Los japoneses sepultan a las víctimas con apresuradas ceremonias
Tokio, Agencias
Diez endebles ataúdes de madera reposaban sobre dos rieles en un cementerio acondicionado a toda prisa, hecho principalmente de barro, mientras Kesennuma empezaba a enterrar a sus muertos, víctimas del tsunami que destrozó a la ciudad costera japonesa.
Desesperados municipios como Kesennuma han estado cavando fosas comunes, algo impensable en una nación donde los muertos son casi siempre incinerados y sus cenizas depositadas en tumbas familiares de piedra cercanas a templos budistas. Las regulaciones locales a menudo prohíben enterrar los cuerpos.
La cifra de fallecidos en Kesennuma era de 551 al sábado, demasiados para los crematorios locales que normalmente trabajan con diez cuerpos al día, pero que ahora sufren la escasez de queroseno.
En la ciudad hay desaparecidas otras 1.448 personas de una población de cerca de 74.000 por causa del tsunami, que hace dos semanas provocó la muerte o la desaparición de más de 27.500 personas en todo el país.
"Este desastre ha creado un tsunami de lágrimas", dijo Shuko Kakayama, administrador del templo budista Jifukuji, que perdió a 300 de sus miembros en el maremoto, que además dañó gravemente los cimientos del templo.
Kakayama explica que hubo un tiempo en el que Japón permitía los entierros, pero que el Gobierno ha favorecido las incineraciones por la falta de espacio para cementerios en un país densamente poblado.
"Si estamos volviendo a la tierra, entonces estamos regresando a la naturaleza", dijo.
Más de 100 dolientes formaban una fila frente a las urnas de sus familiares.
"Por favor, siéntanse libres de dejar lo que deseen en la urna", dijo un responsable en el funeral, que estuvo desprovisto de toda ceremonia formal.
Los dolientes dejaban dentro de las urnas de sus muertos comida, flores, fotos, ropa limpia y otros recuerdos para que sus seres queridos se los llevaran con ellos.
Hubo poco tiempo para llorar. El entierro de las próximas diez personas iba a empezar en unos pocos minutos, sepelios similares que se espera se desarrollen durante semanas.
Los familiares quemaron incienso, pusieron improvisados altares sobre las tumba y oraron. Se les dijo que recordaran el número del marcador de madera puesto detrás del ataúd porque les serviría como lápida temporal.
La policía ha estado almacenando muestras de ADN de cuerpos no identificados, que también se enterrarán, en caso de que puedan ayudar a las identificaciones en alguna etapa posterior.
Mientras los trabajadores llegaban a cerrar las urnas, llegó el siguiente lote de diez cuerpos más.
Desesperados municipios como Kesennuma han estado cavando fosas comunes, algo impensable en una nación donde los muertos son casi siempre incinerados y sus cenizas depositadas en tumbas familiares de piedra cercanas a templos budistas. Las regulaciones locales a menudo prohíben enterrar los cuerpos.
La cifra de fallecidos en Kesennuma era de 551 al sábado, demasiados para los crematorios locales que normalmente trabajan con diez cuerpos al día, pero que ahora sufren la escasez de queroseno.
En la ciudad hay desaparecidas otras 1.448 personas de una población de cerca de 74.000 por causa del tsunami, que hace dos semanas provocó la muerte o la desaparición de más de 27.500 personas en todo el país.
"Este desastre ha creado un tsunami de lágrimas", dijo Shuko Kakayama, administrador del templo budista Jifukuji, que perdió a 300 de sus miembros en el maremoto, que además dañó gravemente los cimientos del templo.
Kakayama explica que hubo un tiempo en el que Japón permitía los entierros, pero que el Gobierno ha favorecido las incineraciones por la falta de espacio para cementerios en un país densamente poblado.
"Si estamos volviendo a la tierra, entonces estamos regresando a la naturaleza", dijo.
Más de 100 dolientes formaban una fila frente a las urnas de sus familiares.
"Por favor, siéntanse libres de dejar lo que deseen en la urna", dijo un responsable en el funeral, que estuvo desprovisto de toda ceremonia formal.
Los dolientes dejaban dentro de las urnas de sus muertos comida, flores, fotos, ropa limpia y otros recuerdos para que sus seres queridos se los llevaran con ellos.
Hubo poco tiempo para llorar. El entierro de las próximas diez personas iba a empezar en unos pocos minutos, sepelios similares que se espera se desarrollen durante semanas.
Los familiares quemaron incienso, pusieron improvisados altares sobre las tumba y oraron. Se les dijo que recordaran el número del marcador de madera puesto detrás del ataúd porque les serviría como lápida temporal.
La policía ha estado almacenando muestras de ADN de cuerpos no identificados, que también se enterrarán, en caso de que puedan ayudar a las identificaciones en alguna etapa posterior.
Mientras los trabajadores llegaban a cerrar las urnas, llegó el siguiente lote de diez cuerpos más.