Una nube de vapor del reactor 3 aumenta la radiación en Fukushima
Japón amanece con un nuevo incendio en el reactor 4 de Fukushima. -Los ingenieros quieren inyectarle agua con helicópteros. -Daños en las varas de combustible hacen temer por una fusión del núcleo en los reactores 1 y 2
Tokio, El País
Tokio, El País
La nuclear de Fukushima se desmorona. A primer hora de la mañana en Japón (hacia las once de la noche en España) el Gobierno confirmó que se había desencadenado un nuevo incendio en el reactor 4 de Fukushima -el segundo en 24 horas-. Posteriormente comenzó a salir humo blanco también del reactor 3, probablemente causado por el líquido refrigerante que habría entrado al reactor a través de las grietas en el muro. Fue justo antes de que comenzara a aumentar la radiactividad en la zona hasta niveles alarmantes por las emisiones descontroladas del reactor 2. , La contaminación ha alcanzado tal nivel que han tenido que ser evacuados temporalmente los 50 trabajadores que quedaban en la central como último retén ante el desastre. Los reactores 5 y 6 han empezado a refrigerarse para evitar que la situación siga su deterioro.
La alarma de un desastre nuclear sigue creciendo en torno a la planta, afectada en cuatro de sus seis reactores por el terremoto que devastó el país el viernes. Japón ya ha anunciado que pedirá ayuda (sobre todo materiales como trajes antirradiación) a EE UU. La agencia Kyodo alerta (atribuyéndole la información a Tepco) sobre daños del 70% en las barras de combustible del reactor 1 y del 33% en el 2 [consulta en este gráfico los distintos componentes del reactor]. Este sería el primer paso para que se funda el núcleo, ya que las barras de combustible se calientan y comienzan a fundirse con los elementos metálicos de las varillas que los contienen. Se forma entonces un magma metálico muy radiactivo. Si la contención aguanta puede quedar dentro del edificio (lo que ocurrió en Three Mile Island, en EE UU en 1979). Si la contención falla y esa radiación sale fuera la tragedia podría alcanzar consecuencias imprevisibles.
Un empleado de la planta fue quien descubrió el fuego en el reactor 4 a las 5.45 de la mañana (hora local), un foco reavivado del incendio del día antes. La Compañía de Electricidad de Tokio (TEPCO, en inglés), responsable de la planta, asegura que está intentando controlarlo y prevé rociar el reactor con ácido bórico (un inhibidor de las llamas). Los ingenieros de la central han explicado en la televisión japonesa NHK que se plantean inyectar agua en el reactor 4 desde helicópteros, puesto que el edificio es inaccesible por tierra debido a los altos niveles de radiación. El problema es que una inyección desde arriba podría ser demasiado violento y provocar accidentes como grietas o desbordes; además de que supondría un peligro para los pilotos del helicóptero. En cualquier caso, las autoridades consideran prioritario este momento hacer subir el nivel de la piscina dentro del reactor para evitar que el aumento de temperatura acelere una eventual fusión.
Las dudas sobre qué está pasando en la nuclear y cómo se está gestionando crecen por la falta de información de Japón. Los reactores 4, 5 y 6 de la central no estaban operativos cuando el terremoto y el tsunami, por lo que Tokio siempre los dejó fuera de sus advertencias. Hasta que el lunes llegó el anuncio de que los dos incendios en la piscina de combustible gastado del 4 habían generado una nube radiactiva. A esto se añadió que las piscinas de combustible de los reactores 5 y 6 se estaban calentando, por eso TEPECO ha comenzado a refrigerarlos.
El combustible nuclear ya utilizado -que es radiactivo durante decenas de miles de años- se almacena en piscinas que requieren un sistema de refrigeración continua. Si se están calentando eso puede implicar más problemas para introducir agua en la central. Además, Japón estaba estudiando si quitar parte del techo de estos reactores para evitar que una eventual fuga de hidrógeno causase nuevas explosiones dentro del edificio del reactor.
El diseño de este tipo de sistemas de contención fue debatido desde el diseño, en los años sesenta, por General Electric. La eficacia de la contención, conocida como Mark I, la del primer reactor, fue puesta en duda por un informe oficial de EE UU de 1972, un año después de que abriera Fukushima.
Un Gobierno contra las cuerdas
El cuadro en Fukushima comenzó a agravarse el lunes por la noche (hora española). Después de la última explosión en el reactor 2, su situación es especialmente preocupante. La Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) admitió que la contención primaria del reactor "puede tener afectada su integridad". Asumir que puede haber ese fallo es asumir un accidente de otra dimensión. Hasta entonces todas las llamadas a la calma se basaban en que los edificios de la contención habían aguantado las explosiones de hidrógeno junto a los reactores.
La gravedad de la situación en la central ha puesto contra las cuerdas al Gobierno japonés. El primer ministro Naoto Kan compareció ayer ante la nación, a través de un comunicado por televisión, en el que, tras pedir calma a los ciudadanos, reconoció que "está creciendo el peligro de más fugas radiactivas". Los japoneses, aún conmocionados por la inmensa pérdida de vidas humanas -unas 10.000, según datos no oficiales- que han causado el terremoto y el tsunami, recibieron con poca simpatía sus palabras, que muchos consideran que han llegado tarde y que han levantando más alboroto que tranquilizado.
Al mismo tiempo, Tepco parecía tirar la toalla y retiraba de la planta siniestrada, en las que ya se han producido tres explosiones y dos incendios, a casi todos los 800 ingenieros y técnicos que estos días han tratado de evitar una catástrofe. TEPCO ha dejado solo a 50 operarios en una titánica lucha para controlar los fuegos y reactivar la refrigeración con agua de mar en los otros tres reactores accidentados. Los niveles de radiación, que se habían disparado a primera hora de ayer, bajaron sensiblemente, al menos de momento, gracias a las labores de esos operarios.
Los expertos, sin embargo, consideran que no debería haberse dejado semejante tarea en manos de un puñado de hombres y echan en falta que el Gobierno no se haya colocado al frente de esta batalla. Especialmente después de que el portavoz, Yukio Edano, reconociera que los problemas se extienden a los dos últimos reactores de la planta, el 5 y el 6. Ha comenzado a calentarse el agua de las piscinas de estos, que, como el 4, también estaban desconectados para una revisión antes de que ocurriera el tsunami. No se descartan nuevas explosiones.
"¿Qué demonios está pasando?", le espetó Naoto Kan al director de TEPCO por no haberle informado de la explosión. El primer ministro ha decidido formar una célula de crisis -en la que está integrada TEPCO- y se ha colocado al frente de ella. Poco después le llamó el gobernador de Fukushima, Yuhei Sato, para advertirle de que "el miedo y la rabia de los habitantes de esa prefectura está llegando al límite".
La política informativa es un absoluto fracaso. Después de que todos estos días el Gobierno haya tratado de mantener en un perfil bajo la información sobre lo que estaba ocurriendo en la central de Fukushima, el giro radical de ayer desconcertó a la tradicional sociedad japonesa. "Cuanto más lejos estén de la central, más seguros estarán", se le ocurrió decir a Edano en una conferencia de prensa también televisada. "Ahora hablamos de niveles [de radiación] que pueden tener un impacto en la salud", subrayó.
Cortes de electricidad selectivos para dos millones de japoneses; más de 200.000 evacuados en la zona de 30 kilómetros alrededor de la central... A pesar de todo, el caos no se ha apoderado del norte del país ni de Tokio, una megalópolis de 30 millones de habitantes, porque el extremado civismo de los japoneses frena la onda expansiva de las palabras del portavoz. Sin embargo, muchas empresas extranjeras se hicieron eco de la explosiva advertencia y ordenaron a sus expatriados que abandonaran Japón lo antes posible, informa Reuters. A la huida de empresarios, turistas y residentes extranjeros contribuyó la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos que elevó la situación de Fukushima al nivel 6 de alerta nuclear, tan solo uno por debajo de la calificación de Chernóbil, la máxima jamás alcanzada.
Las autoridades de Tokio, mientras tanto, indicaban que en algunas partes de la ciudad la radiactividad era 40 veces superior a la habitual, lo que no representa un riesgo para la salud, y se habían detectado partículas insignificantes de yodo y cesio.
"Nuestra preocupación ha sido saber qué había pasado con nuestros familiares y amigos. Estamos desconcertados. El Gobierno nos ha dicho que corremos peligro, pero no nos da explicaciones ni directrices sobre lo que podemos o debemos hacer", señala la intérprete Rika Yoshida, que ha optado por irse de vacaciones a España.
Preocupación ante un nuevo Chernóbil
Naoto Kan no puede ocultar su pánico a que se funda el núcleo de alguno de los reactores dañados o reviente alguno de los sarcófagos que contienen a los reactores -como sucedió en Chernóbil en 1986- y lance a la atmósfera una nube radiactiva 500 veces superior a la de la bomba atómica sufrida por Hiroshima en 1945. Por ello, ha decidido prohibir los vuelos sobre Fukushima en un radio de 30 kilómetros. Ayer también se acabó de evacuar a todos los habitantes en un radio de 20 kilómetros y se pidió a los que viven entre los 20 y los 30 kilómetros de la central que se mantuvieran en sus casas con las ventanas y las puertas cerradas.
"Toda mi familia es de Kioto [sur de Japón] y están muy inquietos porque aquí en Niigata estamos cerca de Fukushima. Me he tomado cuatro días de vacaciones y me bajo a verles", afirma Tanaka, empleado de un hotel.
La mayoría de los 127 millones de habitantes de Japón pasan estos días pegados a los móviles y al televisor. Por el móvil reciben las alarmas de terremoto superior a 6. Ayer mismo sonaron dos veces, pero los seísmos no tuvieron consecuencias. Y a la televisión por la amplia cobertura que están dando diversos canales a lo ocurrido y a lo que puede aún llegar. Muchas personas han hecho acopio de agua, comida deshidratada, arroz y otros alimentos. En Niigata, una ciudad de medio millón de habitantes situada 150 kilómetros al oeste de Fukushima, pueden verse estanterías vacías y cierta escasez en los supermercados. Pero conforme se viaja del oeste al este, hacia la zona siniestrada, la escasez es más palpable, para hacerse extrema en la costa en que ocurrió el tsunami. Así, en Sendai, una ciudad de un millón de habitantes, los restaurantes y los supermercados están cerrados porque están vacíos. Igual sucede en el entorno de la zona de exclusión de Fukushima, en cuyos albergues y escuelas se refugian los desplazados.
La alarma de un desastre nuclear sigue creciendo en torno a la planta, afectada en cuatro de sus seis reactores por el terremoto que devastó el país el viernes. Japón ya ha anunciado que pedirá ayuda (sobre todo materiales como trajes antirradiación) a EE UU. La agencia Kyodo alerta (atribuyéndole la información a Tepco) sobre daños del 70% en las barras de combustible del reactor 1 y del 33% en el 2 [consulta en este gráfico los distintos componentes del reactor]. Este sería el primer paso para que se funda el núcleo, ya que las barras de combustible se calientan y comienzan a fundirse con los elementos metálicos de las varillas que los contienen. Se forma entonces un magma metálico muy radiactivo. Si la contención aguanta puede quedar dentro del edificio (lo que ocurrió en Three Mile Island, en EE UU en 1979). Si la contención falla y esa radiación sale fuera la tragedia podría alcanzar consecuencias imprevisibles.
Un empleado de la planta fue quien descubrió el fuego en el reactor 4 a las 5.45 de la mañana (hora local), un foco reavivado del incendio del día antes. La Compañía de Electricidad de Tokio (TEPCO, en inglés), responsable de la planta, asegura que está intentando controlarlo y prevé rociar el reactor con ácido bórico (un inhibidor de las llamas). Los ingenieros de la central han explicado en la televisión japonesa NHK que se plantean inyectar agua en el reactor 4 desde helicópteros, puesto que el edificio es inaccesible por tierra debido a los altos niveles de radiación. El problema es que una inyección desde arriba podría ser demasiado violento y provocar accidentes como grietas o desbordes; además de que supondría un peligro para los pilotos del helicóptero. En cualquier caso, las autoridades consideran prioritario este momento hacer subir el nivel de la piscina dentro del reactor para evitar que el aumento de temperatura acelere una eventual fusión.
Las dudas sobre qué está pasando en la nuclear y cómo se está gestionando crecen por la falta de información de Japón. Los reactores 4, 5 y 6 de la central no estaban operativos cuando el terremoto y el tsunami, por lo que Tokio siempre los dejó fuera de sus advertencias. Hasta que el lunes llegó el anuncio de que los dos incendios en la piscina de combustible gastado del 4 habían generado una nube radiactiva. A esto se añadió que las piscinas de combustible de los reactores 5 y 6 se estaban calentando, por eso TEPECO ha comenzado a refrigerarlos.
El combustible nuclear ya utilizado -que es radiactivo durante decenas de miles de años- se almacena en piscinas que requieren un sistema de refrigeración continua. Si se están calentando eso puede implicar más problemas para introducir agua en la central. Además, Japón estaba estudiando si quitar parte del techo de estos reactores para evitar que una eventual fuga de hidrógeno causase nuevas explosiones dentro del edificio del reactor.
El diseño de este tipo de sistemas de contención fue debatido desde el diseño, en los años sesenta, por General Electric. La eficacia de la contención, conocida como Mark I, la del primer reactor, fue puesta en duda por un informe oficial de EE UU de 1972, un año después de que abriera Fukushima.
Un Gobierno contra las cuerdas
El cuadro en Fukushima comenzó a agravarse el lunes por la noche (hora española). Después de la última explosión en el reactor 2, su situación es especialmente preocupante. La Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) admitió que la contención primaria del reactor "puede tener afectada su integridad". Asumir que puede haber ese fallo es asumir un accidente de otra dimensión. Hasta entonces todas las llamadas a la calma se basaban en que los edificios de la contención habían aguantado las explosiones de hidrógeno junto a los reactores.
La gravedad de la situación en la central ha puesto contra las cuerdas al Gobierno japonés. El primer ministro Naoto Kan compareció ayer ante la nación, a través de un comunicado por televisión, en el que, tras pedir calma a los ciudadanos, reconoció que "está creciendo el peligro de más fugas radiactivas". Los japoneses, aún conmocionados por la inmensa pérdida de vidas humanas -unas 10.000, según datos no oficiales- que han causado el terremoto y el tsunami, recibieron con poca simpatía sus palabras, que muchos consideran que han llegado tarde y que han levantando más alboroto que tranquilizado.
Al mismo tiempo, Tepco parecía tirar la toalla y retiraba de la planta siniestrada, en las que ya se han producido tres explosiones y dos incendios, a casi todos los 800 ingenieros y técnicos que estos días han tratado de evitar una catástrofe. TEPCO ha dejado solo a 50 operarios en una titánica lucha para controlar los fuegos y reactivar la refrigeración con agua de mar en los otros tres reactores accidentados. Los niveles de radiación, que se habían disparado a primera hora de ayer, bajaron sensiblemente, al menos de momento, gracias a las labores de esos operarios.
Los expertos, sin embargo, consideran que no debería haberse dejado semejante tarea en manos de un puñado de hombres y echan en falta que el Gobierno no se haya colocado al frente de esta batalla. Especialmente después de que el portavoz, Yukio Edano, reconociera que los problemas se extienden a los dos últimos reactores de la planta, el 5 y el 6. Ha comenzado a calentarse el agua de las piscinas de estos, que, como el 4, también estaban desconectados para una revisión antes de que ocurriera el tsunami. No se descartan nuevas explosiones.
"¿Qué demonios está pasando?", le espetó Naoto Kan al director de TEPCO por no haberle informado de la explosión. El primer ministro ha decidido formar una célula de crisis -en la que está integrada TEPCO- y se ha colocado al frente de ella. Poco después le llamó el gobernador de Fukushima, Yuhei Sato, para advertirle de que "el miedo y la rabia de los habitantes de esa prefectura está llegando al límite".
La política informativa es un absoluto fracaso. Después de que todos estos días el Gobierno haya tratado de mantener en un perfil bajo la información sobre lo que estaba ocurriendo en la central de Fukushima, el giro radical de ayer desconcertó a la tradicional sociedad japonesa. "Cuanto más lejos estén de la central, más seguros estarán", se le ocurrió decir a Edano en una conferencia de prensa también televisada. "Ahora hablamos de niveles [de radiación] que pueden tener un impacto en la salud", subrayó.
Cortes de electricidad selectivos para dos millones de japoneses; más de 200.000 evacuados en la zona de 30 kilómetros alrededor de la central... A pesar de todo, el caos no se ha apoderado del norte del país ni de Tokio, una megalópolis de 30 millones de habitantes, porque el extremado civismo de los japoneses frena la onda expansiva de las palabras del portavoz. Sin embargo, muchas empresas extranjeras se hicieron eco de la explosiva advertencia y ordenaron a sus expatriados que abandonaran Japón lo antes posible, informa Reuters. A la huida de empresarios, turistas y residentes extranjeros contribuyó la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos que elevó la situación de Fukushima al nivel 6 de alerta nuclear, tan solo uno por debajo de la calificación de Chernóbil, la máxima jamás alcanzada.
Las autoridades de Tokio, mientras tanto, indicaban que en algunas partes de la ciudad la radiactividad era 40 veces superior a la habitual, lo que no representa un riesgo para la salud, y se habían detectado partículas insignificantes de yodo y cesio.
"Nuestra preocupación ha sido saber qué había pasado con nuestros familiares y amigos. Estamos desconcertados. El Gobierno nos ha dicho que corremos peligro, pero no nos da explicaciones ni directrices sobre lo que podemos o debemos hacer", señala la intérprete Rika Yoshida, que ha optado por irse de vacaciones a España.
Preocupación ante un nuevo Chernóbil
Naoto Kan no puede ocultar su pánico a que se funda el núcleo de alguno de los reactores dañados o reviente alguno de los sarcófagos que contienen a los reactores -como sucedió en Chernóbil en 1986- y lance a la atmósfera una nube radiactiva 500 veces superior a la de la bomba atómica sufrida por Hiroshima en 1945. Por ello, ha decidido prohibir los vuelos sobre Fukushima en un radio de 30 kilómetros. Ayer también se acabó de evacuar a todos los habitantes en un radio de 20 kilómetros y se pidió a los que viven entre los 20 y los 30 kilómetros de la central que se mantuvieran en sus casas con las ventanas y las puertas cerradas.
"Toda mi familia es de Kioto [sur de Japón] y están muy inquietos porque aquí en Niigata estamos cerca de Fukushima. Me he tomado cuatro días de vacaciones y me bajo a verles", afirma Tanaka, empleado de un hotel.
La mayoría de los 127 millones de habitantes de Japón pasan estos días pegados a los móviles y al televisor. Por el móvil reciben las alarmas de terremoto superior a 6. Ayer mismo sonaron dos veces, pero los seísmos no tuvieron consecuencias. Y a la televisión por la amplia cobertura que están dando diversos canales a lo ocurrido y a lo que puede aún llegar. Muchas personas han hecho acopio de agua, comida deshidratada, arroz y otros alimentos. En Niigata, una ciudad de medio millón de habitantes situada 150 kilómetros al oeste de Fukushima, pueden verse estanterías vacías y cierta escasez en los supermercados. Pero conforme se viaja del oeste al este, hacia la zona siniestrada, la escasez es más palpable, para hacerse extrema en la costa en que ocurrió el tsunami. Así, en Sendai, una ciudad de un millón de habitantes, los restaurantes y los supermercados están cerrados porque están vacíos. Igual sucede en el entorno de la zona de exclusión de Fukushima, en cuyos albergues y escuelas se refugian los desplazados.