La Unión Europea sigue atada de pies y manos

Pobres resultados de la cumbre en momentos de máxima tensión con Grecia

Bruselas, El País

La Unión Europea se está especializando en celebrar cumbres con las manos atadas. La reunión de los líderes europeos de los pasados jueves y viernes dejó muy mal sabor de boca: no despejó ninguna incógnita sobre el futuro de Grecia y el euro. Ya lo había advertido la canciller alemana Ángela Merkel unas horas antes del encuentro. Pero los Consejos Europeos generan grandes expectativas y siempre se espera algún tipo de avance. Esta vez no hubo más que una repetición de las promesas de los ministros de Economía el pasado 20 de junio en Luxemburgo. Entonces se dejó todo en manos de Grecia y se fijaron las fechas del 3 y 11 de julio como límites para la toma de decisiones que permitan dar luz verde a las ayudas de la UE y el FMI.

La consecuencia es que Europa permanece paralizada dejando todo el peso de la resolución de la crisis que amenaza el euro en manos de los diputados griegos, que la próxima semana deberán aprobar un nuevo plan de ajuste para seguir recibiendo el apoyo internacional. Una exagerada carga sobre las espaldas de Grecia que permite dejar libre de culpa a la banca. Desde que estalló la crisis de la deuda soberana a finales de 2009 en Grecia, la amenaza de la suspensión de pagos no ha cesado de extenderse. En noviembre pasado alcanzó a Irlanda, en abril a Portugal y ahora, con España e Italia en el disparadero, ya es el euro el que está en cuestión, como reconocen abiertamente los mismos líderes.

"Hay voluntad para salvar el euro", clamaba el presidente francés Nicolas Sarkozy. Desde las más altas instancias europeas se reconoce que la Unión "está comprometida en una guerra", sin precisar demasiado al enemigo. Mientras que Merkel se limita a decir que es "bastante optimista", partiendo de la base de que los griegos harán todo lo posible para sacar las nuevas medidas de austeridad, claves para liberar los 12.000 millones que dejarán a salvo a Grecia en verano y para poner en marcha el nuevo plan de rescate, tras el fracaso del aprobado en mayo de 2010.

Frente al alud de analistas que ven cada vez más probable la suspensión de pagos de Grecia, los presidentes de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, y del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, insisten en que "no hay plan B": no hay alternativa a la exigencia de ajustes y más ajustes a Grecia. Y la constatación de que hasta ahora Europa no le dado ni un solo euro a Grecia: las ayudas son en realidad préstamos a intereses elevados. En las conclusiones de la cumbre se volvió incluir el vago compromiso con que empezó la primera respuesta de la UE, el 11 de febrero de 2010. "Los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro reiteran su compromiso de hacer todo lo que sea necesario para garantizar la estabilidad de la zona euro en su conjunto".

La debilidad de la eurozona no puede desligarse de la pérdida de peso económico en la escena internacional. La lista de las 100 mayores empresas del mundo sigue dominada por EE UU, con una creciente presencia de países emergentes: solo 17 compañías europeas están entre las 100 más grandes. Tampoco la gobernanza económica es un dechado de virtudes: la pérdida del control de la situación quedó patente los últimos días, cuando el director gerente del FMI, John Lipsky, se permitió dar sus consejos a la UE sobre la "necesidad de hablar con una sola voz".

El momento álgido de la cumbre fue la reunión de líderes del Partido Popular Europeo, a la que asistieron 17 primeros ministros, y en la que toda la presión fue para que el presidente del partido conservador griego, Antonis Samaras, respaldara los ajustes planteados por el socialista Yorgos Papandreu, exigidos por la comunidad internacional. Samaras no cedió. Y contribuyó a los pobres, muy pobres resultados alcanzados en un momento de máxima tensión para el euro.

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