Las Bolsas se desploman ante la impotencia de Estados Unidos y Europa
Los ministros de Economía del G-20 reiteran que harán todo lo necesario "para garantizar la estabilidad financiera".- Un comunicado, improvisado para calmar a los mercados antes de la apertura del viernes, pospone a noviembre la adopción de nuevas medidas.-El presidente del Banco Mundial cree que la probabilidad de otra recesión crece "día a día"
Washington, El País
La crisis financiera vuelve a desbordar a los líderes políticos. Las Bolsas, en algo que ha dejado de ser excepcional en los últimos dos meses, acumularon ayer abruptas caídas. En el ánimo de los inversores pesan demasiadas cosas: el parón del crecimiento en los países avanzados, el temor a las consecuencias de una suspensión de pagos en Grecia o las dudas crecientes sobre cuál es la avería que ocasionan los devaluados títulos de deuda pública en la banca europea. Además, el nuevo estímulo anunciado el miércoles por Reserva Federal supo a poco en los mercados y los riesgos de recaída "significativos" que Ben Bernanke advirtió en la primera economía del planeta hicieron en el resto. Lo más determinante es que no hay indicio alguno de que los responsables de la política económica, congregados en Washington por la asamblea mundial del FMI, tengan esta vez una respuesta colectiva al desafío.
El desplome de los mercados sí ha precipitado la redacción de un comunicado urgente de los ministros de Economía y gobernadores de bancos centrales del G-20 en la madrugada del viernes para intentar calmar los ánimos de los inversores antes de la apertura de las Bolsas. El texto, que no estaba previsto y se ha ultimado en una prolongada cena, renueva el compromiso de "tomar todas las medidas necesarias para preservar la estabilidad del sistema bancario y de los mercados financieros", una proclama habitual en las cumbres de los países ricos y emergentes. Pero no detalla qué medidas podrían aplicar ahora, algo que enjuiciarán hoy mismo los mercados.
"Daremos una respuesta conjunta y decidida a los nuevos desafíos de que afronta la economía mundial", insiste el comunicado. En la cena, los responsables de la zona euro reiteraron su intención de aprobar cuanto antes la ampliación del fondo de rescates, según fuentes estadounidenses citadas por Reuters. Pero ni se debatieron nuevas fórmulas para multiplicar su impacto ni se trató la opción de una línea de ayuda externa, más allá de la que ya abrió el FMI.
En su estreno como directora gerente en la asamblea del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, escogió un mal día para reivindicar el poder de la política frente a la crisis "Hay que coger las cosas por el lado positivo, es en interés de todos", proclamó en la conferencia de prensa que precede a la reunión del FMI. El problema es que lo hizo tras el chaparrón de alertas sobre un colapso inminente con el que el equipo técnico del Fondo ha amenizado los días previos a la asamblea. Y que las Bolsas daban cumplida muestra de compartir ese sombrío vaticinio. Por no recordar que fue la propia Lagarde la que aireó la amenaza de otra recesión hace menos de un mes.
Ayer bajaron todos los grandes mercados de valores, especialmente la banca y los títulos relacionados con la industria y los recursos naturales. Los parques europeos rozaron un descenso del 5% y Wall Street cayó un 3,5%.
"Estamos en esto juntos, y podemos salir de esto juntos", afirmó la ex ministra de Economía francesa. "Nuestros análisis dicen que hay un camino hacia la recuperación. Es más estrecho que hace tres años, cuando fuimos golpeados por primera vez por la crisis financiera, pero hay un camino", explicó. La cuestión, que Lagarde no eludió, es que ahora los Gobiernos "tienen menos margen fiscal, menos munición" contra la crisis. La diferencia es drástica: en 2008, la respuesta colectiva, cristalizada en el G-20, se centró en sacar a flote, con dinero público, el crecimiento económico; ahora, la mayoría de los Gobiernos occidentales pugna por recortar gasto para evitar que se dispare el coste de la deuda pública.
La directora gerente del FMI insistió en que su objetivo es instalar en la asamblea "una sensación de urgencia" para tomar nuevas medidas. "Lo que echo en falta, y es necesario que vuelva, es el impulso colectivo, el espíritu colectivo que vi [a principios de 2009] en la cumbre del G-20 en Londres", señaló. Pero no hay pista alguna de que ese impulso colectivo vaya a resucitar en la asamblea del Fondo. Y menos a desembocar en medidas concretas, tal y como deja en evidencia el comunicado urgente redactado esta madrugada.
Los ministros de Economía del G-20 tienen previsto dar una conferencia de prensa hoy, pero en cualquier caso la dinámica habitual del grupo de países ricos y emergentes pospone la toma de decisiones a la cumbre de líderes, que tendrá lugar a principios de noviembre en Cannes (Francia). Para entonces, "tendrá que estar listo un plan de acción colectiva ambicioso", recalcaba el comunicado urgente fraguado en la madrugada del viernes.
El resto del mundo ha puesto sus ojos en la zona euro, el mayor exponente de la triada de problemas (estancamiento, crisis de deuda pública, banca debilitada) que acogota a la economía. Los máximos responsables de Reino Unido, Corea del Sur, Indonesia, Australia, Canadá, Suráfrica y México enviaron una carta abierta al presidente del G-20, el francés Nicolas Sarkozy, para reclamar a la zona euro que "actúe con contundencia para evitar un contagio de la incertidumbre a la economía mundial". El secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, pidió a los responsables de la zona euro que "contemplen todas las opciones posibles" para mantener la estabilidad de la segunda mayor zona monetaria del mundo.
"Los países europeos tienen que ser rápidos, osados y cooperativos", recomendó el ministro de Finanzas brasileño, Guido Mantega quien enfatizó la amenaza latente para los gigantes emergentes (China, India, Rusia, Brasil y Suráfrica) por la debilidad de la demanda de las economías avanzadas. La esperada reunión de los llamados BRICS (por sus iniciales), que habían anunciado un posible apoyo financiero a los países europeos, quedó en nada. Apenas pudieron concertar un comunicado de folio y medio lleno de generalidades. "Lo discutiremos en el ámbito del G-20", zanjó el viceministro ruso de Finanzas, Serguei Strotchak.
Frente a la presión, los responsables europeos se aferran al precario guión establecido para los próximos días: cerrar el acuerdo con Grecia para liberar otros 6.000 millones de euros en créditos, una vez que el Gobierno heleno ha vuelto a dar otra vuelta de tuerca a los ajustes presupuestarios. Y aprobar, parlamento por parlamento, la ampliación del fondo de rescate. Nada más. Culminar este doble proceso, que ha estado a punto de descarrilar en varias ocasiones, será una victoria parcial para los líderes europeos. Para el resto del mundo, es poco.
Ayer, la prima de riesgo griega, que es el diferencial respecto al interés que paga Alemania por los bonos a 10 años, subió 11 puntos básicos, hasta los 2.188. Y la española bajó 2 puntos básicos, hasta los 362. En general, la deuda pública europea se mantuvo ayer estable con leves avances, dentro de ese estado de gravedad en el que lleva instalada más de un año. La prima española sube mucho menos que los intereses -de hecho han bajado en el último mes-, lo que significa que el diferencial crece sobre todo porque baja el interés exigido a la deuda alemana, considerada como un valor refugio para los inversores. Aun así, ayer la italiana llegó a rozar su récord histórico de agosto y cerró en 398 puntos básicos, tras la rebaja de nota de solvencia de la banca italiana.
Ante la tormenta, incluso el balance del G-20, con la perspectiva del tiempo, se antoja demasiado escaso. Desde la cumbre de Londres, apenas ha habido decisiones significativas. Y tres años después de la ronda de estímulos públicos, el anuncio de una reforma financiera y la intervención de los bancos centrales, el crecimiento es raquítico, el crédito escasea, los mercados inmobiliarios en varios países siguen deprimidos y el desempleo sigue en cotas elevadas. "El importante volumen de deuda pública, de deuda en los hogares, de deuda en la banca, puede acabar ahogando la recuperación", advirtió Lagarde. "Creo todavía que otra recesión es improbable, pero mi confianza cae día a día por el constante goteo de malas noticias", concluyó el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick.
La confianza del mercado también reaccionó mal a la nueva medida de estímulo de la Reserva Federal. La Fed optó por comprar deuda de vencimientos más largos con el dinero obtenido por la venta de bonos de más corto plazo, por 400.000 millones de dólares, lo que no aumenta la cartera. Esta operación se conoce como twist, pero los mercados la bailaron como una danza triste. El Íbex 35 retrocedió un 4,62% y quedó bajo la barrera simbólica de los 8.000 puntos (7.830); Francia un 5,25%, Alemania un 4,96% y Reino Unido un 4,67% y Eurostoxx un 4,90%. Al otro lado del Atlántico, a una hora del cierre, el mercado también vestía de rojo oscuro. El industrial Dow Jones llegó a caer más del 4%, pero al final cedió el 3,5%, el S&P descendió un 3,19% y el tecnológico Nasdaq un 3,25%. Asia también sufrió: el Nikkei de Tokio perdió un 2% y Hong Kong un 4,85%.
"La previsión económica de Bernanke fue muy negativa y el mercado esperaba de la Fed un paso más agresivo, más compra de deuda en lugar de cambiar el perfil de vencimiento... En esta case caso, la ausencia de noticias son malas noticias", apunta Daniel Suárez, de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Por si faltaba algo, Moody's ha rebajado la nota de solvencia de Bank of America y Citigroup. Más incertidumbre para los mercados.
El dólar alcanzó su máximo valor frente al euro en ocho meses (cada euro se cambiaba por 1,34 dólares), debido a que las medidas de la Fed eran menos expansionistas que las de los últimos planes estímulo, con lo que el valor de la divisa estadounidense se diluye menos, y a los miedos que se ciernen en torno a la estabilidad del euro. El precio del petróleo brent menguó en más de un 4%, hasta los 105 dólares el barril, por la subida del euro y el freno económico. Los vasos comunicantes de mercados de valores y economía real cierran un círculo ahora muy sombrío.
Washington, El País
La crisis financiera vuelve a desbordar a los líderes políticos. Las Bolsas, en algo que ha dejado de ser excepcional en los últimos dos meses, acumularon ayer abruptas caídas. En el ánimo de los inversores pesan demasiadas cosas: el parón del crecimiento en los países avanzados, el temor a las consecuencias de una suspensión de pagos en Grecia o las dudas crecientes sobre cuál es la avería que ocasionan los devaluados títulos de deuda pública en la banca europea. Además, el nuevo estímulo anunciado el miércoles por Reserva Federal supo a poco en los mercados y los riesgos de recaída "significativos" que Ben Bernanke advirtió en la primera economía del planeta hicieron en el resto. Lo más determinante es que no hay indicio alguno de que los responsables de la política económica, congregados en Washington por la asamblea mundial del FMI, tengan esta vez una respuesta colectiva al desafío.
El desplome de los mercados sí ha precipitado la redacción de un comunicado urgente de los ministros de Economía y gobernadores de bancos centrales del G-20 en la madrugada del viernes para intentar calmar los ánimos de los inversores antes de la apertura de las Bolsas. El texto, que no estaba previsto y se ha ultimado en una prolongada cena, renueva el compromiso de "tomar todas las medidas necesarias para preservar la estabilidad del sistema bancario y de los mercados financieros", una proclama habitual en las cumbres de los países ricos y emergentes. Pero no detalla qué medidas podrían aplicar ahora, algo que enjuiciarán hoy mismo los mercados.
"Daremos una respuesta conjunta y decidida a los nuevos desafíos de que afronta la economía mundial", insiste el comunicado. En la cena, los responsables de la zona euro reiteraron su intención de aprobar cuanto antes la ampliación del fondo de rescates, según fuentes estadounidenses citadas por Reuters. Pero ni se debatieron nuevas fórmulas para multiplicar su impacto ni se trató la opción de una línea de ayuda externa, más allá de la que ya abrió el FMI.
En su estreno como directora gerente en la asamblea del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, escogió un mal día para reivindicar el poder de la política frente a la crisis "Hay que coger las cosas por el lado positivo, es en interés de todos", proclamó en la conferencia de prensa que precede a la reunión del FMI. El problema es que lo hizo tras el chaparrón de alertas sobre un colapso inminente con el que el equipo técnico del Fondo ha amenizado los días previos a la asamblea. Y que las Bolsas daban cumplida muestra de compartir ese sombrío vaticinio. Por no recordar que fue la propia Lagarde la que aireó la amenaza de otra recesión hace menos de un mes.
Ayer bajaron todos los grandes mercados de valores, especialmente la banca y los títulos relacionados con la industria y los recursos naturales. Los parques europeos rozaron un descenso del 5% y Wall Street cayó un 3,5%.
"Estamos en esto juntos, y podemos salir de esto juntos", afirmó la ex ministra de Economía francesa. "Nuestros análisis dicen que hay un camino hacia la recuperación. Es más estrecho que hace tres años, cuando fuimos golpeados por primera vez por la crisis financiera, pero hay un camino", explicó. La cuestión, que Lagarde no eludió, es que ahora los Gobiernos "tienen menos margen fiscal, menos munición" contra la crisis. La diferencia es drástica: en 2008, la respuesta colectiva, cristalizada en el G-20, se centró en sacar a flote, con dinero público, el crecimiento económico; ahora, la mayoría de los Gobiernos occidentales pugna por recortar gasto para evitar que se dispare el coste de la deuda pública.
La directora gerente del FMI insistió en que su objetivo es instalar en la asamblea "una sensación de urgencia" para tomar nuevas medidas. "Lo que echo en falta, y es necesario que vuelva, es el impulso colectivo, el espíritu colectivo que vi [a principios de 2009] en la cumbre del G-20 en Londres", señaló. Pero no hay pista alguna de que ese impulso colectivo vaya a resucitar en la asamblea del Fondo. Y menos a desembocar en medidas concretas, tal y como deja en evidencia el comunicado urgente redactado esta madrugada.
Los ministros de Economía del G-20 tienen previsto dar una conferencia de prensa hoy, pero en cualquier caso la dinámica habitual del grupo de países ricos y emergentes pospone la toma de decisiones a la cumbre de líderes, que tendrá lugar a principios de noviembre en Cannes (Francia). Para entonces, "tendrá que estar listo un plan de acción colectiva ambicioso", recalcaba el comunicado urgente fraguado en la madrugada del viernes.
El resto del mundo ha puesto sus ojos en la zona euro, el mayor exponente de la triada de problemas (estancamiento, crisis de deuda pública, banca debilitada) que acogota a la economía. Los máximos responsables de Reino Unido, Corea del Sur, Indonesia, Australia, Canadá, Suráfrica y México enviaron una carta abierta al presidente del G-20, el francés Nicolas Sarkozy, para reclamar a la zona euro que "actúe con contundencia para evitar un contagio de la incertidumbre a la economía mundial". El secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, pidió a los responsables de la zona euro que "contemplen todas las opciones posibles" para mantener la estabilidad de la segunda mayor zona monetaria del mundo.
"Los países europeos tienen que ser rápidos, osados y cooperativos", recomendó el ministro de Finanzas brasileño, Guido Mantega quien enfatizó la amenaza latente para los gigantes emergentes (China, India, Rusia, Brasil y Suráfrica) por la debilidad de la demanda de las economías avanzadas. La esperada reunión de los llamados BRICS (por sus iniciales), que habían anunciado un posible apoyo financiero a los países europeos, quedó en nada. Apenas pudieron concertar un comunicado de folio y medio lleno de generalidades. "Lo discutiremos en el ámbito del G-20", zanjó el viceministro ruso de Finanzas, Serguei Strotchak.
Frente a la presión, los responsables europeos se aferran al precario guión establecido para los próximos días: cerrar el acuerdo con Grecia para liberar otros 6.000 millones de euros en créditos, una vez que el Gobierno heleno ha vuelto a dar otra vuelta de tuerca a los ajustes presupuestarios. Y aprobar, parlamento por parlamento, la ampliación del fondo de rescate. Nada más. Culminar este doble proceso, que ha estado a punto de descarrilar en varias ocasiones, será una victoria parcial para los líderes europeos. Para el resto del mundo, es poco.
Ayer, la prima de riesgo griega, que es el diferencial respecto al interés que paga Alemania por los bonos a 10 años, subió 11 puntos básicos, hasta los 2.188. Y la española bajó 2 puntos básicos, hasta los 362. En general, la deuda pública europea se mantuvo ayer estable con leves avances, dentro de ese estado de gravedad en el que lleva instalada más de un año. La prima española sube mucho menos que los intereses -de hecho han bajado en el último mes-, lo que significa que el diferencial crece sobre todo porque baja el interés exigido a la deuda alemana, considerada como un valor refugio para los inversores. Aun así, ayer la italiana llegó a rozar su récord histórico de agosto y cerró en 398 puntos básicos, tras la rebaja de nota de solvencia de la banca italiana.
Ante la tormenta, incluso el balance del G-20, con la perspectiva del tiempo, se antoja demasiado escaso. Desde la cumbre de Londres, apenas ha habido decisiones significativas. Y tres años después de la ronda de estímulos públicos, el anuncio de una reforma financiera y la intervención de los bancos centrales, el crecimiento es raquítico, el crédito escasea, los mercados inmobiliarios en varios países siguen deprimidos y el desempleo sigue en cotas elevadas. "El importante volumen de deuda pública, de deuda en los hogares, de deuda en la banca, puede acabar ahogando la recuperación", advirtió Lagarde. "Creo todavía que otra recesión es improbable, pero mi confianza cae día a día por el constante goteo de malas noticias", concluyó el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick.
La confianza del mercado también reaccionó mal a la nueva medida de estímulo de la Reserva Federal. La Fed optó por comprar deuda de vencimientos más largos con el dinero obtenido por la venta de bonos de más corto plazo, por 400.000 millones de dólares, lo que no aumenta la cartera. Esta operación se conoce como twist, pero los mercados la bailaron como una danza triste. El Íbex 35 retrocedió un 4,62% y quedó bajo la barrera simbólica de los 8.000 puntos (7.830); Francia un 5,25%, Alemania un 4,96% y Reino Unido un 4,67% y Eurostoxx un 4,90%. Al otro lado del Atlántico, a una hora del cierre, el mercado también vestía de rojo oscuro. El industrial Dow Jones llegó a caer más del 4%, pero al final cedió el 3,5%, el S&P descendió un 3,19% y el tecnológico Nasdaq un 3,25%. Asia también sufrió: el Nikkei de Tokio perdió un 2% y Hong Kong un 4,85%.
"La previsión económica de Bernanke fue muy negativa y el mercado esperaba de la Fed un paso más agresivo, más compra de deuda en lugar de cambiar el perfil de vencimiento... En esta case caso, la ausencia de noticias son malas noticias", apunta Daniel Suárez, de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Por si faltaba algo, Moody's ha rebajado la nota de solvencia de Bank of America y Citigroup. Más incertidumbre para los mercados.
El dólar alcanzó su máximo valor frente al euro en ocho meses (cada euro se cambiaba por 1,34 dólares), debido a que las medidas de la Fed eran menos expansionistas que las de los últimos planes estímulo, con lo que el valor de la divisa estadounidense se diluye menos, y a los miedos que se ciernen en torno a la estabilidad del euro. El precio del petróleo brent menguó en más de un 4%, hasta los 105 dólares el barril, por la subida del euro y el freno económico. Los vasos comunicantes de mercados de valores y economía real cierran un círculo ahora muy sombrío.