Tenis: Schiavone-Li, por la gloria en París
París, Agencias
La italiana Francesca Schiavone defenderá el sábado su título de campeona de Roland Garros, en una final de veteranas en la que intentará imponerse a la pujanza china de Na Li, que llevó el tenis de su país hasta lugares nunca antes alcanzados.
La italiana, al borde de cumplir 31 años, cree que "como el vino, cuando más vieja mejor". La china, que suma 29, se muestra reacia a identificarse como veterana, con una sonrisa entre la ingenuidad y el infantilismo.
"No soy mayor. ¿Por qué cree que soy mayor? Todavía me siento joven", dice la mejor jugadora china de la historia, que peleará por segunda vez una final de un "grande", tras perder en la última definición del Abierto de Australia, contra la belga Kim Clijsters.
Aunque Li se resista a reconocerlo, la del sábado en el estadio Philippe Chatrier (13.00 GMT) será la segunda final más añeja de Roland Garros en la era abierta al profesionalismo, desde que en 1986 la estadounidense de origen checo Martina Navratilova derrotó a su compatriota Chris Evert sobre la arcilla de París.
Schiavone, quinta cabeza de serie, más desenvuelta que su rival en las ruedas de prensa, cree que tener a dos jugadoras experimentadas en la final "es bueno, no sólo para el tenis, sino también para las jugadoras jóvenes que están llegando" al circuito.
Aunque la estadística entre ambas es salomónica, con dos victorias para cada jugadora, la jugadora de Milán tendrá la ventaja psicológica de haber derrotado a la de Wuhan, sexta preclasificada en París, en la segunda ronda del último Grand Slam de París, que terminaría ganando frente a la australiana Samantha Stosur.
"Creo que daré un paseo y luego descansaré un poco, recibiré algo de fisioterapia", comentó la italiana sobre sus planes en el día libre. "Comeré, compartiré con amigos. Nada especial. Por ahora no pienso en Li. De eso me preocuparé el sábado", admitió la defensora del título galo.
Li, primera jugadora de su país en lograr un título del circuito WTA (Guangzhou, en 2004), tiene revés a dos manos, fortaleza mental para remontar los partidos y una paleta de golpes más copiosa que Schiavone, que juega con revés a una mano y sazona sus liftadas, cortadas y paralelos con grandes dosis de casta y entrega.
Diestras y en torno a la treintena, Shchiavone y Na Li comparten, además, un tardío despertar tenístico. La italiana, contra todo pronóstico, sumó el año pasado su primer título de Grand Slam, después de diez años como profesional, en los que sólo había logrado otros dos trofeos menores.
Por su parte, Li, hija de un aficionado al badminton y formada como jugadora al calor de los programas para jóvenes deportistas del Gobierno de Beijing, decidió en 2008 darle un giro a su carrera. Tras años de desencuentros y reconciliaciones parciales con el Equipo Nacional Chino, Li cerró las puertas de la federación china. O, al menos, las entornó.
"El Gobierno me patrocinó mucho. Me pagaron al entrenador, los viajes... me lo pagaron todo" y "todavía, si lo necesito, le pido a la federación que me consiga un visado" porque "aún tenemos buena comunicación", asegura una jugadora que reconoce la importancia de que unos 40 millones de compatriotas siguieran su semifinal por televisión.
Schiavone, que como cualquier otra jugadora del mundo no cuenta con semejante imperio de aficionados apoyándola, también siente que los suyos la llevan en volandas. "Por supuesto, no somos millones y millones como en China porque en total somos.. ¿Cuántos somos? ¿70 millones? Sí, 70 millones", dice convencida, a la que el subconsciente le hace inventarse 10 millones de aficionados más de lo 60 millones que podrán animarla.
Y es que sobre la arcilla, todas las armas sirven. La cabeza y los ánimos, también. "El cerebro, el corazón, el cuerpo... todo lo que tienes", dice "Schivo", que tendrá que zafarse de los demoledores engranajes de la estadística, que juegan en su contra porque desde la victoria de Justine Henin en 2007, ninguna campeona ha conseguido revalidar título en París.
"Después que gané el Abierto de Francia el año pasado, aumentó mucho la cantidad de gente que se inscribió en clubes de tenis, niños y jóvenes. Eso es algo bueno", comentó Schiavone, quien no obtiene un certamen desde justamente París de 2010.
Mientras tanto, Li avisa de que llega con más sabiduría y con menos presión. "Melbourne fue mi primera vez en una final grande. Ahora tengo la experiencia y creo que puedo hacerlo mejor", asegura la tenista, que puede desatar la locura entre los más de 1.300 millones de chinos que aún no saben lo que es ver a uno de los suyos proclamarse campeón en un Grand Slam en singles.
"El tenis es un deporte que se pasa por alto en China", comentó la subcampeona del Abierto de Australia. "Así que espero que aumente su popularidad en China y que tenga más fanáticos", agregó Li.
En el camino hasta la final, Schiavone cedió dos sets en sus seis victorias, mientras que Li también perdió apenas dos parciales en sus seis triunfos.
La italiana Francesca Schiavone defenderá el sábado su título de campeona de Roland Garros, en una final de veteranas en la que intentará imponerse a la pujanza china de Na Li, que llevó el tenis de su país hasta lugares nunca antes alcanzados.
La italiana, al borde de cumplir 31 años, cree que "como el vino, cuando más vieja mejor". La china, que suma 29, se muestra reacia a identificarse como veterana, con una sonrisa entre la ingenuidad y el infantilismo.
"No soy mayor. ¿Por qué cree que soy mayor? Todavía me siento joven", dice la mejor jugadora china de la historia, que peleará por segunda vez una final de un "grande", tras perder en la última definición del Abierto de Australia, contra la belga Kim Clijsters.
Aunque Li se resista a reconocerlo, la del sábado en el estadio Philippe Chatrier (13.00 GMT) será la segunda final más añeja de Roland Garros en la era abierta al profesionalismo, desde que en 1986 la estadounidense de origen checo Martina Navratilova derrotó a su compatriota Chris Evert sobre la arcilla de París.
Schiavone, quinta cabeza de serie, más desenvuelta que su rival en las ruedas de prensa, cree que tener a dos jugadoras experimentadas en la final "es bueno, no sólo para el tenis, sino también para las jugadoras jóvenes que están llegando" al circuito.
Aunque la estadística entre ambas es salomónica, con dos victorias para cada jugadora, la jugadora de Milán tendrá la ventaja psicológica de haber derrotado a la de Wuhan, sexta preclasificada en París, en la segunda ronda del último Grand Slam de París, que terminaría ganando frente a la australiana Samantha Stosur.
"Creo que daré un paseo y luego descansaré un poco, recibiré algo de fisioterapia", comentó la italiana sobre sus planes en el día libre. "Comeré, compartiré con amigos. Nada especial. Por ahora no pienso en Li. De eso me preocuparé el sábado", admitió la defensora del título galo.
Li, primera jugadora de su país en lograr un título del circuito WTA (Guangzhou, en 2004), tiene revés a dos manos, fortaleza mental para remontar los partidos y una paleta de golpes más copiosa que Schiavone, que juega con revés a una mano y sazona sus liftadas, cortadas y paralelos con grandes dosis de casta y entrega.
Diestras y en torno a la treintena, Shchiavone y Na Li comparten, además, un tardío despertar tenístico. La italiana, contra todo pronóstico, sumó el año pasado su primer título de Grand Slam, después de diez años como profesional, en los que sólo había logrado otros dos trofeos menores.
Por su parte, Li, hija de un aficionado al badminton y formada como jugadora al calor de los programas para jóvenes deportistas del Gobierno de Beijing, decidió en 2008 darle un giro a su carrera. Tras años de desencuentros y reconciliaciones parciales con el Equipo Nacional Chino, Li cerró las puertas de la federación china. O, al menos, las entornó.
"El Gobierno me patrocinó mucho. Me pagaron al entrenador, los viajes... me lo pagaron todo" y "todavía, si lo necesito, le pido a la federación que me consiga un visado" porque "aún tenemos buena comunicación", asegura una jugadora que reconoce la importancia de que unos 40 millones de compatriotas siguieran su semifinal por televisión.
Schiavone, que como cualquier otra jugadora del mundo no cuenta con semejante imperio de aficionados apoyándola, también siente que los suyos la llevan en volandas. "Por supuesto, no somos millones y millones como en China porque en total somos.. ¿Cuántos somos? ¿70 millones? Sí, 70 millones", dice convencida, a la que el subconsciente le hace inventarse 10 millones de aficionados más de lo 60 millones que podrán animarla.
Y es que sobre la arcilla, todas las armas sirven. La cabeza y los ánimos, también. "El cerebro, el corazón, el cuerpo... todo lo que tienes", dice "Schivo", que tendrá que zafarse de los demoledores engranajes de la estadística, que juegan en su contra porque desde la victoria de Justine Henin en 2007, ninguna campeona ha conseguido revalidar título en París.
"Después que gané el Abierto de Francia el año pasado, aumentó mucho la cantidad de gente que se inscribió en clubes de tenis, niños y jóvenes. Eso es algo bueno", comentó Schiavone, quien no obtiene un certamen desde justamente París de 2010.
Mientras tanto, Li avisa de que llega con más sabiduría y con menos presión. "Melbourne fue mi primera vez en una final grande. Ahora tengo la experiencia y creo que puedo hacerlo mejor", asegura la tenista, que puede desatar la locura entre los más de 1.300 millones de chinos que aún no saben lo que es ver a uno de los suyos proclamarse campeón en un Grand Slam en singles.
"El tenis es un deporte que se pasa por alto en China", comentó la subcampeona del Abierto de Australia. "Así que espero que aumente su popularidad en China y que tenga más fanáticos", agregó Li.
En el camino hasta la final, Schiavone cedió dos sets en sus seis victorias, mientras que Li también perdió apenas dos parciales en sus seis triunfos.