LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI
SANTA CRUZ, Agencias
En la fiesta del Corpus Christi la comunidad eclesial se concentra en la contemplación de un misterio entrañable de la tradición cristiana que arranca de la noche misma en que Jesús fue entregado en la víspera de su muerte: la Eucaristía como cena del Señor. En este día la Iglesia se remonta a lo más prístino de su historia para poner de relieve que la Eucaristía, el Cuerpo de Cristo, es la cumbre y la fuente de toda su actividad.
En el Evangelio de Juan el pan partido y compartido por Jesús y los discípulos con la multitud constituye una de las grandes señales que el evangelista presenta como anuncio y realización anticipada de la hora de la gloria de Dios en nuestro mundo. La fuerza espiritual y transformadora del relato trasciende las fronteras del mundo religioso cristiano y se convierte en un relato portentoso de una actualidad palpitante, pues ante los escalofriantes datos de la pobreza en nuestro planeta a causa de la injusticia y de la desigualdad en el reparto de los bienes de la tierra, esa “señal” es la lección magistral de la sabiduría divina, accesible a la inteligencia humana, capaz de revelar, en los gestos antológicos de Jesús con el pan disponible, la gran verdad que da vida al mundo y que convierte aquel reparto de pan en la señal por excelencia de la manifestación de la gloria de Dios en el hombre.
El discurso del pan de vida que prosigue en el evangelio de Juan ayuda a comprender la fuerza de aquella señal (Jn 6,23-59). Sólo el final del discurso aparece en el evangelio de este día del Corpus. El pan es la señal de la hora de la entrega de la vida. Jesús mismo será el verdadero pan partido en la cruz, cuyo sacrificio como víctima de la injusticia humana en la entrega de su vida por amor, da al mundo la vida definitiva y eterna. En Juan no hay narración histórica de la institución de la Eucaristía en la última cena, pero sí está presente toda la fuerza de la Eucaristía en el reparto del pan y su explicación subsiguiente en el discurso del pan de vida.
El primer aspecto contenido en los gestos eucarísticos de “tomar el pan y dar gracias”, es el de ser un don gratuito del Padre. En el discurso del pan de vida Jesús dice también: mi Padre os da el pan del cielo; el verdadero, el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo (Jn 6,32-33). Jesús sabe muy bien que el don que él hace viene del Padre. Él da gracias al Padre porque es el Padre quien le da la capacidad de transmitirlo.
El segundo aspecto eucarístico del discurso del pan de vida es la finalidad del don para la vida del mundo. El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Jn 6,51). La Eucaristía es un don para la vida del mundo. Al decir en la Eucaristía: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19), Jesús no sólo piensa en los allí presentes, sino en toda la multitud. La acción de gracias de la institución eucarística es el origen de un nuevo reparto de pan entre los muchos de toda la multitud. Jesús se da como pan de vida eterna y esa donación y entrega de la vida se convierte en una partición más admirable e importante que la que tuvo lugar en el lugar desértico. El fin último del reparto del pan no era sólo saciar el hambre de miles de personas, sino más bien prefigurar como señal el reparto mesiánico del pan eucarístico hasta constatar la sobreabundancia de los trozos partidos para que todos tenga una vida abundante. Las tradiciones evangélicas ponen de relieve este vínculo entre el milagro y la Eucaristía por el uso de las mismas palabras en el descripción de los gestos de ambos relatos: Jesús toma el pan, pronuncia la bendición o da gracias, lo parte y lo da a repartir entre la muchedumbre.
El tercer aspecto es la Alianza. La Eucaristía, sacramento de la Nueva Alianza, antes de ser un don generoso de Cristo, es un don maravilloso del Padre celeste, que regala su amor generador de Vida eterna. En el discurso del pan de vida Jesús dice: Quién come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Esta amistad de Jesús hacia nosotros es la alianza más profunda en la comunión íntima con él.
En Bolivia es una fiesta para todo el país y se celebra espléndidamente en muchas ciudades, particularmente en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más poblada, tendrá lugar la fiesta de la Eucaristía en un estadio, asistirán 38000 personas, será presidida por el cardenal Julio Terrazas y sus obispos auxiliares, estarán presentes todos los sacerdotes y religiosos de la diócesis. Con la procesión hasta la catedral por las calles de la ciudad se podrá contemplar y adorar el misterio del cuerpo de Cristo que invita a la Iglesia y al mundo a vivir en la unidad, en el amor, en el sacrificio por el otro, y de ese modo expresar que con él y por medio de él “todos somos uno en Cristo”, lema de este año, en recuerdo del IV Congreso Eucarístico que hace cincuenta años tuvo lugar en Santa Cruz. Feliz fiesta del Corpus.
En la fiesta del Corpus Christi la comunidad eclesial se concentra en la contemplación de un misterio entrañable de la tradición cristiana que arranca de la noche misma en que Jesús fue entregado en la víspera de su muerte: la Eucaristía como cena del Señor. En este día la Iglesia se remonta a lo más prístino de su historia para poner de relieve que la Eucaristía, el Cuerpo de Cristo, es la cumbre y la fuente de toda su actividad.
En el Evangelio de Juan el pan partido y compartido por Jesús y los discípulos con la multitud constituye una de las grandes señales que el evangelista presenta como anuncio y realización anticipada de la hora de la gloria de Dios en nuestro mundo. La fuerza espiritual y transformadora del relato trasciende las fronteras del mundo religioso cristiano y se convierte en un relato portentoso de una actualidad palpitante, pues ante los escalofriantes datos de la pobreza en nuestro planeta a causa de la injusticia y de la desigualdad en el reparto de los bienes de la tierra, esa “señal” es la lección magistral de la sabiduría divina, accesible a la inteligencia humana, capaz de revelar, en los gestos antológicos de Jesús con el pan disponible, la gran verdad que da vida al mundo y que convierte aquel reparto de pan en la señal por excelencia de la manifestación de la gloria de Dios en el hombre.
El discurso del pan de vida que prosigue en el evangelio de Juan ayuda a comprender la fuerza de aquella señal (Jn 6,23-59). Sólo el final del discurso aparece en el evangelio de este día del Corpus. El pan es la señal de la hora de la entrega de la vida. Jesús mismo será el verdadero pan partido en la cruz, cuyo sacrificio como víctima de la injusticia humana en la entrega de su vida por amor, da al mundo la vida definitiva y eterna. En Juan no hay narración histórica de la institución de la Eucaristía en la última cena, pero sí está presente toda la fuerza de la Eucaristía en el reparto del pan y su explicación subsiguiente en el discurso del pan de vida.
El primer aspecto contenido en los gestos eucarísticos de “tomar el pan y dar gracias”, es el de ser un don gratuito del Padre. En el discurso del pan de vida Jesús dice también: mi Padre os da el pan del cielo; el verdadero, el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo (Jn 6,32-33). Jesús sabe muy bien que el don que él hace viene del Padre. Él da gracias al Padre porque es el Padre quien le da la capacidad de transmitirlo.
El segundo aspecto eucarístico del discurso del pan de vida es la finalidad del don para la vida del mundo. El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Jn 6,51). La Eucaristía es un don para la vida del mundo. Al decir en la Eucaristía: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19), Jesús no sólo piensa en los allí presentes, sino en toda la multitud. La acción de gracias de la institución eucarística es el origen de un nuevo reparto de pan entre los muchos de toda la multitud. Jesús se da como pan de vida eterna y esa donación y entrega de la vida se convierte en una partición más admirable e importante que la que tuvo lugar en el lugar desértico. El fin último del reparto del pan no era sólo saciar el hambre de miles de personas, sino más bien prefigurar como señal el reparto mesiánico del pan eucarístico hasta constatar la sobreabundancia de los trozos partidos para que todos tenga una vida abundante. Las tradiciones evangélicas ponen de relieve este vínculo entre el milagro y la Eucaristía por el uso de las mismas palabras en el descripción de los gestos de ambos relatos: Jesús toma el pan, pronuncia la bendición o da gracias, lo parte y lo da a repartir entre la muchedumbre.
El tercer aspecto es la Alianza. La Eucaristía, sacramento de la Nueva Alianza, antes de ser un don generoso de Cristo, es un don maravilloso del Padre celeste, que regala su amor generador de Vida eterna. En el discurso del pan de vida Jesús dice: Quién come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Esta amistad de Jesús hacia nosotros es la alianza más profunda en la comunión íntima con él.
En Bolivia es una fiesta para todo el país y se celebra espléndidamente en muchas ciudades, particularmente en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más poblada, tendrá lugar la fiesta de la Eucaristía en un estadio, asistirán 38000 personas, será presidida por el cardenal Julio Terrazas y sus obispos auxiliares, estarán presentes todos los sacerdotes y religiosos de la diócesis. Con la procesión hasta la catedral por las calles de la ciudad se podrá contemplar y adorar el misterio del cuerpo de Cristo que invita a la Iglesia y al mundo a vivir en la unidad, en el amor, en el sacrificio por el otro, y de ese modo expresar que con él y por medio de él “todos somos uno en Cristo”, lema de este año, en recuerdo del IV Congreso Eucarístico que hace cincuenta años tuvo lugar en Santa Cruz. Feliz fiesta del Corpus.