El príncipe y la modelo
Una joven denunció en 2008 que había sido narcotizada y violada en un lujoso yate en Ibiza. Estaba ocupado por miembros de la familia real saudí. La víctima señala a Al Waleed bin Talal, uno de los 20 hombres más ricos del mundo. Él rechaza la acusación con documentos
Madrid, El País
Una vez en el barco, las chicas que me acompañaban me dijeron que tenía que apagar el teléfono móvil porque estábamos en un barco de la familia real saudí y allí no se podía hablar por el móvil. Era el yate Turama. Recuerdo que había muchas chicas y muchos chicos -unos treinta más o menos- como si fuese una orgía. Había mucha droga y gente consumiendo. Después, lo único que recuerdo es que estaba como en un sueño, como si alguien estuviese tocándome y como si estuviera encima de mí besándome, a la vez que noté un fuerte dolor en mis partes [íntimas]. Estaba en una habitación con una pequeña luz. Al ver al chico encima de mí, me levanté de la cama. Corrí hacia la puerta. Estaba muy mareada y en estado de ansiedad".
Han pasado tres años desde que Soraya, una modelo que entonces tenía 20 años, contó a la policía cómo fue violada en el lujoso yate Turama, anclado en el puerto de Ibiza. El 22 de diciembre de ese mismo 2008, aportó al juzgado unos fotogramas, extraídos de un vídeo televisivo, acusando al hombre que aparecía en ellos de ser quien abusó sexualmente de ella. En las imágenes se ve al príncipe Al Waleed bin Talal bin Abdulaziz al Saud, el más rico de los saudíes y uno de los 20 primeros magnates del mundo, aunque una flecha pintada a mano por Soraya apunta a otro hombre que figura en un segundo plano. El príncipe, a través de sus abogados, proclama su inocencia y rechaza de plano la acusación, a la vez que aporta declaraciones de personas y documentos que sostienen que en la fecha de la violación estaba en Cannes (Francia).
Una superficial investigación policial y judicial no ha aclarado el caso, pese a los indicios de que la modelo sufrió una violación: el Instituto Nacional de Toxicología guarda el ADN extraído del esperma hallado en el cuerpo de la joven, así como los análisis que detectaron en su orina restos de Nordazepam, un fármaco ansiolítico, hipnótico y sedante.
Los hechos denunciados por Soraya, hija de una española y de un alemán, empezaron a fraguarse el 9 de agosto de 2008. Ese día subió al yate Pegasus invitada por un hombre con aspecto árabe que le espetó: "¿Qué hace una chica tan guapa como tú por aquí?". Una vez a bordo la condujo hacia un jacuzzi, animándola a bañarse juntos, a la vez que intentaba tocarla y besarla. La joven, tras un forcejeo y unos momentos de tensión, logró finalmente salir del navío y bajar al puerto. En su declaración policial describe a ese hombre como "un varón de unos 40 años, de complexión gorda, moreno, con pelo rizado, ojos oscuros, con barba de tres días, que llevaba una gorra negra con unas iniciales grabadas". Ese tipo era el mismo que tres días después la violaría. El príncipe Al Waleed tenía entonces 53 años y es de complexión normal.
El 11 de agosto de 2008 Soraya quedó citada en el puerto de Ibiza con dos chicas árabes a las que había conocido días antes. Juntas cogieron un barco que las llevó a la elitista discoteca El Divino. Entraron en la zona vip. "Creo que me echaron alguna sustancia en la copa que me sirvieron. Tras dar dos tragos, empecé a sentirme rara, muy mareada y como si estuviera en un sueño", relata en su declaración policial. Confió a sus amigas que quería irse a casa y salieron juntas al exterior, donde un coche las trasladó a un superyate, que a ella le pareció un crucero debido a sus imponentes dimensiones.
El yate era el Turama, un lujoso navío de bandera maltesa, de 120 metros de eslora y 43 cabinas, propiedad del armador griego Spiros Latsis, que lo alquila por 90.000 euros al día. A bordo había varios miembros de la familia real saudí, pero Al Waleed estaba en otro yate, el suyo (Kingdom 5-KR), atracado en Cannes, según atestigua su séquito, compuesto por una treintena de personas.
Lo que ocurrió en Ibiza en las primeras horas de la madrugada del 12 de agosto de 2008 es para Soraya un episodio horrible, envuelto en una nebulosa, que aun hoy la tiene torturada. Durante las horas que pasó en el yate envió varios mensajes escritos al móvil de un tal Benedicto, un treintañero al que había conocido poco antes, que la había introducido en el círculo de la familia real saudí, para la que trabajaba de chófer. En el primero de esos SMS, la muchacha escribe: "stoy que no puedo más pero qué lo voy a hacer! (...) Solo stoy pedo y dios mío. Un besito". En el siguiente dice: "No he bebido mucho pero creo que había algo en mi copa". En el tercero clama a su amigo: "Espérame en el puerto. Ahora vengo. Por favor".
A las 13.40 del 14 de agosto, Soraya acudió a la comisaría de Ibiza y denunció haber sido agredida sexualmente tras ser narcotizada. En el servicio de Ginecología del hospital Can Misses fue explorada, sin que el médico encontrase lesiones genitales, aunque sí halló en su vagina restos de esperma. A la vez, la joven modelo entregó las ropas que vestía la noche de autos -unas bermudas de color rosa y dos camisetas- que hasta hoy no han sido analizadas.
Al día siguiente, la policía de Ibiza envió un informe al juez instructor cuestionando la veracidad de la denuncia, sobre todo porque el forense había afirmado que "la exploración ginecológica era normal, sin apreciarse ninguna clase de signos de violencia en ninguna parte de la anatomía corporal de la denunciante".
La policía, sin hacer comprobaciones, determinó erróneamente que el yate Turama era "propiedad de la familia real de Arabia Saudí", lo que se contradice con el hecho de que habitualmente enarbola bandera de Malta. Y envió al magistrado un escrito "ante la posibilidad de solicitar, a través de la correspondiente vía diplomática, relación de los varones, así como pasaportes o fotocopias de los mismos, que en la madrugada del 12 de agosto estaban en el Turama, a efectos de su reconocimiento fotográfico por parte de la denunciante". No figura nada en los escritos judiciales que indique que los policías se trasladaran al Turama para hacer investigaciones rápidas y directas. Tan solo consta que contactaron con los agentes que escoltaban a "una personalidad" alojada en ese yate y que estos dijeron que desconocían los hechos denunciados por la muchacha. No consta en la documentación quién era esa "personalidad".
Al poco, el juez Pablo Mendoza Cuevas dictó una providencia en la que, dando por bueno que el barco era "propiedad de la familia real saudí", sostenía que podía estar afectado por el convenio de Viena de 1961 que establece "inmunidad penal para los agentes diplomáticos" y, por ende, que los nombres de los ocupantes deberían solicitarse mediante comisión rogatoria. En la misma providencia, el juez dejaba traslucir ciertas reticencias, al impeler a Soraya a "ratificarse en su denuncia y a manifestar con rotundidad si puede asegurar con plena certeza que fue agredida sexualmente y especificar si puede o no identificar al autor mediante fotografía".
Durante cuatro meses, Soraya y su madre rastrearon Internet en busca de personajes de la familia real saudí para encontrar la cara del hombre -o los hombres- que abusó de ella. Hasta que dieron con un vídeo, colgado en YouTube, de un documental de la cadena Abc sobre la familia Al Saud. Madre e hija extrajeron cuatro fotogramas en los que aparecía el príncipe Al Waleed. El 22 de diciembre de 2008 aportaron al juzgado esos documentos. "Fue una tarea dura, en solitario, que no tendríamos que haber hecho nosotras, sino la policía y el juzgado", se queja la madre.
El juez cursó en febrero de 2009 una comisión rogatoria pidiendo la cooperación de las autoridades saudíes para identificar a la persona denunciada por la víctima y, en caso positivo, que procedieran a "recibirle declaración en calidad de denunciado/imputado". El escrito iba acompañado de cuatro imágenes de mala calidad de Al Waleed, pero en él no figuraba su nombre. Arabia Saudí respondió a través de los canales diplomáticos que no había hecho ninguna gestión "por falta de precisión en las señas postales, incapacidad de identificar al denunciado y falta de sólidas evidencias para dar curso a la denuncia".
El caso cayó en vía muerta. En apariencia no avanzó porque la policía no realizó más indagaciones. El 8 de junio de 2010, la juez Carmen Martín Montero dispuso el sobreseimiento y archivo de la causa argumentando que "de lo actuado no aparece debidamente justificada la perpetración del delito".
Los abogados de Soraya, el bufete madrileño Turiel-Beloqui, recurrieron contra el carpetazo. La Audiencia de Baleares les dio la razón el 24 de mayo y propinó de paso un varapalo a la juez al revocar el archivo de la investigación. Le ordenó que prosiguiera la instrucción y que tomara declaración al príncipe Al Waleed como imputado.
Desde que trascendió el caso, el acaudalado príncipe, sobrino del rey Abdalá bin Abdelaziz, ha emprendido una incansable campaña para refutar la acusación: ha difundido un dossier en el que constan casi hora a hora todas sus actividades en la Costa Azul francesa entre el 8 y el 14 de agosto de 2008; testimonios de su jefe de seguridad; de dueños de restaurantes; del capitán de su yate, visado y sellos de entrada y salida de Francia en su pasaporte... "En ningún momento abandonó el territorio francés", afirma su jefe de seguridad, Joaquim Silva. Con todos esos documentos, difundidos también en una apabullante campaña en prensa árabe, cree probada su inocencia.
Además, el multimillonario saudí se declara "comprometido defensor de las mujeres" -en sus empresas en Arabia Saudí no les obliga a llevar velo- y proclama su "empatía por cualquier víctima de una agresión". El príncipe "está hecho polvo", indican fuentes de su entorno. Su reputación de hombre religioso está dañada y el caso perjudica sus negocios en un momento en que se disponía a lanzar un canal de televisión económico en árabe. Parte de su fortuna está invertida en prensa. Es el segundo accionista de News Corporation y en julio presionó públicamente a Rebekah Brooks para que dimitiera y asumiera su responsabilidad en el escándalo de las escuchas ilegales del tabloide dominical News of the World.
En los círculos de poder de Riad se mencionan con sigilo varios nombres de príncipes saudíes alojados en el verano de 2008 en el Turama, todos ellos con cargos ministeriales y muy cercanos al rey, a los que la policía española no trató de identificar. Los apuros de Al Waleed, que no ostenta ninguna responsabilidad política, provocan tensiones en el seno de la familia real. Algunos de sus miembros reprochan a otros que estén encubriendo con su silencio a los que fueron hace tres años pasajeros del yate.
Los letrados de la joven modelo proclaman que las cosas no están tan claras. Insisten en que Al Waleed está imputado judicialmente y que nada de lo que diga tiene ningún valor si no se aporta al juzgado y si él mismo no presta declaración. El potente equipo de letrados que lleva su defensa rechaza de plano tales pretensiones.
Los abogados Turiel y Beloqui esgrimen otro argumento: "Para este señor es muy fácil demostrar su inocencia: que permita que se le extraiga una muestra de saliva para ser cotejada con el ADN obtenido del semen extraído del cuerpo de Soraya. Si no hay la menor coincidencia, quedará exonerado".
"De acuerdo con el derecho español y con la abundante documentación revelada, el príncipe es inocente", replica un abogado estadounidense que le representó durante años. "No debe ser él quien demuestre su inocencia. Corresponde a la justicia tratar de probar su culpabilidad. Y sencillamente no es culpable", agrega con rotundidad.
Decepcionada por la parvedad de las pesquisas, Susana, la madre de la modelo, ha enviado ahora al Defensor del Pueblo una carta quejándose del trato dispensado a su hija por la policía y el forense cuando denunció los hechos. En la carta concluye: "Hay graves indicios de que hay una trama en este caso por cómo acontecieron los hechos y porque una conocida de mi hija le escribió unos meses después diciéndole que sabía que había sido un pedido y que la habían hecho una encerrona". Además, acaba de remitir a la Embajada de España en Alemania "una queja formal contra el Gobierno y los poderes públicos" por el mismo motivo.
Si la vía española no diera resultados, acaso sí logre obtener justicia a través de la alemana. Soraya, que ha trabajado para firmas de moda y para las revistas Telva y Vogue, presentó el martes otra denuncia ante la policía de Augsburgo (Alemania). "La policía ha prometido dar traslado de la denuncia a la fiscalía, la cual contactará con las autoridades españolas para ver qué se ha hecho y que se puede hacer", anuncia Susana, decidida a batallar sin desmayo.
Madrid, El País
Una vez en el barco, las chicas que me acompañaban me dijeron que tenía que apagar el teléfono móvil porque estábamos en un barco de la familia real saudí y allí no se podía hablar por el móvil. Era el yate Turama. Recuerdo que había muchas chicas y muchos chicos -unos treinta más o menos- como si fuese una orgía. Había mucha droga y gente consumiendo. Después, lo único que recuerdo es que estaba como en un sueño, como si alguien estuviese tocándome y como si estuviera encima de mí besándome, a la vez que noté un fuerte dolor en mis partes [íntimas]. Estaba en una habitación con una pequeña luz. Al ver al chico encima de mí, me levanté de la cama. Corrí hacia la puerta. Estaba muy mareada y en estado de ansiedad".
Han pasado tres años desde que Soraya, una modelo que entonces tenía 20 años, contó a la policía cómo fue violada en el lujoso yate Turama, anclado en el puerto de Ibiza. El 22 de diciembre de ese mismo 2008, aportó al juzgado unos fotogramas, extraídos de un vídeo televisivo, acusando al hombre que aparecía en ellos de ser quien abusó sexualmente de ella. En las imágenes se ve al príncipe Al Waleed bin Talal bin Abdulaziz al Saud, el más rico de los saudíes y uno de los 20 primeros magnates del mundo, aunque una flecha pintada a mano por Soraya apunta a otro hombre que figura en un segundo plano. El príncipe, a través de sus abogados, proclama su inocencia y rechaza de plano la acusación, a la vez que aporta declaraciones de personas y documentos que sostienen que en la fecha de la violación estaba en Cannes (Francia).
Una superficial investigación policial y judicial no ha aclarado el caso, pese a los indicios de que la modelo sufrió una violación: el Instituto Nacional de Toxicología guarda el ADN extraído del esperma hallado en el cuerpo de la joven, así como los análisis que detectaron en su orina restos de Nordazepam, un fármaco ansiolítico, hipnótico y sedante.
Los hechos denunciados por Soraya, hija de una española y de un alemán, empezaron a fraguarse el 9 de agosto de 2008. Ese día subió al yate Pegasus invitada por un hombre con aspecto árabe que le espetó: "¿Qué hace una chica tan guapa como tú por aquí?". Una vez a bordo la condujo hacia un jacuzzi, animándola a bañarse juntos, a la vez que intentaba tocarla y besarla. La joven, tras un forcejeo y unos momentos de tensión, logró finalmente salir del navío y bajar al puerto. En su declaración policial describe a ese hombre como "un varón de unos 40 años, de complexión gorda, moreno, con pelo rizado, ojos oscuros, con barba de tres días, que llevaba una gorra negra con unas iniciales grabadas". Ese tipo era el mismo que tres días después la violaría. El príncipe Al Waleed tenía entonces 53 años y es de complexión normal.
El 11 de agosto de 2008 Soraya quedó citada en el puerto de Ibiza con dos chicas árabes a las que había conocido días antes. Juntas cogieron un barco que las llevó a la elitista discoteca El Divino. Entraron en la zona vip. "Creo que me echaron alguna sustancia en la copa que me sirvieron. Tras dar dos tragos, empecé a sentirme rara, muy mareada y como si estuviera en un sueño", relata en su declaración policial. Confió a sus amigas que quería irse a casa y salieron juntas al exterior, donde un coche las trasladó a un superyate, que a ella le pareció un crucero debido a sus imponentes dimensiones.
El yate era el Turama, un lujoso navío de bandera maltesa, de 120 metros de eslora y 43 cabinas, propiedad del armador griego Spiros Latsis, que lo alquila por 90.000 euros al día. A bordo había varios miembros de la familia real saudí, pero Al Waleed estaba en otro yate, el suyo (Kingdom 5-KR), atracado en Cannes, según atestigua su séquito, compuesto por una treintena de personas.
Lo que ocurrió en Ibiza en las primeras horas de la madrugada del 12 de agosto de 2008 es para Soraya un episodio horrible, envuelto en una nebulosa, que aun hoy la tiene torturada. Durante las horas que pasó en el yate envió varios mensajes escritos al móvil de un tal Benedicto, un treintañero al que había conocido poco antes, que la había introducido en el círculo de la familia real saudí, para la que trabajaba de chófer. En el primero de esos SMS, la muchacha escribe: "stoy que no puedo más pero qué lo voy a hacer! (...) Solo stoy pedo y dios mío. Un besito". En el siguiente dice: "No he bebido mucho pero creo que había algo en mi copa". En el tercero clama a su amigo: "Espérame en el puerto. Ahora vengo. Por favor".
A las 13.40 del 14 de agosto, Soraya acudió a la comisaría de Ibiza y denunció haber sido agredida sexualmente tras ser narcotizada. En el servicio de Ginecología del hospital Can Misses fue explorada, sin que el médico encontrase lesiones genitales, aunque sí halló en su vagina restos de esperma. A la vez, la joven modelo entregó las ropas que vestía la noche de autos -unas bermudas de color rosa y dos camisetas- que hasta hoy no han sido analizadas.
Al día siguiente, la policía de Ibiza envió un informe al juez instructor cuestionando la veracidad de la denuncia, sobre todo porque el forense había afirmado que "la exploración ginecológica era normal, sin apreciarse ninguna clase de signos de violencia en ninguna parte de la anatomía corporal de la denunciante".
La policía, sin hacer comprobaciones, determinó erróneamente que el yate Turama era "propiedad de la familia real de Arabia Saudí", lo que se contradice con el hecho de que habitualmente enarbola bandera de Malta. Y envió al magistrado un escrito "ante la posibilidad de solicitar, a través de la correspondiente vía diplomática, relación de los varones, así como pasaportes o fotocopias de los mismos, que en la madrugada del 12 de agosto estaban en el Turama, a efectos de su reconocimiento fotográfico por parte de la denunciante". No figura nada en los escritos judiciales que indique que los policías se trasladaran al Turama para hacer investigaciones rápidas y directas. Tan solo consta que contactaron con los agentes que escoltaban a "una personalidad" alojada en ese yate y que estos dijeron que desconocían los hechos denunciados por la muchacha. No consta en la documentación quién era esa "personalidad".
Al poco, el juez Pablo Mendoza Cuevas dictó una providencia en la que, dando por bueno que el barco era "propiedad de la familia real saudí", sostenía que podía estar afectado por el convenio de Viena de 1961 que establece "inmunidad penal para los agentes diplomáticos" y, por ende, que los nombres de los ocupantes deberían solicitarse mediante comisión rogatoria. En la misma providencia, el juez dejaba traslucir ciertas reticencias, al impeler a Soraya a "ratificarse en su denuncia y a manifestar con rotundidad si puede asegurar con plena certeza que fue agredida sexualmente y especificar si puede o no identificar al autor mediante fotografía".
Durante cuatro meses, Soraya y su madre rastrearon Internet en busca de personajes de la familia real saudí para encontrar la cara del hombre -o los hombres- que abusó de ella. Hasta que dieron con un vídeo, colgado en YouTube, de un documental de la cadena Abc sobre la familia Al Saud. Madre e hija extrajeron cuatro fotogramas en los que aparecía el príncipe Al Waleed. El 22 de diciembre de 2008 aportaron al juzgado esos documentos. "Fue una tarea dura, en solitario, que no tendríamos que haber hecho nosotras, sino la policía y el juzgado", se queja la madre.
El juez cursó en febrero de 2009 una comisión rogatoria pidiendo la cooperación de las autoridades saudíes para identificar a la persona denunciada por la víctima y, en caso positivo, que procedieran a "recibirle declaración en calidad de denunciado/imputado". El escrito iba acompañado de cuatro imágenes de mala calidad de Al Waleed, pero en él no figuraba su nombre. Arabia Saudí respondió a través de los canales diplomáticos que no había hecho ninguna gestión "por falta de precisión en las señas postales, incapacidad de identificar al denunciado y falta de sólidas evidencias para dar curso a la denuncia".
El caso cayó en vía muerta. En apariencia no avanzó porque la policía no realizó más indagaciones. El 8 de junio de 2010, la juez Carmen Martín Montero dispuso el sobreseimiento y archivo de la causa argumentando que "de lo actuado no aparece debidamente justificada la perpetración del delito".
Los abogados de Soraya, el bufete madrileño Turiel-Beloqui, recurrieron contra el carpetazo. La Audiencia de Baleares les dio la razón el 24 de mayo y propinó de paso un varapalo a la juez al revocar el archivo de la investigación. Le ordenó que prosiguiera la instrucción y que tomara declaración al príncipe Al Waleed como imputado.
Desde que trascendió el caso, el acaudalado príncipe, sobrino del rey Abdalá bin Abdelaziz, ha emprendido una incansable campaña para refutar la acusación: ha difundido un dossier en el que constan casi hora a hora todas sus actividades en la Costa Azul francesa entre el 8 y el 14 de agosto de 2008; testimonios de su jefe de seguridad; de dueños de restaurantes; del capitán de su yate, visado y sellos de entrada y salida de Francia en su pasaporte... "En ningún momento abandonó el territorio francés", afirma su jefe de seguridad, Joaquim Silva. Con todos esos documentos, difundidos también en una apabullante campaña en prensa árabe, cree probada su inocencia.
Además, el multimillonario saudí se declara "comprometido defensor de las mujeres" -en sus empresas en Arabia Saudí no les obliga a llevar velo- y proclama su "empatía por cualquier víctima de una agresión". El príncipe "está hecho polvo", indican fuentes de su entorno. Su reputación de hombre religioso está dañada y el caso perjudica sus negocios en un momento en que se disponía a lanzar un canal de televisión económico en árabe. Parte de su fortuna está invertida en prensa. Es el segundo accionista de News Corporation y en julio presionó públicamente a Rebekah Brooks para que dimitiera y asumiera su responsabilidad en el escándalo de las escuchas ilegales del tabloide dominical News of the World.
En los círculos de poder de Riad se mencionan con sigilo varios nombres de príncipes saudíes alojados en el verano de 2008 en el Turama, todos ellos con cargos ministeriales y muy cercanos al rey, a los que la policía española no trató de identificar. Los apuros de Al Waleed, que no ostenta ninguna responsabilidad política, provocan tensiones en el seno de la familia real. Algunos de sus miembros reprochan a otros que estén encubriendo con su silencio a los que fueron hace tres años pasajeros del yate.
Los letrados de la joven modelo proclaman que las cosas no están tan claras. Insisten en que Al Waleed está imputado judicialmente y que nada de lo que diga tiene ningún valor si no se aporta al juzgado y si él mismo no presta declaración. El potente equipo de letrados que lleva su defensa rechaza de plano tales pretensiones.
Los abogados Turiel y Beloqui esgrimen otro argumento: "Para este señor es muy fácil demostrar su inocencia: que permita que se le extraiga una muestra de saliva para ser cotejada con el ADN obtenido del semen extraído del cuerpo de Soraya. Si no hay la menor coincidencia, quedará exonerado".
"De acuerdo con el derecho español y con la abundante documentación revelada, el príncipe es inocente", replica un abogado estadounidense que le representó durante años. "No debe ser él quien demuestre su inocencia. Corresponde a la justicia tratar de probar su culpabilidad. Y sencillamente no es culpable", agrega con rotundidad.
Decepcionada por la parvedad de las pesquisas, Susana, la madre de la modelo, ha enviado ahora al Defensor del Pueblo una carta quejándose del trato dispensado a su hija por la policía y el forense cuando denunció los hechos. En la carta concluye: "Hay graves indicios de que hay una trama en este caso por cómo acontecieron los hechos y porque una conocida de mi hija le escribió unos meses después diciéndole que sabía que había sido un pedido y que la habían hecho una encerrona". Además, acaba de remitir a la Embajada de España en Alemania "una queja formal contra el Gobierno y los poderes públicos" por el mismo motivo.
Si la vía española no diera resultados, acaso sí logre obtener justicia a través de la alemana. Soraya, que ha trabajado para firmas de moda y para las revistas Telva y Vogue, presentó el martes otra denuncia ante la policía de Augsburgo (Alemania). "La policía ha prometido dar traslado de la denuncia a la fiscalía, la cual contactará con las autoridades españolas para ver qué se ha hecho y que se puede hacer", anuncia Susana, decidida a batallar sin desmayo.