William y Kate tuvieron una boda que resultó sobria y bien lograda

Londres, Agencias
La boda real británica resultó casi perfecta. El príncipe William y Kate Middelton dieron el "sí, quiero" en una ceremonia sobria celebrada en la abadía de Westminster, en Londres. Dos horas más tarde, ambos se daban el esperado beso en el balcón del palacio de Buckingham. Más de un millón de británicos celebró en las calles de la ciudad, mientras un público televisivo estimado en 2.200 millones de personas seguía el casamiento de la década en todo el planeta.

Uniformes, carrozas, nada de lluvia y un vestido de ensueño: el día fue perfecto para William y Kate en una Londres casi primaveral. Poco antes de la boda, la abuela de él, la reina Isabel II, le regaló a su nieto el título de duque de Cambridge, con lo que su esposa se convirtió en duquesa, aunque extraoficialmente se la llame "princesa". Kate Middleton es la primera plebeya que se casa con un príncipe heredero del trono en más de 350 años. William es el segundo en la línea de sucesión.

Un anillo solo. Ante 1.900 invitados y con puntualidad británica, la boda en la abadía transcurrió siguiendo el plan de la casa real. Sólo hubo un imprevisto: a Wiliam le costó ponerle el anillo a su novia. Kate, en cambio, no tuvo ese problema, ya que el príncipe había decidido no llevar anillo.

La boda fue como muchos británicos desean que sea su monarquía: fastuosa y tradicional pero no anticuada. La boda distó mucho de la pompa con la que los padres del novio, Carlos y Diana, se casaron en el lejano 1981. También la elección del templo fue significativa: la abadía de Westminster es notablemente más pequeña que la catedral de St. Paul, que albergó la última boda de un heredero, y la decoración fue muy moderada y natural. Los novios, además, se encargaron de darles pinceladas de modernidad a su casamiento. Por ejemplo, cuando partieron del palacio de Buckingham a bordo de un auto deportivo descapotado, con globos que rezaban "recién casados". El gesto fue muy celebrado por la multitud que los vio pasar por las calles de Londres.

La novia, de 29 años, lució un diseño de Sarah Burton, con una cola de dos metros y 70 centímetros. Sobre el vestido llevaba un velo sujetado por una espléndida tiara de diamantes que le había prestado la reina Isabel. Los aros, un regalo de los padres de la novia, estaban inspirados en el nuevo escudo de armas de los Middleton (que pasaron ayer a ser nobles y dejaron de ser plebeyos). Algunas argentinas creyeron ver en el vestido de Kate un lejano eco del que lució Grace Kelly cuando se casó con el príncipe Rainiero de Mónaco. Por su parte, el príncipe, de 28 años, llevaba el uniforme rojo escarlata de la Guardia Irlandesa, con una gran banda azul.

En el altar la pareja prometió amarse, honrarse y respetarse, pero eludieron la tradición de "obediencia" de la esposa a su esposo. Otro signo de modernidad lo marcó la novia al retirarse el velo desde el comienzo de la ceremonia, mientras que el príncipe le susurró "estás guapísima". Esta nueva postura quedó reflejada también en la oración escrita por los mismos novios para la ceremonia religiosa: "Padre Nuestro, déjanos concentrarnos en lo que es real e importante en la vida en medio del ajetreo cotidiano y ayúdanos ser generosos con nuestro tiempo, amor y energía".

Sentados en las primeras filas se encontraban la reina Isabel II, vestida de amarillo, el príncipe Felipe, el príncipe Carlos y su esposa Camila. Ambas lucían, como es tradición, voluminosos sombreros. Más atrás estaban los miembros de las casas reales europeas, entre ellos la reina de España Sofía, y los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia (otra plebeya llegada a la realeza); la reina Margarita II de Dinamarca, los príncipes de Holanda Guillermo Alejandro y la argentina Máxima; el príncipe Alberto de Mónaco y su prometida Charlene Wittstock, que se casan a principios de julio.

Famosos. Tampoco faltaron famosos, como David y Victoria Beckham, que diseñó su propio vestido, el cineasta Guy Ritchie y el cantante Elton John, junto con su pareja. Algunas cosas recordaron durante el enlace a la madre de William, la difunta princesa Diana, como por ejemplo la presencia de su hermano Charles Spencer junto a su familia.

Tras el enlace, los novios partieron en un carruaje hacia el palacio de Buckingham, donde la reina Isabel II ofreció una recepción para 650 invitados. Por la noche, ya con la anciana reina en su casa, hubo una fiesta juvenil para los novios y sus amigos en la residencia Clarence House, Allí Kate apareció con un vestido largo de satén, y el príncipe lució de esmoquin. Después de esta prolongada fiesta, los recién casados pasaron su primera noche de casados en Buckingham. También aquí hay una diferencia abismal con el pasado: ambos están en pareja desde hace casi 10 años, cuando se conocieron y convivieron en la universidad.

Arrestos

La policía británica arrestó a 56 personas en Londres durante el día de la boda real. Unos 5.000 agentes se ocuparon de controlar a la enorme multitud, superior al millón de personas. Entre los arrestos hubo un caso de agresión sexual, tres de ebriedad y otros tres de robo. No se registró ningún intento de agresión antimonárquica.

Apuntes de un día diferente

Aunque los pronósticos meteorológicos anunciaban lluvias y el día amaneció gris, el tiempo finalmente acompañó a la pareja, que salió a saludar al balcón del palacio de Buckingham rodeada de la familia real y los Middleton. Miles de personas esperaban su primer beso de recién casados. Al final fueron dos, pero no muy apasionados: en total, sólo juntaron sus labios 1,8 segundos. Así y todo, fue más que lo que se besaron en 1981 el príncipe Carlos y la princesa Diana: apenas 0,4 segundos.

Por la tarde, los Windsor invitaron a 650 personas a una recepción en el palacio de Buckingham, donde se sirvieron champagne, canapés y el pastel de bodas. Por la noche, los jóvenes celebraron una cena con 300 invitados de su edad en la mansión de Clarence House. El príncipe Harry organizó una fuerte movida con música electrónica, y previendo que todo terminaría muy tarde, un desayuno como final de fiesta. Sigue siendo un misterio dónde pasarán su luna de miel William y Kate. Sólo se sabe que en dos semanas vuelven a la normalidad: él como piloto militar de helicóptero en Gales y Kate como ama de casa. Es que hay cosas enla vida que nunca cambian.

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