Twitterrevolución
DELIA RODRÍGUEZ, El País
Se ha convertido en una poderosísima red social, protagonista tanto en las revueltas árabes como en el ascenso y caída de personajes famosos. España, con dos millones de usuarios directos, es el país europeo donde más crece Twitter.
Es un día cualquiera de febrero en Twitter. A las seis de la mañana, Alex de la Iglesia ya está de rodaje con Salma Hayek y sube una foto de la actriz, ojerosa por el madrugón. Un rato más tarde, el copresentador de Ana Rosa Quintana Màxim Huerta mira su móvil en directo en el plató: tiene un aluvión de mensajes porque los espectadores acaban de ver en su programa a la mujer de Santiago del Valle confesar que su marido es un asesino. Al mediodía, Rubalcaba anuncia la bajada del límite de velocidad en las autovías para ahorrar gasolina y los ciudadanos reaccionan con sorna ("¡Pongamos la jubilación a los 110 años y la velocidad en las autopistas a 67 kilómetros!"). Los blogueros asisten a un congreso en Burgos y saturan Twitter contando lo que comen, ven y escuchan, mientras redistribuyen los últimos titulares sobre Libia y Gadafi de la cadena Al Jazeera. Por la noche se comenta el estreno de Hijos de papá en Cuatro.
Y así cada día. Este caos de información -pública y privada, relevante y accesoria, seria y en broma, trascendente y cotidiana, canalizada por amigos, celebridades, desconocidos, empresas y medios de comunicación- llamado Twitter afronta su quinto cumpleaños el próximo julio con 200 millones de cuentas en todo el mundo y 130 millones de tuits al día. Es un momento dorado para la red social, popularizada entre el gran público gracias al idilio sostenido con famosos y medios de comunicación, pero que ha mantenido el tipo informativo desempeñando un papel clave en un acontecimiento histórico como son las recientes rebeliones en los países árabes. España se ha apuntado a la Twitterrevolución con energía; es el país europeo donde crece a más velocidad: un 151% en un año, hasta los dos millones de usuarios únicos, según ComScore, y sin contar a los muchos que prefieren utilizarla a través de programas para el móvil o el ordenador en lugar de usar twitter.com.
Si Facebook ha triunfado al descubrir que en realidad a los humanos nos importa menos la privacidad que las relaciones, Twitter ha probado que las comunicaciones cortas y rápidas sirven para casi todo. Sus mensajes están limitados a 140 caracteres. Si lo que se desea explicar no cabe, se enlaza fuera, a una foto recién tomada, un reportaje, un blog. "La experiencia tuitera es distinta para cada usuario porque cada uno la regula a través de la gente que decide seguir y al revés; el contenido que publicas define quién te va a seguir. También es asimétrica en la amistad. Cualquiera puede seguirte y no hay necesidad de un seguimiento mutuo", explica el profesor de la Universidad de Navarra José Luis Orihuela. Él sigue a 1.000, pero le siguen 120.000. Cuando un español se da de alta, se le sugiere empezar a recibir sus mensajes, junto a los de otras personas y organizaciones de lo más dispar. A partir de ahí, el recién llegado deberá empezar a buscar conocidos y a construir su red. Decidir si le interesa la vida cotidiana de los futbolistas, hablar con los amigos o retransmitir en directo lo que emite la CNN.
Twitter es cruel y muestra quizá mejor que ninguna otra red social las relaciones desnudas visibles como alambres. Lady Gaga es seguida por ocho millones y medio de personas, mientras a miles de anónimos no les hace caso nadie. Son habituales las celebridades de la red desconocidas en la calle, los periodistas con más eco que sus propios medios o los subordinados más populares que sus jefes. En Twitter, si te rodeas de gente interesante, te llegará información interesante. Y si dices algo relevante y ocupas la posición correcta en la red, tu mensaje puede obtener repercusión mundial instantánea. Como en la vida misma, pero de una forma infinitamente más sencilla y veloz. Los más populares no son los más influyentes. Las cuentas de los medios son responsables de la mayoría de los temas calientes (trendingtopics), que los usuarios filtran y difunden a toda velocidad: su vida media es de 20 a 40 minutos, según un estudio de HP.
Desde su puesta en marcha, prácticamente todas las grandes noticias han saltado primero en Twitter. Impensable hace cinco años hasta para su fundador, Evan Williams, que ya había tomado parte en otro terremoto informativo anterior creando ni más ni menos que Blogger, la temprana herramienta de publicación sencilla de blogs que vendió a Google en 2003. Williams pensó en Twitter como una forma divertida de comunicación entre familia y amigos, y junto a Jack Dorsey y Biz Stone ideó un prototipo en un par de semanas. Los earlyadopters tecnológicos, que se apuntan a todas las novedades por el placer de seguirlas, descubrieron que conversar ahí era más sencillo que hacerlo en otros espacios como los comentarios de los blogs. Pronto la comunidad le encontró otras utilidades: inventaron el retuit (RT, una forma de repetir el tuit de otra persona), se organizaron con hashtags para poder seguir conversaciones (etiquetas marcadas con el símbolo de la almohadilla #) y poco a poco la conversación cotidiana y casual se mezcló con la actualidad.
"Al principio no éramos conscientes de que nuestra charla era tan pública, era casi un chat entre freaks", cuenta Marilín Gonzalo, directora de contenidos de la red de blogs Hipertextual y usuaria pionera. De esa época queda el aire desenfadado de la red y su logotipo: un pájaro azul que adquirieron en un banco de imágenes barato. De hecho, tweet significa trino en inglés. Hoy, la empresa se toma muy en serio a sí misma: su objetivo es llegar a los 1.000 millones de usuarios, una meta compartida con Facebook, y algunos analistas financieros calculan que vale 10.000 millones de dólares.
Su secreto es volverse imprescindible para sus usuarios. Lo primero que hace Marilín por las mañanas es encender el ordenador y mirar Twitter, que se queda en segundo plano durante toda la jornada. Si sale a la calle, lo usa en el móvil, y antes de dormir, también. Desde que abrió su cuenta hace cuatro años, nunca ha estado más de tres días sin él. Célebre en la red, pero desconocida fuera de ella, esta periodista argentina es una de las mujeres más seguidas de España. Cada comentario suyo sobre un asunto de actualidad provoca docenas de respuestas, aunque ha aprendido que no tiene por qué contestarlas todas. A diferencia del correo electrónico, la etiqueta tuitera no requiere una respuesta inmediata... ni siquiera una respuesta. Tiene más de 105.000 followers. "A partir de cierto número de seguidores eres mucho más cuidadosa con lo que dices", afirma. Suena lógico: es más popular que la mayoría de los medios de comunicación españoles.
Usuarios y medios están aún aprendiendo que Twitter es un polvorín donde se mezclan lo público y lo privado, donde verdad y mentira vuelan a la misma altura. Las reputaciones se construyen o se destrozan con rapidez. En EE UU ha sido sonado el caso del periodista Nir Rosen, que dimitió de su trabajo tras un comentario sobre la violación sufrida en Egipto por la enviada de la CBS. El título del artículo en el que se trató de explicar era elocuente: "Cómo 480 caracteres deshicieron mi carrera". En España corrieron ríos de tinta cuando el mes pasado EL PAÍS suspendió la campaña publicitaria del director Nacho Vigalondo después de que publicara una broma sobre el Holocausto en su Twitter. Otro director, Alex de la Iglesia, pasó del infierno al cielo de la red al modificar su opinión sobre la ley Sinde tras el contacto con los tuiteros y dimitir, en consecuencia, como presidente de la Academia de Cine.
El escritor Arturo Pérez-Reverte tuiteó en el último baile de ministros sobre las lágrimas de despedida de Moratinos que "ni para irse tuvo huevos". De inmediato, los usuarios se pusieron a hacer chistes sobre la machada del escritor. Al académico le hizo gracia y se unió a los tuiteros, que lo recibieron encantados. Sus palabras fueron ampliamente recogidas en prensa y televisión. Meses después diría al respecto en un congreso sobre redes sociales: "Twitter es una charla de amigos, una barra de bar. Ocurrió como cuando un periodista saca de contexto una frase. Al día siguiente, dos ministros citaron mi nombre en el telediario. Trasladar un tuit tan crudo, aislado, descontextualizado... En Twitter, todo lo que digas será utilizado en tu contra. Estropea su espíritu. Hay que apelar al sentido común. No es un medio para dar una rueda de prensa".
José Luis Orihuela replica que, más que un bar, Twitter es comunicación pública y que no se puede tomar a la ligera. Que los arranques de espontaneidad se pagan caros. Culpa en parte al hecho de que se use de forma móvil y rápida, desde cualquier lugar y momento. La viralidad del medio puede jugar a tu favor, pero también en tu contra. Tampoco ayuda la fascinación mediática que ejerce: "Los medios cada vez prestan más atención a aquello de lo que está hablando la gente en las redes sociales. Es un elemento que tienen que incorporar de forma más seria, sofisticada y cuidadosa. Twitter es el festival del texto sacado de contexto".
El humor, una parte muy importante de la experiencia tuitera, corre muchos riesgos de ser malentendido al transportarse a un titular. Gerard Piqué dio un gran espaldarazo a la popularidad de Twitter en España el mes pasado, cuando decidió publicar una foto con un grupo de amigos que confirmaba de facto su relación con Shakira. Pero los tuiteros decidieron no fijarse en la pareja, sino en un amigo de Piqué que aparecía en un rincón de la imagen con una camisa de cuadros y un gesto gracioso. La broma se convirtió en algo viral, llegó a la lista de trendingtopics y el futbolista aprovechó para organizar un partidillo entre los usuarios y su amigo en un hábil gesto. En horas, el joven había pasado del anonimato a protagonizar las noticias más leídas de todos los digitales. Piqué bromeó diciendo que era el nuevo mánager del chico de la camisa de cuadros y que pedía "respeto por su intimidad". Muchos medios entendieron el tuit de forma literal, como si el futbolista se hubiera convertido realmente en representante.
"El humor requiere contextos compartidos", dice el profesor. "Cuanto más hay, es más fácil, por eso se ríen tanto los amigos, porque una sola palabra hace recordar toda la anécdota. En Twitter, el contexto no es compartido, lo pone el lector, no hay espacio para él. Es fácil que de forma involuntaria -o intencional- ocurran ese tipo de malentendidos". El cantante David Bisbal también fue víctima en febrero de la presión tuitera, aunque no fue tan hábil en su manejo como Pérez-Reverte o Piqué. Escribió en plena crisis egipcia a su millón de seguidores: "Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá que pronto se acabe la revuelta". En minutos, la frase fue la comidilla de medio Internet. Indignado, publicó un tuit de queja. Después borró ambos. Lo empeoró.
Alejandro Sanz, el español más seguido de Twitter con más de 1,7 millones de followers, mantiene una postura sobre las descargas muy impopular, que a menudo le lleva a enzarzarse en discusiones con los usuarios. Sorprende que mientras muchos políticos, empresas y organizaciones delegan en community managers, muchas celebrities usen el servicio en persona. La desintermediación de Internet aplicada a la fama, sin mánagers ni periodistas por medio. Para bien y para mal. El poder de los fans es una de las fuerzas ocultas que mueve Twitter: en su momento, la empresa calculó que un 3% de sus servidores estaban dedicados al ídolo canadiense Justin Bieber. Tuvieron que modificar el algoritmo que detectaba los temas calientes para que no apareciera siempre en ellos. El día que se cortó el pelo perdió 80.000 seguidores.
Pero no es solo cosa de adolescentes. Hay escritores, intelectuales, presidentes de Gobierno. Para todos ellos, las ventajas son muchas: se trata de una herramienta de marketing barata, efectiva y fácil de manejar. La desventaja es que se arriesgan a escuchar lo que no quieren oír. En su móvil y en su propio bolsillo. "Al principio me hacían mucho efecto las críticas", explica el presentador televisivo y periodista Màxim Huerta, fascinado con Twitter. "Dan más ganas de contestar al que insulta que a quien dice algo positivo, y eso no es justo". Ha notado el surgimiento del provocador tuitero, que busca que alguien meta la pata, y en una evolución muy común, con el tiempo se ha moderado: "Antes ponía fotos mías en el baño, de mi desayuno, de mi cara... Hasta que un día vi mi foto despeinado, recién levantado a las seis de la mañana en Sé lo que hicisteis", explica. Le han llegado a parar por la calle para decirle que le siguen en Twitter. "No 'te veo en la tele', sino 'te sigo'. La tele es más fría".
Huerta tuitea en directo, pero también adora ver la televisión con el móvil en la mano comentando los programas. "La soledad del espectador ha terminado con Twitter. Es como estar de pronto en un campo de fútbol. Ves todas las reacciones de un montón de gente". No es el único. En la última SuperBowl se tuiteó a un ritmo de 4.000 mensajes por segundo. Ya no se espera al día siguiente para comentar en la oficina la gala de los Goya o el estreno de Operación Triunfo, sino que se hace en directo. El papel de Twitter como marco social de la televisión o segunda pantalla ha dado una grata sorpresa a la industria, que tras años buscando incentivar el directo para salvar la publicidad, se encuentran con que los espectadores lo prefieren... para poder charlar entre ellos. Series como El barco han jugado con la herramienta como un canal más de la ficción.
Tras unos años de tanteo, muchas empresas y organizaciones lo han incorporado con relativa naturalidad a sus estrategias comunicativas. La cuenta oficial de La Moncloa es seguida por 115.000 personas. Iberia informó al instante desde la suya sobre la última huelga de controladores. El servicio de atención al cliente de las operadoras suele funcionar mejor por Twitter que de forma telefónica. La compañía comercializa publicidad dentro de los flujos de búsqueda y en sus trendingtopics. Incluso la propaganda y la publicidad encubierta, en un proceso de pérdida de la inocencia que recuerda al sufrido por la blogosfera, han hecho su aparición. Marilín Gonzalo cuenta cómo ha llegado a recibir ofertas para emitir tuits hablando a favor de una empresa, algo que, denuncia, hacen algunos tuiteros sin advertir de ello. Màxim Huerta ha llegado a recibir un envío tan grande de cerveza de una marca, en agradecimiento por tuitear de forma espontánea sobre su costumbre de ir de cañas, que tuvo que organizar una fiesta para acabar con el "regalo".
Mientras el potencial corporativo de Twitter ha ido dándose por hecho, el debate que lo rodeaba perdía interés a favor de otros asuntos. Uno, planteado por Nicholas Carr, es hasta qué punto nuestro cerebro está siendo transformado por tecnologías como Twitter, perjudicando nuestra capacidad para concentrarnos y reflexionar. Defiende que Internet nos está volviendo idiotas, mientras otros argumentan lo opuesto, que la tecnología nos obliga a evolucionar como especie. En cualquier caso, la herramienta, han reconocido psicólogos como Steven Pinker, engancha a nuestro cerebro gracias a la constante llegada de paquetes de información. Nada le atrae más que las pequeñas novedades. Actualizar. Ver mensajes nuevos. Actualizar. Mirar mensajes directos.
El segundo de los debates ha pasado en pocos meses de los teóricos de la red a los telediarios. ¿Puede cambiar el mundo Twitter gracias a sus portentosas capacidades para la comunicación? Hace solo un año, la pregunta podía provocar risa. Ya no. Cuando la web de Wikileaks fue inutilizada por la empresa que gestionaba sus DNS, los usuarios difundieron en segundos por toda la red las nuevas direcciones. Las acciones de Anonymous corren por Twitter como la pólvora. La red social ha sido básica para el último reverdecer del ciberactivimo español, catalizado en las protestas contra la ley Sinde, desde la creación del manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en diciembre de 2009, hasta la última campaña #nolesvotes, que defiende un voto de castigo a los partidos que apoyaron la ley antidescargas. Su eslogan es, directamente, un hashtag.
"Twitter es la clave. Es la herramienta de los activistas", explica el abogado Carlos Sánchez-Almeida, el primero en lanzar el hashtag #nolesvotes. Viejo conocedor de los movimientos de protesta en la red española desde los noventa, afirma que, a diferencia de entonces, la velocidad de esta nueva herramienta hace inmediatas las acciones de "guerrilla". En solo una tarde, y gracias a Twitter, los usuarios se organizaron para crear y coordinar 80 grupos regionales para la campaña.
Un ejemplo del poder revolucionario tuitero incluso sin Twitter es cómo usa la red desde Cuba la activista Yoani Sánchez. No puede ver su cuenta por la censura en la isla, así que tuitea a ciegas desde su móvil. A cambio, recibe SMS desde todo el mundo de sus 100.000 seguidores que le han ido informando, por ejemplo, de lo que sucedía en Libia o Egipto. Después, las noticias vuelan al estilo cubano, en CD o memorias USB. Y en las rebeliones de los países árabes, Twitter ha ayudado en la organización de los activistas y servido como caja de resonancia internacional de sus acciones. Cuando Mubarak ordenó a los proveedores de Internet desenchufar el país, usuarios de todo el mundo ayudaron a los egipcios a saltarse la desconexión y Twitter se alió con Google para crear un sistema que les permitiera tuitear mediante una llamada telefónica local.
"Las revoluciones, ni estas ni ninguna, no son producidas por Twitter o cualquier otra tecnología de comunicación, pero sin Twitter y otras redes sociales no habrían tenido la forma que tienen, no habrían sido tan espontáneas, ni de difusión tan rápida, ni tan autoorganizadas de forma flexible y poco controlable, sin partidos de vanguardia ni autoproclamados líderes", explica por correo el catedrático de sociología Manuel Castells, una autoridad en las relaciones entre comunicación y poder. "Por eso yo las llamo wikirrevoluciones (como Wikipedia), movimientos sociales autogenerados y autoorganizados, que se basan en redes horizontales de comunicación y confianza entre la gente, que empiezan en Twitter y Facebook y acaban en la calle y, cuando es necesario, en las barricadas, como en los tiempos heroicos. Pero para llegar a las barricadas hay que pasar por la red. Estas son las revoluciones de nuestro tiempo, protagonizadas por jóvenes con los medios propios de su generación, las redes sociales".
Se ha convertido en una poderosísima red social, protagonista tanto en las revueltas árabes como en el ascenso y caída de personajes famosos. España, con dos millones de usuarios directos, es el país europeo donde más crece Twitter.
Es un día cualquiera de febrero en Twitter. A las seis de la mañana, Alex de la Iglesia ya está de rodaje con Salma Hayek y sube una foto de la actriz, ojerosa por el madrugón. Un rato más tarde, el copresentador de Ana Rosa Quintana Màxim Huerta mira su móvil en directo en el plató: tiene un aluvión de mensajes porque los espectadores acaban de ver en su programa a la mujer de Santiago del Valle confesar que su marido es un asesino. Al mediodía, Rubalcaba anuncia la bajada del límite de velocidad en las autovías para ahorrar gasolina y los ciudadanos reaccionan con sorna ("¡Pongamos la jubilación a los 110 años y la velocidad en las autopistas a 67 kilómetros!"). Los blogueros asisten a un congreso en Burgos y saturan Twitter contando lo que comen, ven y escuchan, mientras redistribuyen los últimos titulares sobre Libia y Gadafi de la cadena Al Jazeera. Por la noche se comenta el estreno de Hijos de papá en Cuatro.
Y así cada día. Este caos de información -pública y privada, relevante y accesoria, seria y en broma, trascendente y cotidiana, canalizada por amigos, celebridades, desconocidos, empresas y medios de comunicación- llamado Twitter afronta su quinto cumpleaños el próximo julio con 200 millones de cuentas en todo el mundo y 130 millones de tuits al día. Es un momento dorado para la red social, popularizada entre el gran público gracias al idilio sostenido con famosos y medios de comunicación, pero que ha mantenido el tipo informativo desempeñando un papel clave en un acontecimiento histórico como son las recientes rebeliones en los países árabes. España se ha apuntado a la Twitterrevolución con energía; es el país europeo donde crece a más velocidad: un 151% en un año, hasta los dos millones de usuarios únicos, según ComScore, y sin contar a los muchos que prefieren utilizarla a través de programas para el móvil o el ordenador en lugar de usar twitter.com.
Si Facebook ha triunfado al descubrir que en realidad a los humanos nos importa menos la privacidad que las relaciones, Twitter ha probado que las comunicaciones cortas y rápidas sirven para casi todo. Sus mensajes están limitados a 140 caracteres. Si lo que se desea explicar no cabe, se enlaza fuera, a una foto recién tomada, un reportaje, un blog. "La experiencia tuitera es distinta para cada usuario porque cada uno la regula a través de la gente que decide seguir y al revés; el contenido que publicas define quién te va a seguir. También es asimétrica en la amistad. Cualquiera puede seguirte y no hay necesidad de un seguimiento mutuo", explica el profesor de la Universidad de Navarra José Luis Orihuela. Él sigue a 1.000, pero le siguen 120.000. Cuando un español se da de alta, se le sugiere empezar a recibir sus mensajes, junto a los de otras personas y organizaciones de lo más dispar. A partir de ahí, el recién llegado deberá empezar a buscar conocidos y a construir su red. Decidir si le interesa la vida cotidiana de los futbolistas, hablar con los amigos o retransmitir en directo lo que emite la CNN.
Twitter es cruel y muestra quizá mejor que ninguna otra red social las relaciones desnudas visibles como alambres. Lady Gaga es seguida por ocho millones y medio de personas, mientras a miles de anónimos no les hace caso nadie. Son habituales las celebridades de la red desconocidas en la calle, los periodistas con más eco que sus propios medios o los subordinados más populares que sus jefes. En Twitter, si te rodeas de gente interesante, te llegará información interesante. Y si dices algo relevante y ocupas la posición correcta en la red, tu mensaje puede obtener repercusión mundial instantánea. Como en la vida misma, pero de una forma infinitamente más sencilla y veloz. Los más populares no son los más influyentes. Las cuentas de los medios son responsables de la mayoría de los temas calientes (trendingtopics), que los usuarios filtran y difunden a toda velocidad: su vida media es de 20 a 40 minutos, según un estudio de HP.
Desde su puesta en marcha, prácticamente todas las grandes noticias han saltado primero en Twitter. Impensable hace cinco años hasta para su fundador, Evan Williams, que ya había tomado parte en otro terremoto informativo anterior creando ni más ni menos que Blogger, la temprana herramienta de publicación sencilla de blogs que vendió a Google en 2003. Williams pensó en Twitter como una forma divertida de comunicación entre familia y amigos, y junto a Jack Dorsey y Biz Stone ideó un prototipo en un par de semanas. Los earlyadopters tecnológicos, que se apuntan a todas las novedades por el placer de seguirlas, descubrieron que conversar ahí era más sencillo que hacerlo en otros espacios como los comentarios de los blogs. Pronto la comunidad le encontró otras utilidades: inventaron el retuit (RT, una forma de repetir el tuit de otra persona), se organizaron con hashtags para poder seguir conversaciones (etiquetas marcadas con el símbolo de la almohadilla #) y poco a poco la conversación cotidiana y casual se mezcló con la actualidad.
"Al principio no éramos conscientes de que nuestra charla era tan pública, era casi un chat entre freaks", cuenta Marilín Gonzalo, directora de contenidos de la red de blogs Hipertextual y usuaria pionera. De esa época queda el aire desenfadado de la red y su logotipo: un pájaro azul que adquirieron en un banco de imágenes barato. De hecho, tweet significa trino en inglés. Hoy, la empresa se toma muy en serio a sí misma: su objetivo es llegar a los 1.000 millones de usuarios, una meta compartida con Facebook, y algunos analistas financieros calculan que vale 10.000 millones de dólares.
Su secreto es volverse imprescindible para sus usuarios. Lo primero que hace Marilín por las mañanas es encender el ordenador y mirar Twitter, que se queda en segundo plano durante toda la jornada. Si sale a la calle, lo usa en el móvil, y antes de dormir, también. Desde que abrió su cuenta hace cuatro años, nunca ha estado más de tres días sin él. Célebre en la red, pero desconocida fuera de ella, esta periodista argentina es una de las mujeres más seguidas de España. Cada comentario suyo sobre un asunto de actualidad provoca docenas de respuestas, aunque ha aprendido que no tiene por qué contestarlas todas. A diferencia del correo electrónico, la etiqueta tuitera no requiere una respuesta inmediata... ni siquiera una respuesta. Tiene más de 105.000 followers. "A partir de cierto número de seguidores eres mucho más cuidadosa con lo que dices", afirma. Suena lógico: es más popular que la mayoría de los medios de comunicación españoles.
Usuarios y medios están aún aprendiendo que Twitter es un polvorín donde se mezclan lo público y lo privado, donde verdad y mentira vuelan a la misma altura. Las reputaciones se construyen o se destrozan con rapidez. En EE UU ha sido sonado el caso del periodista Nir Rosen, que dimitió de su trabajo tras un comentario sobre la violación sufrida en Egipto por la enviada de la CBS. El título del artículo en el que se trató de explicar era elocuente: "Cómo 480 caracteres deshicieron mi carrera". En España corrieron ríos de tinta cuando el mes pasado EL PAÍS suspendió la campaña publicitaria del director Nacho Vigalondo después de que publicara una broma sobre el Holocausto en su Twitter. Otro director, Alex de la Iglesia, pasó del infierno al cielo de la red al modificar su opinión sobre la ley Sinde tras el contacto con los tuiteros y dimitir, en consecuencia, como presidente de la Academia de Cine.
El escritor Arturo Pérez-Reverte tuiteó en el último baile de ministros sobre las lágrimas de despedida de Moratinos que "ni para irse tuvo huevos". De inmediato, los usuarios se pusieron a hacer chistes sobre la machada del escritor. Al académico le hizo gracia y se unió a los tuiteros, que lo recibieron encantados. Sus palabras fueron ampliamente recogidas en prensa y televisión. Meses después diría al respecto en un congreso sobre redes sociales: "Twitter es una charla de amigos, una barra de bar. Ocurrió como cuando un periodista saca de contexto una frase. Al día siguiente, dos ministros citaron mi nombre en el telediario. Trasladar un tuit tan crudo, aislado, descontextualizado... En Twitter, todo lo que digas será utilizado en tu contra. Estropea su espíritu. Hay que apelar al sentido común. No es un medio para dar una rueda de prensa".
José Luis Orihuela replica que, más que un bar, Twitter es comunicación pública y que no se puede tomar a la ligera. Que los arranques de espontaneidad se pagan caros. Culpa en parte al hecho de que se use de forma móvil y rápida, desde cualquier lugar y momento. La viralidad del medio puede jugar a tu favor, pero también en tu contra. Tampoco ayuda la fascinación mediática que ejerce: "Los medios cada vez prestan más atención a aquello de lo que está hablando la gente en las redes sociales. Es un elemento que tienen que incorporar de forma más seria, sofisticada y cuidadosa. Twitter es el festival del texto sacado de contexto".
El humor, una parte muy importante de la experiencia tuitera, corre muchos riesgos de ser malentendido al transportarse a un titular. Gerard Piqué dio un gran espaldarazo a la popularidad de Twitter en España el mes pasado, cuando decidió publicar una foto con un grupo de amigos que confirmaba de facto su relación con Shakira. Pero los tuiteros decidieron no fijarse en la pareja, sino en un amigo de Piqué que aparecía en un rincón de la imagen con una camisa de cuadros y un gesto gracioso. La broma se convirtió en algo viral, llegó a la lista de trendingtopics y el futbolista aprovechó para organizar un partidillo entre los usuarios y su amigo en un hábil gesto. En horas, el joven había pasado del anonimato a protagonizar las noticias más leídas de todos los digitales. Piqué bromeó diciendo que era el nuevo mánager del chico de la camisa de cuadros y que pedía "respeto por su intimidad". Muchos medios entendieron el tuit de forma literal, como si el futbolista se hubiera convertido realmente en representante.
"El humor requiere contextos compartidos", dice el profesor. "Cuanto más hay, es más fácil, por eso se ríen tanto los amigos, porque una sola palabra hace recordar toda la anécdota. En Twitter, el contexto no es compartido, lo pone el lector, no hay espacio para él. Es fácil que de forma involuntaria -o intencional- ocurran ese tipo de malentendidos". El cantante David Bisbal también fue víctima en febrero de la presión tuitera, aunque no fue tan hábil en su manejo como Pérez-Reverte o Piqué. Escribió en plena crisis egipcia a su millón de seguidores: "Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá que pronto se acabe la revuelta". En minutos, la frase fue la comidilla de medio Internet. Indignado, publicó un tuit de queja. Después borró ambos. Lo empeoró.
Alejandro Sanz, el español más seguido de Twitter con más de 1,7 millones de followers, mantiene una postura sobre las descargas muy impopular, que a menudo le lleva a enzarzarse en discusiones con los usuarios. Sorprende que mientras muchos políticos, empresas y organizaciones delegan en community managers, muchas celebrities usen el servicio en persona. La desintermediación de Internet aplicada a la fama, sin mánagers ni periodistas por medio. Para bien y para mal. El poder de los fans es una de las fuerzas ocultas que mueve Twitter: en su momento, la empresa calculó que un 3% de sus servidores estaban dedicados al ídolo canadiense Justin Bieber. Tuvieron que modificar el algoritmo que detectaba los temas calientes para que no apareciera siempre en ellos. El día que se cortó el pelo perdió 80.000 seguidores.
Pero no es solo cosa de adolescentes. Hay escritores, intelectuales, presidentes de Gobierno. Para todos ellos, las ventajas son muchas: se trata de una herramienta de marketing barata, efectiva y fácil de manejar. La desventaja es que se arriesgan a escuchar lo que no quieren oír. En su móvil y en su propio bolsillo. "Al principio me hacían mucho efecto las críticas", explica el presentador televisivo y periodista Màxim Huerta, fascinado con Twitter. "Dan más ganas de contestar al que insulta que a quien dice algo positivo, y eso no es justo". Ha notado el surgimiento del provocador tuitero, que busca que alguien meta la pata, y en una evolución muy común, con el tiempo se ha moderado: "Antes ponía fotos mías en el baño, de mi desayuno, de mi cara... Hasta que un día vi mi foto despeinado, recién levantado a las seis de la mañana en Sé lo que hicisteis", explica. Le han llegado a parar por la calle para decirle que le siguen en Twitter. "No 'te veo en la tele', sino 'te sigo'. La tele es más fría".
Huerta tuitea en directo, pero también adora ver la televisión con el móvil en la mano comentando los programas. "La soledad del espectador ha terminado con Twitter. Es como estar de pronto en un campo de fútbol. Ves todas las reacciones de un montón de gente". No es el único. En la última SuperBowl se tuiteó a un ritmo de 4.000 mensajes por segundo. Ya no se espera al día siguiente para comentar en la oficina la gala de los Goya o el estreno de Operación Triunfo, sino que se hace en directo. El papel de Twitter como marco social de la televisión o segunda pantalla ha dado una grata sorpresa a la industria, que tras años buscando incentivar el directo para salvar la publicidad, se encuentran con que los espectadores lo prefieren... para poder charlar entre ellos. Series como El barco han jugado con la herramienta como un canal más de la ficción.
Tras unos años de tanteo, muchas empresas y organizaciones lo han incorporado con relativa naturalidad a sus estrategias comunicativas. La cuenta oficial de La Moncloa es seguida por 115.000 personas. Iberia informó al instante desde la suya sobre la última huelga de controladores. El servicio de atención al cliente de las operadoras suele funcionar mejor por Twitter que de forma telefónica. La compañía comercializa publicidad dentro de los flujos de búsqueda y en sus trendingtopics. Incluso la propaganda y la publicidad encubierta, en un proceso de pérdida de la inocencia que recuerda al sufrido por la blogosfera, han hecho su aparición. Marilín Gonzalo cuenta cómo ha llegado a recibir ofertas para emitir tuits hablando a favor de una empresa, algo que, denuncia, hacen algunos tuiteros sin advertir de ello. Màxim Huerta ha llegado a recibir un envío tan grande de cerveza de una marca, en agradecimiento por tuitear de forma espontánea sobre su costumbre de ir de cañas, que tuvo que organizar una fiesta para acabar con el "regalo".
Mientras el potencial corporativo de Twitter ha ido dándose por hecho, el debate que lo rodeaba perdía interés a favor de otros asuntos. Uno, planteado por Nicholas Carr, es hasta qué punto nuestro cerebro está siendo transformado por tecnologías como Twitter, perjudicando nuestra capacidad para concentrarnos y reflexionar. Defiende que Internet nos está volviendo idiotas, mientras otros argumentan lo opuesto, que la tecnología nos obliga a evolucionar como especie. En cualquier caso, la herramienta, han reconocido psicólogos como Steven Pinker, engancha a nuestro cerebro gracias a la constante llegada de paquetes de información. Nada le atrae más que las pequeñas novedades. Actualizar. Ver mensajes nuevos. Actualizar. Mirar mensajes directos.
El segundo de los debates ha pasado en pocos meses de los teóricos de la red a los telediarios. ¿Puede cambiar el mundo Twitter gracias a sus portentosas capacidades para la comunicación? Hace solo un año, la pregunta podía provocar risa. Ya no. Cuando la web de Wikileaks fue inutilizada por la empresa que gestionaba sus DNS, los usuarios difundieron en segundos por toda la red las nuevas direcciones. Las acciones de Anonymous corren por Twitter como la pólvora. La red social ha sido básica para el último reverdecer del ciberactivimo español, catalizado en las protestas contra la ley Sinde, desde la creación del manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en diciembre de 2009, hasta la última campaña #nolesvotes, que defiende un voto de castigo a los partidos que apoyaron la ley antidescargas. Su eslogan es, directamente, un hashtag.
"Twitter es la clave. Es la herramienta de los activistas", explica el abogado Carlos Sánchez-Almeida, el primero en lanzar el hashtag #nolesvotes. Viejo conocedor de los movimientos de protesta en la red española desde los noventa, afirma que, a diferencia de entonces, la velocidad de esta nueva herramienta hace inmediatas las acciones de "guerrilla". En solo una tarde, y gracias a Twitter, los usuarios se organizaron para crear y coordinar 80 grupos regionales para la campaña.
Un ejemplo del poder revolucionario tuitero incluso sin Twitter es cómo usa la red desde Cuba la activista Yoani Sánchez. No puede ver su cuenta por la censura en la isla, así que tuitea a ciegas desde su móvil. A cambio, recibe SMS desde todo el mundo de sus 100.000 seguidores que le han ido informando, por ejemplo, de lo que sucedía en Libia o Egipto. Después, las noticias vuelan al estilo cubano, en CD o memorias USB. Y en las rebeliones de los países árabes, Twitter ha ayudado en la organización de los activistas y servido como caja de resonancia internacional de sus acciones. Cuando Mubarak ordenó a los proveedores de Internet desenchufar el país, usuarios de todo el mundo ayudaron a los egipcios a saltarse la desconexión y Twitter se alió con Google para crear un sistema que les permitiera tuitear mediante una llamada telefónica local.
"Las revoluciones, ni estas ni ninguna, no son producidas por Twitter o cualquier otra tecnología de comunicación, pero sin Twitter y otras redes sociales no habrían tenido la forma que tienen, no habrían sido tan espontáneas, ni de difusión tan rápida, ni tan autoorganizadas de forma flexible y poco controlable, sin partidos de vanguardia ni autoproclamados líderes", explica por correo el catedrático de sociología Manuel Castells, una autoridad en las relaciones entre comunicación y poder. "Por eso yo las llamo wikirrevoluciones (como Wikipedia), movimientos sociales autogenerados y autoorganizados, que se basan en redes horizontales de comunicación y confianza entre la gente, que empiezan en Twitter y Facebook y acaban en la calle y, cuando es necesario, en las barricadas, como en los tiempos heroicos. Pero para llegar a las barricadas hay que pasar por la red. Estas son las revoluciones de nuestro tiempo, protagonizadas por jóvenes con los medios propios de su generación, las redes sociales".