué el Nobel de la Paz es el que ha distinguido a más mujeres? Quizá porque para optar a él no es imprescindible haber ido a la universidad. Lo que cuenta es haber dado pasos para lograr un mundo mejor, una tarea que para muchas empieza en cómo mejorar la vida de sus familias, de su entorno más próximo. A veces el activismo empieza desde tan abajo.
Lo suscribiría cualquier feminista, pero lo decía esta mañana el presidente del comité del premio Nobel de la Paz, Thorbjoern Jagland: “No podemos lograr la democracia y una paz duradera en el mundo a menos que las mujeres obtengan las mismas oportunidades que los hombres para influir en el desarrollo de la sociedad en todos los niveles”. El galardón acaba de distinguir a tres mujeres: la presidenta de Liberia y primera de África, Ellen Johnson-Sirleaf, que se hizo cargo de un país arruinado por la guerra; la activista de ese mismo país Leymah Gbowee, organizadora de una “huelga de sexo” contra la contienda civil, y la yemení Tawakkul Karman, luchadora por la democracia y una de las protagonistas de la “primavera árabe”. Con ellas, los Nobel atenúan su peso masculino: de los 909 galardonados desde 1901 en todas las categorías, 44 han ido a manos de mujeres, menos del 5%. El de la Paz es el más feminizado: 15 premiadas.
Una buena noticia para quienes defienden que el siglo XXI debe ser el siglo de las mujeres, la centuria en la que, por fin, ellas y ellos disfruten de una igualdad real en todos los aspectos y ámbitos, desde los consejos de administración hasta el caminar solas de noche sin riesgo. Desde el poder político al económico pasando por el derecho a decidir su destino. Esa igualdad, ese empoderamiento de las mujeres, es algo por lo que también luchó la que hasta ahora era la última ganadora del Nobel de la Paz, la keniana Wangari Maathai, fallecida el mes pasado.
Un objetivo aún lejano y al que el comité del Nobel noruego se muestra sensible. Noticias como esta no cambian el día a día, pero contribuyen a impulsar el gran cambio: que ellas cuenten tanto como ellos en un camino que no admite marcha atrás. Lo han demostrado las mujeres árabes que también han salido a la calle a defender los cambios, aunque a menudo hayan tenido que sufrir una represión extra, como los test de virginidad. Lo han demostrado también las mujeres de Sierra Leona o de Ruanda, que rehacen sus países tras el arrase bélico.
¿Por qué el Nobel de la Paz es el que ha distinguido a más mujeres? Quizá porque para optar a él no es imprescindible haber ido a la universidad. Lo que cuenta es haber dado pasos para lograr un mundo mejor, una tarea que para muchas empieza en cómo mejorar la vida de sus familias, de su entorno más próximo. A veces el activismo empieza desde tan abajo.