COB deja inconexa La Paz y castiga a sus pobladores en octavo día de protestas

La Paz, Abi
En el octavo día de violentas protestas, la Central Obrera Boliviana (COB), cerró el jueves puntos clave del tráfico en La Paz donde profesores, salubristas y fabriles cerraron el paso vehicular, destrozaron el ornato público y obligaron a su población a efectuar penosas caminatas por atajos, cerros y quebradas, para alcanzar el colapsado centro capitalino, constataron periodistas de la ABI.

Con la consigna de reclamar un aumento salarial de 15%, desde muy temprano, entre 5 y 6 de la mañana, grupos de manifestantes se emplazaron en las arterias más transitadas de las ciudades de La Paz y El Alto y las cortaron.

Se trató, a todas luces, de un plan trazado con anticipación que se cebó en la población de La Paz.

Los primeros intentos de transportistas de trasladar pasajeros desde la zona sur al centro de La Paz fueron castigados radicalmente.

Un taxi y un Taxi de Ruta Fija (Trufi) fueron apedreados en la primera curva de subida de la Avenida Kantutani, donde los manifestantes, que se encontraban a las veras de la vía, mimetizados entre la hierba desprolija o en los precarios paseos peatonales, se percataron de la intención de trasladar a un grupo de oficinistas que trepaba con el propósito de alcanzar el centro laboral de la ciudad.

Hacia las 8h35, grupos de bloqueadores controlaban ya la autopista que vincula las ciudades de La Paz y El Alto, a la altura del edificio de la industria cervecera Paceña, lo mismo que el tramo sur de la Avenida Arce, en la confluencia con la Avenida 6 de Agosto, y también la Rotonda que franquea el acceso desde y hacia la Avenida Zabaleta que a su vez conecta la barriada de Obrajes con la zona de Miraflores y, en el corazón de ésta, la Plaza San Martín o Triangular.

El plan, que apuntaba a aislar el centro de La Paz, fue ejecutado efectivamente y hacia las 9h00 todos los coches que desde la zona Sur se embalaron al centro de La Paz, no pudieron superar la calle 2 de Obrajes donde no más de 50 marchistas altisonantes, capitaneados por 4 asidos a un telar con la inscripción del Magisterio, se plantaron contra motorizados y peatones.

Una legión de temerosos y también caldeados, lo mismo que resignados peatones iniciaba en este punto un peregrinaje de 3,5 km, por una serpenteante vía cuesta arriba, para el colmo con la canúcula preinvernal en la tonsura.

La Avenida Kantutani lucía a media mañana como su hubiera sido bombardeada o como si por sus ductos hubiera eclosionado gas.

Sembrada de piedras y troncas y ramas, arrancadas de árboles vecinos, la ruta más expedita al centro de la ciudad estaba literalmente destrozada.

Las tapas de las cloacas se hallaban en medio de la carretera, muchas molidas ex profeso para generar escombros con que tapar el camino.

Los manifestantes, maestros rurales en este caso, opuestos a la nueva Ley de Pensiones, picaron una serranía en cuyo corazón se alza uno de los pilotes de concreto y acero que sostiene uno de los tres puentes trillizos, para sacar de ella piedras que precipitaron a la vía.

Un pedrón de más de una tonelada impedía el paso de cualquier rodado de cuatro neumáticos.

Bicicletas y motocicletas avanzaban lentas en un permanente zigzag para avanzar lo posible.

Paredes de linderos de aires del Río Choqueyapu habían sido derribados sañudamente, en un muestra incontestable de una capacidad de destrucción del ornato público.

Los inconformes se mofaban, entre tanto, de los caminantes que sudaban la gota gorda.

"El Gobierno debe aumentar" el salario, dijo uno de ellos mientras tragaba un emparedado de algo.

Poco más arriba un grupo coreaba un estribillo y cantaba contra el presidente Evo Morales: "Parece que va llover/ parece que va a llover/, el Evo, el Evo se ha escapado/ a Tarija, diciendo".

Un peatón bramó al paso: "vayan a trabajar, mankagastos (ociosos comiendo)". La respuesta, que alzó una carcajada, dejó escuchar: "Váyase, a Japón".

Hacia mediodía, en las postrimerías de la Kantutani, cerca de la Avenida 20 de Octubre, un ejército de empleados, funcionarios y estudiantes pujaba por alcanzar el Paseo de El Prado y, en medio del estruendo de fulminantes de dinamita y cohetes, la Plaza Pérez Velasco, el distribuidor de la ciudad sede de Gobierno y la segunda más poblada del país.

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