El satélite incontrolado de la NASA cae este viernes y no se sabe dónde
Los expertos descartan que el 'UARS' se precipite sobre Norteamérica
Madrid, El País
Esta tarde, en algún momento, es muy probable que entre en la atmósfera terrestre, destruyéndose, el satélite UARS de la NASA, un artefacto de casi seis toneladas y en órbita incontrolada desde hace seis años. Los expertos están siguiendo esta enorme pieza de basura espacial desde hace tiempo y, en las últimas horas, con toda la precisión posible, pero no pueden determinar con mucha antelación dónde exactamente caerá esta enorme estrella fugaz artificial, ni a qué hora precisa. El territorio de Norteamérica quedó ayer descartado en el parte diario de la NASA sobre el Upper Atmosphere Research Satellite (UARS), indicando que su órbita, ligeramente elíptica, había caído ya hasta 185 por 195 kilómetros sobre la Tierra. El domingo pasado, el artefacto estaba a 235 por 265 kilómetros. A medida que se acerque el momento crítico, la NASA podrá indicar con mayor precisión los datos de hora y lugar.
La probabilidad de que el UARS produzca algún daño a una persona es muy escasa (una entre 3.200), ha señalado la NASA, y lo más seguro es que caiga en el océano, dado que la mayor parte de la superficie de la Tierra es agua. Al entrar en la atmósfera, el UARS se destruirá y quemará en su mayor parte, dadas las altas temperaturas que se generan por el rozamiento, pero algunas piezas pueden sobrevivir, 26 han calculado los ingenieros, sobre todo las de titanio y acero, y esas llegarían al suelo. La NASA ha declarado su interés en recuperar cualquier pieza de su satélite y pide, para ello, la colaboración de ciudadanos y autoridades de los países en los que potencialmente pueden caer.
Como el UARS se puso en órbita con una inclinación de 57 grados sobre el Ecuador, va barriendo toda la Tierra entre 57 grados de latitud Norte y 57 de latitud Sur, de manera que no puede entrar en la atmósfera fuera de esta amplia franja.
El satélite, que costó 750 millones de dólares (unos 540 millones de euros al cambio actual), se lanzó al espacio en 1991 con la misión de observar la capa de ozono del planeta, la composición química de la alta atmósfera, los vientos y las temperaturas. Fue un éxito y estuvo operativo, en órbita a 580 kilómetros de altura, más tiempo de lo previsto, hasta 2005, cuando dejó de funcionar.
Ahí se originó el problema. "No se debe apurar hasta el último momento la utilización de un satélite, sino que hay que conservar algo de combustible y capacidad de control para planificar y dirigir su reentrada en la atmósfera", explica Miguel Belló-Mora, director de la empresa espacial Elecnor-Deimos y experto en dinámica orbital. Si se hace correctamente, como en el caso de la estación Mir, en 2008, los controladores de un equipo en órbita que se deja de utilizar lo dirigen hacia el océano, normalmente el Pacífico (por su extensión), evitando así que puedan caer sus fragmentos en zonas habitadas.
La falta de control del satélite, además, dificulta la predicción del lugar y la hora de su entrada en la atmósfera y caída. Dos factores confieren incertidumbre a los cálculos de los especialistas: la actividad solar y la posición del artefacto que está a punto de caer. "Conocemos muy bien el valor medio de la actividad solar, pero es muy complicado determinar su valor puntual, y si aumenta, se calienta la atmósfera terrestre, aumenta su densidad y el rozamiento del satélite es mayor, de manera que el satélite cae antes", añade este ingeniero aeronáutico.
El otro factor de incertidumbre es la orientación del UARS. Mide algo más de 10 metros de largo y, si va atravesado, expone una gran superficie al rozamiento atmosférico, área que es notablemente menor si va enfilado (su diámetro es de unos 4,5 metros). Belló-Mora señala que seguramente está dando tumbos.
En cuanto a la opción de destruir el satélite con un misil, este experto se manifiesta radicalmente en contra. "La probabilidad de que haga algún daño es insignificante, mientras que su destrucción en el espacio tendría un efecto nefasto al generar miles de fragmentos de basura espacial muy peligrosa para otros equipos en órbita", dice.
Madrid, El País
Esta tarde, en algún momento, es muy probable que entre en la atmósfera terrestre, destruyéndose, el satélite UARS de la NASA, un artefacto de casi seis toneladas y en órbita incontrolada desde hace seis años. Los expertos están siguiendo esta enorme pieza de basura espacial desde hace tiempo y, en las últimas horas, con toda la precisión posible, pero no pueden determinar con mucha antelación dónde exactamente caerá esta enorme estrella fugaz artificial, ni a qué hora precisa. El territorio de Norteamérica quedó ayer descartado en el parte diario de la NASA sobre el Upper Atmosphere Research Satellite (UARS), indicando que su órbita, ligeramente elíptica, había caído ya hasta 185 por 195 kilómetros sobre la Tierra. El domingo pasado, el artefacto estaba a 235 por 265 kilómetros. A medida que se acerque el momento crítico, la NASA podrá indicar con mayor precisión los datos de hora y lugar.
La probabilidad de que el UARS produzca algún daño a una persona es muy escasa (una entre 3.200), ha señalado la NASA, y lo más seguro es que caiga en el océano, dado que la mayor parte de la superficie de la Tierra es agua. Al entrar en la atmósfera, el UARS se destruirá y quemará en su mayor parte, dadas las altas temperaturas que se generan por el rozamiento, pero algunas piezas pueden sobrevivir, 26 han calculado los ingenieros, sobre todo las de titanio y acero, y esas llegarían al suelo. La NASA ha declarado su interés en recuperar cualquier pieza de su satélite y pide, para ello, la colaboración de ciudadanos y autoridades de los países en los que potencialmente pueden caer.
Como el UARS se puso en órbita con una inclinación de 57 grados sobre el Ecuador, va barriendo toda la Tierra entre 57 grados de latitud Norte y 57 de latitud Sur, de manera que no puede entrar en la atmósfera fuera de esta amplia franja.
El satélite, que costó 750 millones de dólares (unos 540 millones de euros al cambio actual), se lanzó al espacio en 1991 con la misión de observar la capa de ozono del planeta, la composición química de la alta atmósfera, los vientos y las temperaturas. Fue un éxito y estuvo operativo, en órbita a 580 kilómetros de altura, más tiempo de lo previsto, hasta 2005, cuando dejó de funcionar.
Ahí se originó el problema. "No se debe apurar hasta el último momento la utilización de un satélite, sino que hay que conservar algo de combustible y capacidad de control para planificar y dirigir su reentrada en la atmósfera", explica Miguel Belló-Mora, director de la empresa espacial Elecnor-Deimos y experto en dinámica orbital. Si se hace correctamente, como en el caso de la estación Mir, en 2008, los controladores de un equipo en órbita que se deja de utilizar lo dirigen hacia el océano, normalmente el Pacífico (por su extensión), evitando así que puedan caer sus fragmentos en zonas habitadas.
La falta de control del satélite, además, dificulta la predicción del lugar y la hora de su entrada en la atmósfera y caída. Dos factores confieren incertidumbre a los cálculos de los especialistas: la actividad solar y la posición del artefacto que está a punto de caer. "Conocemos muy bien el valor medio de la actividad solar, pero es muy complicado determinar su valor puntual, y si aumenta, se calienta la atmósfera terrestre, aumenta su densidad y el rozamiento del satélite es mayor, de manera que el satélite cae antes", añade este ingeniero aeronáutico.
El otro factor de incertidumbre es la orientación del UARS. Mide algo más de 10 metros de largo y, si va atravesado, expone una gran superficie al rozamiento atmosférico, área que es notablemente menor si va enfilado (su diámetro es de unos 4,5 metros). Belló-Mora señala que seguramente está dando tumbos.
En cuanto a la opción de destruir el satélite con un misil, este experto se manifiesta radicalmente en contra. "La probabilidad de que haga algún daño es insignificante, mientras que su destrucción en el espacio tendría un efecto nefasto al generar miles de fragmentos de basura espacial muy peligrosa para otros equipos en órbita", dice.