Cristina, en su apogeo
La popularidad de la presidenta argentina se extiende no solo entre las clases populares argentinas, sino también entre los jóvenes de la izquierda peronista y en la clase media
Buenos Aires, El País
“Avanti, morocha” (Adelante, morena”). La pequeña pancarta introdujo un toque de fantasía en mitad de la pesada cartelería peronista, firmada por los tradicionales “Descamisados”, “Herederos de Evita” o gremios sindicales que coparon las balconadas del teatro Coliseo, de Buenos Aires, en el que la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, celebró el mitin de cierre de su campaña electoral. El “huracán Cristina”, como se la denominó en su primera victoria, en 2007, vuelve a soplar y la presidenta se muestra en el moderno y cuidado escenario del teatro con un gesto a medias exultante, a medias afligido. Una vez más, su discurso ha finalizado con el recuerdo de su marido, fallecido hace un año, el ex presidente Néstor Kirchner. “Se que Él está entre nosotros. Él vive en ustedes. La fuerza de Él”, proclama.
La popularidad de Cristina Fernández de Kirchner, no solo entre las clases populares argentinas, sino también entre los jóvenes de la izquierda peronista y en la clase media, está, según las encuestas, en su apogeo. La campaña electoral, diseñada por un grupo de publicistas que se mantiene en la sombra, ha sido, además, excelente, con una imagen “central” que la mostraba de espaldas, saludando a un mar de banderas nacionales, con los lemas combinados “Fuerza Argentina” - “Fuerza Cristina”, que han repetido incansablemente sus seguidores.
La presidenta argentina, la tercera mujer que, junto con la chilena Michelle Bachelet y la brasileña Dilma Rousseff, ha captado la imaginación de América Latina, no tiene, sin embargo, la misma imagen exterior altamente positiva de que disfrutan sus colegas, quizás porque su mandato se ha desarrollado en una continua polémica sobre su talante escasamente dialogante y la acusación de abusar del gran poder que ha acumulado en estos años.
Cristina, como se le conoce popularmente, ha cerrado la campaña sin conceder una sola entrevista, sin aceptar un solo debate en televisión y sin conceder el más mínimo reportaje. Su estrategia de comunicación consiste en no someterse nunca a ruedas de prensa y en utilizar directamente la televisión para hacer llegar sus mensajes, rodeada de fieles, en actos oficiales o semi oficiales que, en muchas ocasiones, se transmiten en cadena por prácticamente todas las emisoras. El resultado, si se hace caso a los sondeos, ha sido magnifico.
La presidenta argentina, de 58 años, con dos hijos, ha presumido siempre de una fuerte personalidad, pero, a raíz de la muerte de su esposo, combina esa fortaleza con episodios de fragilidad y muestras de duelo, que conmueven a muchos argentinos y que han contribuido a aumentar vertiginosamente su popularidad. Lo que en las encuestas anteriores al fallecimiento de su marido se calificaba como arrogancia y llegó a reducir su aceptación a poco más del 30%, se transformó después en una valoración muy positiva por parte de los ciudadanos que “lo aprecian ahora como un sacrificio y un gran esfuerzo”, explica la analista política Graciela Romher.
Cristina Fernández nació en Tolosa, prácticamente un barrio de La Plata, a menos de 60 kilómetros de Buenos Aires capital. Su padre, Eduardo Fernández, fallecido en los años ochenta, era hijo de inmigrantes españoles y trabajó como conductor de un autobús y luego como directivo de una empresa de trasportes, de la que era socio. Su madre, Ofelia Wilheim, administrativa y muy conocida como hincha fervorosa de un equipo de fútbol, la Gimnasia, todavía vive en La Plata, al igual que su otra hija, Giselle, médico. La pareja terminó separándose. Según relató la propia presidenta en una nueva biografía autorizada que acaba de publicarse, su padre, con el que mantuvo una fría relación, era antiperonista y su madre, peronista.
La vida política de la presidenta está completamente ligada a la de Néstor Kirchner, a quien conoció cuando ella tenía 20 años y él, 23 en la facultad de Derecho de La Plata, pero siempre funcionaron como un bloque en relación de igualdad. “Es el presidente el que esta casado conmigo”, espetó Cristina Fernández a un periodista durante la primera visita oficial que hizo su marido a Madrid, después de ganar las elecciones, en 2003. De hecho, fue CFK quien escribió el discurso de toma de posesión de Néstor Kirchner. Ella era entonces una senadora peronista más conocida que él, gobernador de una alejada provincia sureña, en la que ambos habían ejercido como abogados mercantilistas durante la dictadura militar. Es allí donde mantiene su domicilio familiar y donde se asienta su fortuna personal.
Los Kirchner han sido acusados en repetidas ocasiones de aumentar desproporcionadamente sus ingresos desde que empezaron a ocupar cargos públicos, pero ninguna de las denuncias ha prosperado en los tribunales. También se encuentra paralizada la investigación judicial sobre lo que se llamó el “Valijagate”, una maleta con 800.000 dólares supuestamente destinados a la campaña electoral de 2007 y enviados desde Venezuela.
La corrupción no es, sin embargo, motivo de preocupación para la mayoría de los argentinos,según demuestran las encuestas. La popularidad que llegó a alcanzar Néstor Kirchner y que disfruta hoy día Cristina Fernández se basa fundamentalmente en la buena marcha de la economía, que acumula crecimientos superiores al 8% desde hace años “Es la economía, estúpido”,invocan muchos comentaristas, para quienes la recuperación del país tras la terrible crisis del corralito en 2001 apoyada en un boom del precio de las exportaciones agrícolas y materias primas y una política con ribetes claramente proteccionistas, ha permitido un crecimiento continuado y alentado un fuerte consumo. Ese crecimiento, unido a un mayor reparto social y a una renovada política de persecución de los responsables de los peores crímenes de la dictadura militar de los ochenta, son las señas de identidad kirchnerista y las banderas que sigue enarbolando Cristina Fernández.
Bajo el mandato de la actual presidenta se han puesto en marcha importantes programas sociales como la Asignación Universal por Hijo, la distribución masiva de ordenadores a estudiantes de secundaria o el plan “Argentina Trabaja”, de inserción laboral.También, iniciativas muy populares como “Futbol para Todos”, que arrebató la difusión de pago de los partidos de liga al grupo Clarín (con quien CFK desarrolla una fuerte política de enfrentamiento y acoso) y permitió su emisión en abierto. Su imagen progresista, que se afianzó con la aprobación de la ley que permite el matrimonio homosexual, estará sometida a una nueva prueba en las próximas semanas, cuando se debata la ley de despenalización del aborto, con el que, en alguna ocasión, ella se mostró en desacuerdo.
“No sé si alguna vez filmarán la película “Néstor y Cristina”. También fue una historia de amor. Es y será mi historia de amor”. La presidenta sorprendió recientemente a sus seguidores con una recomendación a que fueran al cine a ver una película que se acababa de estrenar sobre los amores de Juan y Eva Perón y con esta alusión a su propia relación con Néstor Kirchner. Si todo sale como esta previsto, será una presidenta reelegida con una de las mayores diferencias electorales de la historia de Argentina la que viaje el próximo día 27 a Río Gallegos para presenciar la inauguración del formidable mausoleo en el que descansarán los restos de su esposo. Allí, la presidenta reiterará públicamente su compromiso para los próximos cuatro años con el modelo político que inauguró en 2003 Néstor Kirchner.
Buenos Aires, El País
“Avanti, morocha” (Adelante, morena”). La pequeña pancarta introdujo un toque de fantasía en mitad de la pesada cartelería peronista, firmada por los tradicionales “Descamisados”, “Herederos de Evita” o gremios sindicales que coparon las balconadas del teatro Coliseo, de Buenos Aires, en el que la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, celebró el mitin de cierre de su campaña electoral. El “huracán Cristina”, como se la denominó en su primera victoria, en 2007, vuelve a soplar y la presidenta se muestra en el moderno y cuidado escenario del teatro con un gesto a medias exultante, a medias afligido. Una vez más, su discurso ha finalizado con el recuerdo de su marido, fallecido hace un año, el ex presidente Néstor Kirchner. “Se que Él está entre nosotros. Él vive en ustedes. La fuerza de Él”, proclama.
La popularidad de Cristina Fernández de Kirchner, no solo entre las clases populares argentinas, sino también entre los jóvenes de la izquierda peronista y en la clase media, está, según las encuestas, en su apogeo. La campaña electoral, diseñada por un grupo de publicistas que se mantiene en la sombra, ha sido, además, excelente, con una imagen “central” que la mostraba de espaldas, saludando a un mar de banderas nacionales, con los lemas combinados “Fuerza Argentina” - “Fuerza Cristina”, que han repetido incansablemente sus seguidores.
La presidenta argentina, la tercera mujer que, junto con la chilena Michelle Bachelet y la brasileña Dilma Rousseff, ha captado la imaginación de América Latina, no tiene, sin embargo, la misma imagen exterior altamente positiva de que disfrutan sus colegas, quizás porque su mandato se ha desarrollado en una continua polémica sobre su talante escasamente dialogante y la acusación de abusar del gran poder que ha acumulado en estos años.
Cristina, como se le conoce popularmente, ha cerrado la campaña sin conceder una sola entrevista, sin aceptar un solo debate en televisión y sin conceder el más mínimo reportaje. Su estrategia de comunicación consiste en no someterse nunca a ruedas de prensa y en utilizar directamente la televisión para hacer llegar sus mensajes, rodeada de fieles, en actos oficiales o semi oficiales que, en muchas ocasiones, se transmiten en cadena por prácticamente todas las emisoras. El resultado, si se hace caso a los sondeos, ha sido magnifico.
La presidenta argentina, de 58 años, con dos hijos, ha presumido siempre de una fuerte personalidad, pero, a raíz de la muerte de su esposo, combina esa fortaleza con episodios de fragilidad y muestras de duelo, que conmueven a muchos argentinos y que han contribuido a aumentar vertiginosamente su popularidad. Lo que en las encuestas anteriores al fallecimiento de su marido se calificaba como arrogancia y llegó a reducir su aceptación a poco más del 30%, se transformó después en una valoración muy positiva por parte de los ciudadanos que “lo aprecian ahora como un sacrificio y un gran esfuerzo”, explica la analista política Graciela Romher.
Cristina Fernández nació en Tolosa, prácticamente un barrio de La Plata, a menos de 60 kilómetros de Buenos Aires capital. Su padre, Eduardo Fernández, fallecido en los años ochenta, era hijo de inmigrantes españoles y trabajó como conductor de un autobús y luego como directivo de una empresa de trasportes, de la que era socio. Su madre, Ofelia Wilheim, administrativa y muy conocida como hincha fervorosa de un equipo de fútbol, la Gimnasia, todavía vive en La Plata, al igual que su otra hija, Giselle, médico. La pareja terminó separándose. Según relató la propia presidenta en una nueva biografía autorizada que acaba de publicarse, su padre, con el que mantuvo una fría relación, era antiperonista y su madre, peronista.
La vida política de la presidenta está completamente ligada a la de Néstor Kirchner, a quien conoció cuando ella tenía 20 años y él, 23 en la facultad de Derecho de La Plata, pero siempre funcionaron como un bloque en relación de igualdad. “Es el presidente el que esta casado conmigo”, espetó Cristina Fernández a un periodista durante la primera visita oficial que hizo su marido a Madrid, después de ganar las elecciones, en 2003. De hecho, fue CFK quien escribió el discurso de toma de posesión de Néstor Kirchner. Ella era entonces una senadora peronista más conocida que él, gobernador de una alejada provincia sureña, en la que ambos habían ejercido como abogados mercantilistas durante la dictadura militar. Es allí donde mantiene su domicilio familiar y donde se asienta su fortuna personal.
Los Kirchner han sido acusados en repetidas ocasiones de aumentar desproporcionadamente sus ingresos desde que empezaron a ocupar cargos públicos, pero ninguna de las denuncias ha prosperado en los tribunales. También se encuentra paralizada la investigación judicial sobre lo que se llamó el “Valijagate”, una maleta con 800.000 dólares supuestamente destinados a la campaña electoral de 2007 y enviados desde Venezuela.
La corrupción no es, sin embargo, motivo de preocupación para la mayoría de los argentinos,según demuestran las encuestas. La popularidad que llegó a alcanzar Néstor Kirchner y que disfruta hoy día Cristina Fernández se basa fundamentalmente en la buena marcha de la economía, que acumula crecimientos superiores al 8% desde hace años “Es la economía, estúpido”,invocan muchos comentaristas, para quienes la recuperación del país tras la terrible crisis del corralito en 2001 apoyada en un boom del precio de las exportaciones agrícolas y materias primas y una política con ribetes claramente proteccionistas, ha permitido un crecimiento continuado y alentado un fuerte consumo. Ese crecimiento, unido a un mayor reparto social y a una renovada política de persecución de los responsables de los peores crímenes de la dictadura militar de los ochenta, son las señas de identidad kirchnerista y las banderas que sigue enarbolando Cristina Fernández.
Bajo el mandato de la actual presidenta se han puesto en marcha importantes programas sociales como la Asignación Universal por Hijo, la distribución masiva de ordenadores a estudiantes de secundaria o el plan “Argentina Trabaja”, de inserción laboral.También, iniciativas muy populares como “Futbol para Todos”, que arrebató la difusión de pago de los partidos de liga al grupo Clarín (con quien CFK desarrolla una fuerte política de enfrentamiento y acoso) y permitió su emisión en abierto. Su imagen progresista, que se afianzó con la aprobación de la ley que permite el matrimonio homosexual, estará sometida a una nueva prueba en las próximas semanas, cuando se debata la ley de despenalización del aborto, con el que, en alguna ocasión, ella se mostró en desacuerdo.
“No sé si alguna vez filmarán la película “Néstor y Cristina”. También fue una historia de amor. Es y será mi historia de amor”. La presidenta sorprendió recientemente a sus seguidores con una recomendación a que fueran al cine a ver una película que se acababa de estrenar sobre los amores de Juan y Eva Perón y con esta alusión a su propia relación con Néstor Kirchner. Si todo sale como esta previsto, será una presidenta reelegida con una de las mayores diferencias electorales de la historia de Argentina la que viaje el próximo día 27 a Río Gallegos para presenciar la inauguración del formidable mausoleo en el que descansarán los restos de su esposo. Allí, la presidenta reiterará públicamente su compromiso para los próximos cuatro años con el modelo político que inauguró en 2003 Néstor Kirchner.