El régimen sirio cada vez más aislado por brutal represión de las protestas



DAMASCO, Agencias
El presidente sirio Bashar al Asad está cada vez más aislado después de que varios gobiernos árabes, entre ellos el de Arabia Saudí, se unieran a las protestas internacionales contra la represión de la revuelta popular.
Una mujer y sus dos hijos fallecieron el lunes por los disparos de las fuerzas de seguridad en Deir Ezzor (este) cuando "intentaban huir del barrio de Huaiqa para alcanzar una zona más segura", según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), después de que el ejército tomara la ciudad el domingo, causado al menos 42 muertos.

Por primera vez desde el inicio del movimiento de protesta a mediados de marzo, el rey saudí Abdalá anunció el domingo que había convocado a su embajador en Damasco para "consultas", exigiendo al régimen sirio "parar la maquina de la muerte" "antes de que no sea demasiado tarde".

El monarca estimó, según un comunicado, que la represión de los manifestantes sirios "va en contra de la religión, de los valores humanos y de la moral".

El anuncio saudí llegó tras una nueva jornada sangrienta, después de que el ejército lanzara un asalto con tanques primero en Deir Ezzor y luego en Hula, donde murieron al menos 10 personas, según Abdel Karim Rihaui, jefe de la Liga Siria de Derechos Humanos.

Pero los medios oficiales justificaron la intervención del ejército por la "presencia de grupos terroristas" sin mencionar el movimiento de protesta popular.

La Liga árabe también se sumó a las protestas y exigió el domingo el cese "inmediato" de la violencia.

En un nuevo intento para convencer al gobierno sirio de cesar la represión del movimiento popular, se espera que el martes llegue a Damasco el jefe de la diplomacia turca, Ahmed Davutoglu, para transmitir un mensaje a las autoridades. Ankara asegura estar "al borde de la paciencia".

La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, comunicó a Davutoglu que pida al régimen sirio "enviar los soldados a los cuarteles".

Pero la tarea del ministro turco no es fácil puesto que Siria, que no ha reconocido nunca la revuelta popular, sigue acusando a "bandas" de delincuentes del caos que reina en gran parte del país para justificar el uso de la fuerza, que se ha cobrado la vida de más de 2.000 personas desde el 15 de marzo, según varias ONG.

"Actuar frente a los delincuentes que cortan las carreteras, cierran las ciudades y aterrorizan a la población es una obligación para el Estado, que debe defender la seguridad y proteger la vida de los ciudadanos", manifestó Al Asad.

El presidente sirio anunció la semana pasada un paquete de reformas -como la celebración de elecciones libres, el multipartidismo o el fin del Estado de emergencia-, pero su credibilidad es baja a nivel nacional e internacional y la violencia de la represión ha enfurecido a los manifestantes, que sólo quieren su renuncia.

La oposición y los activistas sostienen que este anuncio no tiene valor, por lo que siguen exigiendo una profunda reforma de la Constitución que actualmente garantiza al partido único Baas, en el poder desde 1963, el estatus de "dirigente del Estado y de la sociedad".

Desde el inicio de la represión, Occidente ha impuesto sanciones al régimen de Al Asad, Rusia ha pedido el fin de la violencia, y el Consejo de Seguridad de la ONU y las monarquías del Golfo han exigido el cese de la represión.

Pero el régimen de Bashar al Asad sigue haciendo oídos sordos a las protestas: rechazó las injerencias extranjeras y acusó a los medios de comunicación internacionales, prohibidos de circular libremente por Siria, de difundid "mentiras".

El movimiento de contestación no se apaga pese a la represión. Durante el Ramadán, el mes de ayuno sagrado para los musulmanes que empezó el 1 de agosto, grupos de militantes organizan manifestaciones todos los días después del rezo de la noche.

El asalto del ejército sirio del domingo se suma a la ofensiva del 31 de julio contra la ciudad rebelde de Hama (centro), en la que fallecieron más de 100 personas.

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