Oslo: "La carnicería hará que la II Guerra Mundial sea un picnic"


La policía noruega confirma que Anders Behring Breivik es el autor de un manifiesto de 1.500 páginas publicado en Internet y de un vídeo ya retirado del portal YouTube.- No se descarta que el asesino tuviera un cómplice en la isla

Oslo, El País

La visión del mundo de Anders Breivik, el asesino de 85 jóvenes en la isla de Utoya, se funda según múltiples indicios en la islamofobia y el racismo. El canal TV2 de Bergen aseguraba anoche tener confirmación policial de que Breivik es el autor de un manifiesto de 1.500 páginas publicado en Internet, con el pseudónimo Andrew Berwik, poco antes de la explosión de la bomba que el viernes mató en Oslo a siete personas. Según TV2, Breivik es también autor de un vídeo de 12 minutos ya retirado del portal YouTube.com en el que ilustra la historia de los templarios y denuncia una supuesta invasión de Europa por parte de creyentes musulmanes. La policía de la capital noruega se negaba ayer a comentar si el mamotreto presuntamente escrito por Breivik y titulado 2082, una declaración de independencia europea fue una de las pruebas encontradas por los agentes durante su registro de la granja del detenido. Los reporteros de TV2 consultados por este periódico lo sostenían así esta madrugada.

Según recogen diversos medios internacionales, en el vídeo presuntamente editado por el autor de la matanza se enuncian una serie de amenazas contra los musulmanes y contra lo que se describe como "élites multiculturalistas de Europa", que se habrían negado a "transferir el poder" a la "revolución conservadora". Así que "la carnicería que se avecina" hará que la II Guerra Mundial "parezca un picnic". Firma como caballero templario y termina poniendo una fecha para lo que considera que será la "última aportación" escrita: un par de horas antes de que detonara la bomba que destrozó el centro de Oslo. Según diversos medios noruegos, el abogado de Breivik, Geir Lippestad, también dio credibilidad a estas publicaciones.

"Los jóvenes le suplicaban, él disparaba"

No doblegarse, mantenerse unidos, evitar el miedo. Es pronto para saber si las consignas del Gobierno noruego calarán entre los ciudadanos. Demasiado viva estaba ayer la sacudida por los 92 muertos. El país amaneció con el horror de que al menos 85 de sus jóvenes habían sido asesinados a sangre fría en un campamento de verano en la isla de Utoya. Tras el bombazo que mató a siete personas en el centro de Oslo y después de las primeras noticias de que la inusitada masacre había sido perpetrada por un noruego, las informaciones sumieron en la estupefacción al país escandinavo: el ultraderechista Anders Behring Breivik detonó la bomba de Oslo para asesinar conciudadanos y atacar al Gobierno, pero sobre todo como maniobra de distracción para ejecutar al mayor número posible de 700 adolescentes convocados a Utoya por el Partido Laborista. Primero les reunió -"acercaros tengo información importante", les dijo- y luego tuvo 90 minutos para recrearse en la matanza. "Este es vuestro último día, os voy a matar a todos, hijos del diablo", gritó.

"Los mataba como a perros", contaba temblando Edvard Fornes, de 16 años, uno de los supervivientes de la masacre, que se encontraba ayer acogido junto con otros en Sundvollen, el pueblo situado frente a la isla del horror.

La cara del muchacho al explicar el espanto del que fue testigo se corresponde bien con el aparente estado de Noruega. Con los brazos caídos, la actitud cortés y la mirada hundida tras unos párpados a media asta, que apenas expresaba otra cosa que absoluto pasmo, Edvard Fornes fue explicando en un excelente inglés cómo sobrevivió a la matanza de sus 85 compañeros de acampada. El chico no vio más que a un pistolero y no le cabe duda de que el tipo que le apuntó con un rifle es el mismo cuya foto ha publicado la policía: Anders Behring Breivik. "Solo que ahora lleva el pelo mucho más corto", comentó.

Edvard salvó su vida cruzando a nado los 700 metros que separan Utoya de tierra firme. Pese a su complexión atlética, puede decirse que tuvo suerte, porque el agua está muy fría y el asesino siguió disparando sobre los muchachos que huían a nado.

- ¿Cuántos amigos perdió en la matanza?

- Todavía no los he contado.

Fornes acompaña esta respuesta de un gesto estoico. Puede que vaya a ser el primer paso de la ingente labor que tiene por delante para digerir el horror vivido. Una labor más complicada aún de la que aguarda a sus conciudadanos de la pacífica Noruega que no vieron la masacre con sus propios ojos.

El pistolero fue detenido el mismo viernes. Según Sveinung Sponheim, segundo jefe de la policía de Oslo, Breivik, de 32 años, confesó ayer que había estado en Utoya y que había disparado. Su abogado, Geir Lippestad, declaró en varios medios noruegos, que su cliente creía que sus acciones eran "atroces" pero "necesarias".

Sobre sus motivos no hay más que cábalas. Se sabe, de momento, que mantenía contactos con grupos de ultraderecha noruegos. También, que disfrutaba de una licencia de armas para pistolas y rifles automáticos. Ataviado con un uniforme de policía, se valió de la impostura para perpetrar la matanza en Utoya. Según explicaron las autoridades, Breivik tiene una pequeña empresa agrícola para la cual se cree que pudo comprar el fertilizante artificial del que probablemente se sirvió para fabricar la bomba de Oslo y los artefactos que se han encontrado en la isla de Utoya. No está muy claro cómo fue arrestado: según la televisión noruega NRK, la policía lo redujo mediante gases lacrimógenos que lanzó desde el aire. Otras fuentes indican que él mismo dio por terminada la faena y se entregó voluntariamente a las fuezas del orden.

La isla de Utoya se encuentra muy próxima a la carretera que bordea el lago Tyrifjorden para unir Oslo con Bergen, la segunda ciudad noruega. Un grupo de lugareños comentaba ayer en Sundvollen que, en cuanto escucharon que el atentado con bomba en Oslo tenía un segundo acto en la pequeña isla, supieron que su autor era un noruego. No es Utoya un destino conocido fuera del país. Su minúscula extensión y su escasa infraestructura -un puñado de edificios y un embarcadero- limita su uso a las acampadas juveniles que cada año celebran allí las Juventudes del Partido Laborista (AP), las fuerza política que gobierna Noruega desde 2005. Ayer por la tarde, las aguas del Tyrifjorden reflejaban el gris del cielo vistas desde la pequeña localidad de Sundvollen.

En este idílico pueblo junto al lago se congregaban los supervivientes de la matanza, que, alojados en varios hoteles custodiados estrechamente por la policía, prestaban declaración y esperaban a que sus padres los recogieran para llevarlos a casa. El primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg, visitó la localidad para reunirse con las víctimas. Habló de "tragedia nacional" y de algo nunca visto desde la II Guerra Mundial.

En Noruega actúan grupos de ultraderecha que alcanzaron relativa fuerza hacia finales del siglo pasado. Estas organizaciones radicales, sin embargo, fueron perdiendo apoyos a medida que los ganaba el populista Partido del Progreso, que en 2005 se convirtió en la segunda fuerza política en el Parlamento de Oslo (Storting). Pese a que el asesino de Utoya comparte según diversos indicios muchos puntos de vista con el partido -como el que vincula al partido Laborista con "el marxismo internacional"-, actos como los del viernes suponen una absoluta novedad en la tranquila Noruega.

Los investigadores no descartaban ayer que Breivik contara con algún cómplice. Algunos testigos dijeron haber visto a dos hombres en la isla. No así Fornes, que lo tuvo "a diez metros de distancia". Cuando los muchachos huían despavoridos de las balas, el falso policía les gritaba: "Venid a jugar conmigo" y "no seáis tímidos". Cuando descubría a alguno escondido, Breivik lo mataba. Fornes contaba cómo encontró a un grupo de chicos parapetados en el campo, "que le suplicaron una y otra vez que les dejara vivir, pero él disparó sobre ellos una y otra vez."

La casa del joven superviviente Fornes, adonde se lo llevó su madre rescatándolo de los reporteros, se encuentra en Mo i Rana, muy al norte de Utoya. En los alrededores del lago Tyrifjorden, tomado por la prensa, no paraba ayer de llover. La policía montaba guardia en los hoteles donde se alojaban los jóvenes y alrededor de la isla, que apenas se podía vislumbrar desde la orilla de Sundvollen. El vivo paisaje verde contrasta con el rojo que tradicionalmente eligen los noruegos para pintar sus casas de madera con tejados a dos aguas.

Oslo estaba a su vez tomada por el Ejército. Sus menos de medio millón de habitantes comparten la perplejidad del superviviente y observan las tareas de reconstrucción con una aparente impasibilidad que les hace parecer turistas en su propia capital, que desde el viernes ya no es la misma. La zona destrozada por la bomba es de difícil acceso, porque los servicios de rescate siguen buscando cadáveres entre los escombros. Así que la gente se arremolina ante las cintas policiales, desde donde sacan fotos y observan cómo entran y salen los camiones de obras. Hombres y mujeres jóvenes, embutidos en uniformes militares y fuertemente armados, guardan las calles y los edificios más importantes. No tienen aspecto amenazador. Como Fornes, se dejan fotografiar con estoicismo.

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