Crisis financiera: Se agotan las opciones
Gobiernos y bancos centrales apuran los recursos a su alcance para evitar un desastre tras dos semanas de confusión y volatilidad en los mercados
Madrid, El País
Miedo, confusión, volatilidad. Bastan tres palabras para describir lo sucedido en los mercados en la primera quincena de este tórrido agosto; lo difícil es saber con exactitud qué hay detrás de esos vaivenes, qué fuerzas mueven la montaña rusa emocional en que se han embarcado los inversores y, sobre todo, qué se puede hacer para cambiar una situación que recuerda cada vez más a la de 2008.
Agosto está siendo cruel: apenas ha dado una buena noticia para levantar los ánimos. Como si de una burla se tratara, las Bolsas han abierto muchos días al alza, para después caer a plomo con cualquier excusa. "De los muchos acontecimientos económicos del último mes, la caída en picado de los precios de las acciones ha sido, probablemente, el más preocupante", afirma una nota enviada por el banco de inversión Goldman Sachs a sus clientes.
El mes comenzó con la prima de riesgo de España e Italia por las nubes, reflejo del miedo a que ambos países no puedan pagar sus deudas. Volvía a hablarse de rescate como solución. Luego cayó una tormenta de malos datos económicos, que despertaron el temor a una nueva recesión en el mundo desarrollado. El oro, refugio en tiempos de incertidumbre, superó por primera vez la barrera de 1.800 dólares la onza. El viernes 5, casi con nocturnidad y alevosía, Standard & Poor's anunciaba la retirada de la calificación AAA a la deuda de EE UU por primera vez en 70 años. Nuevo batacazo en los mercados.
Después le tocó el turno a Francia. El presidente Nicolas Sarkozy tuvo que abandonar el miércoles la espléndida mansión de la Riviera donde veraneaba -propiedad de la familia de su esposa, Carla Bruni- y viajar a París para asistir a una reunión de urgencia con varios ministros de su Gabinete y el gobernador del Banco de Francia. El país comenzaba a sonar como próxima víctima de los mercados de deuda, y hubo rumores de que Standard & Poor's se disponía a rebajar su nota crediticia, todavía en el nivel más alto. De pronto se disparó la preocupación por la salud de los bancos franceses, especialmente de Société Générale, cuyas acciones recibieron un durísimo castigo.
Para frenar los ataques de los especuladores, el Banco Central Europeo (BCE) se decidió por fin a comprar bonos españoles e italianos. La decisión, que detuvo la sangría, fue adoptada in extremis -como viene siendo habitual en Europa desde el comienzo de la crisis financiera- tras lograrse el visto bueno de una reticente Alemania.
En medio de toda esta confusión, una certeza: nadie está a salvo, llámese EE UU, Francia o incluso Alemania. El índice de la Bolsa de Fráncfort es el que más ha bajado en estas dos últimas semanas (13,75%), por encima de los de Nueva York, Londres o Madrid. Al regresar a Berlín de sus vacaciones en el Tirol, la canciller Angela Merkel ha tenido que hacer frente a duras críticas de sus socios liberales del FPD y socialcristianos de la CSU, contrarios a la compra de deuda de países con problemas por parte de la autoridad monetaria europea. Mervin King, gobernador del Banco de Inglaterra, también fue duro con la decisión, por considerar que el BCE se ha extralimitado en sus competencias. "Un Banco Central no puede (...) ser un sustituto de la incapacidad para resolver los problemas fiscales de la zona euro", dijo King. "Eso es problema de los Gobiernos".
La profunda división sobre cuáles son las mejores herramientas para atajar la crisis es una muestra palpable de que, en tiempos difíciles como los que corren, los intereses partidistas y nacionales siguen estando por encima de los generales, tanto en Europa como en EE UU. La indecisión y la animosidad política son precisamente dos de los factores que más alimentan la incertidumbre en los mercados, como no se cansan de repetir los analistas.
Con una Francia debilitada por el lento crecimiento de su economía y el acoso de los mercados, Sarkozy y Merkel se verán el próximo martes en París para analizar los problemas de la eurozona. Ambos están obligados a enviar un mensaje contundente para calmar las aguas. El ataque de los especuladores ha dejado de afectar solo a la periferia europea y ha alcanzado el corazón del continente.
¿Qué más pueden hacer los líderes políticos? ¿Qué recursos disponibles les quedan a los Gobiernos y los bancos centrales para evitar un desastre?
"La capacidad de maniobra es limitada, pues las políticas monetarias y fiscales no dan más de sí", afirma Keith Wade, economista jefe de la gestora de activos Schroders. "Lo mejor que pueden hacer las autoridades para encarrilar la economía es seguir con una política monetaria laxa, utilizando métodos como el Quantitative Easing (la inyección de dinero en el sistema financiero a cargo de la Reserva Federal) o proporcionando liquidez al sistema bancario si es necesario". En la vertiente de política fiscal, agrega el experto, "conviene evitar el tipo de indecisión que ha marcado el debate en EE UU".
Una mayor coordinación de las políticas fiscales de los países de la zona euro ocupa un lugar destacado de la agenda para los próximos meses. El jefe de los liberales alemanes y ministro de Economía, Philipp Rösler, aboga por la creación de un consejo de estabilidad con capacidad para supervisar las políticas fiscales de los 17 países de la moneda única. El poderoso ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, se ha limitado a calificar de "interesante" la propuesta.
Una vez efectuados enormes recortes del gasto público, parece que la crisis está agotando la imaginación de las autoridades, como demuestran algunas medidas anunciadas en las últimas semanas para seguir reduciendo el déficit fiscal: Portugal ha aprobado un impuesto especial del 50% a la paga de Navidad; el Gobierno español quiere que las empresas incrementen el adelanto a cuenta del impuesto de sociedades; Italia ha puesto en marcha el copago sanitario...
El secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, ha descartado esta semana que el Gobierno español vaya a aplicar nuevas reformas fiscales, por considerar que con las medidas propuestas se alcanzarán los objetivos de déficit fijados para este año.
Limitar las ventas a corto, que permiten a los inversores apostar por la bajada de precio de un valor en Bolsa, es otro de los recursos que las autoridades tienen a su alcance. Varios países europeos, entre ellos España, suspendieron el jueves este tipo de operaciones especulativas -a las que muchos analistas culpan de buena parte de los males del mercado- sobre las acciones de los bancos. El efecto inmediato fue favorable y alivió algo el sufrimiento. Su eficacia a largo plazo está por ver.
Hay otros recursos, aunque de largo alcance y políticamente más complejos: la reforma del sistema financiero prometida por los líderes mundiales tras el estallido de la crisis, en 2008, no se ha hecho realidad, y las esperanzas de que la idea se retome pronto son escasas.
En EE UU, la Reserva Federal reconoció el martes su incapacidad para frenar una recaída de la economía, que crece al ritmo más lento desde la recesión de 2008-2009, con una tasa de paro enquistada en el 9%. El banco central estadounidense ha echado mano de todo su repertorio en los últimos años: ha recortado los tipos de interés a casi cero, ha comprado bonos y deuda hipotecaria por valor de 2,3 billones de dólares y ha puesto en marcha complejos mecanismos de rescate de instituciones financieras. En un intento de calmar el último brote de ansiedad en los mercados, su presidente, Ben Bernanke, ha prometido mantener los tipos de interés cercanos al cero al menos hasta 2013, una declaración de intenciones sin precedentes en la historia de la institución. Las dificultades para encontrar el camino correcto se hicieron también patentes en la reunión del Comité Abierto de la Reserva Federal, responsable de la política monetaria. Por primera vez desde que Bernanke asumió la dirección de la Fed, tres de sus siete miembros discreparon de la opinión mayoritaria.
El propio Barack Obama se dirigió a la nación poco después de que Standard & Poor's rebajase la nota crediticia de EE UU para asegurar que, diga lo que diga la agencia de calificación de riesgo, su país sigue teniendo la máxima solvencia. De poco sirvió la intervención del presidente. Así de crudo lo veía Dana Milibank, columnista del Washington Post: "El hombre más poderoso de la tierra parece extrañamente impotente e indeciso, mientras fuerzas mayores hacen caer a su país y a su presidencia".
Lo que sí parece descartado por ahora, tanto en Europa como en EE UU, es un incremento del gasto público para fomentar la creación de empleo y estimular la actividad económica. Fue lo que se hizo durante la Gran Recesión de 2008-2009, y funcionó, pero la mayoría de los Gobiernos se han quedado sin fondos y la austeridad, por ahora, sigue siendo el dogma a uno y otro lado del Atlántico. The New York Times censuraba el jueves esta actitud. "Una desacertada política de recortes presupuestarios", rezaba su editorial, "ha puesto a la Unión Europea y a EE UU en caminos que prolongarán su estancamiento económico y quizá los hagan caer en otra recesión". Keith Wade, de Schroders, opina que aquellos Gobiernos que aún puedan pedir dinero prestado deberían invertir en infraestructuras para generar empleo y aportar a la economía activos valiosos a largo plazo.
El BCE decidió no tocar los tipos de interés en su reunión del 4 de agosto, tras haberlos subido dos veces este año para atajar la inflación. ¿Repetirá el error de subirlos de nuevo, como hizo en 2008, cuando abundaban -como ahora- los indicios de que venían malos tiempos para la economía? Parece poco probable. De hecho, empiezan a oírse voces en favor de un recorte del precio del dinero antes de fin de año en vista de que la inflación ha caído a una media del 2,5% en la zona euro.
En manos de las autoridades europeas -las monetarias, pero sobre todo, las políticas- están la reactivación de la actividad económica y la salvación del euro. Las próximas semanas dirán si están a la altura.
Un lector del Financial Times alababa el otro día en una carta al director la figura de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de EE UU. Hamilton, recordaba el lector, forjó junto a su rival Thomas Jefferson un difícil consenso para que el Gobierno federal saldase las deudas asumidas para financiar la guerra por la independencia, evitando así que la nueva nación se declarase en suspensión de pagos nada más nacer. "¿Dónde está el Alexander Hamilton europeo?", se preguntaba el autor de la carta. Si alguien lo ha visto, que avise.
Madrid, El País
Miedo, confusión, volatilidad. Bastan tres palabras para describir lo sucedido en los mercados en la primera quincena de este tórrido agosto; lo difícil es saber con exactitud qué hay detrás de esos vaivenes, qué fuerzas mueven la montaña rusa emocional en que se han embarcado los inversores y, sobre todo, qué se puede hacer para cambiar una situación que recuerda cada vez más a la de 2008.
Agosto está siendo cruel: apenas ha dado una buena noticia para levantar los ánimos. Como si de una burla se tratara, las Bolsas han abierto muchos días al alza, para después caer a plomo con cualquier excusa. "De los muchos acontecimientos económicos del último mes, la caída en picado de los precios de las acciones ha sido, probablemente, el más preocupante", afirma una nota enviada por el banco de inversión Goldman Sachs a sus clientes.
El mes comenzó con la prima de riesgo de España e Italia por las nubes, reflejo del miedo a que ambos países no puedan pagar sus deudas. Volvía a hablarse de rescate como solución. Luego cayó una tormenta de malos datos económicos, que despertaron el temor a una nueva recesión en el mundo desarrollado. El oro, refugio en tiempos de incertidumbre, superó por primera vez la barrera de 1.800 dólares la onza. El viernes 5, casi con nocturnidad y alevosía, Standard & Poor's anunciaba la retirada de la calificación AAA a la deuda de EE UU por primera vez en 70 años. Nuevo batacazo en los mercados.
Después le tocó el turno a Francia. El presidente Nicolas Sarkozy tuvo que abandonar el miércoles la espléndida mansión de la Riviera donde veraneaba -propiedad de la familia de su esposa, Carla Bruni- y viajar a París para asistir a una reunión de urgencia con varios ministros de su Gabinete y el gobernador del Banco de Francia. El país comenzaba a sonar como próxima víctima de los mercados de deuda, y hubo rumores de que Standard & Poor's se disponía a rebajar su nota crediticia, todavía en el nivel más alto. De pronto se disparó la preocupación por la salud de los bancos franceses, especialmente de Société Générale, cuyas acciones recibieron un durísimo castigo.
Para frenar los ataques de los especuladores, el Banco Central Europeo (BCE) se decidió por fin a comprar bonos españoles e italianos. La decisión, que detuvo la sangría, fue adoptada in extremis -como viene siendo habitual en Europa desde el comienzo de la crisis financiera- tras lograrse el visto bueno de una reticente Alemania.
En medio de toda esta confusión, una certeza: nadie está a salvo, llámese EE UU, Francia o incluso Alemania. El índice de la Bolsa de Fráncfort es el que más ha bajado en estas dos últimas semanas (13,75%), por encima de los de Nueva York, Londres o Madrid. Al regresar a Berlín de sus vacaciones en el Tirol, la canciller Angela Merkel ha tenido que hacer frente a duras críticas de sus socios liberales del FPD y socialcristianos de la CSU, contrarios a la compra de deuda de países con problemas por parte de la autoridad monetaria europea. Mervin King, gobernador del Banco de Inglaterra, también fue duro con la decisión, por considerar que el BCE se ha extralimitado en sus competencias. "Un Banco Central no puede (...) ser un sustituto de la incapacidad para resolver los problemas fiscales de la zona euro", dijo King. "Eso es problema de los Gobiernos".
La profunda división sobre cuáles son las mejores herramientas para atajar la crisis es una muestra palpable de que, en tiempos difíciles como los que corren, los intereses partidistas y nacionales siguen estando por encima de los generales, tanto en Europa como en EE UU. La indecisión y la animosidad política son precisamente dos de los factores que más alimentan la incertidumbre en los mercados, como no se cansan de repetir los analistas.
Con una Francia debilitada por el lento crecimiento de su economía y el acoso de los mercados, Sarkozy y Merkel se verán el próximo martes en París para analizar los problemas de la eurozona. Ambos están obligados a enviar un mensaje contundente para calmar las aguas. El ataque de los especuladores ha dejado de afectar solo a la periferia europea y ha alcanzado el corazón del continente.
¿Qué más pueden hacer los líderes políticos? ¿Qué recursos disponibles les quedan a los Gobiernos y los bancos centrales para evitar un desastre?
"La capacidad de maniobra es limitada, pues las políticas monetarias y fiscales no dan más de sí", afirma Keith Wade, economista jefe de la gestora de activos Schroders. "Lo mejor que pueden hacer las autoridades para encarrilar la economía es seguir con una política monetaria laxa, utilizando métodos como el Quantitative Easing (la inyección de dinero en el sistema financiero a cargo de la Reserva Federal) o proporcionando liquidez al sistema bancario si es necesario". En la vertiente de política fiscal, agrega el experto, "conviene evitar el tipo de indecisión que ha marcado el debate en EE UU".
Una mayor coordinación de las políticas fiscales de los países de la zona euro ocupa un lugar destacado de la agenda para los próximos meses. El jefe de los liberales alemanes y ministro de Economía, Philipp Rösler, aboga por la creación de un consejo de estabilidad con capacidad para supervisar las políticas fiscales de los 17 países de la moneda única. El poderoso ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, se ha limitado a calificar de "interesante" la propuesta.
Una vez efectuados enormes recortes del gasto público, parece que la crisis está agotando la imaginación de las autoridades, como demuestran algunas medidas anunciadas en las últimas semanas para seguir reduciendo el déficit fiscal: Portugal ha aprobado un impuesto especial del 50% a la paga de Navidad; el Gobierno español quiere que las empresas incrementen el adelanto a cuenta del impuesto de sociedades; Italia ha puesto en marcha el copago sanitario...
El secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, ha descartado esta semana que el Gobierno español vaya a aplicar nuevas reformas fiscales, por considerar que con las medidas propuestas se alcanzarán los objetivos de déficit fijados para este año.
Limitar las ventas a corto, que permiten a los inversores apostar por la bajada de precio de un valor en Bolsa, es otro de los recursos que las autoridades tienen a su alcance. Varios países europeos, entre ellos España, suspendieron el jueves este tipo de operaciones especulativas -a las que muchos analistas culpan de buena parte de los males del mercado- sobre las acciones de los bancos. El efecto inmediato fue favorable y alivió algo el sufrimiento. Su eficacia a largo plazo está por ver.
Hay otros recursos, aunque de largo alcance y políticamente más complejos: la reforma del sistema financiero prometida por los líderes mundiales tras el estallido de la crisis, en 2008, no se ha hecho realidad, y las esperanzas de que la idea se retome pronto son escasas.
En EE UU, la Reserva Federal reconoció el martes su incapacidad para frenar una recaída de la economía, que crece al ritmo más lento desde la recesión de 2008-2009, con una tasa de paro enquistada en el 9%. El banco central estadounidense ha echado mano de todo su repertorio en los últimos años: ha recortado los tipos de interés a casi cero, ha comprado bonos y deuda hipotecaria por valor de 2,3 billones de dólares y ha puesto en marcha complejos mecanismos de rescate de instituciones financieras. En un intento de calmar el último brote de ansiedad en los mercados, su presidente, Ben Bernanke, ha prometido mantener los tipos de interés cercanos al cero al menos hasta 2013, una declaración de intenciones sin precedentes en la historia de la institución. Las dificultades para encontrar el camino correcto se hicieron también patentes en la reunión del Comité Abierto de la Reserva Federal, responsable de la política monetaria. Por primera vez desde que Bernanke asumió la dirección de la Fed, tres de sus siete miembros discreparon de la opinión mayoritaria.
El propio Barack Obama se dirigió a la nación poco después de que Standard & Poor's rebajase la nota crediticia de EE UU para asegurar que, diga lo que diga la agencia de calificación de riesgo, su país sigue teniendo la máxima solvencia. De poco sirvió la intervención del presidente. Así de crudo lo veía Dana Milibank, columnista del Washington Post: "El hombre más poderoso de la tierra parece extrañamente impotente e indeciso, mientras fuerzas mayores hacen caer a su país y a su presidencia".
Lo que sí parece descartado por ahora, tanto en Europa como en EE UU, es un incremento del gasto público para fomentar la creación de empleo y estimular la actividad económica. Fue lo que se hizo durante la Gran Recesión de 2008-2009, y funcionó, pero la mayoría de los Gobiernos se han quedado sin fondos y la austeridad, por ahora, sigue siendo el dogma a uno y otro lado del Atlántico. The New York Times censuraba el jueves esta actitud. "Una desacertada política de recortes presupuestarios", rezaba su editorial, "ha puesto a la Unión Europea y a EE UU en caminos que prolongarán su estancamiento económico y quizá los hagan caer en otra recesión". Keith Wade, de Schroders, opina que aquellos Gobiernos que aún puedan pedir dinero prestado deberían invertir en infraestructuras para generar empleo y aportar a la economía activos valiosos a largo plazo.
El BCE decidió no tocar los tipos de interés en su reunión del 4 de agosto, tras haberlos subido dos veces este año para atajar la inflación. ¿Repetirá el error de subirlos de nuevo, como hizo en 2008, cuando abundaban -como ahora- los indicios de que venían malos tiempos para la economía? Parece poco probable. De hecho, empiezan a oírse voces en favor de un recorte del precio del dinero antes de fin de año en vista de que la inflación ha caído a una media del 2,5% en la zona euro.
En manos de las autoridades europeas -las monetarias, pero sobre todo, las políticas- están la reactivación de la actividad económica y la salvación del euro. Las próximas semanas dirán si están a la altura.
Un lector del Financial Times alababa el otro día en una carta al director la figura de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de EE UU. Hamilton, recordaba el lector, forjó junto a su rival Thomas Jefferson un difícil consenso para que el Gobierno federal saldase las deudas asumidas para financiar la guerra por la independencia, evitando así que la nueva nación se declarase en suspensión de pagos nada más nacer. "¿Dónde está el Alexander Hamilton europeo?", se preguntaba el autor de la carta. Si alguien lo ha visto, que avise.