Zona de exclusión aérea, una medida viable pero difícil de consensuar

Madrid, El País
"Llamemos a las cosas por su nombre. Una zona de exclusión aérea comienza con un ataque a Libia para destruir sus defensas aéreas". Para Robert Gates, secretario de Defensa estadounidense, esta es la premisa básica para establecer una medida excepcional -con antecedentes en las guerras de Irak y de Bosnia- que acabaría con los ataques aéreos del régimen de Muamar el Gadafi contra su pueblo. Técnicamente esta opción es posible, pero en la práctica, EE UU está tratando de buscar alternativas, mientras Reino Unido y Francia ultiman un borrador de resolución que remitirán a Naciones Unidas en breve, al que de momento se oponen Rusia y China.

Algunos analistas militares no están de acuerdo con el punto de partida al que se refiere Gates y defienden que bastaría con impedir que ningún avión sobrevuele el espacio aéreo libio, pero sin una gran campaña preliminar. Mientras se debaten estas cuestiones, los Estados Mayores de algunos países occidentales ya están planificando y haciendo preparativos -desplegando aviones y acercando buques a la costa libia- a la espera de que el Consejo de Seguridad de la ONU decida aprobar el borrador de resolución que le remitirán Londres y París.

Enrique Ayala, general de Brigada en la reserva, está de acuerdo con Gates en que "no se puede hacer una zona de exclusión aérea sin asegurarse de que no hay defensas que puedan contraatacar". Por tanto, sería imprescindible destruir antes de nada el armamento de defensa área y los radares libios. Gates, ante el Congreso de su país, también advirtió de que la operación sería a gran escala, dada la gran superficie que ocupa Libia. La mayor parte de la población se concentra sin embargo en el norte, en la costa del Mediterráneo, por lo que de aprobarse una operación así, podría implementarse en una franja concreta, y no necesariamente en todo el territorio, explica Ayala.

Complejidad diplomática


Técnicamente la medida es viable. Se requeriría, según expertos,un portaaviones, unos 400 cazabombarderos (una cantidad fácil de obtener en el seno de la OTAN), y la posibilidad de utilizar las bases terrestres del Mediterráneo, como las de Italia, Chipre, España y Turquía. Está por ver, sin embargo, si este último lo permitiría, y todavía hay dudas sobre la posición de Roma, que cuenta con la mejor base -la de Aviano-, pero con un Tratado de Amistad con Libia que le impediría participar en asuntos internos del país norteafricano o ceder sus bases a terceros. Franco Frattini, ministro de Exteriores de Italia, ha asegurado que el tratado está "suspendido de hecho", pero que le resulta "difícil imaginar" que aviones italianos participen en un ataque a Libia. No se niega, sin embargo, a ceder el uso de sus bases "siempre que haya un cuadro de legitimidad internacional, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y de la OTAN".

La cuestión es que esa resolución que están preparando Reino Unido y Francia se llegue a aprobar. China y Rusia, dos de los miembros con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU se oponen a una intervención extranjera en los asuntos internos de Libia. Así lo dijo ayer Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores ruso, y así lo ha vuelto a repetir hoy Jiang Yu, portavoz de su homólogo chino, que ha dejado claro que la ONU deberá tener en cuenta y respetar "la soberanía libia, su integridad territorial y su independencia".

Según el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ningún estado miembro puede atacar a otro si no es en legítima defensa. Por lo tanto, si el Consejo de Seguridad no lo aprueba, cualquier iniciativa que establezca una zona de exclusión aérea sobre Libia estará fuera de la legalidad internacional. Si la situación se deteriora mucho, no obstante, no se debería excluir que algún país o una coalición de ellos decidieran actuar unilateralmente como hicieron EE UU, Reino Unido y Francia en Irak en 1991.

Legitimidad de la Liga Árabe

Pero lo deseable, como insiste el general Ayala, es que la zona de no vuelo sea legal internacionalmente y que además cuente con el apoyo oficial de la Liga Árabe y la Unión Africana, porque cualquier ataque en el seno del mundo árabe será sin duda observado como una injerencia de Occidente. De momento, los seis países del Golfo se han mostrado a favor y han convocado una reunión urgente de la Liga Árabe, cuyo secretario general, Amro Moussa, ha transmitido a Francia su apoyo a la medida. Ayala va más allá: "me encantaría que hubiese aviones de la Liga Árabe y de Turquía. Sería estupendo".

"Para que la resolución sea eficaz debe especificar a quién se encarga su aplicación, ya sea a la OTAN o a un grupo de países", explica el general Ayala. Un oficial de la Organización del Tratado del Atlántico Norte ha confirmado hoy a este periódico que por el momento "no hay planes para ningún tipo de acción en Libia", más allá de la aprobada ayer que establece un sistema de vigilancia del espacio aéreo libio 24 horas al día. Como ya ha dicho su secretario general, Anders Fogh Rasmussen, "la OTAN no intervendrá si no es bajo un mandato de la ONU". "Cualquiera de los miembros podría actuar unilateralmente, pero como una Alianza, preferimos hacer las cosas juntos", ha añadido el oficial por teléfono. En la próxima reunión de los días 10 y 11 de marzo en Bruselas, los ministros de Exteriores de los Estados miembros tendrán a Libia en su agenda. "Discutirán otras opciones, para ver qué más se puede hacer", según el funcionario.

Una vez que la resolución obtuviese luz verde podría ser que Gadafi la aceptase y no fuese necesario atacar sus defensas aéreas. Pero en cualquier caso, en tres o cuatro días la comunidad internacional, ya preparada, podría actuar. Los objetivos serían militares, lo cual reduciría en cierta medida el riesgo de provocar víctimas civiles. Ante una acción militar aliada, Gadafi podría caer en unas 48 horas, según un experto, y el movimiento popular tendría mucha más capacidad para ganar su revolución, que en los últimos días está en serio peligro.

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