El miedo a la quiebra de Grecia y a una recaída en la recesión hunde los mercados
Atenas no acepta las condiciones del rescate y pone en peligro el siguiente tramo de las ayudas.- La prima de riesgo italiana supera los 370 puntos y la española, los 340
Madrid, El País
"Lamento comunicarles que es posible que la recuperación económica pierda ímpetu, y que puede que incluso le suceda una segunda recesión". El especulador y filántropo George Soros profetizó esa recaída en un libro publicado el año pasado y no parece que el oráculo vaya a equivocarse esta vez: si la economía es un estado de ánimo, este parece ensombrecerse por momentos, a cada día que pasa, a cada nuevo dato que aparece. Incluso, como ayer lunes, cuando no hubo un solo dato significativo que confirme los malos augurios. Pese a la ausencia de indicadores que demuestren que la tormenta arrecia, los mercados se dieron un sonoro batacazo por el miedo al nuevo capítulo que se avecina de la Gran Recesión. Los bancos se hundieron en la Bolsa, los bonos italianos recibieron un duro castigo por undécima jornada consecutiva, pero sobre todo la deuda de Grecia señala ya inequívocamente el camino de la suspensión de pagos. El bono griego a dos años llegó a pagar en algunos momentos de la jornada tipos de interés del 50%, que indicaban que la probabilidad de quiebra es muy, muy elevada: los mercados se cobran en intereses el capital que puede que ya no recuperen.
La accidentada historia de la Gran Recesión se acerca a una nueva estación de paso. Con un doble desafío: la amenaza de recaída en la economía global va calando, especialmente en Europa y EE UU; y la amenaza de derribo en la crisis fiscal europea es cada vez más patente, con dos boquetes abiertos en Grecia e Italia (y a su rebufo, España) que contrastan con la proverbial inacción de los líderes europeos, incapaces de hacer valer el acuerdo alcanzado en julio para rescatar a Atenas.
El abanico de incertidumbres es insólitamente amplio. Y se traduce en euros contantes y sonantes: la Bolsa española dejó un 4,7%, y todos los parqués europeos hicieron algo parecido, arrastrados por el pésimo día de la banca. Las primas de riesgo de los periféricos (el sobrecoste que pagan los países que despiertan más dudas) se fueron otra vez por las nubes. La prima de riesgo italiana escaló hasta los 371 puntos, y la española hasta los 341 puntos. El miedo se lleva el dinero a otro lado: los intereses de la deuda a 10 años de Alemania y EE UU (los bonos a los que acuden los inversores en tiempos de desasosiego) cayeron en ambos casos por debajo del 2% por primera vez, un listón que para los analistas da muestras de la creciente probabilidad de recaída en la recesión. El oro, el dólar y el franco suizo -tres de los valores refugio por antonomasia- volvieron a subir ante esa búsqueda de seguridad por parte de los inversores.
Situación similar a 2008
"Todo esto recuerda a algunos momentos de la caída de 2008", aseguró el consejero delegado de Deutsche Bank, el influyente Josef Ackermann, en relación a las condiciones en las Bolsas y los mercados de bonos. "La nueva normalidad se caracteriza por la volatilidad y la incertidumbre, no solo respecto a los mercados, sino también al futuro del sector financiero", remachó ante los vínculos entre la deuda soberana y las cuentas de resultados de la banca.
Esa nueva normalidad obedece a la citada segunda recesión y a una posible suspensión de pagos en Grecia que arrastre a algún otro país: ambas causas revolotean en el ánimo de los mercados desde hace semanas, aunque no acaban de sustanciarse. El miedo, paradójicamente, se alimenta de las declaraciones de los dirigentes con más peso internacional. La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, alertó el domingo de la posible recaída en la recesión y los mercados se han cobrado esas palabras. El FMI aseguró en primavera que lo que necesita el mundo es austeridad: seis meses después, reclama estímulos donde sea posible (EE UU y Alemania) y alerta del impacto de la crisis europea en los bancos. El presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, ha salido al paso de ese ataque: "No anticipamos recesión en Europa", dijo.
Aun así, el hecho es que la UE está atada a una serie de riesgos que poco a poco se están materializando. Los fundamentales son dos: la desaceleración en Alemania y sobre todo la crisis fiscal en Grecia e Italia. En el caso italiano, los problemas se derivan de promesas incumplidas. "El Ejecutivo de Berlusconi se comprometió a un plan de recortes severo, pero las medidas se han ido diluyendo y ahora mismo Italia despierta grandes dudas", señaló José Luis Alzola, del Observatory Group.
Preocupación por Atenas
Pero lo realmente preocupante es Grecia. El Ejecutivo helénico rompió el viernes las negociaciones con la troika (el FMI, la Comisión y el BCE), por lo que está en riesgo el siguiente tramo de ayuda a Atenas. No parece que la UE quiera dar su brazo a torcer: "Los mercados ven que hay problemas para aplicar el plan de ajuste en Grecia e Italia. Europa debe aumentar la presión sobre estos países para que lleven a cabo esas medidas", dijo el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
Atenas se niega a introducir más medidas de austeridad ante una recesión que se está agravando y que podría acabar el año con una caída superior al 5% del PIB. Y exige que la reestructuración de su deuda pública afecte al menos al 90% de los bonos en manos privadas, y no solo a grandes bancos y aseguradoras, como se pactó en la cumbre de julio. El horizonte se complica por momentos, hasta el punto de que algunos analistas advierten ya de que la reestructuración griega se hará desordenadamente y sin anestesia: "La situación aún es susceptible de empeorar", resume José Carlos Díez, de Intermoney.
El principal riesgo es que Grecia suspenda pagos o incluso decida salir del euro, extremo que provocaría un peligroso "efecto dominó", subrayó la canciller alemana, Angela Merkel. Lo que hace unos meses parecía una locura ya no puede descartarse, "sobre todo cuando la alta política, tanto por el lado del FMI como de Bruselas, se ha convertido en un completo dislate", critica Vicente Pallardó, de la Universidad de Valencia. La pelota está en el alero de los banqueros centrales, llamados, una vez más, a ejercer de apagafuegos: el BCE podría verse obligado a bajar los tipos tras las dos últimas subidas, y la Reserva Federal de EE UU vuelve a recibir presiones para poner en marcha otra vez la impresora de billetes. Ambos bancos centrales se reúnen esta misma semana y en sus manos está que la tormenta amaine; o que se convierta en huracán.
Madrid, El País
"Lamento comunicarles que es posible que la recuperación económica pierda ímpetu, y que puede que incluso le suceda una segunda recesión". El especulador y filántropo George Soros profetizó esa recaída en un libro publicado el año pasado y no parece que el oráculo vaya a equivocarse esta vez: si la economía es un estado de ánimo, este parece ensombrecerse por momentos, a cada día que pasa, a cada nuevo dato que aparece. Incluso, como ayer lunes, cuando no hubo un solo dato significativo que confirme los malos augurios. Pese a la ausencia de indicadores que demuestren que la tormenta arrecia, los mercados se dieron un sonoro batacazo por el miedo al nuevo capítulo que se avecina de la Gran Recesión. Los bancos se hundieron en la Bolsa, los bonos italianos recibieron un duro castigo por undécima jornada consecutiva, pero sobre todo la deuda de Grecia señala ya inequívocamente el camino de la suspensión de pagos. El bono griego a dos años llegó a pagar en algunos momentos de la jornada tipos de interés del 50%, que indicaban que la probabilidad de quiebra es muy, muy elevada: los mercados se cobran en intereses el capital que puede que ya no recuperen.
La accidentada historia de la Gran Recesión se acerca a una nueva estación de paso. Con un doble desafío: la amenaza de recaída en la economía global va calando, especialmente en Europa y EE UU; y la amenaza de derribo en la crisis fiscal europea es cada vez más patente, con dos boquetes abiertos en Grecia e Italia (y a su rebufo, España) que contrastan con la proverbial inacción de los líderes europeos, incapaces de hacer valer el acuerdo alcanzado en julio para rescatar a Atenas.
El abanico de incertidumbres es insólitamente amplio. Y se traduce en euros contantes y sonantes: la Bolsa española dejó un 4,7%, y todos los parqués europeos hicieron algo parecido, arrastrados por el pésimo día de la banca. Las primas de riesgo de los periféricos (el sobrecoste que pagan los países que despiertan más dudas) se fueron otra vez por las nubes. La prima de riesgo italiana escaló hasta los 371 puntos, y la española hasta los 341 puntos. El miedo se lleva el dinero a otro lado: los intereses de la deuda a 10 años de Alemania y EE UU (los bonos a los que acuden los inversores en tiempos de desasosiego) cayeron en ambos casos por debajo del 2% por primera vez, un listón que para los analistas da muestras de la creciente probabilidad de recaída en la recesión. El oro, el dólar y el franco suizo -tres de los valores refugio por antonomasia- volvieron a subir ante esa búsqueda de seguridad por parte de los inversores.
Situación similar a 2008
"Todo esto recuerda a algunos momentos de la caída de 2008", aseguró el consejero delegado de Deutsche Bank, el influyente Josef Ackermann, en relación a las condiciones en las Bolsas y los mercados de bonos. "La nueva normalidad se caracteriza por la volatilidad y la incertidumbre, no solo respecto a los mercados, sino también al futuro del sector financiero", remachó ante los vínculos entre la deuda soberana y las cuentas de resultados de la banca.
Esa nueva normalidad obedece a la citada segunda recesión y a una posible suspensión de pagos en Grecia que arrastre a algún otro país: ambas causas revolotean en el ánimo de los mercados desde hace semanas, aunque no acaban de sustanciarse. El miedo, paradójicamente, se alimenta de las declaraciones de los dirigentes con más peso internacional. La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, alertó el domingo de la posible recaída en la recesión y los mercados se han cobrado esas palabras. El FMI aseguró en primavera que lo que necesita el mundo es austeridad: seis meses después, reclama estímulos donde sea posible (EE UU y Alemania) y alerta del impacto de la crisis europea en los bancos. El presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, ha salido al paso de ese ataque: "No anticipamos recesión en Europa", dijo.
Aun así, el hecho es que la UE está atada a una serie de riesgos que poco a poco se están materializando. Los fundamentales son dos: la desaceleración en Alemania y sobre todo la crisis fiscal en Grecia e Italia. En el caso italiano, los problemas se derivan de promesas incumplidas. "El Ejecutivo de Berlusconi se comprometió a un plan de recortes severo, pero las medidas se han ido diluyendo y ahora mismo Italia despierta grandes dudas", señaló José Luis Alzola, del Observatory Group.
Preocupación por Atenas
Pero lo realmente preocupante es Grecia. El Ejecutivo helénico rompió el viernes las negociaciones con la troika (el FMI, la Comisión y el BCE), por lo que está en riesgo el siguiente tramo de ayuda a Atenas. No parece que la UE quiera dar su brazo a torcer: "Los mercados ven que hay problemas para aplicar el plan de ajuste en Grecia e Italia. Europa debe aumentar la presión sobre estos países para que lleven a cabo esas medidas", dijo el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
Atenas se niega a introducir más medidas de austeridad ante una recesión que se está agravando y que podría acabar el año con una caída superior al 5% del PIB. Y exige que la reestructuración de su deuda pública afecte al menos al 90% de los bonos en manos privadas, y no solo a grandes bancos y aseguradoras, como se pactó en la cumbre de julio. El horizonte se complica por momentos, hasta el punto de que algunos analistas advierten ya de que la reestructuración griega se hará desordenadamente y sin anestesia: "La situación aún es susceptible de empeorar", resume José Carlos Díez, de Intermoney.
El principal riesgo es que Grecia suspenda pagos o incluso decida salir del euro, extremo que provocaría un peligroso "efecto dominó", subrayó la canciller alemana, Angela Merkel. Lo que hace unos meses parecía una locura ya no puede descartarse, "sobre todo cuando la alta política, tanto por el lado del FMI como de Bruselas, se ha convertido en un completo dislate", critica Vicente Pallardó, de la Universidad de Valencia. La pelota está en el alero de los banqueros centrales, llamados, una vez más, a ejercer de apagafuegos: el BCE podría verse obligado a bajar los tipos tras las dos últimas subidas, y la Reserva Federal de EE UU vuelve a recibir presiones para poner en marcha otra vez la impresora de billetes. Ambos bancos centrales se reúnen esta misma semana y en sus manos está que la tormenta amaine; o que se convierta en huracán.