La 'Autobiografía no autorizada' de Julian Assange sale a la venta en Reino Unido
Autobiografía, dice la Real Academia, significa "vida de una persona escrita por ella misma". Hoy ha salido a la venta en Londres una de las autobiografías más curiosas de la historia: la Autobiografía no autorizada de Julian Assange. Curiosa no por su contenido: la vida del fundador de WikiLeaks según se la ha contado él mismo a un escritor fantasma en una serie de conversaciones que se han prolongado durante 50 horas. Sino porque la autobiografía no tiene firma. Está escrita en primera persona pero no está firmada ni por su inspirador y relator, Julian Assange, ni por quien ha puesto negro sobre blanco ese relato.
Assange firmó un contrato con Canongate Books en diciembre de 2010 para escribir un libro, "parte de memorias, parte manifiesto", explican los editores en una nota al principio del libro. En marzo de este año, los editores le presentaron una primera versión del texto. "Toda memoria es prostitución", sintetizó Assange tras leer su propia vida. "El 7 de junio de 2011, con 38 editoriales de todo el mundo comprometidas para publicar el libro, Julian nos dijo que quería cancelar el contrato", explica Canongate Books, una editorial escocesa independiente para la que la marcha atrás suponía un serio contratiempo.
Pero no hubo marcha atrás porque Assange nunca devolvió el dinero que Canongate le había pagado como adelanto. Con ese dinero, el activista había pagado a los abogados que le defienden por la petición de extradición a Suecia que pesa sobre él porque la justicia sueca le quiere interrogar para decidir si le acusa de violación.
"No estamos de acuerdo con la evaluación que hace del libro. Creemos que explica tanto el hombre como su trabajo, subrayando su compromiso con la verdad", explica la editorial. "Lo que sigue es el primer borrador no autorizado. Es apasionado, provocativo y aferrrado a sus ideas: como su autor. Cumple la promesa de la propuesta original y estamos orgullosos de publicarlo", aseguran.
Renuncia de Assange
Un primer vistazo al libro en diagonal confirma en gran medida la imagen que destila Julian Assange, dominada siempre por una marcada tendencia a los delirios de grandeza. El hecho de que haya renegado del contenido, aunque sin aclarar en público si eso se debe a pasajes concretos, al tono general o a ambas cosas; es en sí muy significativo. Ese reniego y los agrios reproches que Assange le lanza a The New York Times y a The Guardian, parecen confirmar las acusaciones de antiguos colaboradores amigos convertidos en rivales y enemigos, acerca de su tendencia a controlarlo todo.
Una tendencia que parece contradictoria con su objetivo vital y profesional de luchar contra el poder establecido utilizando para ello la transparencia, la divulgación de informaciones que los gobiernos desearían mantener en secreto. "La información nos hace libres", proclama Assange en esta autobiografía. "La revelación no es un mero acto; es un manera de vivir. En mi opinión acarrea tanto sentido como sensibilidad: eres lo que conoces, y ningún Estado tiene derecho a convertirte en menos de lo que eres. Muchos Estados modernos olvidan que fueron fundados en base a los principios de la Ilustración, que el conocimiento es garante de libertad, y que no hay Estado que tenga derecho a dispensar justicia como si fuera un mero favor que concede el poder. La justicia, en realidad, aplicada de forma correcta, es un control sobre el poder, y sólo podemos ocuparnos de la gente si la política jamás controla la información de forma absoluta", proclama Assange.
Y, sin embargo, sus problemas con The Guardian rezuman una lucha por controlar la manera en que ese diario y The New York Times ofrecieron primero los documentos filtrados por WikiLeaks sobre Irak y después la forma en que se preparaban a difundir los cables del Departamento de Estado, una filtración en la que acabarían participando también EL PAÍS, Le Monde y Der Spiegel.
"No soy un violador"
El libro arranca con su ingreso en prisión en Londres cuando el juez le niega primero la libertad provisional mientras resuelve la petición de extradición a Suecia, que le sirve para hacer un paralelo entre él y Oscar Wilde, encarcelado en la misma prisión en 1895. "Lo peor, después de todo, era la falta de comunicación", reflexiona. "Vivo de las artes de la conexión y, de repente, me di cuenta de lo duro que iba a ser estar allí, sin oír, sin ser oído".
Evoca su infancia australiana, la sensibilidad artística de su bohemia madre, la bonhomía de su padre adoptivo, del que heredó el apellido. Relata su temprana adicción al mundo de los ordenadores, su contacto con el espionaje cibernético, sus primeros problemas con la ley y con Estados Unidos, el nacimiento de WikiLeaks.
Aborda, claro está, la acusación de violación en Suecia. Da cuenta detallada de sus relaciones con las dos chicas que acabaron acusándole y de cómo se enteró por Twitter de que la policía sueca había emitido una orden de detención contra él. "Era todo tan surrealista e inesperado. Y era imposible decir en ese momento si se trataba de una especie de trampa, o si las dos mujeres estaban celosas, porque, con franqueza, después de hablar con unos amigos creí que las dos cosas eran posibles, aunque comprendo que tenía que ser o una u otra", relata. "No he violado a esas mujeres y no puedo imaginar nada de lo que pasó entre nosotros que les pueda haber hecho pensar eso", añade. "Puedo ser un cerdo machista o algo parecido, pero no soy un violador", concluye.