Al menos 20 indígenas se enfermaron en el trayecto
Beni, Agencias
No sólo las diarreas, infecciones respiratorias o dolores musculares afectan a los indígenas que se movilizan en defensa del TIPNIS, sino que ahora son atacados por la salmonela y afecciones a de vesícula, por lo que a la fecha 20 marchistas ya fueron dados de baja y derivados a distintos centros de salud de Beni y La Paz.
El agua escasea y no todos reciben las raciones justas para satisfacer las necesidades de los niños, mujeres y ancianos que son los grupos más vulnerables y que deben convivir no sólo con otros enfermos sino también con canes vagabundos que llegan hasta el campamento en busca de huesos y otros desechos.
A falta de juguetes, los niños, sobre todo los más pequeños, se limitan a gatear sobre la arena empujando algunas botellas de plástico que los marchistas dejan en el lugar.
“Cada vez se están enfermando más y el Gobierno aún no nos da respuesta; ojalá que se solucione pronto pero si no, tenemos que sacar fuerzas para seguir marchando. Nos da pena por nuestros hijos, pero no había con quién dejarlos en nuestra comunidad”, contó Magdalena Machi, de 25 años, que inició la marcha con sus dos hijos: una niña de 12 años y el pequeño Abraham de un año y tres meses.
Mientras la mujer dialogaba con Página Siete, tomó una botella de plástico de dos litros y comenzó a empapar al chiquillo que comenzó a fatigarse por el intenso calor que ayer sobrepasó los 30 grados. Sin embargo, el agua estaba turbia, pero eso era lo menos que le importaba, el objetivo era refrescar a su niño; y ella también lo hizo bebiendo un gran trago del contenido para calmar la sed.
No sólo las diarreas, infecciones respiratorias o dolores musculares afectan a los indígenas que se movilizan en defensa del TIPNIS, sino que ahora son atacados por la salmonela y afecciones a de vesícula, por lo que a la fecha 20 marchistas ya fueron dados de baja y derivados a distintos centros de salud de Beni y La Paz.
El agua escasea y no todos reciben las raciones justas para satisfacer las necesidades de los niños, mujeres y ancianos que son los grupos más vulnerables y que deben convivir no sólo con otros enfermos sino también con canes vagabundos que llegan hasta el campamento en busca de huesos y otros desechos.
A falta de juguetes, los niños, sobre todo los más pequeños, se limitan a gatear sobre la arena empujando algunas botellas de plástico que los marchistas dejan en el lugar.
“Cada vez se están enfermando más y el Gobierno aún no nos da respuesta; ojalá que se solucione pronto pero si no, tenemos que sacar fuerzas para seguir marchando. Nos da pena por nuestros hijos, pero no había con quién dejarlos en nuestra comunidad”, contó Magdalena Machi, de 25 años, que inició la marcha con sus dos hijos: una niña de 12 años y el pequeño Abraham de un año y tres meses.
Mientras la mujer dialogaba con Página Siete, tomó una botella de plástico de dos litros y comenzó a empapar al chiquillo que comenzó a fatigarse por el intenso calor que ayer sobrepasó los 30 grados. Sin embargo, el agua estaba turbia, pero eso era lo menos que le importaba, el objetivo era refrescar a su niño; y ella también lo hizo bebiendo un gran trago del contenido para calmar la sed.