Cameron afronta su primera gran rebelión de diputados antieuropeos
Londres, El País
David Cameron ha vivido hoy su primera revuelta euroescéptica cuando en torno a 80 diputados conservadores han votado a favor de una moción parlamentaria pidiendo que los británicos decidan en referéndum si Reino Unido ha de seguir en la Unión Europea. Como se esperaba, la moción fue rechazada por amplísima mayoría (111 votos a favor y483 en contra), pero nunca antes un Gobierno británico había sufrido una rebelión de tales proporciones en una votación sobre asuntos de la UE.
La votación de anoche, tras casi seis horas de debate, significa que los conservadores ven resucitar las viejas divisiones que carcomieron las entrañas del partido en los primeros años noventa, cuando tuvo que sudar voto a voto de sus propios diputados para que los Comunes ratificaran el Tratado de Maastricht en 1993.
Más de 70 diputados conservadores pueden acabar votando a favor del referéndum
Para Cameron constituye un revolcón mayúsculo porque en lugar de dar libertad de voto quiso enviar una señal de firmeza al afrontar el desafío con el mayor vigor posible: ordenando lo que se llama “una línea de tres látigos”. Es decir, apelando a la máxima disciplina de voto en los Comunes. Dos ayudantes ministeriales, incluido el secretario privado del secretario de Estado para Europa, han dimitido porque decidieron votar en contra del Gobierno.
Con todo, hay que situar la rebelión en su contexto: aunque la rebelión contra Cameron probablemente haya doblado los 41rebeldes que tuvo John Major en una de las votaciones sobre Maastricht, en aquellos tiempos se trataba de ratificar o no un Tratado europeo y hacer caer o no al Gobierno del propio partido. Ayer, la rebeldía salía gratis: el voto no era vinculante y el Gobierno tenía la victoria más que asegurada. Lo que ya sabe el primer ministro es que uno de cada cuatro diputados de su grupo parlamentario no tiene inconveniente en dejarle en evidencia.
El debate y votación de anoche es consecuencia de una petición popular impulsada por la diputada europea Nikki Sinclair, que ha reunido las 100.000 firmas requeridas para llevar el tema al parlamento. El diputado conservador David Nuttall se hizo eco de ella y la semana pasada presentó una moción en los Comunes para convocar un referéndum con tres opciones: retirada de la UE, renegociación de la actuales condiciones o dejar las cosas como están. El solo hecho de que se celebrara el debate y el tono en el que transcurrió ha reabierto las viejas divisiones sobre Europa en el Partido Conservador.
Tras el debate de ayer, los tories han reabierto sus heridas europeas. En casi tres lustros en la oposición, transformaron sus divisiones de los años 90 en un euroescepticismo visceral y casi unánime que ha saltado por los aires en tan solo 18 meses en el Gobierno. Como tantas veces, el pragmatismo se impone a los sentimientos y tres euroescépticos de corazón como Cameron, el jefe del Foreign Office, William Hague, y el canciller del Exchequer, George Osborne, se han visto obligados en las últimas semanas a defender una mayor integración fiscal en la zona euro.
No es que se hayan vuelto europeístas: han comprendido que lo mejor para Gran Bretaña es estar dentro para intentar poner el freno sin dejar de disfrutar de la ventaja de ser socio. Algo incomprensible para los diputados tories que ayer defendieron con rabia y cierto fanatismo el referéndum apelando a la voluntad popular y presentando Europa como un diablo corrupto e ineficaz que traba el crecimiento denunciando la corrupción y la ineficacia de Europa. El diputado Nuttall llegó a afirmar que el referéndum es necesario porque muchos de los que votaron a favor de Europa en el referéndum de 1975 han muerto y eso significa que cada vez hay más gente que nunca ha votado a favor de Europa.
Aunque no intervino directamente en el debate, en su comparecencia anterior para dar cuenta de la cumbre europea de este fin de semana, Cameron se opuso a la convocatoria del referéndum con el argumento de que “es el momento de reformar la UE”, no de abandonarla, y quesería absurdo convocar un referéndum en plena crisis del euro. El primerministro subrayó que nunca prometió un referéndum sobre Europa sino la convocatoria por ley de referendos para ratificar cualquier reforma de los tratados que implicara nuevas cesiones de soberanía. Su política sobre la UE pasa por repatriar poderes a los Estados-nación –es decir, debilitarla–, no por abandonarla, recordó.
David Cameron ha vivido hoy su primera revuelta euroescéptica cuando en torno a 80 diputados conservadores han votado a favor de una moción parlamentaria pidiendo que los británicos decidan en referéndum si Reino Unido ha de seguir en la Unión Europea. Como se esperaba, la moción fue rechazada por amplísima mayoría (111 votos a favor y483 en contra), pero nunca antes un Gobierno británico había sufrido una rebelión de tales proporciones en una votación sobre asuntos de la UE.
La votación de anoche, tras casi seis horas de debate, significa que los conservadores ven resucitar las viejas divisiones que carcomieron las entrañas del partido en los primeros años noventa, cuando tuvo que sudar voto a voto de sus propios diputados para que los Comunes ratificaran el Tratado de Maastricht en 1993.
Más de 70 diputados conservadores pueden acabar votando a favor del referéndum
Para Cameron constituye un revolcón mayúsculo porque en lugar de dar libertad de voto quiso enviar una señal de firmeza al afrontar el desafío con el mayor vigor posible: ordenando lo que se llama “una línea de tres látigos”. Es decir, apelando a la máxima disciplina de voto en los Comunes. Dos ayudantes ministeriales, incluido el secretario privado del secretario de Estado para Europa, han dimitido porque decidieron votar en contra del Gobierno.
Con todo, hay que situar la rebelión en su contexto: aunque la rebelión contra Cameron probablemente haya doblado los 41rebeldes que tuvo John Major en una de las votaciones sobre Maastricht, en aquellos tiempos se trataba de ratificar o no un Tratado europeo y hacer caer o no al Gobierno del propio partido. Ayer, la rebeldía salía gratis: el voto no era vinculante y el Gobierno tenía la victoria más que asegurada. Lo que ya sabe el primer ministro es que uno de cada cuatro diputados de su grupo parlamentario no tiene inconveniente en dejarle en evidencia.
El debate y votación de anoche es consecuencia de una petición popular impulsada por la diputada europea Nikki Sinclair, que ha reunido las 100.000 firmas requeridas para llevar el tema al parlamento. El diputado conservador David Nuttall se hizo eco de ella y la semana pasada presentó una moción en los Comunes para convocar un referéndum con tres opciones: retirada de la UE, renegociación de la actuales condiciones o dejar las cosas como están. El solo hecho de que se celebrara el debate y el tono en el que transcurrió ha reabierto las viejas divisiones sobre Europa en el Partido Conservador.
Tras el debate de ayer, los tories han reabierto sus heridas europeas. En casi tres lustros en la oposición, transformaron sus divisiones de los años 90 en un euroescepticismo visceral y casi unánime que ha saltado por los aires en tan solo 18 meses en el Gobierno. Como tantas veces, el pragmatismo se impone a los sentimientos y tres euroescépticos de corazón como Cameron, el jefe del Foreign Office, William Hague, y el canciller del Exchequer, George Osborne, se han visto obligados en las últimas semanas a defender una mayor integración fiscal en la zona euro.
No es que se hayan vuelto europeístas: han comprendido que lo mejor para Gran Bretaña es estar dentro para intentar poner el freno sin dejar de disfrutar de la ventaja de ser socio. Algo incomprensible para los diputados tories que ayer defendieron con rabia y cierto fanatismo el referéndum apelando a la voluntad popular y presentando Europa como un diablo corrupto e ineficaz que traba el crecimiento denunciando la corrupción y la ineficacia de Europa. El diputado Nuttall llegó a afirmar que el referéndum es necesario porque muchos de los que votaron a favor de Europa en el referéndum de 1975 han muerto y eso significa que cada vez hay más gente que nunca ha votado a favor de Europa.
Aunque no intervino directamente en el debate, en su comparecencia anterior para dar cuenta de la cumbre europea de este fin de semana, Cameron se opuso a la convocatoria del referéndum con el argumento de que “es el momento de reformar la UE”, no de abandonarla, y quesería absurdo convocar un referéndum en plena crisis del euro. El primerministro subrayó que nunca prometió un referéndum sobre Europa sino la convocatoria por ley de referendos para ratificar cualquier reforma de los tratados que implicara nuevas cesiones de soberanía. Su política sobre la UE pasa por repatriar poderes a los Estados-nación –es decir, debilitarla–, no por abandonarla, recordó.