¿Por qué odian a Gwyneth?
Los Angeles, El País
Había una vez una actriz en un mundo fabuloso. Iba a fiestas privadas con Cameron Diaz y el duque de Edimburgo, en clubes súper exclusivos de Londres. Viajaba por el mundo entero, desde Nueva Orleans a Venecia, hospedándose en hoteles de ensueño, con una maleta que le había diseñado a medida Louis Vuitton. Se llegó a prometer a Brad Pitt y salió con Ben Affleck, pero se casó, finalmente, con Chris Martin, cantante de un famoso grupo británico, que abandonó a sus groupies por ella.
La actriz era también parte de un olimpo de actrices, porque ganó un Oscar en 1999. Además, cantaba. Y bien. Todo en la vida de Gwyneth Paltrow (Los Ángeles, 1972) suena fabuloso. Pero solo hay una palabra para definir lo que los estadounidenses sienten hacia ella: tirria. Tiene todos los requisitos para ser una Audrey Hepburn moderna. Pero a sus compatriotas les resulta insufrible. Puede que sea porque es excelente en todo lo que hace o carece de defectos hasta en cosas mundanas, como hablar español. O puede que sea el efecto de su blog, GOOP, donde hace recomendaciones de estilo ajenas a la realidad.
El caso es que Paltrow mete la pata. Por ejemplo: su rueda de prensa en el festival de Venecia, el mes pasado. Presentó su nuevo largometraje, Contagio. Le preguntaron su opinión sobre las infidelidades. "Creo que si se aplicara la violencia mortal como castigo por aventuras extramatrimoniales, quedarían vivos solo tres hombres en esta sala", dijo, para después rematar: "Incluso menos. Al fin y al cabo, ¡estamos en Italia!". Puede que a Paltrow no le importe caer mal en Italia, haciendo notar los cuernos de todas las mujeres. Pero América es otra cosa.
El origen de su infortunio en EE UU se halla en España. En una visita en 2006, para presentarse como burbuja Freixenet, insinuó que en Europa se vive mejor. Según ella misma recordaría más tarde, dijo: "En América, la gente vive para trabajar. En Europa, la gente trabaja para vivir". Un periódico portugués, Diário de Notícias, publicó una versión diferente, en la que se le atribuía la frase: "Los británicos son más inteligentes y civilizados que los americanos. Amo el estilo de vida británico. No soy tan capitalista como los americanos".
Paltrow negó haber realizado esas declaraciones. Pero la historia se infló en el gran limbo de los mitos urbanos. En el imaginario colectivo, Paltrow le había declarado la guerra a su país. Si hubiera acudido a la Zona Cero y hubiera declarado "detesto a América" mientras pisaba una bandera, hubiera tenido el mismo efecto. Los espectadores se quedan ahora fríos ante sus estrenos. De los 10 que ha protagonizado desde 2006, ninguno ha sido un éxito.
Un ejemplo de su baja popularidad: Las Vegas, mes de enero. Un chófer de limusina del hotel Cosmopolitan, acostumbrado a pasear a famosos por la ciudad del vicio, comenta sobre quienes han pasado recientemente por su asiento trasero. Está el rapero Jay Z y está Beyoncé. "Ah, y Chris Martin, de Coldplay". "¿Y qué tal Gwyneth, su mujer?". Piensa unos instantes. "Sí, lo recuerdo, pero no me dice nada. ¿No dijo aquello de que se quería ir de América?".
Lo único que ha podido redimir a Paltrow, levemente, es su aparición en la popular serie televisiva Glee, donde interpreta a la profesora sustituta Holly Holliday. Actúa bien, canta bien: las críticas han sido buenas. Hasta ha ganado un premio Emmy, un Oscar de la televisión, como mejor actriz invitada en una serie cómica.
Pero luego llega su fabulosidad. Su último evento social: la reinauguración del exclusivo club privado Arts, en Londres. La acompañó Cameron Diaz. Acudió también el príncipe Felipe, marido de la reina. Paltrow quiso impresionar a los asistentes con su voz. Entonó el éxito de Cee Lo Green Fuck you (traducción literal: que te jodan). Al duque le dejó embelesado: se debía haber marchado a las diez en punto, pero se quedó media hora más para poder pasar un rato con la actriz. No es de extrañar: si hay alguien que cae mal en la familia real, por meterse con los sordos, con los asiáticos y con cualquier grupo que considere diferente, ese es el príncipe Felipe.
¿Y Gwyneth? A Gwyneth le da igual. Ella tiene lo que siempre quiso en la vida. Dos hijos, Moses y Apple, de cinco y siete años, y un marido que la adora. Ambos se conocieron en un concierto en 2002. "Cuando la conocí pasé de ser un perdedor a ganar la lotería", dijo él en una reciente entrevista en televisión. Y cuando el cantante de Coldplay le canta su amor por las mañanas, ¿qué mayor fortuna le puede pedir ella a la vida?
Había una vez una actriz en un mundo fabuloso. Iba a fiestas privadas con Cameron Diaz y el duque de Edimburgo, en clubes súper exclusivos de Londres. Viajaba por el mundo entero, desde Nueva Orleans a Venecia, hospedándose en hoteles de ensueño, con una maleta que le había diseñado a medida Louis Vuitton. Se llegó a prometer a Brad Pitt y salió con Ben Affleck, pero se casó, finalmente, con Chris Martin, cantante de un famoso grupo británico, que abandonó a sus groupies por ella.
La actriz era también parte de un olimpo de actrices, porque ganó un Oscar en 1999. Además, cantaba. Y bien. Todo en la vida de Gwyneth Paltrow (Los Ángeles, 1972) suena fabuloso. Pero solo hay una palabra para definir lo que los estadounidenses sienten hacia ella: tirria. Tiene todos los requisitos para ser una Audrey Hepburn moderna. Pero a sus compatriotas les resulta insufrible. Puede que sea porque es excelente en todo lo que hace o carece de defectos hasta en cosas mundanas, como hablar español. O puede que sea el efecto de su blog, GOOP, donde hace recomendaciones de estilo ajenas a la realidad.
El caso es que Paltrow mete la pata. Por ejemplo: su rueda de prensa en el festival de Venecia, el mes pasado. Presentó su nuevo largometraje, Contagio. Le preguntaron su opinión sobre las infidelidades. "Creo que si se aplicara la violencia mortal como castigo por aventuras extramatrimoniales, quedarían vivos solo tres hombres en esta sala", dijo, para después rematar: "Incluso menos. Al fin y al cabo, ¡estamos en Italia!". Puede que a Paltrow no le importe caer mal en Italia, haciendo notar los cuernos de todas las mujeres. Pero América es otra cosa.
El origen de su infortunio en EE UU se halla en España. En una visita en 2006, para presentarse como burbuja Freixenet, insinuó que en Europa se vive mejor. Según ella misma recordaría más tarde, dijo: "En América, la gente vive para trabajar. En Europa, la gente trabaja para vivir". Un periódico portugués, Diário de Notícias, publicó una versión diferente, en la que se le atribuía la frase: "Los británicos son más inteligentes y civilizados que los americanos. Amo el estilo de vida británico. No soy tan capitalista como los americanos".
Paltrow negó haber realizado esas declaraciones. Pero la historia se infló en el gran limbo de los mitos urbanos. En el imaginario colectivo, Paltrow le había declarado la guerra a su país. Si hubiera acudido a la Zona Cero y hubiera declarado "detesto a América" mientras pisaba una bandera, hubiera tenido el mismo efecto. Los espectadores se quedan ahora fríos ante sus estrenos. De los 10 que ha protagonizado desde 2006, ninguno ha sido un éxito.
Un ejemplo de su baja popularidad: Las Vegas, mes de enero. Un chófer de limusina del hotel Cosmopolitan, acostumbrado a pasear a famosos por la ciudad del vicio, comenta sobre quienes han pasado recientemente por su asiento trasero. Está el rapero Jay Z y está Beyoncé. "Ah, y Chris Martin, de Coldplay". "¿Y qué tal Gwyneth, su mujer?". Piensa unos instantes. "Sí, lo recuerdo, pero no me dice nada. ¿No dijo aquello de que se quería ir de América?".
Lo único que ha podido redimir a Paltrow, levemente, es su aparición en la popular serie televisiva Glee, donde interpreta a la profesora sustituta Holly Holliday. Actúa bien, canta bien: las críticas han sido buenas. Hasta ha ganado un premio Emmy, un Oscar de la televisión, como mejor actriz invitada en una serie cómica.
Pero luego llega su fabulosidad. Su último evento social: la reinauguración del exclusivo club privado Arts, en Londres. La acompañó Cameron Diaz. Acudió también el príncipe Felipe, marido de la reina. Paltrow quiso impresionar a los asistentes con su voz. Entonó el éxito de Cee Lo Green Fuck you (traducción literal: que te jodan). Al duque le dejó embelesado: se debía haber marchado a las diez en punto, pero se quedó media hora más para poder pasar un rato con la actriz. No es de extrañar: si hay alguien que cae mal en la familia real, por meterse con los sordos, con los asiáticos y con cualquier grupo que considere diferente, ese es el príncipe Felipe.
¿Y Gwyneth? A Gwyneth le da igual. Ella tiene lo que siempre quiso en la vida. Dos hijos, Moses y Apple, de cinco y siete años, y un marido que la adora. Ambos se conocieron en un concierto en 2002. "Cuando la conocí pasé de ser un perdedor a ganar la lotería", dijo él en una reciente entrevista en televisión. Y cuando el cantante de Coldplay le canta su amor por las mañanas, ¿qué mayor fortuna le puede pedir ella a la vida?