Los mineros de Chile suben a la realidad
Un año después del derrumbe que los mantuvo 69 días bajo tierra, la mayoría de los 33 trabajadores de la mina San José siguen sin trabajo y con escasos ahorros
Santiago, El País
Mario Sepúlveda, uno de los 33 mineros chilenos que hace un año quedaron sepultados durante 69 días a 700 metros bajo tierra, tiene 40 años y es el mayor comunicador de todo el grupo. Aparece en programas de televisión, tiene una cuenta en Twitter, acaba de estrenar una web y sus contactos con la prensa son canalizados a través de una representante. En Chile es famoso y se le conoce como Super Mario.
Una realidad diametralmente distinta de la de Jimmy Sánchez, de 20 años, el más joven de todos. "Le dieron de alta médica el 23 de diciembre, pero mi hijo está mal", relata desesperada su madre, Norma Lagués. "Tiene pesadillas por la noche, llora. En tres ocasiones ha sufrido ataques de pánico muy fuertes, y yo no sé qué hacer. Lo único que quiere es trabajar en lo que sea".
El viernes se conmemoró un año del derrumbe en la mina San José de Copiapó, a 800 kilómetros al norte de Santiago. Los 33 de Atacama se han transformado ahora en un grupo tan heterogéneo que no permite generalizaciones. Algunos han sabido aprovechar con astucia las oportunidades que les ha brindado la fama tras su rescate.
Pero la mayoría de los mineros, en cambio, se han visto limitados en su vida por su estado físico y psicológico. La época de las invitaciones al extranjero y los pagos millonarios por exclusivas periodísticas parece estar terminando. Con sus diferentes circunstancias a cuestas, lo 33 mineros parecen tenerlo claro.
"A todos se nos están acabando los ahorros y hay que comenzar a ganarse el pan", relata el minero Ariel Ticona, de 30 años. Lo resume bien André Sougarret, el ingeniero que dirigió la operación de rescate: "Están volviendo poco a poco a la realidad y, en algunos casos, ese proceso ha sido muy complejo. Hay varios que afrontan peores condiciones económicas que las que tenían cuando trabajaban en la mina".
Prácticamente ninguno de los 33 mineros tiene un empleo estable: algunos porque todavía echan mano de los ahorros y otros porque no se encuentran bien anímicamente. Siete se hallan todavía de baja médica, aunque eso no significa que el resto se encuentren perfectamente. "Mi marido está mal psicológicamente y yo también. Enfermamos juntos a lo largo de este año", relata desesperada Angélica Álvarez, esposa del minero Edison Peña. "La fama y los viajes al extranjero, donde era considerado como un dios, le hicieron confundir la realidad con la ficción. Lejos de hacerle un favor, le hicieron un tremendo daño, porque ni él ni el resto estaban preparados para toda esta parafernalia. La vida era mejor para nosotros antes del 5 de agosto de 2010", explica.
Pese a las dificultades que todos afrontan, 11 mineros prueban suerte como asesores. Uno de ellos es Juan Illanes, un exmilitar de 53 años, casado y con un hijo de 21. "Dicto conferencias en empresas sobre mi experiencia de vida, trabajo en equipo, liderazgo y manejos de crisis. Esto me permite vivir con cierta tranquilidad, aunque no es para hacerse rico. He dado cuatro conferencias desde diciembre en Costa Rica, México, Estados Unidos y Chile. Mientras me pueda mantener distante de la mina, lo voy a hacer", relata Llanes desde Chillán, al sur del país.
Otros, simplemente, ejercen oficios sencillos: Osmán Araya, de 30 años; Víctor Zamora, de 34, y Darío Segovia, de 49, venden frutas y verduras en mercados. Yonny Barrios, de 52 años, que sufre de silicosis, montó una tienda de alimentación en Copiapó gracias a los 7.500 euros que un empresario chileno les donó a cada uno a fines de 2010. El exfutbolista Franklin Lobos, de 54 años, también se quedó en la ciudad minera y hoy entrena a los jóvenes del club deportivo local.
Pese a los diferentes caminos que han tomado los 33 mineros, los supervivientes del pozo San José siguen unidos en algunos proyectos. Uno de ellos es la publicación de un libro con la historia oficial de lo que ocurrió 700 metros bajo tierra que prepara el periodista estadounidense de origen guatemalteco Héctor Tobar, ganador de un premio Pulitzer por su trabajo en Los Angeles Times.
Otro proyecto es el filme que prepara Mike Medavoy, productor de Hollywood ligado a 18 películas nominadas a los Oscar, cuyo equipo ha llegado esta semana a Chile para mantener las primeras reuniones con los mineros. "Nuestro pacto de silencio no se romperá mientras no se publique el libro y no se estrene la película", explica Luis Urzúa, de 55 años, que durante el encierro se transformó en líder del grupo.
A la misma hora que el presidente chileno, Sebastián Piñera, y los mineros conmemoraban en Copiapó el primer aniversario de la tragedia, la justicia chilena admitió a trámite la demanda contra el Estado que interpusieron 31 de los trabajadores. Culpan a las instituciones por no haberse anticipado al derrumbe en el yacimiento San José, pese a su precariedad, y por ello piden 370.000 euros de indemnización para cada uno. Raúl Bustos es uno de los dos que no quisieron sumarse a la acción judicial y explica sus razones: "Busco que se determinen responsabilidades de personas con nombres y apellidos, entre los cuales están los dueños de la mina".
Santiago, El País
Mario Sepúlveda, uno de los 33 mineros chilenos que hace un año quedaron sepultados durante 69 días a 700 metros bajo tierra, tiene 40 años y es el mayor comunicador de todo el grupo. Aparece en programas de televisión, tiene una cuenta en Twitter, acaba de estrenar una web y sus contactos con la prensa son canalizados a través de una representante. En Chile es famoso y se le conoce como Super Mario.
Una realidad diametralmente distinta de la de Jimmy Sánchez, de 20 años, el más joven de todos. "Le dieron de alta médica el 23 de diciembre, pero mi hijo está mal", relata desesperada su madre, Norma Lagués. "Tiene pesadillas por la noche, llora. En tres ocasiones ha sufrido ataques de pánico muy fuertes, y yo no sé qué hacer. Lo único que quiere es trabajar en lo que sea".
El viernes se conmemoró un año del derrumbe en la mina San José de Copiapó, a 800 kilómetros al norte de Santiago. Los 33 de Atacama se han transformado ahora en un grupo tan heterogéneo que no permite generalizaciones. Algunos han sabido aprovechar con astucia las oportunidades que les ha brindado la fama tras su rescate.
Pero la mayoría de los mineros, en cambio, se han visto limitados en su vida por su estado físico y psicológico. La época de las invitaciones al extranjero y los pagos millonarios por exclusivas periodísticas parece estar terminando. Con sus diferentes circunstancias a cuestas, lo 33 mineros parecen tenerlo claro.
"A todos se nos están acabando los ahorros y hay que comenzar a ganarse el pan", relata el minero Ariel Ticona, de 30 años. Lo resume bien André Sougarret, el ingeniero que dirigió la operación de rescate: "Están volviendo poco a poco a la realidad y, en algunos casos, ese proceso ha sido muy complejo. Hay varios que afrontan peores condiciones económicas que las que tenían cuando trabajaban en la mina".
Prácticamente ninguno de los 33 mineros tiene un empleo estable: algunos porque todavía echan mano de los ahorros y otros porque no se encuentran bien anímicamente. Siete se hallan todavía de baja médica, aunque eso no significa que el resto se encuentren perfectamente. "Mi marido está mal psicológicamente y yo también. Enfermamos juntos a lo largo de este año", relata desesperada Angélica Álvarez, esposa del minero Edison Peña. "La fama y los viajes al extranjero, donde era considerado como un dios, le hicieron confundir la realidad con la ficción. Lejos de hacerle un favor, le hicieron un tremendo daño, porque ni él ni el resto estaban preparados para toda esta parafernalia. La vida era mejor para nosotros antes del 5 de agosto de 2010", explica.
Pese a las dificultades que todos afrontan, 11 mineros prueban suerte como asesores. Uno de ellos es Juan Illanes, un exmilitar de 53 años, casado y con un hijo de 21. "Dicto conferencias en empresas sobre mi experiencia de vida, trabajo en equipo, liderazgo y manejos de crisis. Esto me permite vivir con cierta tranquilidad, aunque no es para hacerse rico. He dado cuatro conferencias desde diciembre en Costa Rica, México, Estados Unidos y Chile. Mientras me pueda mantener distante de la mina, lo voy a hacer", relata Llanes desde Chillán, al sur del país.
Otros, simplemente, ejercen oficios sencillos: Osmán Araya, de 30 años; Víctor Zamora, de 34, y Darío Segovia, de 49, venden frutas y verduras en mercados. Yonny Barrios, de 52 años, que sufre de silicosis, montó una tienda de alimentación en Copiapó gracias a los 7.500 euros que un empresario chileno les donó a cada uno a fines de 2010. El exfutbolista Franklin Lobos, de 54 años, también se quedó en la ciudad minera y hoy entrena a los jóvenes del club deportivo local.
Pese a los diferentes caminos que han tomado los 33 mineros, los supervivientes del pozo San José siguen unidos en algunos proyectos. Uno de ellos es la publicación de un libro con la historia oficial de lo que ocurrió 700 metros bajo tierra que prepara el periodista estadounidense de origen guatemalteco Héctor Tobar, ganador de un premio Pulitzer por su trabajo en Los Angeles Times.
Otro proyecto es el filme que prepara Mike Medavoy, productor de Hollywood ligado a 18 películas nominadas a los Oscar, cuyo equipo ha llegado esta semana a Chile para mantener las primeras reuniones con los mineros. "Nuestro pacto de silencio no se romperá mientras no se publique el libro y no se estrene la película", explica Luis Urzúa, de 55 años, que durante el encierro se transformó en líder del grupo.
A la misma hora que el presidente chileno, Sebastián Piñera, y los mineros conmemoraban en Copiapó el primer aniversario de la tragedia, la justicia chilena admitió a trámite la demanda contra el Estado que interpusieron 31 de los trabajadores. Culpan a las instituciones por no haberse anticipado al derrumbe en el yacimiento San José, pese a su precariedad, y por ello piden 370.000 euros de indemnización para cada uno. Raúl Bustos es uno de los dos que no quisieron sumarse a la acción judicial y explica sus razones: "Busco que se determinen responsabilidades de personas con nombres y apellidos, entre los cuales están los dueños de la mina".