El campeón es Palermo
Buenos Aires, Espn
Palermo todo lo puede. Hacerle dos goles al Real Madrid en una final Intercontinental, meter un gol de penal con las dos piernas, hacer otro con rotura de ligamentos, festejar un gol de cabeza casi desde la mitad de la cancha, volver luego de una larga lesión y ser el héroe en un partido decisivo de Copa Libertadores ante River...
El Titán, también, pudo que la gente de Boca se acercara a ver su último partido en La Bombonera como si el equipo de Falcioni fuera el Barcelona de Guardiola, como si en vez de jugar ante Banfield por un lugar en la Copa Sudamericana (premio consuelo para un equipo con aspiraciones de campeón) se jugara una final de Libertadores o una definición por el campeonato.
Martín logró que la gente fuera con entusiasmo, con ganas, que llenara el mítico estadio como pocas veces se lo vio en los últimos tiempos. Porque este Boca de flojo presente, dudoso futuro y campaña mediocre, que no transmite demasiado, se dio el lujo de vivir una fiesta inolvidable digna de equipos ganadores, con otra personalidad y con otra chapa dentro de la rica historia del club .
Así fue desde temprano: la salida en caravana del hotel para acompañar el último recorrido oficial de Palermo hacia la cancha de Boca les recordó a muchos ese recibimiento triunfal tras la conquista de la Intercontinental en el 2000, cuando miles de hinchas acompañaron al micro desde Ezeiza hasta La Boca.
El nombre de Palermo sonó fuerte, muy fuerte, más que nunca en La Bombonera. Antes, durante y después del partido. Y aunque esta vez el estadio no vibró con sus goles, latió como en sus mejores tiempos con cada grito, cada salto, cada cántico destinado al Titán.
El gol de Colazo se gritó, es cierto, pero no tanto como el "muchas gracias Palermo", que retumbó toda la noche, o el "Palermo es de Boca y de Boca no se va" . Por supuesto, como en toda fiesta digna bostera no faltó el goce a River, el clásico rival, al grito de "cómo te voy a extrañar", íntimamente relacionado al momento millonario y a la pelea por la Promoción.
Mire usted si será grande Palermo que logró juntar en el estadio a Maradona y al Coco Basile, archienemigos tras la disputa por la selección: cada uno desde su lugar, claro, dijo presente para la despedida.
Las banderas caseras con leyendas en homenaje al máximo goleador xeneize se mezclaron con las que se vendrían en la cancha y los alrededores. La de Boca costaba $ 20, pero la de Boca con la cara de Palermo cotizaba $ 26. "Me queda una sola", confió el vendedor. Y sí, los goles de Palermo no tienen precio.
En el medio, hubo un partido. Que Boca mereció ganar con comodidad, pero lo terminó empatando por los mismos problemas que lo bajaron demasiado rápido de la pelea por el título: la falta de eficacia para convertir las situaciones de gol en el arco de enfrente, y los graves problemas defensivos, con los arqueros (Lucchetti, en este caso, que se dejó hacer un gol increíble, o García) y la dupla de centrales (Caruzzo e Insaurralde) a la cabeza.
Pero está claro que el empate no empañó en lo más mínimo la despedida de un grande. Con el pitazo final del árbitro Fernando Echenique (reemplazó a Alejandro Toia, quien salió lesionado), se desató una fiesta aún más grande, que tuvo la palabra emocionada de Palermo, el abrazo con su familia, el recuerdo de momentos inolvidables en el club y un regalo especial: el arco que da a la 12, con moño incluido, se lo entregaron para que el Titán se lo lleve y lo guarde (en algún lugar con mucho espacio, obviamente).
Dentro de muchos años, cuando nuestros hijos o nuestros nietos nos pregunten cómo era Palermo en la cancha, podríamos decir que era un goleador con un gran sentido de la ubicación dentro del área, sin temor al ridículo, que hizo goles de todas las formas posibles, que tenía un imán para lograr que la pelota le cayera siempre a él, que era dueño de un cabezazo estupendo y tenía una personalidad formidable, que le permitió recuperarse siempre de la adversidad, dentro y fuera de la cancha. Un optimista del gol y de la vida.
Pero lo mejor de todo es que podremos repetir la inscripción que se vio en infinidad de banderas y en muchas remeras en la inolvidable noche de La Bombonera, y que ubica al Titán a la altura de una leyenda: "Sí, yo lo vi a Martín Palermo".