Copa Aerosur: Wilstermann revalidó su grandeza
José Vladimir Nogales
Cuando el disparo de Barba salió junto a un palo, el Capriles entró en erupción. Un atronador griterío sacudió las tribunas y desgarró la tibia noche invernal. Wilstermann volvía a hacer historia, consagrándose campeón del torneo de Invierno en el peor momento de su historia. Ganó el título de un certamen que reúne a los equipos más grandes del país (con la excepción de Aurora), que concentra al círculo privilegiado del fútbol boliviano. Y lo hizo, estando en segunda división. Podrá parecer contradictorio, extraño, surrealista, pero un equipo que milita en la segunda división es el campeón de un torneo de primera. Pero, con la historia como base, no debe extrañar a nadie que Wilstermann haya revalidado su grandeza, pues ése es el legado de los clubes grandes, los que edifican leyendas a cada golpe de tiempo.
Cierto es que nadie daba dos centavos por Wilstermann en esta competencia de pretemporada (removida al invierno por la reestructuración emprendida en el calendario), en la que no debía participar por la desgracia de haber descendido un escalón (aparte de las culpas que le corresponden, penalizado por un aberrante formato de competencia que no validó, para el promedio, los puntos que lo consagraron en la primera mitad de 2010). La dimisión de Real Mamoré le abrió las puertas, obligando a los organizadores a bajar del círculo elitista a San José para dar cabida a los rojos. Su presencia, no obstante, se esperaba fuese simplemente testimonial por no corresponder al nivel jerárquico de los habituales concurrentes. Pero quebró las previsiones y se consagró como el equipo grande que es y siempre fue.
En la batalla final, aguantó una agresiva arremetida de Aurora, que paró un ofensivo 4-3-3 para hacer pesar la potencia aérea de sus puntas (Villalba, Reinoso y Andaveris). Y si bien los pelotazos llevaban peligro sobre la defensa de los rojos, la reiteración de la fórmula y la ausencia de elaboración (carecían de un eje creativo), les restó sorpresa. Wilstermann tomó marcas individuales arriba y tapó las bandas con Bengolea sobre Segovia y desplazó a Christian Machado para cerrarle el paso a Galindo, dificultando así la segura provisión de balones al frente aéreo. La expulsión de Andaveris (por agresión sobre Melgar) alivió a los rojos, ante la disminución de la peligrosidad aérea de los celestes. De ese modo comenzó a tener más tiempo el balón.
Con el balón en su poder, Wilstermann ensayó un juego corto, de toque seguro, pero sin profundidad, debido a la fuerte marca sobre Amilcar Sánchez y la escasez de Diego Villarroel. La única pelota sacada en profundidad (un gran toque de Sánchez para Olmedo) terminó en la red de Lanz.
Para la segunda mitad, Aurora agregó a Sanjurjo al eje y transformó el juego del pelotazo por uno de circulación terrena, que comenzó a desarmar en el medio a un Wilstermann con escasa marca. Para colmo, el técnico Chacior hizo un cambio errado, que debilitó aún más a los rojos en el centro de campo: quitó a Christian Machado para dar entrada a Oliver Fernández. No ganó en potencia arriba, pero perdió mucha marca. Como los rojos no lograban sostener la pelota, Aurora reponía con insistencia su ofensiva. Fue así que llegó el empate, tras una arremetida: centro de Sanjurjo para el cabezazo de Limbert Méndez.
Aurora conservó el control del balón ante un Wilstermann (ya con Godoy en el campo) que no lograba armar un contragolpe. La tensión subsistió hasta el final del partido, derivando en una definición a penales que, de mucho tiempo, favoreció a Wilstermann. Justo en el momento crucial. Cuando más vale. Barba disparó afuera cuando debía anotar para extender la serie, aprovechando la displicencia con la que Godoy fue a liquidar el torneo con el penal consagratorio. El juvenil defensor disparó afuera y el hervor de las tribunas explotó como el magma de un volcán. Wilstermann volvió a hacer historia.
Cierto es que nadie daba dos centavos por Wilstermann en esta competencia de pretemporada (removida al invierno por la reestructuración emprendida en el calendario), en la que no debía participar por la desgracia de haber descendido un escalón (aparte de las culpas que le corresponden, penalizado por un aberrante formato de competencia que no validó, para el promedio, los puntos que lo consagraron en la primera mitad de 2010). La dimisión de Real Mamoré le abrió las puertas, obligando a los organizadores a bajar del círculo elitista a San José para dar cabida a los rojos. Su presencia, no obstante, se esperaba fuese simplemente testimonial por no corresponder al nivel jerárquico de los habituales concurrentes. Pero quebró las previsiones y se consagró como el equipo grande que es y siempre fue.
En la batalla final, aguantó una agresiva arremetida de Aurora, que paró un ofensivo 4-3-3 para hacer pesar la potencia aérea de sus puntas (Villalba, Reinoso y Andaveris). Y si bien los pelotazos llevaban peligro sobre la defensa de los rojos, la reiteración de la fórmula y la ausencia de elaboración (carecían de un eje creativo), les restó sorpresa. Wilstermann tomó marcas individuales arriba y tapó las bandas con Bengolea sobre Segovia y desplazó a Christian Machado para cerrarle el paso a Galindo, dificultando así la segura provisión de balones al frente aéreo. La expulsión de Andaveris (por agresión sobre Melgar) alivió a los rojos, ante la disminución de la peligrosidad aérea de los celestes. De ese modo comenzó a tener más tiempo el balón.
Con el balón en su poder, Wilstermann ensayó un juego corto, de toque seguro, pero sin profundidad, debido a la fuerte marca sobre Amilcar Sánchez y la escasez de Diego Villarroel. La única pelota sacada en profundidad (un gran toque de Sánchez para Olmedo) terminó en la red de Lanz.
Para la segunda mitad, Aurora agregó a Sanjurjo al eje y transformó el juego del pelotazo por uno de circulación terrena, que comenzó a desarmar en el medio a un Wilstermann con escasa marca. Para colmo, el técnico Chacior hizo un cambio errado, que debilitó aún más a los rojos en el centro de campo: quitó a Christian Machado para dar entrada a Oliver Fernández. No ganó en potencia arriba, pero perdió mucha marca. Como los rojos no lograban sostener la pelota, Aurora reponía con insistencia su ofensiva. Fue así que llegó el empate, tras una arremetida: centro de Sanjurjo para el cabezazo de Limbert Méndez.
Aurora conservó el control del balón ante un Wilstermann (ya con Godoy en el campo) que no lograba armar un contragolpe. La tensión subsistió hasta el final del partido, derivando en una definición a penales que, de mucho tiempo, favoreció a Wilstermann. Justo en el momento crucial. Cuando más vale. Barba disparó afuera cuando debía anotar para extender la serie, aprovechando la displicencia con la que Godoy fue a liquidar el torneo con el penal consagratorio. El juvenil defensor disparó afuera y el hervor de las tribunas explotó como el magma de un volcán. Wilstermann volvió a hacer historia.