Los contraataques de Gadafi frenan la ofensiva rebelde en Libia
Trípoli, El País
Las tropas leales a Muamar el Gadafi han lanzado una serie de contraataques contra las ciudades controladas por los rebeldes al oeste y al este de Libia, una estrategia que incrementa el temor a que Libia acabe sumida en una guerra civil larga y de consecuencias imprevisibles. Nada en el país magrebí apunta en estos momentos a que el levantamiento contra el régimen de Gadafi acabe con una dictadura de cuatro décadas. Los mercenarios del coronel están cada vez más fuertes y los insurgentes, pese a su estado permanente de ebullición, parecen languidecer ante el embate de las tropas del dictador, mejor preparadas y con más armamento. Aunque la revuelta libia tiene su origen en las revoluciones democráticas de Túnez y Egipto, el panorama sobre el terreno se aleja cada vez más de lo que ocurrió en esos países vecinos y se asemeja a la violencia del Irak post Sadam.
Las fuerzas del dictador continúan este lunes con su asedio sobre Zauiya, la ciudad estratégica situada a 50 kilómetros al oeste de Trípoli. Esta plaza está controlada por los rebeldes, pero la escasez de agua y alimentos ya es acuciante, y a ella se ha unido en las últimas horas la falta de armamento. Ante esta situación, los leales a Gadafi han incrementado el castigo sobre el enclave, crucial para avanzar hacia una hipotética conquista de la capital libia, un objetivo cada vez más lejano para los líderes rebeldes si no cuentan con ayuda militar extranjera.
Bombardeos en Ras Lanuf
La situación para los sublevados al este, la zona del país donde primero y con más fuerza cuajó la insurrección, tampoco es boyante. En Misrata, situada a 200 kilómetros al este de Trípoli, el mando rebelde mantiene a duras penas su control, pero el castigo de las brigadas que dirige Jamis Gadafi, hijo del sátrapa, ha dejado mella. Un médico del hospital de esa ciudad ha asegurado a EL PAÍS que los combates han dejado 23 muertos. La población vive con angustia la ofensiva de Gadafi, que al igual que en Zauiya, ha empleado artillería, cohetes y fuego de mortero. Más al oeste, en la ciudad petrolífera de Ras Lanuf, los habitantes también tienen miedo porque consideran que el Ejército libio no ha dicho aún su última palabra.
De hecho, este mediodía un avión de combate ha bombardeado las proximidades de Ras Lanuf después de que testigos hubieran relatado que fuerzas leales a Gadafi estaban avanzando hacia el este desde la ciudad portuaria. "Un avión disparó dos cohetes sin causar muertos", ha indicado Mojtar Dobrug, un combatiente rebelde que fue testigo del bombardeo, en declaraciones a Reuters. El bombardeo se produjo en uno de los dos puestos de control de la ciudad.
Muchas personas están abandonando en coche esta ciudad con sus pertenencias y los rebeldes han movido su arsenal a un punto indeterminado del desierto por miedo al ataque, informa Reuters. "Hemos escuchado que nuestras posiciones van a ser bombardeadas, por lo que hemos escondido nuestras armas", ha asegurado un miliciano rebelde a Reuters desde Ras Lanuf. Otro ha añadido: "Las hemos llevado al desierto". Un tercer rebelde ha asegurado que los insurgentes se habían replegado al desierto para preparar un nuevo ataque a Bin Yauad que les permita despejar el camino hacia la conquista de Sirte.
Hoy hay poca presencia de rebeldes en la carretera principal que une Ras Lanuf, a 660 kilómetros de Trípoli, con Bin Yauad, que ayer vivió los combates más encarnizados. Las unidades de Gadafi lanzaron duros ataques contra esa ciudad situada en el camino hacia Sirte, el feudo natal del dictador. El castigo obligó a los opositores a replegarse a Ras Lanuf, fracasando así en su asalto al bastión de Gadafi.
Los uniformados enviados por Gadafi han recuperado este lunes el control de Bin Yauad y preparan su asalto a Ras Lanuf, a escasos 40 kilómetros al oeste, según testigos citados por Reuters. "Fui a Bin Yauad y a 20 kilómetros de la ciudad se veía una columna de camiones y vehículos militares y hasta un caza avanzando lentamente en esa dirección", ha dicho un testigo.
En el extremo occidental del país, en Bengasi, la capital de los rebeldes, la situación también es de incertidumbre. La euforia por una victoria temprana se ha evaporado. El Consejo Nacional que dirige la ciudad desde la estampida de los militares se encuentra en una encrucijada. No sabe si reforzar el frente rebelde con el envío de más hombres o atrincherarse en la ciudad ante los rumores crecientes de que Gadafi prepara un golpe.
Un portavoz de las fuerzas antigubernamentales ha reclamado a Occidente que lleve a cabo bombardeos selectivos contra objetivos militares de Gadafi, por temor a que el presidente libio actúe como "un lobo herido" y ataque los yacimientos petroleros del país. "Occidente tiene que actuar o este loco (Gadafi) hará algo a los pozos petroleros. Es como un lobo herido. Si Occidente no interviene con bombardeos aéreos tácticos podría dejar fuera de juego los yacimientos durante un largo periodo de tiempo", ha advertido Mustafá Gheriani, portavoz de los rebeldes en Bengasi.
Objetivo: Sirte
La diana de los insurgentes es Sirte, la capital que vio nacer al dictador, a medio millar de kilómetros de Trípoli. Será un hueso durísimo de roer, si alcanzan sus puertas. Los soldados leales a Gadafi y sus milicias, apoyados por helicópteros y tanques, atacaron con saña esas dos poblaciones, y también Misrata. Los muertos se cuentan por decenas. La guerra, ya abierta, se recrudece cada jornada que pasa.
Los dictadores árabes de países con un arraigado componente tribal acostumbran a otorgar prebendas, altos cargos y contratos a los miembros de sus extensas familias, en el sentido árabe de la palabra. Y construyen hospitales, carreteras, viviendas e infraestructuras en sus regiones de origen, mientras otras -donde están implantadas tribus rivales o distintos grupos étnicos o religiosos- padecen un abandono sangrante. Sadam Husein fue un benefactor para Tikrit, su feudo en el norte de Irak. El megalómano Muamar el Gadafi trasladó a Sirte varios ministerios, construyó en mármol el Palacio de Congresos más grande del norte de África. E incluso, qué sarcasmo, logró para su cuna la sede del Fondo de Naciones Unidas para la Democracia. Por eso Sirte está en el punto de mira. Su caída supondría un revés devastador para Gadafi, un golpe psicológico crucial y dejaría el camino expedito hacia Trípoli. De ahí, que a nadie extrañaría que la guerra que libran los insurrectos se estancara en esta ciudad que acoge una enorme base militar. Su importancia estratégica es indiscutible. Aunque en otros frentes también se suceden las refriegas.
Las tropas leales a Muamar el Gadafi han lanzado una serie de contraataques contra las ciudades controladas por los rebeldes al oeste y al este de Libia, una estrategia que incrementa el temor a que Libia acabe sumida en una guerra civil larga y de consecuencias imprevisibles. Nada en el país magrebí apunta en estos momentos a que el levantamiento contra el régimen de Gadafi acabe con una dictadura de cuatro décadas. Los mercenarios del coronel están cada vez más fuertes y los insurgentes, pese a su estado permanente de ebullición, parecen languidecer ante el embate de las tropas del dictador, mejor preparadas y con más armamento. Aunque la revuelta libia tiene su origen en las revoluciones democráticas de Túnez y Egipto, el panorama sobre el terreno se aleja cada vez más de lo que ocurrió en esos países vecinos y se asemeja a la violencia del Irak post Sadam.
Las fuerzas del dictador continúan este lunes con su asedio sobre Zauiya, la ciudad estratégica situada a 50 kilómetros al oeste de Trípoli. Esta plaza está controlada por los rebeldes, pero la escasez de agua y alimentos ya es acuciante, y a ella se ha unido en las últimas horas la falta de armamento. Ante esta situación, los leales a Gadafi han incrementado el castigo sobre el enclave, crucial para avanzar hacia una hipotética conquista de la capital libia, un objetivo cada vez más lejano para los líderes rebeldes si no cuentan con ayuda militar extranjera.
Bombardeos en Ras Lanuf
La situación para los sublevados al este, la zona del país donde primero y con más fuerza cuajó la insurrección, tampoco es boyante. En Misrata, situada a 200 kilómetros al este de Trípoli, el mando rebelde mantiene a duras penas su control, pero el castigo de las brigadas que dirige Jamis Gadafi, hijo del sátrapa, ha dejado mella. Un médico del hospital de esa ciudad ha asegurado a EL PAÍS que los combates han dejado 23 muertos. La población vive con angustia la ofensiva de Gadafi, que al igual que en Zauiya, ha empleado artillería, cohetes y fuego de mortero. Más al oeste, en la ciudad petrolífera de Ras Lanuf, los habitantes también tienen miedo porque consideran que el Ejército libio no ha dicho aún su última palabra.
De hecho, este mediodía un avión de combate ha bombardeado las proximidades de Ras Lanuf después de que testigos hubieran relatado que fuerzas leales a Gadafi estaban avanzando hacia el este desde la ciudad portuaria. "Un avión disparó dos cohetes sin causar muertos", ha indicado Mojtar Dobrug, un combatiente rebelde que fue testigo del bombardeo, en declaraciones a Reuters. El bombardeo se produjo en uno de los dos puestos de control de la ciudad.
Muchas personas están abandonando en coche esta ciudad con sus pertenencias y los rebeldes han movido su arsenal a un punto indeterminado del desierto por miedo al ataque, informa Reuters. "Hemos escuchado que nuestras posiciones van a ser bombardeadas, por lo que hemos escondido nuestras armas", ha asegurado un miliciano rebelde a Reuters desde Ras Lanuf. Otro ha añadido: "Las hemos llevado al desierto". Un tercer rebelde ha asegurado que los insurgentes se habían replegado al desierto para preparar un nuevo ataque a Bin Yauad que les permita despejar el camino hacia la conquista de Sirte.
Hoy hay poca presencia de rebeldes en la carretera principal que une Ras Lanuf, a 660 kilómetros de Trípoli, con Bin Yauad, que ayer vivió los combates más encarnizados. Las unidades de Gadafi lanzaron duros ataques contra esa ciudad situada en el camino hacia Sirte, el feudo natal del dictador. El castigo obligó a los opositores a replegarse a Ras Lanuf, fracasando así en su asalto al bastión de Gadafi.
Los uniformados enviados por Gadafi han recuperado este lunes el control de Bin Yauad y preparan su asalto a Ras Lanuf, a escasos 40 kilómetros al oeste, según testigos citados por Reuters. "Fui a Bin Yauad y a 20 kilómetros de la ciudad se veía una columna de camiones y vehículos militares y hasta un caza avanzando lentamente en esa dirección", ha dicho un testigo.
En el extremo occidental del país, en Bengasi, la capital de los rebeldes, la situación también es de incertidumbre. La euforia por una victoria temprana se ha evaporado. El Consejo Nacional que dirige la ciudad desde la estampida de los militares se encuentra en una encrucijada. No sabe si reforzar el frente rebelde con el envío de más hombres o atrincherarse en la ciudad ante los rumores crecientes de que Gadafi prepara un golpe.
Un portavoz de las fuerzas antigubernamentales ha reclamado a Occidente que lleve a cabo bombardeos selectivos contra objetivos militares de Gadafi, por temor a que el presidente libio actúe como "un lobo herido" y ataque los yacimientos petroleros del país. "Occidente tiene que actuar o este loco (Gadafi) hará algo a los pozos petroleros. Es como un lobo herido. Si Occidente no interviene con bombardeos aéreos tácticos podría dejar fuera de juego los yacimientos durante un largo periodo de tiempo", ha advertido Mustafá Gheriani, portavoz de los rebeldes en Bengasi.
Objetivo: Sirte
La diana de los insurgentes es Sirte, la capital que vio nacer al dictador, a medio millar de kilómetros de Trípoli. Será un hueso durísimo de roer, si alcanzan sus puertas. Los soldados leales a Gadafi y sus milicias, apoyados por helicópteros y tanques, atacaron con saña esas dos poblaciones, y también Misrata. Los muertos se cuentan por decenas. La guerra, ya abierta, se recrudece cada jornada que pasa.
Los dictadores árabes de países con un arraigado componente tribal acostumbran a otorgar prebendas, altos cargos y contratos a los miembros de sus extensas familias, en el sentido árabe de la palabra. Y construyen hospitales, carreteras, viviendas e infraestructuras en sus regiones de origen, mientras otras -donde están implantadas tribus rivales o distintos grupos étnicos o religiosos- padecen un abandono sangrante. Sadam Husein fue un benefactor para Tikrit, su feudo en el norte de Irak. El megalómano Muamar el Gadafi trasladó a Sirte varios ministerios, construyó en mármol el Palacio de Congresos más grande del norte de África. E incluso, qué sarcasmo, logró para su cuna la sede del Fondo de Naciones Unidas para la Democracia. Por eso Sirte está en el punto de mira. Su caída supondría un revés devastador para Gadafi, un golpe psicológico crucial y dejaría el camino expedito hacia Trípoli. De ahí, que a nadie extrañaría que la guerra que libran los insurrectos se estancara en esta ciudad que acoge una enorme base militar. Su importancia estratégica es indiscutible. Aunque en otros frentes también se suceden las refriegas.