La triste costumbre de explicar frustraciones


Daniel Arcucci
SANTA FE, Agencias
Uno no sabe si el cuerpo tiembla por el frío, que baja en forma de bruma helada sobre ese estadio que buscó la reconciliación toda la noche. O si tiembla, tal vez, por la incertidumbre que transmitió, también durante toda la noche, un equipo argentino que siempre bailó en los extremos del sueño y la pesadilla, desde sus individualidades extraordinarias hasta sus errores infantiles o a su funcionamiento precario. O tiembla, cómo no, por la emoción de un clásico rioplatense digno de su historia, imperfecto pero electrizante, con enormes atajadas de Muslera y de Romero, con fantásticas demostraciones de talento de Forlán y de Messi sin la coronación que siempre significa un gol.

Uno no sabe por qué tiembla y no quiere que esa duda se defina por penales, pero allí se llegó: si los triunfos maquillan defectos, las definiciones por penales le agregan épica a las victorias y les regalan la excusa del azar a la derrota. Y hay que huir de esa tentación.

El cuerpo tiembla, en realidad, por una frustración, una más, que vuelve a tener explicación. Como la tuvo la de Sudáfrica, hace un año nomás. Y la de Venezuela 2007, un poco más atrás, y la de Alemania 2006, la de Perú 2004, la de Japón-Corea 2002, la de Paraguay 99, la de Francia 98, la de Uruguay 95, la de Estados Unidos 94? Nos hemos acostumbrado, en todos estos años, a explicar derrotas, más o menos injustas, más o menos justificadas, pero siempre lacerantes.

Y ésta va más allá de las atajadas de Muslera, extendidas hasta la definición. Si se llegó hasta aquí fue porque se empezó como se empezó en La Plata, cuando la expresión futbolística invitó a recordar Sudáfrica y la inexistencia de un equipo, allá y acá. Si el empate con sabor a derrota ante Colombia fue una ratificación de aquella idea, el triunfo contra Costa Rica no fue más que una oportunidad para recuperar la sonrisa con cautela. Si la derrota emocional con Uruguay se toma livianamente como "una experiencia necesaria camino al gran objetivo, que es el Mundial" estaremos caminando otra vez por la cornisa.

Una vez más, se ha confiado en que la solución mágica llegará de la mano, o de los pies, de las individualidades. Todo se explica y se busca en ellas. Una vez más, se ha desperdiciado la posibilidad de contar con Lionel Messi, el mejor del mundo, as de espadas y espada de Damocles. Una vez más se ha demostrado que la falta de funcionamiento y de alternativas provoque que jugadores rindan incluso por debajo de sus posibilidades, como sucedió con Burdisso y con Milito en su infausta noche de Santa Fe. A Batista le pasó lo que a Maradona, a Maradona lo que a Basile y así sucesivamente, en un deterioro inexcusable.

"Por esto, por aquello, por lo otro. Hay que darle tiempo, que no sobra, pero los resultados ya van a llegar." Las explicaciones siempre están, pero ¿cuántos cachetazos más habrá que recibir para que se entienda que la selección nacional necesita una refundación?

Entradas populares