Obama rechaza publicar las fotos de Bin Laden
"No vamos a utilizar ese material como un trofeo", advierte el presidente.- EE UU afirma que habría aceptado la rendición del terrorista si hubiera sido posible
Washington, El País
La Casa Blanca ha anunciado este miércoles que no serán publicadas las fotos del cadáver de Osama bin Laden porque no las considera necesarias para probar la veracidad de su muerte y serían un simple estímulo morboso que causaría más irritación que beneficios y, en última instancia, representaría un peligro para la seguridad nacional. Es una decisión personal de Barack Obama con la que asume el riesgo de dar pábulo a teorías conspirativas, pero con la que demuestra también una gran fe en su propio instinto y en la confianza que la opinión pública de Estados Unidos tiene en estos momentos en su gestión.
"No vamos a utilizar ese material como un trofeo, no se trata de algo que haya que celebrar como si hubiéramos metido un gol; no somos así", ha dicho Obama al programa 60 Minutes de la cadena CBS que será emitido el domingo y del que el miércoles se anticiparon unos fragmentos. En esa entrevista, el presidente afirma que él ha visto las fotos y que no tiene ninguna duda de que se trata del cadáver de Bin Laden, pero añade que "son una serie de imágenes muy gráficas que no queremos que instiguen la violencia o sean usadas como propaganda".
Durante dos días, Obama ha estado meditando sobre lo que podría ser tanto el epílogo del episodio de la muerte de Bin Laden como el inicio de una nueva polémica o el estallido de una nueva crisis. Los periodistas exigían las fotos, las encuestas indicaban una mayoría partidaria de verlas, algunos congresistas lo pedían, el propio director de la CIA, Leon Panetta, dio por hecho este mismo martes que serían publicadas. Pero Obama ha optado finalmente por no hacerlo.
Para quienes no crean en la muerte de Bin Laden, esta es sin duda la prueba de que Estados Unidos miente. Pero, ¿hubiera cambiado la opinión de esos incrédulos el hecho de ver las fotos? Anticipando, como es previsible, que las fotos ?tomadas después de que Bin Laden recibiera un tiro en la cabeza efectuado por un fusil de alto poder de fuego? no deben mostrar una imagen nítida del líder de Al Qaeda, ¿no hubiera quedado siempre margen para dudar sobre la autenticidad de ese material?
Por otra parte, entre quienes aceptan la palabra del Gobierno norteamericano, respaldada por los científicos que realizaron una prueba de ADN que identifica el cadáver de Bin Laden con un 99,9% de margen de acierto, la visión de las fotos no aporta más que una recreación de una extraordinaria violencia.
Había, por tanto, poco que ganar en la distribución de esas imágenes. En cambio, sí había mucho que perder. El límite entre la justicia y la crueldad es muy fino, y puede ser rebasado en cualquier descuido. George Bush y su equipo lo hicieron sin pudor con aquellas impactantes imágenes del ahorcamiento de Sadam Husein. Pero Obama, algo más sofisticado, ha pensado, con un poco más de perspectiva, en el impacto que esas fotos podrían tener entre personas de buen corazón en cualquier parte del mundo, incluso entre quienes apoyan la muerte Bin Laden. Esa preocupación resulta especialmente recomendable para la opinión pública de Oriente Próximo y el mundo musulmán, donde existe un particular respeto a la muerte y donde la cultura de imágenes es diferente a la de la civilización occidental.
Las fotos del cadáver de Bin Laden parecen, además, particularmente horribles. Los congresistas a los que se les han mostrado admiten que se trata de unas imágenes tremendamente duras que pocos periódicos se hubieran atrevido a publicar. Pese a eso, algunos han recomendado su publicación, aunque la mayoría se ha inclinado por no hacerlo, entre ellos el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Mike Rogers, que ayer analizó el hecho.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, informó de que la secretaria de Estado, Hillary Clinton; el secretario de Defensa, Robert Gates, y los miembros del Consejo de Seguridad Nacional comparten la decisión de Obama.
La polémica sobre las fotos ha ocultado otros episodios que aún son objeto de controversia sobre las circunstancias exactas en que se produjo la muerte de Bin Laden. El fiscal general, Eric Holder, defendió ayer ante un comité del Congreso la legalidad de la operación e insistió en que el líder de Al Qaeda tuvo la oportunidad de rendirse y no lo hizo.
La muerte de Bin Laden, según dijo Holder, "está justificada como un acto de autodefensa". "Si se hubiera rendido", añadió, "si hubiera intentado rendirse, creo que habríamos tenido que aceptarlo, pero no hubo ninguna indicación de que quisiera hacerlo y por tanto su muerte fue apropiada".
Casi al tiempo que el presidente estadounidense rechazaba mostrar el cadáver del terrorista saudí, Reuters ha publicado las fotografías de tres de los individuos muertos en el asalto al inmueble de Bin Laden. La agencia, que da por probada su autenticidad, ha explicado que obtuvo las fotografías de un funcionario paquistaní que ha preferido mantener el anonimato. Este inmortalizó los tres cuerpos aproximádamente una hora después de que los Navy Seals se lanzasen desde sus helicópteros a tierra.
Washington, El País
La Casa Blanca ha anunciado este miércoles que no serán publicadas las fotos del cadáver de Osama bin Laden porque no las considera necesarias para probar la veracidad de su muerte y serían un simple estímulo morboso que causaría más irritación que beneficios y, en última instancia, representaría un peligro para la seguridad nacional. Es una decisión personal de Barack Obama con la que asume el riesgo de dar pábulo a teorías conspirativas, pero con la que demuestra también una gran fe en su propio instinto y en la confianza que la opinión pública de Estados Unidos tiene en estos momentos en su gestión.
"No vamos a utilizar ese material como un trofeo, no se trata de algo que haya que celebrar como si hubiéramos metido un gol; no somos así", ha dicho Obama al programa 60 Minutes de la cadena CBS que será emitido el domingo y del que el miércoles se anticiparon unos fragmentos. En esa entrevista, el presidente afirma que él ha visto las fotos y que no tiene ninguna duda de que se trata del cadáver de Bin Laden, pero añade que "son una serie de imágenes muy gráficas que no queremos que instiguen la violencia o sean usadas como propaganda".
Durante dos días, Obama ha estado meditando sobre lo que podría ser tanto el epílogo del episodio de la muerte de Bin Laden como el inicio de una nueva polémica o el estallido de una nueva crisis. Los periodistas exigían las fotos, las encuestas indicaban una mayoría partidaria de verlas, algunos congresistas lo pedían, el propio director de la CIA, Leon Panetta, dio por hecho este mismo martes que serían publicadas. Pero Obama ha optado finalmente por no hacerlo.
Para quienes no crean en la muerte de Bin Laden, esta es sin duda la prueba de que Estados Unidos miente. Pero, ¿hubiera cambiado la opinión de esos incrédulos el hecho de ver las fotos? Anticipando, como es previsible, que las fotos ?tomadas después de que Bin Laden recibiera un tiro en la cabeza efectuado por un fusil de alto poder de fuego? no deben mostrar una imagen nítida del líder de Al Qaeda, ¿no hubiera quedado siempre margen para dudar sobre la autenticidad de ese material?
Por otra parte, entre quienes aceptan la palabra del Gobierno norteamericano, respaldada por los científicos que realizaron una prueba de ADN que identifica el cadáver de Bin Laden con un 99,9% de margen de acierto, la visión de las fotos no aporta más que una recreación de una extraordinaria violencia.
Había, por tanto, poco que ganar en la distribución de esas imágenes. En cambio, sí había mucho que perder. El límite entre la justicia y la crueldad es muy fino, y puede ser rebasado en cualquier descuido. George Bush y su equipo lo hicieron sin pudor con aquellas impactantes imágenes del ahorcamiento de Sadam Husein. Pero Obama, algo más sofisticado, ha pensado, con un poco más de perspectiva, en el impacto que esas fotos podrían tener entre personas de buen corazón en cualquier parte del mundo, incluso entre quienes apoyan la muerte Bin Laden. Esa preocupación resulta especialmente recomendable para la opinión pública de Oriente Próximo y el mundo musulmán, donde existe un particular respeto a la muerte y donde la cultura de imágenes es diferente a la de la civilización occidental.
Las fotos del cadáver de Bin Laden parecen, además, particularmente horribles. Los congresistas a los que se les han mostrado admiten que se trata de unas imágenes tremendamente duras que pocos periódicos se hubieran atrevido a publicar. Pese a eso, algunos han recomendado su publicación, aunque la mayoría se ha inclinado por no hacerlo, entre ellos el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Mike Rogers, que ayer analizó el hecho.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, informó de que la secretaria de Estado, Hillary Clinton; el secretario de Defensa, Robert Gates, y los miembros del Consejo de Seguridad Nacional comparten la decisión de Obama.
La polémica sobre las fotos ha ocultado otros episodios que aún son objeto de controversia sobre las circunstancias exactas en que se produjo la muerte de Bin Laden. El fiscal general, Eric Holder, defendió ayer ante un comité del Congreso la legalidad de la operación e insistió en que el líder de Al Qaeda tuvo la oportunidad de rendirse y no lo hizo.
La muerte de Bin Laden, según dijo Holder, "está justificada como un acto de autodefensa". "Si se hubiera rendido", añadió, "si hubiera intentado rendirse, creo que habríamos tenido que aceptarlo, pero no hubo ninguna indicación de que quisiera hacerlo y por tanto su muerte fue apropiada".
Casi al tiempo que el presidente estadounidense rechazaba mostrar el cadáver del terrorista saudí, Reuters ha publicado las fotografías de tres de los individuos muertos en el asalto al inmueble de Bin Laden. La agencia, que da por probada su autenticidad, ha explicado que obtuvo las fotografías de un funcionario paquistaní que ha preferido mantener el anonimato. Este inmortalizó los tres cuerpos aproximádamente una hora después de que los Navy Seals se lanzasen desde sus helicópteros a tierra.