Fútbol de Cochabamba: Wilstermann goleó a Colcapirhua tars un oscuro primer tiempo


José Vladimir Nogales
Wilstermann asomó su cara más vulgar, menos imaginativa, más desordenada en la noche polar del Capriles. Durante eternos cincuenta minutos, Colcapirhua le hizo partido. Un partido bravo, de brega, impreciso, con destino incierto hasta que Bengolea y Fernández dieron tres toques por la izquierda para generar el penal que abrió la batalla. Bastó con eso, tan simple y tan difícil, para que Colcapirhua empezara a sufrir el tormento. Marcó Carballo y empezó la desbandada. El cuadro visitante, consciente de sus miserias, se aterrorizó y no tardó en descomponerse. Fue la huida. La resignación. El terreno soñado para un equipo sin elaboración para llegar al gol. Con viento a favor y con espacios, Wilstermann no hizo prisioneros. Marcó el segundo a través de una profunda réplica firmada por Erick Rojas, a pase de Fernández, y repitió Carballo, aportó Rojas nuevamente y cerró Gianakis Suárez. Un impensado 5-0 en la bruma gris del primer tiempo.

El desenlace trepidante hizo olvidar una etapa entera de atasco. Wilstermann volvió a resolver con remate su falta de juego en un contexto táctico poco propicio para otra cosa que no sea la guerra brava. Hay rivales que, según como se planten, definen temporadas. Colcapirhua ya había tumbado a Happ en el Capriles y amenazaba con torcer el diáfano vuelo de crucero de los rojos. La baja de Guzmán expuso con claridad las carencias de una plantilla en la que faltan especialistas creativos en medio campo. Esa ausencia ofreció a Chacior la coartada perfecta para aferrarse al laboratorio y continuar con sus experimentos, edificando flamantes nóminas sobre las ruinas de la precedente, más allá de lo conseguido por ésta. Para la ocasión, el técnico obró con drasticidad e incoherencia: borró a Víctor Hugo Melgar (de pobre tarea en el control de pelota), pero dejó en el equipo al inconsistente Hugo Sánchez, quien no mezcla bien en la zona de tres cuartos y acumula fallos más allá de lo tolerable. Es un correcto volante central que, como la mayoría de los de su especie, se desorienta cada vez que le desplazan el eje. No le ayudó Colcapirhua, que achicó el campo y protegió bien su portería.

Los trazos de Colcapirhua son sólidos. Dibuja un 4-4-2 nítido, sin distorsiones geométricas, que hace del orden una virtud y de la velocidad un arma. Al inicio de la campaña las condiciones eran angustiantes, pero el equipo se ha sobrepuesto. Es un triunfo que no haya un solo jugador que se sienta inútil o dé la sensación de estar desempeñando una función antinatural. Caballero y Mendizábal roban y reparten con regularidad, Araña ordena, los centrales cierran y hostigan, los extremos se abren y desbordan, y los puntas tienen mucha aceleración para buscar el espacio vacío. Colcapirhua aprovechó sus recursos al máximo. Le bastó con esto para crear un problema tremendo a un adversario que asumió el desafío de manera menos racional. Wilstermann volvió a fallar en el toque, y sin toque se desordenó, desaprovechó los espacios y libró toda su suerte a las aventuras de puntas mal abastecidos, exageradamente dependientes del suministro. Sin elaboración en el medio y sin amplitud al ancho, el cuadro rojo desnudó todas sus flaquezas: hizo rodar el balón entre los de atrás, incapaz de conectarse positivamente con centrocampistas extraviados en la densidad del tránsito.

Las dos lineas de cuatro que Colcapirhua armó delante de su área generó en Wilstermann más dificultades de las previstas. Sus jugadores desequilibrantes rompen más por velocidad que por destreza. Hay más galgos que regateadores. Frente a defensas cerradas, Rojas, Fernández, Amilcar Sánchez o el propio Castellón, no destacan. Necesitan tocar y moverse mucho para provocar desajustes en los marcajes rivales, y estos movimientos, y estos toques, sólo pueden ser eficaces cuando los jugadores llevan un tiempo ejercitándolos. No es el caso de Wilstermann, al que le falta un poco de coordinación (difícil de conseguir si, para cada partido, juega un equipo diferente) y, tal vez, un enganche (ya que los dos atacantes navegan muy arriba). Esa fue la sensación que dieron sus puntas en el arranque del partido.

Ante la complejidad del panorama, Hugo Sánchez quedó muy expuesto. Sus errores con el balón se multiplicaron y, en rigurosa proporción, asomó el descalabro: Colcapirhua dispuso de tres muy claras situaciones de gol, desactivadas por la enorme presencia de Machado, por la oportuna clarividencia de Garzón y por la venturosa mano de la Providencia. En esa etapa, Wilstermann apenas dispuso de una situación (Rojas cabeceó el balón al larguero). Nada más. Cuando el árbitro señaló el descanso, Carballo suspiró aliviado. Durante la primera parte, el central fue el hombre con más trabajo. Tuvo que multiplicarse para frenar a Ramos, Galarza y Rocha, enérgicos y atrevidos hasta la extenuación.

En la segunda mitad, una infracción sobre Bengolea (tras excelente combinación con Oliver Fernández) descorchó pronto a Colcapirhua, un equipo bien articulado, pero excesivamente templado. En ese tramo final, no fue el hueso que esperaba Wilstermann y que destilaba la meritoria actuación de la primera parte. En el Capriles le faltó picante, algo de mordacidad. Lo agradeció Wilstermann, cómodo con el gol repentino de Carballo y la candidez del adversario. Una muestra: en desventaja, desdibujó el diseño táctico y facilitó todos los espacios que, antes, laboriosamente había negado. Un contragolpe, tejido con tres elegantes toques, derivó en el gol de Rojas, con el rival desparramado en el camino.

Por más que Colcapirhua quiso apretar a su rival y obligarle a jugar en una baldosa, Wilstermann domesticó el encuentro a su antojo. Con Renán Vargas (que sustituyó al irrelevante Hugo Sánchez) al timón y Almicar Sánchez y Fernando Castellón como extremos, el conjunto de Chacior puso todo, el vértigo y la pausa. Mejoró la circulación y el juego creativo. Frenético de inicio, se apropió de la pelota, alejó a Colcapirhua de Machado y se citó una y otra vez en el área de Piza. La poco sorprendente falta de puntería de dos tiradores de ocasión como Rojas y Fernández, que fallaron algunos tantos sencillos frente al meta rival, evitó una goleada mayúscula. En un duelo balsámico, las dos esperanzas del renacimiento perdieron el protagonismo ante Gianakis Suárez, definitivamente el martillo más fiable del equipo. Su presencia aportó desequilibrio con la pelota y mucho desborde por los flancos, factores vitales para derruir infranqueables murallas como la que Colcapirhua había levantado en la primera mitad. Tras haber cerrado el primer tramo con aire acomodaticio, de nuevo irrumpió Carballo para confirmar el destierro visitante. A un servicio de Amilcar Sánchez desde la izquierda llegó Carballo, a espaldas de todos, con la impagable complicidad de Piza. El portero, presionado por Fernández sobre el primer palo, vio pasar la pelota como el que contempla una mosca. Ni siquiera estorbó al defensa, que fusiló a un palmo de la línea de gol.

Sin tiempo para que hubiera mediado jugada alguna, Gianakis Suárez remó por la izquierda, propició el profundo arribo de Bengolea, cuyo centro fue impactado por Fernández y repelido por un poste. El rebote, no obstante, fue a parar a las oportunas botas de Rojas, que no desaprovecharon la placidez y fecundidad de la ocasión, 4-0. Al rato, Amilcar Sánchez leyó con nitidez el estado de descomposición de la zaga rival, cuya línea lucía descalabrada. Detectó el limpio ingreso de Suárez y procedió a ejecutar una precisa habilitación. El beniano soltó un zapatazo con la derecha que llegó enroscado a la red de Colcapirhua, 5-0.
Con menos esfuerzo, pero mayor claridad en los mivimientos, Wilstermann descifró un partido severamente enredado.
El derrumbe de Colcapirhua, reflejo de la palidez inesperada de un equipo que llegaba como víctima propiciatoria, dejó al partido entre tinieblas. En un escenario más propio de la Bundesliga y que hacía presagiar un duelo áspero, los de la provincia fueron ursulinas. Se rindieron muy pronto y todo quedó supeditado al grado de excitación que pusiera Wilstermann. Pero, ya se sabe, sin toro no hay torero.

Wilstermann: Mauro Machado, Fernando Castellón, Marcelo Carballo, Sergio Garzón (Gustavo León), Diego Bengolea, Darwin Lora, Diego Villarroel, Hugo Sánchez (Renán Vargas), Amílcar Sánchez, Oliver Fernández (Gianakis Suarez) y Érick Rojas.

Colcapirhua: Deimar Piza, Luis Limachi, Ricardo Colque (Ledezma), Edwin Baldelomar, Óscar Caballero, Álvaro Mendizaval, José Escobar, Remberto Rocha, Daniel Araña (Andrade), Juan Pablo Ramos y José Galarza.

Goles: Carballo (7’ST y 18’ST), Rojas (14’ST y 28’ST), Suárez (41’ST)

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