Análisis: Bolivia se asfixió sin fútbol ante un rival superior
José Vladimir Nogales
Colombia venció convincentemente (2-0) a Bolivia en un partido al que le sobró la segunda mitad. La descoordinación con la que el equipo de Quinteros saltó al césped le costó recibir el primer gol a los 14 minutos de partido, con fallo incluido de hasta tres de sus defensas, que no lograron interceptar un pase filtrado de Dayro Moreno ni evitar la fuga, a sus espaldas, de Radamel Falcao. El segundo fallo defensivo llegó al borde de la media hora de juego: patética colisión de dos defensas en la banda, profunda penetración de Armero y torpe infracción de Santos Amador. Falcao, de penal, colocó un 2-0 que, a esa altura, parecía indescontable. Y lo fue.
Tras el descanso, poco que destacar. Bolillo Gómez comenzó a retirar efectivos pensando en el compromiso de cuartos de final (cuyo rival desconoce), permitiendo, engañosamente, que Bolivia tuviese el balón. La idea, elemental, era ilusionar al rival con una posesión diáfana, estimulado por su apetito de victoria, e inducirlo a abrirse para, fruto de sus inocultables carencias en el manejo del balón, emboscarlos y fabricar letales contragolpes. Así sucedió. Pero Colombia, que atesora mucha pólvora, no acertó en el blanco.
Los colombianos habían cuajado, la semana anterior, un enorme rendimiento ante los dueños de casa, pero sin gol. Bolivia, que llegaba con bajas importantes como Gutiérrez, Flores y Rivero, se había enfrentado tres veces a Colombia en los últimos siete años, con un bagaje de dos derrotas y un empate. Para la ocasión, los hombres de Quinteros, que recibieron un repaso de órdago la semana pasada ante Costa Rica, llegaban a Santa Fe con el objetivo de ahogar la medular colombiana y hacerse con el control del esférico, objetivo que parecía lograr en el primer tramo de la batalla, apretando arriba y manejando el balón.
Colombia dio la impresión de sentirse cómodo sobre el césped, pese a la presión que Bolivia ejercía sobre el centro, y se conformó con esperar a ver las intenciones de su rival. Necesitado como estaba, el cuadro verde se plantó muy arriba, dejando mucho espacio a espaldas de una remendada línea de zaga. Y eso ante un cuadro con calificada variedad de recursos es muy arriesgado. No sólo era imprescindible una extraordinaria coordinación en el escalonamiento, también exigía un movimiento estratégico que Quinteros omitió: sobraban defensas para controlar a Falcao (cuatro en línea para tomar a uno, es un despilfarro de efectivos) y faltaba personal para combatir en la medular, donde Colombia atesoraba todo su poder. Las consecuencias de tan comprometedora apuesta tardaron en llegar tan sólo 14 minutos, el tiempo que Dayro Moreno (sin marca de izquierda hacia el centro) tardó en cruzar una diagonal que recogió Falcao al borde del área, con amplio terreno baldío para ir a buscar.
El tanto del jugador del Porto llenó de desánimo a los bolivianos y acabó desarbolando al equipo, que entregó definitivamente el control de la pelota. La mala puntería colombiana y algunas intervenciones de Arias lograron mantener la diferencia mínima en el marcador por otro cuarto de hora.
A la hora de jugar, Bolivia tropezó con las dificultades de costumbre: deficiente circulación, imprecisión, escasa movilidad y carencia de un conductor, de un eje rector. Ante esa realidad, cuando imperioso resultaba purificar la salida, incluyendo un volante mixto en el doble pivote, el entrenador apuntó a dos medios centros de marca. Lo cierto es que Robles y García cumplieron con corrección, sobre todo en defensa, pero fueron incapaces de darle al juego un toque diferenciador. Bolivia, sin un claridad constructiva en el primer pase, intentó progresar por las bandas, afrontando utópicas batallas de uno contra uno sin el respaldo de un bloque desgajado, incapaz de ofrecer opciones de descarga. Con Carlos Sánchez –el medio centro del esquema colombiano- ejerciendo de hombre-tranquera, inevitablemente todas las maniobras bolivianas acabaron enredándose en las alambradas.
Los colombianos habían cuajado, la semana anterior, un enorme rendimiento ante los dueños de casa, pero sin gol. Bolivia, que llegaba con bajas importantes como Gutiérrez, Flores y Rivero, se había enfrentado tres veces a Colombia en los últimos siete años, con un bagaje de dos derrotas y un empate. Para la ocasión, los hombres de Quinteros, que recibieron un repaso de órdago la semana pasada ante Costa Rica, llegaban a Santa Fe con el objetivo de ahogar la medular colombiana y hacerse con el control del esférico, objetivo que parecía lograr en el primer tramo de la batalla, apretando arriba y manejando el balón.
Colombia dio la impresión de sentirse cómodo sobre el césped, pese a la presión que Bolivia ejercía sobre el centro, y se conformó con esperar a ver las intenciones de su rival. Necesitado como estaba, el cuadro verde se plantó muy arriba, dejando mucho espacio a espaldas de una remendada línea de zaga. Y eso ante un cuadro con calificada variedad de recursos es muy arriesgado. No sólo era imprescindible una extraordinaria coordinación en el escalonamiento, también exigía un movimiento estratégico que Quinteros omitió: sobraban defensas para controlar a Falcao (cuatro en línea para tomar a uno, es un despilfarro de efectivos) y faltaba personal para combatir en la medular, donde Colombia atesoraba todo su poder. Las consecuencias de tan comprometedora apuesta tardaron en llegar tan sólo 14 minutos, el tiempo que Dayro Moreno (sin marca de izquierda hacia el centro) tardó en cruzar una diagonal que recogió Falcao al borde del área, con amplio terreno baldío para ir a buscar.
El tanto del jugador del Porto llenó de desánimo a los bolivianos y acabó desarbolando al equipo, que entregó definitivamente el control de la pelota. La mala puntería colombiana y algunas intervenciones de Arias lograron mantener la diferencia mínima en el marcador por otro cuarto de hora.
A la hora de jugar, Bolivia tropezó con las dificultades de costumbre: deficiente circulación, imprecisión, escasa movilidad y carencia de un conductor, de un eje rector. Ante esa realidad, cuando imperioso resultaba purificar la salida, incluyendo un volante mixto en el doble pivote, el entrenador apuntó a dos medios centros de marca. Lo cierto es que Robles y García cumplieron con corrección, sobre todo en defensa, pero fueron incapaces de darle al juego un toque diferenciador. Bolivia, sin un claridad constructiva en el primer pase, intentó progresar por las bandas, afrontando utópicas batallas de uno contra uno sin el respaldo de un bloque desgajado, incapaz de ofrecer opciones de descarga. Con Carlos Sánchez –el medio centro del esquema colombiano- ejerciendo de hombre-tranquera, inevitablemente todas las maniobras bolivianas acabaron enredándose en las alambradas.
Al ver el atasco, Campos fue el único que dio muestras de frustración y procuró ponerle remedio bajando a construir él mismo. Tiró diagonales y se descolgó para asociarse con los volantes y el huérfano Martins. Recorrió varios kilómetros intentando encender la chispa. Pero no hubo caso.
De contragolpe, Colombia buscó la yugular de Bolivia con llegadas por todos los flancos, con Freddy Guarín (luego Cuadrado) como cerebro en la medular, sin las interferencias que genera el doble pivote para demostrar que, ante casi todos los rivales de este campeonato, a Hernán Darío Gómez le sobra con un pilar defensivo por delante de la defensa. Pero, ante una coyuntura tan favorable, retirar a Dayro Moreno (el extremo izquierdo) supuso sumar poder a la ofensiva (ingresó Rodallega, desarmando el 4-1-4-1 por un convencional 4-4-2) y comprar munición para aumentar el alcance de su artillería.
A Bolivia de nada le sirvió cambiar de atacantes (ingresó Pedriel con más rodaje que Martins en su club), poner dos puntas (se sumó Alcides Peña), agregar a un volante con mayor manejo y capacidad conductiva (Joselito Vaca) y tener un buen rato la pelota. Apenas tuvo remate y no supo defender las acciones desequilibrantes de Colombia, sereno en un partido que definía una impensada clasificación como primero de grupo.
Bolivia volvió a fracasar en una contienda internacional. Y fracasó porque no tuvo fútbol, aunque Quinteros diga lo contrario.