El brote de 'E. coli' se expande en Alemania sin pistas de su origen
Ya son 17 los muertos y más de 1.500 los afectados - La investigación se amplía al agua embotellada - Los pepinos españoles no son la fuente de la infección
El Ejido, El País
Palos de ciego en pos de una bacteria desconocida. Diecisiete muertos, más de 1.500 enfermos -docenas de ellos al borde de sus fuerzas- y graves daños económicos a los agricultores españoles, alemanes y holandeses. El brote de bacterias E.coli enterohemorrágica (EHEC) O104 detectado hace algo más de dos semanas sigue causando estragos, envuelto en el misterio, sin que las autoridades alemanas tengan la más mínima idea de cuál es su origen. Tanto es así, que se han visto obligadas a ampliar la búsqueda de la fuente bacteriológica, entre otros productos, al agua mineral sin gas.
Ayer fue uno de los días más adversos desde que se desató la alarma en el norte de Alemania por una infección que ha alcanzado ya a Suecia, Dinamarca, Holanda, Austria, Reino Unido, República Checa, Francia, Rusia y posiblemente España -en todos los casos se trata de ciudadanos que han pasado por Alemania, como ocurre con el hombre de 43 años ingresado grave en el Hospital Donostia por presunto E. coli-. Solo en Hamburgo, epicentro de la ola infecciosa, se registraron unos 120 nuevos contagios. El número de pacientes de EHEC asciende ya a 668 en la ciudad hanseática. 124 de ellos padecen el síndrome urémico hemolítico, que es la consecuencia más grave que puede acarrear la infección. Provoca complicaciones renales y neurológicas que pueden resultar fatales. Solo ayer, 14 pacientes de EHEC en Hamburgo desarrollaron el peligroso síndrome. En total, los hospitales de Alemania tratan a 470 personas con el síndrome HUS.
El director del Instituto de Higiene de Hamburgo, Hans-Joachim Breetz, es uno de los que mejor conocen las bacterias EHEC O104. No es decir mucho. Según explicó ayer a este periódico, la esquiva bacteria causante de la ola de infecciones es de una cepa "bien rara". Nunca la había visto antes. De momento, solo la han podido encontrar en las heces de los enfermos. El reto del menudo doctor Breetz y el de sus científicos es dar con las bacterias en otro lugar. En algún elemento, en el agua, donde sea, para conocer el origen de la ola de infecciones.
El indulto del pepino español es un golpe que devuelve a los científicos al inicio de la investigación. Frente a un gran libro ilustrado que muestra la centenaria historia del centro que dirige, Breetz reconocía ayer que su tarea "se parece mucho a lo de la aguja y el pajar". El origen de la bacteria podría quedar para siempre como una incógnita.
Los científicos de Hamburgo empiezan sus pesquisas como el televisivo doctor House. "Nuestra principal prioridad son las costumbres del paciente". Haciendo el gesto de acaparar muchos objetos con el brazo, Breetz añadió: "O sea, que les vaciamos el frigorífico". No discriminan entre estas pruebas. Sí que descartan como posible origen el agua del grifo, "por lo general clorada". También el agua con gas, muy apreciada por los alemanes, dado que "el ácido carbónico acaba con estas bacterias". Luego observan "la pura rutina" de un instituto de higiene. No pueden descartar ni la leche, ni la carne ni el agua embotellada sin gas, que ya han "puesto en el punto de mira". El segundo lugar en la lista de prioridades lo ocupan los "tres grandes sospechosos vegetales: lechugas, tomates y pepinos". El origen de este trío hay que buscarlo en el Instituto Robert Koch (RKI) de Berlín. Allí se coordina la lucha contra las epidemias en Alemania. Cuando surgió el brote, desplegó a sus expertos para inquirir qué habían comido los pacientes. Estas encuestas apuntaban a que consumieron "más vegetales de lo que es común" antes de caer enfermos.
Así que es del todo lógico que en Hamburgo creyeran haber dado con su aguja bacteriológica en un pajar de pepinos españoles. A ojos del profesor de Veterinaria Lothar Wieler, sin embargo, hubo "un claro error de comunicación". "La bacteria está demostrando ser un enemigo más inquietante" de lo esperado. Haberla reducido a los pepinos españoles fue "una inexactitud". Amplificada por la urgencia y por unas cadenas de supermercados temerosas de no vender más verdura.
De pie en el vestíbulo del edificio, el doctor Breetz defendía ayer la decisión de dar la alarma. Los pepinos "tenían con toda seguridad bacterias EHEC", aunque se descarte ya que fueran del tipo O104. Las bacterias EHEC "siempre suponen un riesgo; el deber del Instituto de Higiene era dar la alarma". ¿De qué serotipo de EHEC estaban contaminados los pepinos españoles? Por ahora, solo se sabe que "no es de la cepa buscada". Son pruebas muy lentas. El Instituto de Higiene de Hamburgo ha enviado sendas pruebas a laboratorios en Berlín y en Roma para que lo determinen.
En lo que nos ocupa, parece un tanto ocioso: es como si la policía, puesta en jaque por un asesino en serie, detuviera a un tipo armado y con pinta agresiva en plena calle y ante las cámaras. La satisfacción duraría hasta que el verdadero asesino vuelva a matar.
Ayer hacía un día espléndido en Hamburgo. A unos cientos de metros de los laboratorios del Instituto de Higiene donde se busca (todavía infructuosamente) la cepa misteriosa, un gran supermercado Lidl conserva rebosantes sus cajones de pepinos. No hay ninguna seña especial sobre su origen (holandés), pero a media tarde solo se les acercaba frau Bröckmöller, que "a estas alturas" dice no tenerle "miedo a nada". Se lleva, además, una cesta llena de tomates... "españoles, mira qué bien". Fuera, el joven Hamir explicaba en su puesto de fresas que "hoy solo una cliente entre más de 30 ha preguntado sobre el origen de la fruta". Durante la última semana, "preguntaban más de la mitad".
El Ejido, El País
Palos de ciego en pos de una bacteria desconocida. Diecisiete muertos, más de 1.500 enfermos -docenas de ellos al borde de sus fuerzas- y graves daños económicos a los agricultores españoles, alemanes y holandeses. El brote de bacterias E.coli enterohemorrágica (EHEC) O104 detectado hace algo más de dos semanas sigue causando estragos, envuelto en el misterio, sin que las autoridades alemanas tengan la más mínima idea de cuál es su origen. Tanto es así, que se han visto obligadas a ampliar la búsqueda de la fuente bacteriológica, entre otros productos, al agua mineral sin gas.
Ayer fue uno de los días más adversos desde que se desató la alarma en el norte de Alemania por una infección que ha alcanzado ya a Suecia, Dinamarca, Holanda, Austria, Reino Unido, República Checa, Francia, Rusia y posiblemente España -en todos los casos se trata de ciudadanos que han pasado por Alemania, como ocurre con el hombre de 43 años ingresado grave en el Hospital Donostia por presunto E. coli-. Solo en Hamburgo, epicentro de la ola infecciosa, se registraron unos 120 nuevos contagios. El número de pacientes de EHEC asciende ya a 668 en la ciudad hanseática. 124 de ellos padecen el síndrome urémico hemolítico, que es la consecuencia más grave que puede acarrear la infección. Provoca complicaciones renales y neurológicas que pueden resultar fatales. Solo ayer, 14 pacientes de EHEC en Hamburgo desarrollaron el peligroso síndrome. En total, los hospitales de Alemania tratan a 470 personas con el síndrome HUS.
El director del Instituto de Higiene de Hamburgo, Hans-Joachim Breetz, es uno de los que mejor conocen las bacterias EHEC O104. No es decir mucho. Según explicó ayer a este periódico, la esquiva bacteria causante de la ola de infecciones es de una cepa "bien rara". Nunca la había visto antes. De momento, solo la han podido encontrar en las heces de los enfermos. El reto del menudo doctor Breetz y el de sus científicos es dar con las bacterias en otro lugar. En algún elemento, en el agua, donde sea, para conocer el origen de la ola de infecciones.
El indulto del pepino español es un golpe que devuelve a los científicos al inicio de la investigación. Frente a un gran libro ilustrado que muestra la centenaria historia del centro que dirige, Breetz reconocía ayer que su tarea "se parece mucho a lo de la aguja y el pajar". El origen de la bacteria podría quedar para siempre como una incógnita.
Los científicos de Hamburgo empiezan sus pesquisas como el televisivo doctor House. "Nuestra principal prioridad son las costumbres del paciente". Haciendo el gesto de acaparar muchos objetos con el brazo, Breetz añadió: "O sea, que les vaciamos el frigorífico". No discriminan entre estas pruebas. Sí que descartan como posible origen el agua del grifo, "por lo general clorada". También el agua con gas, muy apreciada por los alemanes, dado que "el ácido carbónico acaba con estas bacterias". Luego observan "la pura rutina" de un instituto de higiene. No pueden descartar ni la leche, ni la carne ni el agua embotellada sin gas, que ya han "puesto en el punto de mira". El segundo lugar en la lista de prioridades lo ocupan los "tres grandes sospechosos vegetales: lechugas, tomates y pepinos". El origen de este trío hay que buscarlo en el Instituto Robert Koch (RKI) de Berlín. Allí se coordina la lucha contra las epidemias en Alemania. Cuando surgió el brote, desplegó a sus expertos para inquirir qué habían comido los pacientes. Estas encuestas apuntaban a que consumieron "más vegetales de lo que es común" antes de caer enfermos.
Así que es del todo lógico que en Hamburgo creyeran haber dado con su aguja bacteriológica en un pajar de pepinos españoles. A ojos del profesor de Veterinaria Lothar Wieler, sin embargo, hubo "un claro error de comunicación". "La bacteria está demostrando ser un enemigo más inquietante" de lo esperado. Haberla reducido a los pepinos españoles fue "una inexactitud". Amplificada por la urgencia y por unas cadenas de supermercados temerosas de no vender más verdura.
De pie en el vestíbulo del edificio, el doctor Breetz defendía ayer la decisión de dar la alarma. Los pepinos "tenían con toda seguridad bacterias EHEC", aunque se descarte ya que fueran del tipo O104. Las bacterias EHEC "siempre suponen un riesgo; el deber del Instituto de Higiene era dar la alarma". ¿De qué serotipo de EHEC estaban contaminados los pepinos españoles? Por ahora, solo se sabe que "no es de la cepa buscada". Son pruebas muy lentas. El Instituto de Higiene de Hamburgo ha enviado sendas pruebas a laboratorios en Berlín y en Roma para que lo determinen.
En lo que nos ocupa, parece un tanto ocioso: es como si la policía, puesta en jaque por un asesino en serie, detuviera a un tipo armado y con pinta agresiva en plena calle y ante las cámaras. La satisfacción duraría hasta que el verdadero asesino vuelva a matar.
Ayer hacía un día espléndido en Hamburgo. A unos cientos de metros de los laboratorios del Instituto de Higiene donde se busca (todavía infructuosamente) la cepa misteriosa, un gran supermercado Lidl conserva rebosantes sus cajones de pepinos. No hay ninguna seña especial sobre su origen (holandés), pero a media tarde solo se les acercaba frau Bröckmöller, que "a estas alturas" dice no tenerle "miedo a nada". Se lleva, además, una cesta llena de tomates... "españoles, mira qué bien". Fuera, el joven Hamir explicaba en su puesto de fresas que "hoy solo una cliente entre más de 30 ha preguntado sobre el origen de la fruta". Durante la última semana, "preguntaban más de la mitad".