Japón sigue temblando
Las malas noticias sacuden a la tercera economía del mundo. La fusión del núcleo de Fukushima fue peor de lo anunciado y el primer ministro está a punto de dimitir
Tokio, El País
Japón ha demostrado de sobra su capacidad para levantarse de la lona. Como Sísifo, obligado a empujar una enorme piedra cuesta arriba por una ladera empinada que siempre terminaba por rodar hacia abajo, el país encara su enésima reconstrucción. Pero lo hace cada vez con menos fuerzas y ante obstáculos crecientes.
El tsunami del pasado 11 de marzo dejó el paisaje de una guerra a lo largo de cientos de kilómetros en la costa noreste. Casi dos meses después del terremoto de magnitud nueve los pueblos costeros seguían arrasados. Bastaba recorrer la cuarteada carretera de la costa -Ishinomaki, Onagawa, Urashuku...- para atravesar la desolación: ciudades destruidas como si hubieran sido bombardeadas, edificios reducidos a cimientos, barcos en los tejados, coches desplazados cientos de metros, incluso kilómetros... Algunos militares con mascarilla revolvían sin mucha fe los escombros mientras vecinos aquí y allá rebuscaban entre sus cosas en busca de algo que salvar (lo más valioso en esos casos eran los álbumes de fotos).
El tsunami se encajonó en las rías de la costa y alcanzó en algunos puntos los 30 metros de altura, como un edificio de 10 plantas. Se llevó pueblos enteros. Hay unos 15.000 muertos y otros tantos desaparecidos, 10 veces menos que en el maremoto de Indonesia, en 2004. El sistema de alerta de Japón (casi todas las compañías de móviles lanzan mensajes de texto con el aviso a veces solo medio segundo antes del temblor) evitó una tragedia aún mayor.
Pero tres meses después del terremoto, miles de personas siguen en albergues y el primer ministro, Naoto Kan, tiene los días contados en el puesto. Japón, el país más endeudado del planeta (su deuda asciende a más del doble del producto interior bruto) necesita gastar miles de millones en reconstruir ciudades enteras -un comité de expertos avisó de que las tareas pueden durar una década-.
Como lo definió el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, "justo cuando la economía japonesa empezaba a despegar, llegó el tsunami". Después de una década perdida por el estallido de la burbuja inmobiliaria, las grandes compañías japonesas anuncian que 2011 será un año negro en sus cuentas. No solo tienen problemas en la cadena de suministro, sino que hay amenaza de apagones por los problemas de suministro eléctrico por las crecientes reticencias a su parque nuclear.
Y si el tsunami ya habría sido una catástrofe con pocos precedentes, en Japón se agravó por Fukushima: una palabra que evoca el peor de los temores. La nuclear, de seis reactores y situada en primera línea de mar, está peor de lo que informó el Gobierno de Japón durante los primeros meses. El martes pasado, el Gobierno envió al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) un informe en el que admite que en las primeras horas se fundieron los núcleos de los reactores uno, dos y tres y que posiblemente se rompieron las vasijas en los que el combustible está confinado. Esto implica que el combustible está en forma de magma fundido fuera de la vasija, una situación más grave de la peor prevista por los expertos el día de las explosiones de hidrógeno en la central.
El informe revela que todo lo que contó Japón durante semanas se quedó muy corto. Quién sabe si la versión oficial era amable porque el Gobierno y la eléctrica de la central, Tepco, no sabían lo que ocurría o porque lo minimizaron. Con cada dato nuevo, Japón empeora el panorama de Fukushima. Incluso acaba de duplicar su estimación de la radiación emitida al exterior, que inicialmente cifró en el 10% de lo emitido en Chernóbil, y sigue creciendo.
"La magnitud de los daños del combustible es más importante de lo que creíamos. Eso nos hace que tengamos que analizar cosas con más detalle, como la resistencia de las vasijas", explica el secretario de la agencia nuclear de la OCDE, el español Luis Echávarri. Este añade que ya ni siquiera se puede dar por seguro que la central resistiese el terremoto inicial, como afirmaron las autoridades japonesas durante más de un mes, que sostenían que solo hubo un error de previsión respecto al tsunami: "Yo no aseguraría que la nuclear lo pasó perfectamente, pero llevará tiempo separar los efectos del terremoto y el tsunami".
Han aparecido isótopos radiactivos incluso a 60 kilómetros de la nuclear y dos trabajadores han recibido más de 500 milisievert de dosis de radiación, más del doble de lo autorizado para la emergencia. Los ecologistas piden que las embarazadas sean evacuadas y Japón admite que puede volver a ampliar el área de exclusión. El efecto Fukushima ha llevado a apagar otras nucleares en zona sísmica, por lo que el país tiene que replantearse todo su sistema energético. Otro enorme reto para el país-Sísifo.
Tokio, El País
Japón ha demostrado de sobra su capacidad para levantarse de la lona. Como Sísifo, obligado a empujar una enorme piedra cuesta arriba por una ladera empinada que siempre terminaba por rodar hacia abajo, el país encara su enésima reconstrucción. Pero lo hace cada vez con menos fuerzas y ante obstáculos crecientes.
El tsunami del pasado 11 de marzo dejó el paisaje de una guerra a lo largo de cientos de kilómetros en la costa noreste. Casi dos meses después del terremoto de magnitud nueve los pueblos costeros seguían arrasados. Bastaba recorrer la cuarteada carretera de la costa -Ishinomaki, Onagawa, Urashuku...- para atravesar la desolación: ciudades destruidas como si hubieran sido bombardeadas, edificios reducidos a cimientos, barcos en los tejados, coches desplazados cientos de metros, incluso kilómetros... Algunos militares con mascarilla revolvían sin mucha fe los escombros mientras vecinos aquí y allá rebuscaban entre sus cosas en busca de algo que salvar (lo más valioso en esos casos eran los álbumes de fotos).
El tsunami se encajonó en las rías de la costa y alcanzó en algunos puntos los 30 metros de altura, como un edificio de 10 plantas. Se llevó pueblos enteros. Hay unos 15.000 muertos y otros tantos desaparecidos, 10 veces menos que en el maremoto de Indonesia, en 2004. El sistema de alerta de Japón (casi todas las compañías de móviles lanzan mensajes de texto con el aviso a veces solo medio segundo antes del temblor) evitó una tragedia aún mayor.
Pero tres meses después del terremoto, miles de personas siguen en albergues y el primer ministro, Naoto Kan, tiene los días contados en el puesto. Japón, el país más endeudado del planeta (su deuda asciende a más del doble del producto interior bruto) necesita gastar miles de millones en reconstruir ciudades enteras -un comité de expertos avisó de que las tareas pueden durar una década-.
Como lo definió el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, "justo cuando la economía japonesa empezaba a despegar, llegó el tsunami". Después de una década perdida por el estallido de la burbuja inmobiliaria, las grandes compañías japonesas anuncian que 2011 será un año negro en sus cuentas. No solo tienen problemas en la cadena de suministro, sino que hay amenaza de apagones por los problemas de suministro eléctrico por las crecientes reticencias a su parque nuclear.
Y si el tsunami ya habría sido una catástrofe con pocos precedentes, en Japón se agravó por Fukushima: una palabra que evoca el peor de los temores. La nuclear, de seis reactores y situada en primera línea de mar, está peor de lo que informó el Gobierno de Japón durante los primeros meses. El martes pasado, el Gobierno envió al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) un informe en el que admite que en las primeras horas se fundieron los núcleos de los reactores uno, dos y tres y que posiblemente se rompieron las vasijas en los que el combustible está confinado. Esto implica que el combustible está en forma de magma fundido fuera de la vasija, una situación más grave de la peor prevista por los expertos el día de las explosiones de hidrógeno en la central.
El informe revela que todo lo que contó Japón durante semanas se quedó muy corto. Quién sabe si la versión oficial era amable porque el Gobierno y la eléctrica de la central, Tepco, no sabían lo que ocurría o porque lo minimizaron. Con cada dato nuevo, Japón empeora el panorama de Fukushima. Incluso acaba de duplicar su estimación de la radiación emitida al exterior, que inicialmente cifró en el 10% de lo emitido en Chernóbil, y sigue creciendo.
"La magnitud de los daños del combustible es más importante de lo que creíamos. Eso nos hace que tengamos que analizar cosas con más detalle, como la resistencia de las vasijas", explica el secretario de la agencia nuclear de la OCDE, el español Luis Echávarri. Este añade que ya ni siquiera se puede dar por seguro que la central resistiese el terremoto inicial, como afirmaron las autoridades japonesas durante más de un mes, que sostenían que solo hubo un error de previsión respecto al tsunami: "Yo no aseguraría que la nuclear lo pasó perfectamente, pero llevará tiempo separar los efectos del terremoto y el tsunami".
Han aparecido isótopos radiactivos incluso a 60 kilómetros de la nuclear y dos trabajadores han recibido más de 500 milisievert de dosis de radiación, más del doble de lo autorizado para la emergencia. Los ecologistas piden que las embarazadas sean evacuadas y Japón admite que puede volver a ampliar el área de exclusión. El efecto Fukushima ha llevado a apagar otras nucleares en zona sísmica, por lo que el país tiene que replantearse todo su sistema energético. Otro enorme reto para el país-Sísifo.