La Constitución de Mohamed VI logra un apoyo masivo

El 98% de los votantes respaldan las reformas del rey de Marruecos, que cede poder al Gobierno

Rabat, El País
El rey de Marruecos pidió hace dos semanas un "sí" masivo a la nueva Constitución y los marroquíes se lo dieron ayer en el referéndum. La participación superó la registrada en cualquiera de las elecciones de los 12 años de reinado de Mohamed VI y las papeletas de aprobación a la Carta Magna fueron abrumadoramente mayoritarias.

El 72,65% de los 13,1 millones de marroquíes inscritos en el censo —entre 7 y 8 millones de adultos no figuran en él— votaron o, según indican los medios oficiales, cumplieron con el "deber nacional" empezando por el propio soberano alauí. Y el 98,49% dijeron sí. Mohamed VI votó, por primera vez desde su entronización, en un colegio del acomodado barrio rabatí de Souissi acompañado por su hermano el príncipe Moulay Rachid.

El no a la Ley fundamental tan solo fue del 1,51%, según el ministro del Interior, Taieb Charkaoui. El dato no sorprende porque ninguna fuerza política defendía esa opción, mientras que los jóvenes del Movimiento 20 de febrero, pequeños partidos de izquierdas y una gran corriente islamista preconizaban el boicoteo de las urnas. Charkaoui aseguró que pudieron hacer campaña "con total libertad". Cuando el ministro tomó la palabra aún faltaba un 6% de los sufragios por escrutar.

La nueva Ley fundamental, que sustituirá a aprobada en 1996 durante el reinado de Hassan II, transfiere algunos de los poderes del rey al jefe del Gobierno, pero el monarca conserva buena parte de sus prerrogativas. Sigue siendo el Comendador de los Creyentes, el jefe máximo de las Fuerzas Armadas, preside el órgano que regula la Justicia, nombra a los magistrados y puede destituir a los ministros tras consultar con el jefe del Ejecutivo.

Para lograr esa afluencia, el Ministerio del Interior no ahorró esfuerzos. Sentada, bajo un sol de plomo, en la puerta del Liceo Averroes, en el barrio de Yacoub el Mansour, Fatiha, una septuagenaria, explica que vino a votar porque se lo pidió el mokadem [agente del Ministerio del Interior que tiene a su cargo una barriada]. "Pero ahora resulta que no puedo hacerlo", se lamenta, "porque no aparece mi tarjeta de elector", un documento requerido junto con el carnet de identidad. A su lado, Amina, también septuagenaria, asegura mientras se abanica para mitigar el calor sofocante, que acude a votar a Sidi Destour (Señor Constitución). "Me han dicho que vale la pena darle nuestro apoyo", añade convencida de que es una persona de carne y hueso antes de entrar en la cabina para introducir en el sobre una papeleta.

Ahmed Mansour, joven gerente de una pequeña empresa, insiste, en cambio, en la puerta del colegio Aboubakr Saadik, en el barrio de Mabella, que ha "leído dos veces la Constitución". "Por primera vez en mi vida, voy a votar", revela. "Lo hago porque es un paso adelante, porque contiene más aspectos positivos que negativos y porque hay que probar si sale bien".

Mucho más convencido estaba el veterano líder socialista Mohamed el Yazghi, que es ministro de Estado. "Esta Constitución es la culminación de nuestra lucha de más de 30 años por la democracia", afirmó sonriente a la salida del colegio Karrakchou. ¿No instaura un sistema aún alejado de las monarquías parlamentarias europeas?, le pregunta el periodista. "No vamos a imitar como simios otros modelos", responde. "Tenemos nuestra historia, nuestras especificidades".

El Ministerio del Interior ha controlado, sin interferencias, el desarrollo del referéndum, motivo por el cual los jóvenes contestatarios del Movimiento 20 de Febrero boicotean las urnas en vez de apostar por el no. Sus funcionarios o, si escasean, los del Ministerio de Educación, presiden las mesas de los colegios electorales en las que hay además tres representantes de los ciudadanos designados por los mokadem.

El presidente de la mesa 89 del colegio Imán Chafi, de Douar Haja, una barriada paupérrima, reconoce sin tapujos que dos de los tres representantes sentados junto a él "son analfabetos" y por eso carecen de la lista de electores. Son incapaces de leer los nombres de aquellos que han votado y poner al lado una cruz. Tampoco tomaron parte en el escrutinio, que empezó a las siete de la tarde, las ocho de la tarde en la Península.

Para ayudar a los analfabetos a votar las papeletas son de color diferente, el sí es blanco y el no es azul. Nadie hace ostentación del voto. Todos los electores a los que este corresponsal vio depositar su sufragio en la urna cogieron dos papeletas y entraron en la cabina para introducir una en el sobre. "Cobramos 600 dirhams extras por presidir una mesa", precisa Abdalá, funcionario del Gobierno Civil en el colegio Achbal el Fath de Temara, una ciudad pegada a Rabat. "Los representantes de los ciudadanos cobran 100 menos", señala, "y a todos nos traen desayuno y comida".

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