Las fricciones oscurecen los acuerdos en el encuentro entre Obama y Rousseff
El presidente estadounidense cree que la relación de Estados Unidos con Brasil es "una relación estratégica" en el comercio, la seguridad, el desarrollo energético y la lucha contra el narcotráfico
Brasilia, El País
Brasilia, El País
Los presidentes de Estados Unidos y Brasil, Barack Obama y Dilma Rousseff, han coincidido en la necesidad de reforzar los lazos políticos y económicos entre los dos países, pero el encuentro entre ambos se ha visto deslucido hoy por la negativa de Brasil a celebrar una conferencia de prensa conjunta y la resistencia de Obama a respaldar la candidatura de este país a una siento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Obama ha dicho que la relación de Estados Unidos con Brasil es "una relación estratégica" que abarca intereses comunes en el comercio, la seguridad, el desarrollo energético y la lucha contra el narcotráfico. Russeff, por su parte, garantizó que su gobierno estaba dispuesto a "incrementar la colaboración" con Washington, disminuida durante los años que Luiz Inacio Lula da Silva ocupó la presidencia.
No fue posible que ambos presidentes defendieran esos puntos de vista en conferencia de prensa porque el gobierno brasileño ha impedido la intervención de los periodistas, probablemente para evitar preguntas incómodas sobre la posición norteamericana respecto a la ONU o la actitud de Lula, que ha anunciado su intención de no participar en el almuerzo con Obama al que estaba invitado junto a los demás ex presidentes brasileños.
Obama a su vez se ha visto obligado a suspender el discurso que mañana iba a pronunciar en Río al aire libre en una plaza con capacidad para 40.000 personas. En lugar de eso, lo hará en el interior de un teatro donde caben 2.400. Aunque no hay explicación oficial, este cambio parece relacionado con las manifestaciones de protesta por la visita de Obama que han sido convocadas en Ríos.
Barack Obama iniciaba hoy en Brasil una complicada visita en la que los intereses económicos de ambos, multiplicados por el crecimiento acelerado de la economía de este país, se combinan con el interés del Gobierno brasileño de competir con Estados Unidos como potencia mundial y de aspirar a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Es dudoso que Obama pueda respaldar en este viaje esa aspiración, como hizo en su último desplazamiento a India. Los portavoces norteamericanos no han aclarado en los días previos qué es lo que Obama hará al respecto y se espera, por tanto, con impaciencia lo que el presidente diga en la rueda de prensa dea hoy. "Vamos a tener una amplia conversación sobre la importancia de asegurar la eficacia de las instituciones, incluido el Consejo de Seguridad de la ONU, para avanzar hacia la paz y la seguridad en el mundo", se ha limitado a decir Dan Restrepo, responsable de América Latina en la Casa Blanca.
Para apoyar la presencia permanente de Brasil en la ONU, la Administración norteamericana necesitaría ver una actitud del Gobierno brasileño más cooperativa de la que ha visto durante el mandato de Luiz Inácio Lula da Silva. EE UU aún recuerda con amargura la iniciativa de Lula en apoyo de Irán y su voto contrario en la ONU a las sanciones contra ese país.
Brasil también se abstuvo ayer en la votación que permite el uso de la fuerza contra Gadafi, una decisión que no es muy alentadora para Washington. Pese a ello, las cosas han cambiado algo desde que Dilma Rouseff es presidenta. El actual Gobierno parece estar aplicando una política exterior más pragmática. "Ella ha sido muy positiva sobre el tipo de relaciones que quiere mantener con EE UU", opina el viceconsejero de Seguridad Nacional, Ben Rhodes. La colaboración con Brasil es imprescindible en el marco de la nueva doctrina, respetuosa del papel de las potencias emergentes, que Obama quiere reafirmar durante su presidencia. Este viaje, no suspendido pese a los graves acontecimientos que dominan el panorama internacional, es el reconocimiento de ello.
"Brasil es un socio decisivo y una etapa decisiva de este viaje", reconoce Ben Rhodes. Brasil es ya la séptima mayor economía del mundo, por delante de Canadá, de España y hasta de Italia. Representa el 40% de todo el PIB de América Latina y el Caribe. Es, por su tamaño y crecimiento, uno de los mercados más atractivos del mundo y uno de los principales escenarios de la extensión de China en América Latina, que supera ya a EE UU como principal destino de las exportaciones brasileñas. Nunca un país latinoamericano había alcanzado tal poder económico y tanta proyección mundial.
La Administración norteamericana está, pues, obligada a hacer una fuerte contraofensiva para recuperar terreno en Brasil. Ese es el principal objetivo de este viaje. Obama tiene buena imagen aquí y está en condiciones de conseguirlo. Su presencia se verá, además, reforzada por la de su esposa, Michelle, que tendrá su propia agenda de trabajo social en Río de Janeiro, una ciudad agobiada por los problemas de pobreza, marginalidad y delincuencia.
Obama pronunciará un discurso destinado al pueblo brasileño, buscando el apoyo que no han encontrado otros presidentes norteamericanos. Cuando George Bush visitó Brasil en 2007 recibió una bienvenida sorprendentemente calurosa de parte de Lula, pero el éxito de su viaje se vio entorpecido por la impopularidad de la guerra de Irak y otras actuaciones internacionales del expresidente. Obama tiene ahora la oportunidad de empezar de cero. Estados Unidos estaba acostumbrado hasta ahora a tratar en América Latina con países menores o, en otro contexto, con su vecino México. Las relaciones eran, por lo general, torpes y manidas.
Obama ha dicho que la relación de Estados Unidos con Brasil es "una relación estratégica" que abarca intereses comunes en el comercio, la seguridad, el desarrollo energético y la lucha contra el narcotráfico. Russeff, por su parte, garantizó que su gobierno estaba dispuesto a "incrementar la colaboración" con Washington, disminuida durante los años que Luiz Inacio Lula da Silva ocupó la presidencia.
No fue posible que ambos presidentes defendieran esos puntos de vista en conferencia de prensa porque el gobierno brasileño ha impedido la intervención de los periodistas, probablemente para evitar preguntas incómodas sobre la posición norteamericana respecto a la ONU o la actitud de Lula, que ha anunciado su intención de no participar en el almuerzo con Obama al que estaba invitado junto a los demás ex presidentes brasileños.
Obama a su vez se ha visto obligado a suspender el discurso que mañana iba a pronunciar en Río al aire libre en una plaza con capacidad para 40.000 personas. En lugar de eso, lo hará en el interior de un teatro donde caben 2.400. Aunque no hay explicación oficial, este cambio parece relacionado con las manifestaciones de protesta por la visita de Obama que han sido convocadas en Ríos.
Barack Obama iniciaba hoy en Brasil una complicada visita en la que los intereses económicos de ambos, multiplicados por el crecimiento acelerado de la economía de este país, se combinan con el interés del Gobierno brasileño de competir con Estados Unidos como potencia mundial y de aspirar a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Es dudoso que Obama pueda respaldar en este viaje esa aspiración, como hizo en su último desplazamiento a India. Los portavoces norteamericanos no han aclarado en los días previos qué es lo que Obama hará al respecto y se espera, por tanto, con impaciencia lo que el presidente diga en la rueda de prensa dea hoy. "Vamos a tener una amplia conversación sobre la importancia de asegurar la eficacia de las instituciones, incluido el Consejo de Seguridad de la ONU, para avanzar hacia la paz y la seguridad en el mundo", se ha limitado a decir Dan Restrepo, responsable de América Latina en la Casa Blanca.
Para apoyar la presencia permanente de Brasil en la ONU, la Administración norteamericana necesitaría ver una actitud del Gobierno brasileño más cooperativa de la que ha visto durante el mandato de Luiz Inácio Lula da Silva. EE UU aún recuerda con amargura la iniciativa de Lula en apoyo de Irán y su voto contrario en la ONU a las sanciones contra ese país.
Brasil también se abstuvo ayer en la votación que permite el uso de la fuerza contra Gadafi, una decisión que no es muy alentadora para Washington. Pese a ello, las cosas han cambiado algo desde que Dilma Rouseff es presidenta. El actual Gobierno parece estar aplicando una política exterior más pragmática. "Ella ha sido muy positiva sobre el tipo de relaciones que quiere mantener con EE UU", opina el viceconsejero de Seguridad Nacional, Ben Rhodes. La colaboración con Brasil es imprescindible en el marco de la nueva doctrina, respetuosa del papel de las potencias emergentes, que Obama quiere reafirmar durante su presidencia. Este viaje, no suspendido pese a los graves acontecimientos que dominan el panorama internacional, es el reconocimiento de ello.
"Brasil es un socio decisivo y una etapa decisiva de este viaje", reconoce Ben Rhodes. Brasil es ya la séptima mayor economía del mundo, por delante de Canadá, de España y hasta de Italia. Representa el 40% de todo el PIB de América Latina y el Caribe. Es, por su tamaño y crecimiento, uno de los mercados más atractivos del mundo y uno de los principales escenarios de la extensión de China en América Latina, que supera ya a EE UU como principal destino de las exportaciones brasileñas. Nunca un país latinoamericano había alcanzado tal poder económico y tanta proyección mundial.
La Administración norteamericana está, pues, obligada a hacer una fuerte contraofensiva para recuperar terreno en Brasil. Ese es el principal objetivo de este viaje. Obama tiene buena imagen aquí y está en condiciones de conseguirlo. Su presencia se verá, además, reforzada por la de su esposa, Michelle, que tendrá su propia agenda de trabajo social en Río de Janeiro, una ciudad agobiada por los problemas de pobreza, marginalidad y delincuencia.
Obama pronunciará un discurso destinado al pueblo brasileño, buscando el apoyo que no han encontrado otros presidentes norteamericanos. Cuando George Bush visitó Brasil en 2007 recibió una bienvenida sorprendentemente calurosa de parte de Lula, pero el éxito de su viaje se vio entorpecido por la impopularidad de la guerra de Irak y otras actuaciones internacionales del expresidente. Obama tiene ahora la oportunidad de empezar de cero. Estados Unidos estaba acostumbrado hasta ahora a tratar en América Latina con países menores o, en otro contexto, con su vecino México. Las relaciones eran, por lo general, torpes y manidas.