Zona de exclusión aérea, una medida viable pero difícil de consensuar

Madrid, El País
"Llamemos a las cosas por su nombre. Una zona de exclusión aérea comienza con un ataque a Libia para destruir sus defensas aéreas". Para Robert Gates, secretario de Defensa estadounidense, esta es la premisa básica para establecer una medida excepcional -con antecedentes en las guerras de Irak y de Bosnia- que acabaría con los ataques aéreos del régimen de Muamar el Gadafi contra su pueblo.

Algunos analistas militares no están de acuerdo con el punto de partida al que se refiere Gates y defienden que bastaría con impedir que ningún avión sobrevuele el espacio aéreo libio, pero sin una gran campaña preliminar. Mientras se debatáin estas cuestiones, los Estados Mayores de algunos países occidentales ya estaba planificando y haciendo preparativos -desplegando aviones y acercando buques a la costa libia- a la espera de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara esta noche la resolución que establece una zona de exclusion aérea, una medida promovida principalmente por Londres y París.

Enrique Ayala, general de Brigada en la reserva, está de acuerdo con Gates en que "no se puede hacer una zona de exclusión aérea sin asegurarse de que no hay defensas que puedan contraatacar". Por tanto, sería imprescindible destruir antes de nada el armamento de defensa área y los radares libios. Gates, ante el Congreso de su país, también advirtió de que la operación sería a gran escala, dada la gran superficie que ocupa Libia. La mayor parte de la población se concentra sin embargo en el norte, en la costa del Mediterráneo, por lo que de aprobarse una operación así, podría implementarse en una franja concreta, y no necesariamente en todo el territorio, explica Ayala.

Complejidad diplomática

Técnicamente la medida es viable. Se requeriría, según expertos, un portaaviones, unos 400 cazabombarderos (una cantidad fácil de obtener en el seno de la OTAN), y la posibilidad de utilizar las bases terrestres del Mediterráneo, como las de Italia, Chipre, España y Turquía. Está por ver, sin embargo, si este último lo permitiría. Había dudas también sobre Italia, el tratado de amistad con Trípoli, firmado en 2008 y que sigue vigente, prohíbe a Roma ceder sus bases para un ataque contra el régimen de Gadafi. Pero estas parecen ahora disipadas. Italia está dispuesta a ceder el uso de sus bases militares para apoyar las acciones derivadas de la decisión del Consejo de Seguridad. "Sí, hemos dicho que estamos preparados para hacer eso", ha dicho un informante. Hace unos días Franco Frattini, ministro de Exteriores de Italia, aseguraba que el tratado está "suspendido de hecho", pero que le resulta "difícil imaginar" que aviones italianos participen en un ataque a Libia. No se negaba, sin embargo, a ceder el uso de sus bases "siempre que haya un cuadro de legitimidad internacional, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y de la OTAN". Lo que ha pasado. Según el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ningún estado miembro puede atacar a otro si no es en legítima defensa.

Legitimidad de la Liga Árabe

Pero lo deseable, como insiste el general Ayala, es que la zona de no vuelo sea legal internacionalmente y que además cuente con el apoyo oficial de la Liga Árabe y la Unión Africana, porque cualquier ataque en el seno del mundo árabe será sin duda observado como una injerencia de Occidente. El sábado 12 de marzo la Liga Áraberespaldó el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Libia "con el acuerdo de todos los países miembros presentes en la reunión de El Cairo", según declaró el ministro de Exteriores de Omán, Youssef bin Alawi bin Abdullah. Antes, sin embargo, había trascendido que dos de los países de la organización, Siria y Argelia -que según los rebeldes, aportan aviones y armamento al dictador libio-, habían votado en contra.

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