El asesino gritaba: "Acercaos, tengo información importante, acercaos"
Breivik atrajo a los jóvenes con el anzuelo de explicar el atentado en Oslo, luego los remató e intentó liquidar a los que nadaban hacia la costa
Oslo, El País
"Acercaos, tengo información importante, acercaos, no hay nada que temer". Con esas palabras Anders Behring Breivik, el autor de la matanza en el campamento juvenil de la isla de Utoya, trató de reunir al máximo número de personas. El pretexto: les iba a hablar del ataque sucedido poco antes en Oslo. A continuación, comenzó a disparar.
Elise, una adolescente de 15 años, se escondió tras una roca. "La gente corría como loca por todas partes. Él disparaba y disparaba", contó la joven a la agencia de noticias NTB.
No todos habían acudido a la llamada del ultraderechista Breivik. Algunos jóvenes se quedaron en las tiendas de campaña y en las duchas. Es el caso de la joven Khamshajiny Gunaratnam, Kamzy: "De repente vi a los chicos venir. Nos decían que nos escondiéramos. Corrían hasta el edificio principal. El sonido de los disparos cada vez se escuchaba más cerca".
"Me metí en el baño y puse el móvil en silencio. Lo guardé para no perderlo. Escuché las voces de algunos conocidos y salí. Pero todavía no había terminado. Salimos corriendo hacia el muelle. Tropezamos con los arbustos, éramos unas 15 o 20 personas", narra Kamzy en su blog y a la cadena británica BBC.
"Lo peor fue cuando nos enteramos de que el que disparaba estaba disfrazado de policía. ¡Maldita sea! ¿En quién podemos confiar entonces? Aun así, llamamos a la policía. Pero no llegaba. Le dije a mi amigo Munir que pidiera ayuda vía Facebook, quizás alguien que tuviera un barco podría ayudarnos". Los disparos se acercaban y a Kamzy y sus amigos no les quedó más remedio que nadar. Un joven les contó que muchos habían intentado salir a nado, pero que habían dado marcha atrás porque el agua estaba helada. Unos 500 metros separan la isla de la costa.
"Prefería morir ahogada que por un tiro. Lo siento. Me quité la ropa y empecé a nadar. Nadé. Más tarde supe que aquel hombre había disparado contra nosotros, nos había perseguido". Un barco salvó a Kamzy y la llevó a tierra firme. Otros 84 no tuvieron la misma suerte y murieron. Unos por disparos, otros ahogados.
En la isla había casi 700 jóvenes -la mayoría tenía entre 15 y 22 años-, que asistían al campamento del Partido Laborista. La reunión de los jóvenes militantes en Utoya no era inusual. La isla, que solo cuenta con una casa y apenas medio kilómetro de largo, es un enclave habitual para actos políticos.
Por los pelos se salvó Alba López, de 23 años. Como representante europea de la Nueva Revolución Socialista, el movimiento creado a raíz del 15-M, y miembro de las Juventudes Socialdemócratas de Suecia, tenía previsto asistir al campamento de Utoya. Finalmente no lo hizo por motivos laborales.
Su amiga Laura Söderlman, de 23 años, la llamó desde la playa y se lo narró en directo. "¡Han disparado a Ameelie; está muerta!", le gritó despavorida la joven militante sueca desde la isla. "Se escuchaba mucho ruido de fondo", cuenta la joven por teléfono.
Sin ser consciente de ello, Laura había visto al asesino antes de que comenzara el tiroteo. "Le vi cruzar la isla. Estaba sonriendo". No sospechó nada hasta que escuchó cómo Breivik comenzaba a gritar: "Hijos del diablo, este es vuestro último día". Y empezó a disparar indiscriminadamente.
La joven militante siente rabia. "No confío en la policía, no confío en mi país, no sé qué pensar. Estoy asustada y deseo venganza", cuenta.
"El ambiente entre las víctimas es muy raro. Se muestran muy felices y alegres, pero al instante cambian el semblante y empiezan a llorar. La alegría y la culpa de haber sobrevivido se mezclan. Es como una montaña rusa", relata Vivian Taulsen, portavoz de Cruz Roja en Noruega.
"Parece un videojuego. Una joven, por ejemplo, fue recogida por una embarcación en las inmediaciones de la isla. Cuando en la costa ve a un policía esperando, se pregunta angustiada si es real o no", relata Taulsen.
"La atmósfera es muy dramática, hay gente que acaba de perder a los suyos y junto a ellos ves a gente alegre por reencontrarse con sus seres queridos. Hay gente, por ejemplo, conmocionada que se pregunta cosas en apariencia tan insignificantes como dónde pueden estar sus zapatos", según la portavoz de la Cruz Roja noruega.
"El asesino se preocupó de recorrer la isla revisando bien todos los sitios, sin dejar nada atrás, intentando llevarse a todos por delante", explica Marie Melgaard, periodista del diario noruego DagBladet que durante 30 horas estuvo recopilando historias y reconstruyendo la matanza en la isla de Utoya.
"Escuchar a esos jóvenes es muy dramático, hablar con un niño de 16 años que ha nadado entre cuerpos sin vida... A la novia de otro chico le dispararon en el estómago y la tuvo que dejar atrás, es horrible. Creo que todavía no comprendo lo sucedido, es todo muy surrealista".
Oslo, El País
"Acercaos, tengo información importante, acercaos, no hay nada que temer". Con esas palabras Anders Behring Breivik, el autor de la matanza en el campamento juvenil de la isla de Utoya, trató de reunir al máximo número de personas. El pretexto: les iba a hablar del ataque sucedido poco antes en Oslo. A continuación, comenzó a disparar.
Elise, una adolescente de 15 años, se escondió tras una roca. "La gente corría como loca por todas partes. Él disparaba y disparaba", contó la joven a la agencia de noticias NTB.
No todos habían acudido a la llamada del ultraderechista Breivik. Algunos jóvenes se quedaron en las tiendas de campaña y en las duchas. Es el caso de la joven Khamshajiny Gunaratnam, Kamzy: "De repente vi a los chicos venir. Nos decían que nos escondiéramos. Corrían hasta el edificio principal. El sonido de los disparos cada vez se escuchaba más cerca".
"Me metí en el baño y puse el móvil en silencio. Lo guardé para no perderlo. Escuché las voces de algunos conocidos y salí. Pero todavía no había terminado. Salimos corriendo hacia el muelle. Tropezamos con los arbustos, éramos unas 15 o 20 personas", narra Kamzy en su blog y a la cadena británica BBC.
"Lo peor fue cuando nos enteramos de que el que disparaba estaba disfrazado de policía. ¡Maldita sea! ¿En quién podemos confiar entonces? Aun así, llamamos a la policía. Pero no llegaba. Le dije a mi amigo Munir que pidiera ayuda vía Facebook, quizás alguien que tuviera un barco podría ayudarnos". Los disparos se acercaban y a Kamzy y sus amigos no les quedó más remedio que nadar. Un joven les contó que muchos habían intentado salir a nado, pero que habían dado marcha atrás porque el agua estaba helada. Unos 500 metros separan la isla de la costa.
"Prefería morir ahogada que por un tiro. Lo siento. Me quité la ropa y empecé a nadar. Nadé. Más tarde supe que aquel hombre había disparado contra nosotros, nos había perseguido". Un barco salvó a Kamzy y la llevó a tierra firme. Otros 84 no tuvieron la misma suerte y murieron. Unos por disparos, otros ahogados.
En la isla había casi 700 jóvenes -la mayoría tenía entre 15 y 22 años-, que asistían al campamento del Partido Laborista. La reunión de los jóvenes militantes en Utoya no era inusual. La isla, que solo cuenta con una casa y apenas medio kilómetro de largo, es un enclave habitual para actos políticos.
Por los pelos se salvó Alba López, de 23 años. Como representante europea de la Nueva Revolución Socialista, el movimiento creado a raíz del 15-M, y miembro de las Juventudes Socialdemócratas de Suecia, tenía previsto asistir al campamento de Utoya. Finalmente no lo hizo por motivos laborales.
Su amiga Laura Söderlman, de 23 años, la llamó desde la playa y se lo narró en directo. "¡Han disparado a Ameelie; está muerta!", le gritó despavorida la joven militante sueca desde la isla. "Se escuchaba mucho ruido de fondo", cuenta la joven por teléfono.
Sin ser consciente de ello, Laura había visto al asesino antes de que comenzara el tiroteo. "Le vi cruzar la isla. Estaba sonriendo". No sospechó nada hasta que escuchó cómo Breivik comenzaba a gritar: "Hijos del diablo, este es vuestro último día". Y empezó a disparar indiscriminadamente.
La joven militante siente rabia. "No confío en la policía, no confío en mi país, no sé qué pensar. Estoy asustada y deseo venganza", cuenta.
"El ambiente entre las víctimas es muy raro. Se muestran muy felices y alegres, pero al instante cambian el semblante y empiezan a llorar. La alegría y la culpa de haber sobrevivido se mezclan. Es como una montaña rusa", relata Vivian Taulsen, portavoz de Cruz Roja en Noruega.
"Parece un videojuego. Una joven, por ejemplo, fue recogida por una embarcación en las inmediaciones de la isla. Cuando en la costa ve a un policía esperando, se pregunta angustiada si es real o no", relata Taulsen.
"La atmósfera es muy dramática, hay gente que acaba de perder a los suyos y junto a ellos ves a gente alegre por reencontrarse con sus seres queridos. Hay gente, por ejemplo, conmocionada que se pregunta cosas en apariencia tan insignificantes como dónde pueden estar sus zapatos", según la portavoz de la Cruz Roja noruega.
"El asesino se preocupó de recorrer la isla revisando bien todos los sitios, sin dejar nada atrás, intentando llevarse a todos por delante", explica Marie Melgaard, periodista del diario noruego DagBladet que durante 30 horas estuvo recopilando historias y reconstruyendo la matanza en la isla de Utoya.
"Escuchar a esos jóvenes es muy dramático, hablar con un niño de 16 años que ha nadado entre cuerpos sin vida... A la novia de otro chico le dispararon en el estómago y la tuvo que dejar atrás, es horrible. Creo que todavía no comprendo lo sucedido, es todo muy surrealista".