¿Nueva confederación Perú-Boliviana?
Lima, Agencias
A pocas horas de asegurar su victoria electoral, Humala anunciaba explícitamente su alejamiento de Chávez - y de su alianza bolivariana para los pueblos de América, abrazando el pragmatismo y compromiso social de los gobiernos de Lula, Bachelet y Mujica.
El llamado del presidente electo peruano - a revivir los sueños de reunificación de Perú y Bolivia - estaba probablemente destinado a resucitar parte de la esencia de una candidatura - que en menos de un mes - se despojó de la posición anti sistémica que posibilitó su victoria parcial entre tantas alternativas que prometían más de lo mismo.
No obstante el entusiasmo de los sectores más radicales, el triunfo definitivo de Ollanta Humala - en la segunda vuelta del 5 de junio – contribuyó a reivindicar la fortaleza del actual modelo económico.
A pocas horas de asegurar su victoria electoral, Humala anunciaba explícitamente su alejamiento de Chávez - y de su alianza bolivariana para los pueblos de América, abrazando el pragmatismo y compromiso social de los gobiernos de Lula, Bachelet y Mujica.
Entre tanta conversión, la visita a Bolivia creó el momento propicio para acordarse del 31% de voto duro que Humala alcanzó en una primera vuelta. Con el declarado compromiso de Ollanta Humala de trabajar por una reunificación de ambos países, la memoria de la fallida Confederación Perú-Boliviana rebrota, apelando al etnicismo, a una unión de dos estados que - en gran medida - comparten un patrón cultural, histórico y racial. El deseo de unificar a Perú y Bolivia invita inevitablemente al nacionalismo - y con ello - a la exclusión de otros que no comparten el mismo relato e intereses.
Lo que Humala parece desatender es que la eventual fusión peruano-boliviana, no solo excluiría a los estados que no compartan sus fronteras. Las coincidencias étnicas y culturales no son - en absoluto - garantía de concomitancia de intereses en un plano nada despreciable, como el económico.
Históricamente, los planes de reunificación de Perú y Bolivia tampoco han contado con la aprobación masiva de sus propios destinatarios. Por cierto, la fallida Confederación Perú-Boliviana generó una gran división dentro de Perú, creándose un ejército restaurador entre el ejército chileno y soldados peruanos que se oponían a la creación de la confederación. La derrota militar en la épica Batalla de Yungay fue demoledora para las pretensiones de quienes buscaban la unión del alto y bajo Perú.
Casi doscientos años después, a los grandes conflictos y polarización - que la política de Evo Morales genera dentro de Bolivia - se sumaría una resistencia no menor al interior de un país como Perú, en el que las zonas urbanas y rurales se muestran diametralmente afectadas por la globalización y el fortalecimiento del modelo económico vigente.
Ciertamente, Humala necesita de un relato que mantenga el entusiasmo de una base electoral radical, pero robusta y clave para la conformación de una base parlamentaria de su gobierno. Esto obliga a países vecinos y con disputas limítrofes - como Chile – a adoptar una línea igualmente pragmática y entender una retórica más confrontacional - de parte del gobierno de Humala – simplemente como necesario para su propia viabilidad interna.
A pocas horas de asegurar su victoria electoral, Humala anunciaba explícitamente su alejamiento de Chávez - y de su alianza bolivariana para los pueblos de América, abrazando el pragmatismo y compromiso social de los gobiernos de Lula, Bachelet y Mujica.
El llamado del presidente electo peruano - a revivir los sueños de reunificación de Perú y Bolivia - estaba probablemente destinado a resucitar parte de la esencia de una candidatura - que en menos de un mes - se despojó de la posición anti sistémica que posibilitó su victoria parcial entre tantas alternativas que prometían más de lo mismo.
No obstante el entusiasmo de los sectores más radicales, el triunfo definitivo de Ollanta Humala - en la segunda vuelta del 5 de junio – contribuyó a reivindicar la fortaleza del actual modelo económico.
A pocas horas de asegurar su victoria electoral, Humala anunciaba explícitamente su alejamiento de Chávez - y de su alianza bolivariana para los pueblos de América, abrazando el pragmatismo y compromiso social de los gobiernos de Lula, Bachelet y Mujica.
Entre tanta conversión, la visita a Bolivia creó el momento propicio para acordarse del 31% de voto duro que Humala alcanzó en una primera vuelta. Con el declarado compromiso de Ollanta Humala de trabajar por una reunificación de ambos países, la memoria de la fallida Confederación Perú-Boliviana rebrota, apelando al etnicismo, a una unión de dos estados que - en gran medida - comparten un patrón cultural, histórico y racial. El deseo de unificar a Perú y Bolivia invita inevitablemente al nacionalismo - y con ello - a la exclusión de otros que no comparten el mismo relato e intereses.
Lo que Humala parece desatender es que la eventual fusión peruano-boliviana, no solo excluiría a los estados que no compartan sus fronteras. Las coincidencias étnicas y culturales no son - en absoluto - garantía de concomitancia de intereses en un plano nada despreciable, como el económico.
Históricamente, los planes de reunificación de Perú y Bolivia tampoco han contado con la aprobación masiva de sus propios destinatarios. Por cierto, la fallida Confederación Perú-Boliviana generó una gran división dentro de Perú, creándose un ejército restaurador entre el ejército chileno y soldados peruanos que se oponían a la creación de la confederación. La derrota militar en la épica Batalla de Yungay fue demoledora para las pretensiones de quienes buscaban la unión del alto y bajo Perú.
Casi doscientos años después, a los grandes conflictos y polarización - que la política de Evo Morales genera dentro de Bolivia - se sumaría una resistencia no menor al interior de un país como Perú, en el que las zonas urbanas y rurales se muestran diametralmente afectadas por la globalización y el fortalecimiento del modelo económico vigente.
Ciertamente, Humala necesita de un relato que mantenga el entusiasmo de una base electoral radical, pero robusta y clave para la conformación de una base parlamentaria de su gobierno. Esto obliga a países vecinos y con disputas limítrofes - como Chile – a adoptar una línea igualmente pragmática y entender una retórica más confrontacional - de parte del gobierno de Humala – simplemente como necesario para su propia viabilidad interna.