Nacional B boliviano: Wilstermann naufragó penosamente ante Universidad


José Vladimir Nogales
Si a Wilstermann ya le cuesta una enormidad racionalizar su estilo de juego, no es extraño que un par de acciones raras e imprevisibles (como los horrendos errores de Melgar y del “apadrinado” Francisco Rodríguez) le condenaran a una estrepitosa derrota (0-2).

Esta vez, ante Universidad, se trató de algo más que de una derrota. Fue un naufragio absoluto. La visita se limitó a aprovechar las facilidades que le brindó un equipo con el que Chacior ya no sabe qué hacer de tantas vueltas como le ha dado: para la ocasión empleó un sistema (3-3-2-2) desequilibrado y con jugadores fuera de posición. Para más inri, no logró reponerse al gol recibido (21 minutos) ni encontró manera de recomponerse y dar con un punto de inflexión. Ante el primer inconveniente, el cuadro rojo se desquició. Y por más vueltas que le da a la rueda, el técnico no encuentra la manera de construir un equipo solvente. Lo cambia casi todo de un partido a otro, incluso cambia dos o tres veces en cada partido, aumenta el ritmo a medida que avanza el encuentro,... y sin embargo sigue pareciendo un equipo tan sobrado como obtuso.

Ante Universidad, que se limitó a defender (y sin exigirse demasiado), tropezó con sus carencias colectivas, incoherencias tácticas y un alarmante déficit en las respuestas de sus individualidades. Tan extraño anda Wilstermann que Lucas Godoy, su futbolista de mayor calidad, el más técnico, el más seguro, se permite fallar una ocasión a puerta vacía (disparó desviado), que su abrumadora tenencia de pelota apenas redituase situaciones de gol y que, durante todo el partido, el plan de ataque no saliese de la inocua e insuficiente fórmula de colgar pelotas en el área rival.

El primer tiempo fue uno de los más pobres y sin contenido de todo el torneo. Universidad, decidido a dar batalla, acumuló gente cerca de su arquero. Con dos líneas de cuatro muy marcadas para esperar, bloqueó todos los accesos hacia su área. Todo el mundo sabía a lo que iba a jugar y no engañó a nadie. Casi todos los futbolistas de Alexander Dorado defendieron y le dejaron a Viruez el papel de llanero solitario, apenas avistado de vez en cuando por el joven Guzmán, pero condenado a su suerte. No le había ido mal hasta ahora, pero la apuesta es de un aburrimiento supino.

Eso sí, había que estar muy puesto para superar las barreras que propone el equipo cruceño. Y Wilstermann no lo está. No tiene juego interior, no genera, no edifica, carece de elaboración. Sus puntas, sin espacios ni abastecimiento, son fácilmente neutralizados. Y sin munición, no hay fuego. Y sin fuego, la victoria es un horizonte utópico. En medio de esa desolación, el cuadro rojo apenas parecía capaz de arrumbar las barreras por exceso de energía más que por clarividencia en el juego. Hoy por hoy, Amilcar Sánchez está desenfocado, recluido a zonas y funciones donde no gravita. Y ése déficit participativo repercute en la colectividad, porque el equipo pierde un órgano vital, interrumpe la fluidez de circulación y le resta un socio fundamental a Godoy, sobre cuya virtud creativa (incomprendida por la comunidad) descansa el funcionamiento de un conglomerado mal diseñado. Tampoco se pudo confiar en Godoy (que viene sin ritmo, producto de una interminable cadena de lesiones) como conductor del juego (por la imprecisión que infecta sus ejecuciones). Para colmo, los laterales –fundamentales en un esquema de tres zagueros- tienen poca profundidad en su proyección ofensiva. Llanos desborda algo más que Taboada, pero nunca consigue terminar las jugadas, entonces, se condensa en el centro y en la deslucida participación de Pablo Olmedo, cuya ingente aportación se queda en nada por falta de habilitación y acompañamiento. El delantero argentino era la referencia del equipo e intentó hacer su trabajo. Pero no sirvió de nada. Juega tanto de espaldas, por falta de claridad en las llegadas, que le cuesta hacer gol. A Universidad también: juega tanto a defender que le cuesta atacar. Y entre lo uno y lo otro, el partido se convirtió en un debate muscular con muchas faltas, pocas ocasiones (casi todas de la visita vía contragolpe) y pocas jugadas (de casi nadie). El atasco sigue vigente en Wilstermann, por más vueltas que se dé a la rueda.

Ante un equipo que casi nunca atacó, Wilstermann se metió en problemas por su empeño en frivolizar en su área. No abundó tanto el error de bulto como la ingenuidad, que le sirvió a Universidad dos goles en bandeja. El primero, una chiquillada de Melgar (que pifió escandalosamente al rechazar un balón) que complicó a Arana en la puerta del área; el otro, una estúpida frivolidad de Francisco Rodríguez al pretender exhibir innecesarias destrezas técnicas donde menos sirven (por dibujar un túnel, perdió el balón en la salida).

El primer gol (obra de Viruez al minuto 21) desató el nerviosismo en Wilstermann, que vive rodeado de un histerismo creciente. La desventaja, además, arrojó más luz, si cabe, sobre los errores de Chacior en la alineación. No es nueva la intención de colocar a Rodríguez como “stopper” izquierdo. Ya lo hizo en partidos de la Asociación, donde la exigencia es minúscula como para evaluar su rendimiento. Así y todo, cuesta entender la decisión de alinear a un foco de inseguridad en una demarcación tan delicada, más allá de la exigencia reglamentaria de incluir a un jugador menor de 18 años. Sería comprensible si no existiera opción, pero la hay: Christian Vidal, que ha demostrado nivel suficiente para entrar en la formación. Pero el capricho (obsesión o empecinamiento) de Chacior tuvo un efecto secundario: el sacrificio de Garzón. El caso es que Wilstermann perdió fiabilidad en la defensa y ¿qué ganó?: nada. Un defensa robótico, poroso, sin marca, con aires de gladiador y movimientos de bailarina.

A partir de ahí empezó el vertiginoso desplome de Wilstermann, que concluyó en una segunda parte surrealista. Muy partido, roto en todas sus líneas, a pesar de la entrada de Guzmán y el rediseño de la fachada, el cuadro rojo nunca dio con la fórmula para progresar con el balón. Los problemas, pese a la remoción de nombres y puestos, eran análogos a los de la primera mitad, transmitiendo la inequívoca sensación de improductividad e inoperancia, cuando no de incompetencia.

La escasa laboriosidad de Sánchez no mejoró las pobres prestaciones de Taboada en la banda derecha, como tampoco Bengolea arregló la intrascendencia de Llanos en el extremo opuesto, lo que obligó a los rojos a continuar la búsqueda por el centro, donde escasa era su gravitación. ¿Por qué? Porque Melgar contaminaba la salida y el balón nunca llegaba cómodo a Godoy y Guzmán, quienes necesitaban un movimiento extra para recibir y perfilarse. Ocurre que Wilstermann aparece hoy como un equipo demasiado largo y los jugadores no se encuentran en la cancha. Ha dejado de jugar en un cuadrilátero y ha cedido demasiado terreno. Los volantes no mezclan ni combinan y la luz del equipo no se enciende. La pérdida del sentido grupal ha cedido el protagonismo a las individualidades, y ninguno de los valores creativos (Sánchez, Godoy y Guzmán), de momento, están para esa labor. Y quienes más sufren son los puntas (Olmedo y Martin), pobremente abastecidos e implacablemente absorbidos por bloques defensivos que los asfixian en reducidas parcelas donde impera la superioridad numérica. Pero la banalización de lo grupal en favor de la individualización de las tareas (una tendencia inversa al proceso de prosperidad comunal) revela que en Wilstermann no existe trabajo de conjunto: no se observan acciones mecánicas, coordinación colectiva, movimientos de delanteros que señalen el pase. No se advierte conjunción de talentos, ni sincronía de bloques ni asimilación de tareas complementarias. Para peor, si el técnico no acierta en la lectura del mal, mucho menos dará con el remedio. Y si el problema está en la generación de juego, ¿sirve de algo agregar un delantero (Juárez) que ayude a definir situaciones de gol que no existen? Al contrario, ¿la supresión de un órgano creativo (Godoy) puede hacer crecer, por alguna fórmula mágica, una producción ofensiva anémica?

Falto de estilo, Wilstermann tampoco ha encontrado alivio en las acciones a balón parado. Ha caído en la precipitación para desespero de la hinchada, siempre impaciente, y a la Junta Directiva no se le ha ocurrido nada más que responder a cada mal (económico o deportivo) con una amenaza de dimisión.

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