Los trabajadores y estudiantes de Chile muestran su fuerza al Gobierno
Santiago, El País
En el segundo día de huelga general convocada por el mayor sindicato de Chile, los trabajadores y estudiantes demostraron su fuerza en multitudinarias y pacíficas marchas en todo el país, que solo al finalizar se volvieron violentas por culpa de vándalos encapuchados. A diferencia de lo que ocurrió el miércoles, cuando el paro no logró detener la actividad, aunque sí el normal funcionamiento de las principales ciudades, ayer las manifestaciones demostraron al Gobierno que se equivoca al restarle importancia a la intensidad de la protesta y a los movimientos sociales que la convocan.
Al analizar la primera jornada de paro, La Moneda sostuvo que fue un día "normal" y que la movilización liderada por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) "fue un verdadero fracaso". Pero las cerca de 80 organizaciones que convocaron a la huelga general contestaron ayer en las calles con marchas que destacaron por su festividad. "Esta es la respuesta del pueblo de Chile a los que les niegan sus derechos, a los que no quieren conversar", señaló el presidente de la CUT, el socialista Arturo Martínez.
"Tenemos empleos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos", se leía en el rostro de una mujer que marchaba por avenida Ricardo Cumming en Santiago, donde se movilizaron 300.000 personas según la organización. Los trabajadores exigen al Gobierno una nueva Constitución, un nuevo código del trabajo y, sobre todo, el desmoronamiento del modelo económico vigente en este país desde la dictadura y que los Gobiernos de centro-izquierda no reformaron durante 20 años. Hoy en día la economía crece al 6,1%, pero Chile es el país con mayores desigualdades entre su población en términos de ingresos, según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Los trabajadores también se manifestaron en apoyo de las movilizaciones estudiantiles que se prolongan ya por tres meses y que, entre otros objetivos, buscan la educación gratuita para todos los niños y jóvenes y el fin del lucro en el sistema.
La líder del movimiento, la estudiante de Geografía de 23 años Camila Vallejos, encabezó una de las cuatro marchas que desde temprano arrancaron desde distintos puntos de Santiago y culminaron poco después del mediodía en Alameda, la avenida principal de la capital. "Mientras no haya respuestas a las demandas por parte del Ejecutivo, este movimiento sigue. Apoyamos las demandas de los trabajadores, porque la educación es un problema social que involucra a nuestros padres y a todas las familias chilenas", señaló entre cientos de manifestantes que la saludaban y le gritaban "ídola".
Los trabajadores y estudiantes celebraron la amplia convocatoria de esta segunda jornada de paro nacional, el primero que enfrenta el presidente Sebastián Piñera sumido en una grave crisis de popularidad (tiene solo un 26% de respaldo, el más bajo de un gobernante en las últimas dos décadas). El Gobierno, sin embargo, realizó ayer un nuevo balance y reiteró la baja concurrencia de funcionarios a la protesta. La ministra de Trabajo, Evelyn Matthei, aseguró que solo un 9,1% se adhirió a la huelga y señaló que "es muy fácil llamar a un paro cuando son otros los que sufren".
El ministro de Economía, Pablo Longueira, calificó la huelga general de "inútil e innecesario". Acto seguido, sin embargo, admitió que si no pudiera pagar la educación de sus hijos, "también estaría marchando". Por ser uno de los líderes del oficialismo, sus declaraciones sorprendieron tanto a La Moneda como a la oposición.
El día comenzó con graves disturbios durante la madrugada en diferentes ciudades de Chile. De acuerdo con la información entregada por el Gobierno, al menos 108 personas fueron detenidas y seis policías resultaron heridos en las primeras horas de la jornada. Hubo bloqueos de las principales avenidas de Santiago, saqueos a tiendas y supermercados y barricadas. Las marchas ciudadanas, sin embargo, se desarrollaron pacíficamente casi en su totalidad. De hecho, fueron los propios manifestantes quienes se enfrentaron a los encapuchados que al finalizar la protesta comenzaron a lanzarle piedras a la policía y a encender fogatas en el centro de la capital chilena. Los pacíficos no tuvieron éxito: cientos de vándalos provocaron desórdenes en Alameda e incluso intentaron quemar una iglesia.
Hasta ayer era una incógnita el respaldo que obtendría finalmente la CUT en esta segunda jornada de paro general. El Gobierno, por una parte, se esmeró en diseñar un completo plan de emergencia para que gran parte de la ciudadanía no notara los efectos de la huelga. Por otro lado, las organizaciones sindicales y los partidos políticos de la oposición, que también se sumaron a las manifestaciones, están lejos de concitar la misma simpatía popular que los estudiantes. La Concertación, de hecho, goza de menos apoyo que el Ejecutivo (17%). "Veinte años estuvieron en el Gobierno y ahora se les hincha el pecho y el corazón. Se vienen a reír del pueblo y no tienen una gota de socialistas", increpó un manifestante a los dirigentes del Partido Socialista presentes.
En el segundo día de huelga general convocada por el mayor sindicato de Chile, los trabajadores y estudiantes demostraron su fuerza en multitudinarias y pacíficas marchas en todo el país, que solo al finalizar se volvieron violentas por culpa de vándalos encapuchados. A diferencia de lo que ocurrió el miércoles, cuando el paro no logró detener la actividad, aunque sí el normal funcionamiento de las principales ciudades, ayer las manifestaciones demostraron al Gobierno que se equivoca al restarle importancia a la intensidad de la protesta y a los movimientos sociales que la convocan.
Al analizar la primera jornada de paro, La Moneda sostuvo que fue un día "normal" y que la movilización liderada por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) "fue un verdadero fracaso". Pero las cerca de 80 organizaciones que convocaron a la huelga general contestaron ayer en las calles con marchas que destacaron por su festividad. "Esta es la respuesta del pueblo de Chile a los que les niegan sus derechos, a los que no quieren conversar", señaló el presidente de la CUT, el socialista Arturo Martínez.
"Tenemos empleos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos", se leía en el rostro de una mujer que marchaba por avenida Ricardo Cumming en Santiago, donde se movilizaron 300.000 personas según la organización. Los trabajadores exigen al Gobierno una nueva Constitución, un nuevo código del trabajo y, sobre todo, el desmoronamiento del modelo económico vigente en este país desde la dictadura y que los Gobiernos de centro-izquierda no reformaron durante 20 años. Hoy en día la economía crece al 6,1%, pero Chile es el país con mayores desigualdades entre su población en términos de ingresos, según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Los trabajadores también se manifestaron en apoyo de las movilizaciones estudiantiles que se prolongan ya por tres meses y que, entre otros objetivos, buscan la educación gratuita para todos los niños y jóvenes y el fin del lucro en el sistema.
La líder del movimiento, la estudiante de Geografía de 23 años Camila Vallejos, encabezó una de las cuatro marchas que desde temprano arrancaron desde distintos puntos de Santiago y culminaron poco después del mediodía en Alameda, la avenida principal de la capital. "Mientras no haya respuestas a las demandas por parte del Ejecutivo, este movimiento sigue. Apoyamos las demandas de los trabajadores, porque la educación es un problema social que involucra a nuestros padres y a todas las familias chilenas", señaló entre cientos de manifestantes que la saludaban y le gritaban "ídola".
Los trabajadores y estudiantes celebraron la amplia convocatoria de esta segunda jornada de paro nacional, el primero que enfrenta el presidente Sebastián Piñera sumido en una grave crisis de popularidad (tiene solo un 26% de respaldo, el más bajo de un gobernante en las últimas dos décadas). El Gobierno, sin embargo, realizó ayer un nuevo balance y reiteró la baja concurrencia de funcionarios a la protesta. La ministra de Trabajo, Evelyn Matthei, aseguró que solo un 9,1% se adhirió a la huelga y señaló que "es muy fácil llamar a un paro cuando son otros los que sufren".
El ministro de Economía, Pablo Longueira, calificó la huelga general de "inútil e innecesario". Acto seguido, sin embargo, admitió que si no pudiera pagar la educación de sus hijos, "también estaría marchando". Por ser uno de los líderes del oficialismo, sus declaraciones sorprendieron tanto a La Moneda como a la oposición.
El día comenzó con graves disturbios durante la madrugada en diferentes ciudades de Chile. De acuerdo con la información entregada por el Gobierno, al menos 108 personas fueron detenidas y seis policías resultaron heridos en las primeras horas de la jornada. Hubo bloqueos de las principales avenidas de Santiago, saqueos a tiendas y supermercados y barricadas. Las marchas ciudadanas, sin embargo, se desarrollaron pacíficamente casi en su totalidad. De hecho, fueron los propios manifestantes quienes se enfrentaron a los encapuchados que al finalizar la protesta comenzaron a lanzarle piedras a la policía y a encender fogatas en el centro de la capital chilena. Los pacíficos no tuvieron éxito: cientos de vándalos provocaron desórdenes en Alameda e incluso intentaron quemar una iglesia.
Hasta ayer era una incógnita el respaldo que obtendría finalmente la CUT en esta segunda jornada de paro general. El Gobierno, por una parte, se esmeró en diseñar un completo plan de emergencia para que gran parte de la ciudadanía no notara los efectos de la huelga. Por otro lado, las organizaciones sindicales y los partidos políticos de la oposición, que también se sumaron a las manifestaciones, están lejos de concitar la misma simpatía popular que los estudiantes. La Concertación, de hecho, goza de menos apoyo que el Ejecutivo (17%). "Veinte años estuvieron en el Gobierno y ahora se les hincha el pecho y el corazón. Se vienen a reír del pueblo y no tienen una gota de socialistas", increpó un manifestante a los dirigentes del Partido Socialista presentes.